La próxima (de)generación de la UE

Sergio Cesaratto

19/02/2021

El llamado Fondo de Reconstrucción es el invitado de piedra de la crisis del gobierno italiano, excusa para una riña o como objeto de apetito político. Su importancia es solo relativa, dadas sus pequeñas dimensiones financieras, su inadecuada oportunidad, la impronta europea en los contenidos lejanos de una política industrial orgánica para el continente, los contenidos sociales que oscilan entre la hipocresía, la demagogia y las ambiciones. Por tanto, el Fondo de Reconstrucción parece inadecuado tanto como apoyo a la demanda agregada como a la capacidad industrial italiana (y europea). Aquí haremos algunas observaciones sobre el documento del gobierno italiano (Plan Nacional de Reconstrucción y Resiliencia de Italia, PNRR - 12 de enero de 2021) [1] recordando que el Plan debe ser presentado oficialmente a la Comisión europea a más tardar el 30 de abril de 2021.

1. Ausencia de análisis por arriba y por abajo

Los males de la economía italiana vienen de lejos. [2]El milagro económico de las décadas de 1950 y 1960 no resolvió los problemas históricos del país: en un sentido espacial se concentró en el noroeste, con posteriores ampliaciones en el noreste y, temporalmente, en la franja adriática norte; en el sentido del empleo, ya que la industrialización limitada no ha atacado los focos del desempleo del sur, las mujeres, los jóvenes y el subempleo en el sector servicios parasitario; en un sentido tecnológico, faltando en los años setenta y ochenta el salto de la producción mecánica a la producción más electrónica; en el plano social, notándose la falta de un reformismo moderno hacia las clases trabajadoras, favorable a una inclusión clientelista. Desde finales de los sesenta, la falta de reformismo y la brecha entre las expectativas de consumo y la insuficiencia del pastel a repartir ha agravado el conflicto social entre el capital, el trabajo y las ratas del queso, con su impacto en el uso ineficiente del gasto público y la tolerancia frente a la evasión fiscal.

Desde finales de los años setenta, la búsqueda de una estabilización de este conflicto a través de un régimen de tipos de cambio fijos ha derivado, por un lado, en su relativa somnolencia, y por otro, ha provocado la explosión de la deuda pública y la renuncia a un tipo de cambio competitivo. La perenne austeridad fiscal desde 1992, así como el apresurado desmantelamiento de la industria pública, han completado el trabajo tanto por el lado de la demanda agregada, deprimiendo el crecimiento de la inversión y la productividad, como por el lado de la oferta con la renuncia a una política industrial pro-industrial activa (frente a la feroz competencia de los países emergentes). [3]

La UE de próxima generación (NGEU), o Fondo de Reconstrucción (RF) como lo llamaremos aquí, se presenta ambiciosamente como una oportunidad para la regeneración de toda la economía italiana. Al leer el documento gubernamental antes mencionado (PNRR), lo primero que se nota es la ausencia de un análisis de lo que ha salido mal en las últimas décadas. Excepto por unos pocos, muy pocos, puntos valiosos, el documento está lleno de retórica, sazonado con políticas políticamente correctas (inclusión social, problemas de género, etc.) y sin un diseño de lo prioritario: el diseño de una política industrial (en un sentido amplio). Si, por un lado, está claro que sin una recuperación de la demanda interna y europea, y un tipo de cambio del euro que no penalice, no habrá recuperación de las inversiones, por otro lado es importante un esfuerzo de país por el lado de la oferta hacia una modernización industrial. (Ça va sans dire que cuando hablamos de industria no nos referimos solo a la manufactura, sino también a los servicios y al sector primario, porque la industria en sentido estricto sigue estando en la cima de las cadenas de suministro). Pero en este sentido, el documento no solo no presenta ningún análisis macroeconómico, sino ni siquiera estructural de la economía italiana, para mostrar sus fortalezas (a explotar) y debilidades (a subsanar, si es útil y posible). En otra época este análisis se habría basado en las tablas de interdependencias sectoriales (o input-output), o en un análisis de la balanza comercial, o habría servido para apuntar ideas de planificación. Quizás hubiéramos pensado en planificar cuáles serían los sectores del futuro y dónde el país podría potenciar o recuperar perspectivas de crecimiento. Nada de esto está presente, solo hay un vacío.[4]

