«La única condición para iniciar la negociación con el Estado es la amnistía». Entrevista a Jordi Cuixart

Jordi Cuixart

21/11/2020


El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart y Navarro (Santa Perpètua de Mogoda, Barcelona, 1975) está encarcelado desde hace más de tres años. Hace poco más de un año que fue condenado por el Tribunal Supremo por un delito de sedición por los hechos del otoño de 2017. Sobre él pesa una pena de nueve años de prisión, agravada por la suspensión del tercer grado penitenciario. Muchas cosas han cambiado desde que Cuixart fue encarcelado. Debido a su estancia en la cárcel y a las restricciones de la pandemia, que nos impiden visitarlo, el presidente de la entidad civil con más socios de toda Europa nos responde por carta a nuestras preguntas.
La entrevista la realizaron  Manuel Lillo y Xavier Puig i Sedano.

 

-¿Cómo ha cambiado la cárcel a Jordi Cuixart?

-He aprendido a valorar aún más que sólo se puede transformar lo que se acepta y la importancia de querer estar bien contigo mismo, incluso en los momentos de tristeza, y que esto no está reñido con la felicidad. También en desprenderme de todo lo más material.
Los miedos, sobre todo las infundadas, son nuestro principal adversario en la vida; este es el gran enemigo a batir. Tener claro qué quieres hacer te ayuda a perder el miedo.
El día a día en la cárcel no es especialmente duro, pero, en cambio, vivir en la cárcel no es fácil, emocionalmente hablando, y pide más concentración de la que se puede imaginar. Entender que la vida te ha dado estos días y que el destino te ha traído aquí y aquí tienes que pasar los días, días que son irrepetibles y puedes decidir vivirlos o dejarlos pasar. Si no los vives aquí dentro, los dejarás pasar y, por tanto, yo he decidido vivir queriendo vivir los días.

-Usted, ante el Tribunal Supremo, reconoció los hechos y dijo que lo volvería a hacer. ¿Qué efecto piensa que tuvo su declaración?

-Era la mejor manera de hacer visible que aquello era un juicio político, y no queríamos perder la oportunidad. Juan María Bandrés, abogado de presos políticos vascos del franquismo, explicaba que, en un procedimiento jurídico de naturaleza política, cuanta más resistencia se ofrece al tribunal, más favorable tiende a ser el resultado.
También por ello en ningún momento cuestioné los hechos por los que se me acusaba; era evidente y, por tanto, queríamos "obligar" al tribunal a debatir sobre el fondo de lo que allí se estaba juzgando: la legitimidad del ejercicio de derechos fundamentales. Pienso que, si nos hubiéramos centrado en intentar desmentir los hechos, la condena habría sido superior. Este era el escenario que quería el tribunal. Es cierto que ejercimos la desobediencia civil frente a una decisión judicial que considerábamos que atentaba contra los derechos humanos, pero es aquí donde queríamos llevar el debate: defender la legitimidad del ejercicio del derecho a la autodeterminación y acusar al Estado de la violencia policial y de las más de 1.000 personas heridas el 1-O.
Como presidente de Òmnium Cultural no podía hacer otra cosa. Yo no me quería defender por haber hecho un tuit o ido a una reunión, porque tengo todo el derecho. El "Lo volveremos a hacer" es precisamente eso: tenemos todo el derecho del mundo a seguir luchando por una sociedad mejor y más justa, y por la república catalana.

-Ha habido voces que dicen que con el 1-O se quería hacer farol. Usted, en el programa Quatre Gats de TV3, dijo que Òmnium no quería ir de farol. Pero, ¿piensa que el Govern sí quería hacerla?

