La Renta Básica desde el Sur

Alberto Tena

13/05/2022

Cuando se habla de la posibilidad de una Renta Básica Universal suele aparecer también con la intuición de que se trata de una idea a la que solo han llegado, o pueden pensar, países lo suficientemente “ricos”.

 

Cuenta Philippe Van Parijs en una entrevista reciente que en el primer congreso del Basic Income Earth Network fuera de Europa, en Ciudad del Cabo en 2006, un colega sudafricano se la acercó para decirle: “Philippe, eres tan arrogante como Karl Marx. Él pensaba que el socialismo solo podía darse en los países industrializados, igual que tú piensas que la renta básica solo puede establecerse en los países desarrollados. Pero, así como fue en la Rusia agraria donde se produjo la revolución socialista, es en un país como Sudáfrica donde se introducirá por primera vez la renta básica».[1]

Cuando se habla de la posibilidad de una Renta Básica Universal (RBU) suele aparecer también con la intuición de que se trata de una idea a la que solo han llegado, o pueden pensar, países lo suficientemente “ricos”. En realidad, formulaciones distintas de la idea de RBU no solo llevan defendiéndose y estudiándose en muchos países del sur global desde hace décadas, sino que se han generado una serie de debates a los que valdría la pena prestar atención si abandonamos cierta condescendencia con la que solemos observar. Es más probable de lo que pensamos que en realidad estemos lidiando cada vez más con problemas similares en ambos mundos. Dani Rodrick escribía hace poco precisamente sobre esta “convergencia de problemas” en otro reciente artículo, observando cómo, irónicamente, al contrario de lo que se había pensado por parte de los países ricos, esta se estaba dando cada vez más hacía abajo que hacia arriba.

Casi desde sus inicios, en el centro de la conocida como “economía del desarrollo” se encuentra el famoso planteamiento del “dualismo productivo”. De forma resumida, se decía que el problema de los países del Sur estaba en la brecha entre un estrecho sector con acceso a tecnología avanzada y una gran mayoría, fuera de estos circuitos, y condenados a una productividad extremadamente baja. Por contraste, los países “desarrollados” parecía que tenían la capacidad de incluir a la mayor parte de la población en el primer sector. Como señala Rodrick, esto desde hace tiempo ha dejado de ser así y esta brecha es cada vez más evidente también en los países del Norte. El resultado es que parece que hoy estamos haciéndonos las mismas preguntas que desde el Sur llevan tiempo intentando contestar.

En estos mundos “duales” las transferencias de efectivo se han convertido en las últimas décadas en parte del panorama sustancial de políticas estatales, un vuelco respecto a los años noventa, donde la idea de «dar dinero a los pobres» había sido rechazada por todos los grandes actores. Hoy en día, y cada vez más, el efectivo está desplazando a la gran mayoría de ayudas en especie. India lleva tiempo reemplazando de manera gradual su Sistema de Distribución Pública, que entrega alimentos y otros bienes a los pobres, con transferencias monetarias, y generando en paralelo un amplio y antiguo debate sobre la posibilidad de una RBU. En África Oriental, la organización benéfica Give Directly ha distribuido millones de dólares directamente a las cuentas bancarias de agricultores pobres en Kenia, Ruanda y Uganda, generando evidencia de gran calidad al respecto. En Brasil, el éxito relativo de programas como Bolsa Familia (donde el nivel de renta es auto-declarado), reduciendo la mitad la pobreza extrema del 9,7% al 4,3%, y la desigualdad de ingresos en un Gini del 15% llegando a casi 14 millones de hogares, 50 millones de personas, ¼ de la población, sigue fomentando la discusión sobre los límites de las prestaciones focalizadas. En México el gobierno de López Obrador, desde enero de 2019 ha extendido a toda la población su política de renta universal e incondicional para mayores de 70 años que operaba en la Ciudad de México desde 2003, alcanzando a un 90% de la población objetivo casi 8 millones y medio de personas. Chile, acaba de aprobar hace unos pocos meses, siguiendo el ejemplo Mexicano, una pensión garantizada universal (el principal requisito es tener 65 años o más y que no se integre un hogar perteneciente al 10% de la población con mayores ingresos).

Esto son solo algunos ejemplos, y es importante recalcar que las cantidades suelen ser muy modestas, aunque normalmente suficientes para reducir significativamente la pobreza extrema en estos lugares, y que la lógica paternalista estatal sigue permeando muchas de estas políticas. Pero, lo interesante, es que, de una forma u otra, la tendencia, desde hace tiempo, viene siendo la de diluir la separación entre prestaciones contributivas y las no contributivas, buscando alcanzar objetivos de seguridad de ingresos más allá de la posibilidad de acceso al empleo remunerado para todo el mundo. Con esto, cada vez más, nociones como la del universalismo y el del derecho al ingreso se vuelven conceptos fundamentales sobre los que es posible pivotar.

El gran peso del trabajo llamado “informal”, los problemas de clientelismo y corrupción o simplemente el coste administrativo asociados a la gestión de prestaciones condicionadas y la extremada fragmentación de los programas de bienestar, hacen en realidad para muchos la lógica universalista más intuitiva y aceptable por amplios sectores. Estas eran las razones que también llevaron a la CEPAL a proponer una renta básica de emergencia para toda América Latina durante la pandemia. Muchos de estos países han mostrado en las últimas décadas una vía hacia el universalismo de las transferencias monetarias que merece atención como vía alternativa a la de los tradicionales países del Norte. La esperanza que muchos tenían durante las primeras décadas posteriores a la segunda guerra mundial de que los mercados laborales formales iban a dominar y por lo tanto aumentar automáticamente la clientela de los seguros sociales, no se ha materializado en los países del Sur y están tomando sus decisiones. En los países del Norte, en cambio, parece que recorremos el camino inverso. Los problemas de muchos de estos países siguen siendo enormes y diversos, pero si intentamos quitarnos de la cabeza la idea persistente pero obsoleta, de que hay quienes están ya desarrollados y otros que vienen simplemente siguiendo el camino -como le reprochaban a Van Parijs-, quizás podamos empezar a mirar al Sur, al menos, con los ojos curiosos de quien todavía puede aprender algo, más en tiempos de crisis.

Nota:

[1] La entrevista está en el último capítulo de Sloman, P., Zamora, D., & Pinto, P. R. (Eds.). (2021). Universal Basic Income in Historical Perspective. Palgrave Macmillan.
 

 

Doctorando en la UAM Cuajimalpa de la Ciudad de México, donde está investigando sobre la historia intelectual de la Renta Básica Universal
Fuente:
https://catalunyaplural.cat/es/la-renta-basica-desde-el-sur/
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