Tememos que también haya aquí una responsabilidad muy seria de los estudios económicos que, con la desaparición de la generación de grandes economistas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, han perdido gran parte de estas habilidades analíticas e incluso interés en estos temas, en la ilusión de que todo problema económico se resuelve con la liberación de las fuerzas del mercado, lo que ni siquiera el teórico menos sofisticado probablemente hubiera soñado asumir. De manera consistente, desde la década de 1980, la política industrial ha renunciado a la idea de políticas proactivas (verticales) de desarrollo de nuevos sectores a favor de políticas (horizontales) destinadas a crear un entorno propicio para las inversiones y que incentive a las empresas a seguir sus instintos de mercado. Pero incluso estas políticas, en el enfoque europeo adoptado por el gobierno italiano, son puro humo.

2. Lo que Europa nos pide

Se podría objetar que el documento italiano va en la línea decidida por los acuerdos europeos, y esto es cierto (pero ¿por qué no se han opuesto?). Como explica un expediente del Parlamento italiano del 25 de enero, para la UE:

“El 21 de diciembre de 2020, la Comisión Europea publicó modelos de orientación sectorial, que pueden actualizarse, para ayudar a los Estados miembros a elaborar planes de acuerdo con las normas sobre ayudas estatales. En particular, el plan deberá: explicar cómo representa una respuesta global y adecuadamente equilibrada a la situación económica y social del Estado miembro y detallar los proyectos, medidas y reformas previstas en los siguientes ámbitos de intervención que se resumen en seis pilares: 1) transición verde; 2) transformación digital; 3) crecimiento inteligente, sostenible e integrador, incluida la cohesión económica, el empleo, la productividad, la competitividad, la investigación, el desarrollo y la innovación y un mercado único que funcione correctamente con PYMEs fuertes; 4) cohesión social y territorial; 5) salud y resiliencia económica, social e institucional, también para aumentar la capacidad de reacción y preparación ante las crisis; 6) políticas para la próxima generación, niñez y juventud, incluyendo educación y formación profesional”.[5]

Como podemos ver, estamos en plena retórica y, en cualquier caso, los objetivos de política industrial ecológicamente sostenibles que deberían ser centrales para Europa y los estados miembros se confunden en medio de supuestos objetivos sociales. Esto suena muy hipócrita ya que la UE no tiene objetivos sociales más que retóricos, como se desprende de la ausencia en sus estatutos de los objetivos de pleno empleo y equiparación regional en derechos sociales, a la luz de las feroces políticas de austeridad adoptadas en la última década en algunos países, y la incesante demanda de reformas laborales (encaminadas a desmantelar la inclusión) que también se manifiesta en esta coyuntura.

Por tanto, el proyecto europeo está lejos de prefigurar una política industrial europea y mucho menos de sugerir su adopción a nivel nacional. Las pautas sugeridas son muy confusas, tanto que pueden considerarse inútiles en términos de demanda agregada y apoyo social, demasiado poco y demasiado tarde para ser efectivas; e inútil por el lado de la oferta, ya que no está claro cómo puede crecer y modernizarse sin unas directrices específicas destinadas a un desarrollo industrial sostenible y generalizado en toda la Unión. Pero, como me señaló Riccardo Achilli, a nadie en Europa le interesa que Italia vuelva a convertirse en un competidor industrial peligroso.

La ambición sustancial del plan parece tanto más peligrosa cuanto que su implementación va acompañada de amenazas no tan veladas sobre el cumplimiento esperado de las restricciones fiscales europeas. Leemos al respecto en el expediente parlamentario que la UE impone coherencia a los planes nacionales

“con los desafíos y prioridades específicos de cada país identificados en el contexto del Semestre Europeo y, en particular, en las recomendaciones específicas de cada país y la Recomendación del Consejo sobre la política económica de la zona euro (para los Estados miembros cuya moneda es el euro)”.

Luego especifica esto:

"Si, por el contrario, la Comisión establece que los hitos y objetivos no se han cumplido satisfactoriamente, se puede suspender el pago de la totalidad o parte de la contribución financiera. El Estado miembro de que se trate podrá presentar sus comentarios en el plazo de un mes a partir de la comunicación de la evaluación de la Comisión. Como ya se preveía en el acuerdo alcanzado en el Consejo Europeo de julio, el acuerdo provisional regula medidas para vincular el dispositivo a una buena gobernanza macroeconómica (la llamada condicionalidad macroeconómica). Estos mecanismos, que están alineados con las normas comunes sobre fondos estructurales, requieren que la Comisión proponga al Consejo una suspensión total o parcial de los compromisos o pagos si un Estado no ha tomado medidas efectivas para corregir el déficit excesivo, a menos que haya sido provocada por una grave recesión económica para la Unión en su conjunto”.