-Yo estoy seguro de que la voluntad del Govern nunca fue la de tomar el pelo a los catalanes, me resulta imposible de imaginar. De hecho, todas estas personas están pagando un precio muy alto.
Otra cosa es que, a medida que nos alejábamos de los días 1 y 3 de octubre, reaparecieran las dinámicas de partido (como, con mucha más fuerza, todavía pasa ahora). Es obvio que la reacción violenta del Estado influyó en las decisiones que luego tomó la Generalitat.
Pero la hazaña del 1-O es titánica, y con los años aún cogerá más dimensión. Mas no es suficiente: hay que aprender de lo que pasó después. Pedimos a los partidos soberanistas que hablen claro y sean coherentes, que mantengan hasta las últimas consecuencias aquello a lo que se comprometan ante la ciudadanía. Fíjese que, como Òmnium Cultural, no nos corresponde decir el qué, sino que seguimos trabajando para que se llegue a grandes acuerdos de país. Pero sí decimos que nuestro límite no puede ser nunca más ni la amenaza de la represión ni la cárcel.
Necesitamos ser más, seguro, pero también más determinados.

-¿En qué piensa usted cuando dice que "Lo volveremos a hacer"? ¿Se refiere a un nuevo referéndum? ¿A hacer realidad los resultados del 1-O?

-En volver a ejercer todos los derechos que el Estado ha condenado. Ejercerlos es la única manera de protegerlos. También el derecho a la autodeterminación. No podemos permitir que se criminalicen derechos fundamentales como el de manifestación, o que se persiga políticamente a la ciudadanía por su ideología. No olvidemos que esta persecución ideológica viene de muy lejos y se extiende a lo largo de todos los Países Catalanes; fijémonos en los ocho antifascistas detenidos por la Guardia Civil en Pego (Marina Alta).
Òmnium Cultural ha dejado y se dejará siempre la piel para facilitar puntos de entendimiento entre los diferentes actores de la sociedad catalana: partidos políticos, entidades, sindicatos, etc. Si tuviéramos una propuesta estratégica propia, no haría falta nuestra función cohesionadora. Somos de todos, pero que nadie dude que estamos para empujar y avanzar.

-¿Cree que el independentismo está en disposición de "volverlo a hacer", o qué cree que le falta para "volverlo a hacer"?

-Hay dejar de generar tanto ruido magnificando el matiz y evitando profundizar en los consensos existentes. Negociación y confrontación son propuestas complementarias e igual de inteligentes.
Respetamos las dinámicas de los partidos políticos, pero deben decidir qué quieren hacer y explicarlo a la ciudadanía: o pugna electoral o estrategia soberanista. No pueden estar mareando la perdiz, porque el 1-O fue posible gracias al enorme sentido de estado de todos: partidos, entidades, sociedad civil... Que hablen claro y que nos expliquen qué están dispuestos a hacer y cómo. Exigimos honestidad y respeto, la gente nunca falla.
La represión busca dividir a los que luchan, pero hay que aprovecharla como palanca de lucha. No podemos avanzar hacia la autodeterminación si aceptamos y normalizamos que el Estado limite las aspiraciones democráticas de los catalanes mediante la represión.
Òmnium Cultural estamos y estaremos siempre desde la empatía y la generosidad, para buscar puntos de entendimiento y espacios de complicidad, pero no podemos seguir más tiempo en esta situación de espera y reproches permanentes; es aquí donde nos quisiera el Estado. Hay que pasar urgentemente de la respuesta a la propuesta. Recuperar la iniciativa; el país se nos funde entre los dedos y hay una alternativa para hacer frente a la triple quiebra -social, económica y democrática- que padecemos. La "Dinamarca del sur", que decían algunos, ya no nos sirve: queremos ser la Nueva Zelanda de Europa, tenemos todo el derecho.

-¿Qué cree que hay que hacer si el independentismo supera el 50% del voto en las próximas elecciones al Parlamento?

-Nos equivocaríamos como entidad si entráramos en estos debates. En Òmnium Cultural siempre trabajamos para que tenga éxito una propuesta que genere el máximo consenso y que se pueda llevar a cabo. Tenemos claro que no podemos renunciar a ninguna vía, siempre que sea pacífica y democrática. Y que, sobre todo, no podemos renunciar a la lucha no-violenta, incluida la desobediencia civil, para defender nuestros derechos y ejercer la autodeterminación.

-Ha dicho en algunas ocasiones que hacían falta nuevos liderazgos en el independentismo. ¿Por qué?