No entraremos aquí en los méritos del financiamiento del PNRR, que tiene fuentes adicionales al NGEU, ni del impacto macroeconómico que olvida que gran parte de los gastos sean sustitutivos y no adicionales a las inversiones públicas ya planificadas (y que dramáticamente limita su impacto sobre la demanda agregada y, en última instancia, en la inversión privada). [6]

En general, se trata de recursos muy limitados, repartidos a lo largo de varios años y con efectos igualmente limitados. Naturalmente, se recuerda al lector que la mayor parte de los fondos europeos de los que estamos hablando son préstamos, aunque a largo plazo. [8] Así, uno se pregunta si el país está cayendo en una trampa no menos peligrosa que la que muchos temen con respecto al MEDE, al pedir prestado a Europa sin un uso efectivo de los fondos. Dicho esto, creemos que un país autónomamente puede ir más allá de la retórica seudo-social europea y potenciar estos recursos en un plan concreto dirigido a objetivos industriales ecológicamente sostenibles, sin descuidar las responsabilidades sociales que puede y debe tener una industria moderna y competitiva. [9]

También como consecuencia de la orientación europea, no hay un análisis preciso de la industria italiana en el documento, que se limita a una retórica general. Naturalmente, la falta de interés en la industria también tiene sus razones clientelares, más interesados ​​en la lluvia de subsidios a sus propios distritos electorales. Sin embargo, esto interesa a los politólogos. Nosotros tenemos la tarea de examinar con mayor detalle las propuestas, o las presuntas.

3. El plan, ¿qué plan?

Siguiendo servilmente las líneas europeas, el proyecto del gobierno italiano identifica tres ejes estratégicos - digitalización e innovacióntransición ecológica e inclusión social - y tres prioridades transversales: mujeres, jóvenes, sur. El documento, por tanto, se inclina ante la vaguedad seudo-social de la Comisión Europea sin ir a los problemas de fondo relacionados con la supervivencia económica del país (y de la propia Europa, por cierto) en un mundo que tecnológicamente nos está superando, lamentablemente inserto en una unión monetaria que nos priva de las herramientas macro - teniendo que confiar en la bondad del BCE para no colapsar - y también de las microeconómicas con la prohibición de políticas industriales proactivas. Para evitar dudas, la inclusión social debe abordarse urgentemente a nivel europeo discutiendo sin demagogia los problemas de distribución y la reintroducción de derechos en el mercado laboral, desmantelados con apoyo europeo. Los objetivos sociales como la educación y la formación, el aumento de las tasas de actividad femenina y juvenil también a través de una modernización del mercado laboral y los servicios de empleo son fundamentales (de hecho, emergencias reales), pero deben ubicarse en el PNRR en una perspectiva funcional del desarrollo del país. Construimos Italia o morimos, se podría decir. Además, se debe plantear un análisis desapasionado de por qué la educación escolar, la formación profesional y la colocación funcionan mal, y ha sido imposible durante años reformarlas debido a responsabilidades de las que probablemente nadie escapa.

El proyecto de gobierno identifica seis objetivos generales y 48 líneas de acción. Los objetivos son:

  • Digitalización, innovación, competitividad y cultura;
  • Revolución verde y transición ecológica;
  • Infraestructuras para la movilidad sostenible;
  • Educación e investigación;
  • Inclusión y cohesión;
  • Salud.

Lo extraño de muchos de estos objetivos a la política industrial es inmediatamente evidente, esta última dispersa aquí y allá en una mezcla de objetivos socio-ecológicos y económico-industriales.

4. Los seis objetivos, entre cascos urbanos históricos, tercer sector y ciclovías

El detalle de los seis objetivos no es fácil de resumir dada la ausencia de una clave sistemática-industrial, reemplazada por una lista desordenada de objetivos: desde las ciclovías, a los cascos históricos, el deporte, los inevitables suburbios, y las perspectivas de género y verde. Mis comentarios no tienen más valor que los de Italia Viva. [10]Por otro lado, falta un análisis, pero lo que más importa es el juicio básico ofrecido en las conclusiones.