-Es evidente que el principal motivo de la falta de unidad estratégica es que los liderazgos actuales no se pueden ejercer en condiciones normales, debido a la represión. Por eso decimos que no sobra nadie, pero que se necesitan nuevos liderazgos para complementar los existentes, o no saldremos. Es obvio que estos más de tres años de represión nos han fortalecido colectivamente, pero las limitaciones para dirigir una asociación, un partido o un gobierno desde la cárcel o el exilio son más que evidentes.
Se equivocaría quien pensara que el proceso de liberación nacional se ha forjado a base de personalismos. De hecho, eso es lo que todavía hoy más descoloca el Estado, y una de nuestras grandes fortalezas. El movimiento soberanista catalán es eminentemente popular, pero también plural, transversal, intergeneracional e interclasista. Aprovechémoslo, porque es algo muy excepcional en otros movimientos cívicos o políticos de todo el mundo.

-Ahora mismo, una parte del independentismo acusa a la otra de haber intentado poner el freno después del 1-O. Es una crítica que también se ha dirigido alguna vez a Òmnium Cultural. ¿Qué piensa?

-En Òmnium hemos sido los primeros en defender la desobediencia civil y los únicos que lo hemos hecho ante el Tribunal Supremo, en el marco de un juicio en el que acusamos de manera desacomplejada al Estado de vulneración de derechos humanos.
Yo, como presidente de Òmnium Cultural, defendí la legitimidad de todo lo que hemos hecho y asumí plenamente las consecuencias. Somos la única entidad del Estado que nos hemos querellado contra el rey de España, y mantengo el cargo de presidente de Òmnium Cultural desde que entré en la cárcel. Tener claro que el Estado español nunca decidiría quién es el presidente de nuestra entidad es lo que más fuerza me dio en los días más oscuros de Soto del Real. Hemos pasado de ser 70.000 socios, hace apenas tres años, a más de 183.000 hoy. Fortaleciendo la entidad como instrumento útil para la sociedad, arremangándonos para hacer frente a la Covid-19 y siguiendo haciendo de la lengua y la cultura las principales herramientas de cohesión social del país.
Que nadie espere que Òmnium Cultural haga de partido político, porque ni lo somos ni lo haremos. Seguiremos fieles a nuestros valores fundacionales.

-¿Cree que el independentismo se ha involucrado bastante en lo que usted llama "luchas compartidas", como el derecho a la vivienda, la salud o la educación?

-Es que le es intrínseco, es decir, no nos estamos inventando nada. Esto ya viene de Paco Candel y las luchas vecinales de los luchadores antifranquistas.
El hecho migratorio es del todo estructural en nuestra casa: desde quienes bajaban de las montañas para ir a trabajar a la ciudad hasta las últimas oleadas migratorias, este país se ha forjado con el esfuerzo de gente venida de todas partes, y esto hay que hacerlo prevalecer, hay que convertirlo aún más en uno de los principales motivos de orgullo nacional.
Ya hemos visto que no tenemos un Estado que defienda los intereses de la ciudadanía. Por lo tanto, como sociedad, tenemos la responsabilidad de no dejarnos a nadie por el camino, ser capaces de crear una gran red de empoderamiento ciudadano para gestionar un "mientras tanto" en el que llueve sobre mojado. Gracias al compromiso de muchísima gente, y junto con ECAS [Entidades Catalanas de Acción Social] y Coop57 [cooperativa de servicios financieros, éticos y solidarios], estamos impulsando Lliures, uno de los proyectos más ambiciosos de país en la lucha contra la pobreza , la exclusión social y las desigualdades. Con programas como Esprint Solidari y Llibreries Obertes hemos plantado cara a la Covid-19. Y estamos impulsando nuevos proyectos, sobre todo para ayudar al sector cultural, que está sufriendo muchísimo, y en parte también por una cierta desidia de nuestros gobernantes.
Hay que fortalecer el modelo de escuela catalana como uno de los principales motores de cohesión social para garantizar la igualdad de oportunidades. Aquí no se pide a nadie que renuncie a sus orígenes, al contrario. Mis padres entre ellos hablan en castellano en casa, pero son ellos los que decidieron que me hablarían en catalán. La lengua catalana siempre ha sido lengua de acogida y tiene que volver a ser uno de nuestros principales elementos de autoestima colectiva. Y esto es responsabilidad de los ciudadanos, pero también de las administraciones: hay que hacer cumplir la ley de política lingüística de una vez por todas y sin complejos.
Todo esto y mucho más son las luchas compartidas que tan bien describen la idiosincrasia de la mayoría de gente de este pueblo.

-A la entrega del Premio de Honor de las Letras Catalanas de este año pudimos ver a José Montilla. ¿Cree que, después del 1-O, es necesario que el independentismo teja puentes de diálogo con el no-independentismo? ¿Ha trabajado en esta dirección Òmnium?

-El presidente Montilla siempre ha venido a la entrega del Premio de Honor, pero también lo hacen el presidente Mas o ahora el presidente Torra; la alcaldesa Colau o el presidente Torrent, junto a una nutrida representación del mundo cultural y de la sociedad civil catalana. No podemos politizar la lengua y la cultura catalanas: son el nervio de la nación, y desde Òmnium tenemos siempre muy presente esta realidad.
Yo mismo acompañé a Maria Antònia Oliver a la recepción oficial en el Consolat de Mar, con la presidenta Francina Armengol, cuando fue reconocida con el Premio de Honor. Es una obviedad que la lengua y la cultura catalanas son patrimonio de todos los ciudadanos de los Países Catalanes y, si me lo permite, de la humanidad entera.

-¿Qué hará usted si le conceden el indulto del que se habla?

-También en el campo antirepresivo, el independentismo necesita mejorar. No nos podemos desorientar constantemente con los cantos de sirena del Estado. Los presos no somos la visualización de ninguna derrota, sino un paso más hacia la victoria. Este será la cuarta Navidad que pasaremos a la cárcel y hay cerca de 3.000 represaliados. Aprovechemos esto como palanca de transformación democrática y para denunciar la violación del ejercicio de derechos fundamentales en Estado español.
La única condición para iniciar la negociación con el Estado es la amnistía. La legislatura de la represión debe terminar con la aprobación de una ley de amnistía. Aún se está a tiempo si interpelamos a los grupos parlamentarios para que acuerden una ley de amnistía y la aprueben inmediatamente. Desde Òmnium Cultural siempre tendremos toda la empatía del mundo hacia aquellas personas que eligen priorizar las salidas personales, pero yo tengo muy claro que habrá más gente que entrará en prisión y que, por tanto, debemos ser ejemplo para las generaciones futuras.

-¿Tiene esperanzas de que la justicia europea les pueda dar la razón?

-Sí, pero no somos ingenuos: no creemos que Europa fuerce a España a sentarse a negociar, pero una condena por vulneración de derechos fundamentales sí supondría una reparación moral. Esto no es poco, pero tampoco lo podemos magnificar. Si conseguimos que Europa condene a España por encarcelar a la disidencia política, debemos aprovechar el efecto pedagógico que puede tener sobre el conjunto de la ciudadanía, tanto la catalana como la del resto del Estado. Confío que lo sabremos hacer.
También queremos que se condene a España por no haber investigado la violencia del 1-O, ya que ha infringido claramente todos los tratados internacionales que tiene firmados. Más de 1.000 heridos y ningún condenado: esto es muy grave.

-Recientemente ha prologado la edición catalana del libro ¿Podemos abolir las cárceles?, de Angela Davis. Después de su experiencia personal, ¿qué piensa de la función social de la cárcel? Cree que habría que repensar el sistema penitenciario?

-Angela Davis es un referente de vida. Lo que se precisa es repensar el sistema global, que hace aguas por todas partes. Las cárceles son la punta del iceberg de todo un sistema perverso que agudiza las desigualdades en nombre del progreso global, pero que en realidad lo hace sólo para unos cuantos. Aquí dentro encontraréis a los más débiles de una sociedad que se ceba con los más desfavorecidos. Parte de las consecuencias de la sociedad patriarcal y de consumo actual.
Ya os digo yo que las personas más peligrosas del planeta están en libertad, en muchos casos están sentadas en las mesas presidenciales de gobiernos y consejos de administración de multinacionales de todo el mundo.
¿Cómo puede ser que en plena pandemia, cuando los autónomos, el pequeño comercio, los cooperativistas, la pequeña y mediana empresa están haciendo aguas por todas partes, haya una partida en los presupuestos del Estado de 2.800 millones de euros para programas de armamento? ¿Que estamos en guerra? ¿Que nos hemos vuelto locos? Horrible la política que no entiende el pueblo.
Por no hablar de la crisis climática, que tiene consecuencias directas sobre las desigualdades: actuamos como si la tierra fuera nuestra y no es así, somos nosotros los que pertenecemos a la tierra. Hay una revolución de abajo arriba, y eso empieza por actuar cada uno de nosotros e individualmente de manera responsable. Sobre qué y cómo consumimos, y la conciencia de que lo necesario es reducir, reutilizar, recuperar y, si no hay más remedio, reciclar.

-Hace poco que le concedieron, desde Alcoy, el Premio Ovidi Montllor a la Libertad de Expresión y Apoyo a la Cultura. Usted siempre ha reivindicado el marco de los Países Catalanes. ¿Cree que el independentismo trabaja bastante para articular los territorios de habla catalana?

-No, y necesitamos mejorar mucho. Tampoco se hace lo suficiente, ni mucho menos, desde el ámbito institucional ni académico ni empresarial. "O nos recobramos en nuestra unidad o seremos destruidos como pueblo".
Los Países Catalanes son una realidad social, cultural y económica muy viva, con un imaginario colectivo inmenso y con un talento excepcional, pero hay que superar las fronteras administrativas que nos imponen desde el Estado, y no hay tiempo que perder. La lista de prioridades es muy larga: el corredor mediterráneo, la reciprocidad de los tres canales de televisión, derogar el centenar de leyes que imposibilitan el normal desarrollo de la lengua en todos los ámbitos -empezando por la escuela- o potenciar el espacio comunicativo también en las redes sociales y las plataformas digitales. Nos va el presente más inmediato.

-¿Ha recibido visitas en prisión por parte de gente de otros territorios del país, más allá del Principado? ¿Algún político?

-Claro. Tengo el honor de ser el presidente de la Federació Llull, la entidad que hermana las tres principales entidades cívicas de los Países Catalanes: Acción Cultural del País Valenciano y la Obra Cultural Balear, junto con Òmnium Cultural. Aprovechando diferentes visitas de locutorio, hemos podido hacer reuniones con sus presidentes, Anna Oliver y Josep de Luis.
También con mi queridísimo Juan Francisco Mira y mucha otra gente. Por aquí han pasado Feliu Ventura, Pep Gimeno, Mireia y Borja, Xuri, Gemma Pascual, Júlia Taurinyà... La lista, por suerte, es muy larga. Tenemos todo un mundo para compartir.

-Para acabar, ¿piensa que se está valorando suficientemente el papel de la cultura en un contexto como el actual?

-No. Somos muy críticos con la diferencia que está habiendo entre la cultura y otros sectores. Ni un solo brote en teatros o cines, y el metro lleno para ir a trabajar.
Somos un sector profundamente castigado por la crisis del 2008. No es suficiente aprobar que la cultura es un bien esencial y no actuar de manera consecuente.
La cultura nos permite conocernos unos a otros y reconocernos en la diferencia. En los momentos actuales, ver que hay muchos futuros posibles es el mejor antídoto contra la intolerancia.
Estamos muy decepcionados con la respuesta de las administraciones hacia el sector cultural. No puede ser que del presupuesto de la Generalitat de Cataluña sólo se destine un 0,75% a la cultura. El Gobierno destina 30 euros por persona y año a la cultura, lejos de los 90 de Polonia, los 120 de Portugal, los 200 de Francia o los 800 de Suecia. Se está desterrando vergonzosamente la cultura en los Países Catalanes, y esto no es culpa de Madrid.

preso político catalán y presidente de Òmnium Cultural, la entidad civil con más personas asociadas de Europa en el año 2020
Fuente:
https://www.eltemps.cat/article/11973/entrevista-jordi-cuixart
Traducción:
Daniel Raventós

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