1. Digitalización, innovación, competitividad y cultura

No hay posible queja del objetivo de aumentar la eficiencia de la Administración Pública (AP). Poco se habla de cómo cambiar la mentalidad de directivos y empleados públicos que provienen de culturas y formaciones poco sensibles a la eficiencia (y muchas veces al deber público), y sobre el obstáculo que la corrupción supone para la simplificación de los trámites. Reformar los sedimentos culturales es difícil, solo queda la esperanza de la llegada de nuevas generaciones (en las que incluso las mafias invierten), tecnologías, formación y simplificación. Hay páginas y páginas dedicadas a la reforma de la justicia que hubieran encontrado un lugar más digno en otra parte, lo que atestigua la prevalencia de cierto tipo de formación también entre los autores del informe.

En cuanto al sistema de producción, además de los elogios por el magnífico y progresivo destino de las tecnologías 5G y satelitales, de las cuales no se cuantifica ni la contribución de la industria italiana a las tecnologías 4.0, ni los planes de desarrollo y sustitución de importaciones, también hay al desarrollo de “cadenas de suministro” (pág. 42 y pág. 59) “para mejorar su posicionamiento en las cadenas de valor europeas y mundiales y reducir la dependencia de terceros países” (pág. 59). Incluso se trata de definir un sector industrial específico a apoyar: los microprocesadores. Esfuerzo encomiable en un plan en el que el Made in Italy y los cascos históricos constituyen la frontera tecnológica. Lástima que la miseria de 2 y 0,75 mil millones, respectivamente, vaya a las cadenas de suministro y la fabricación de chips, sin especificar más.

No se habla de cuáles serán los sectores más prometedores del futuro, en los que el país no puede dejar de estar presente. Tampoco estamos pensando en lo que queda de la industria pública para utilizarla en sinergia con recursos privados e investigación pública, o con colaboraciones internacionales, en nuevos sectores. ¿Un nuevo IRI, sin embargo prohibido por la Europa liberal? Podría tener un perfil más bajo, eludiendo hábilmente los vetos europeos, quizás utilizando nombres de moda como empresas emergentes. No existe ningún vínculo con el Objetivo 4 (Educación e investigación). Por otro lado, sería importante modular los sectores tecnológicos en los que el país podría tener la capacidad y la necesidad de entrar fomentando la formación de empresas, y sectores que la investigación debe proteger en todo caso porque están más proyectados hacia el futuro. Y no debería ser yo el que lo dijese, pero falta una perspectiva europea, de sinergias con iniciativas europeas similares. [11]

Y así en el capítulo sobre la competitividad de la AP y el sector productivo nos encontramos hablando de turismo y cultura. Nada hay de malo en ello si no se tratase de disfrutar de las "excelencias" italianas, pero en cambio se trata fríamente como un sector específico. De hecho, el discurso debiera ampliarse sobre otro atraso italiano que es el sector terciario y de servicios (incluidos los profesionales). Pero es mejor consolarse con los cascos históricos y el parmesano. [12]

2. Revolución verde y transición ecológica

Europa nos pide, pero sobre todo el futuro, que invirtamos en políticas verdes. En este capítulo, la economía circular y el hidrógeno son las claves, pero es una lástima que se apoyen con la miseria habitual las "cadenas de suministro" de hidrógeno y "renovables", 2,36 mil millones (18,51 mil millones van al superbonus conocido 110%). Falta de coordinación con los objetivos 1 y 4 (donde se concentran las medidas más industriales). Sobre todo, como me señala Aldo Barba, la financiación de las energías renovables a menudo ha sido un desperdicio y ha alimentado el comportamiento depredador, en algunos casos escandalosos. La razón de todo ello es una política industrial no implementada directamente por la empresa pública, sino por la privada a través de incentivos fiscales, licitaciones públicas, préstamos subvencionados, etc.

Luego están los recursos para la movilidad sostenible y el sistemas hidrológico (incluida la inestabilidad hidrogeológica). Todo ello fundamental, pero falta de nuevo su relación con el crecimiento y el sector industrial nacional. Pero los contextos territoriales, si son más eficientes, solo pueden ser un factor positivo: por eso son bienvenidos.

3. Infraestructuras para la movilidad sostenible

La “movilidad sostenible” también tiene un capítulo propio, que coincide en gran medida con la alta velocidad y las carreteras. Este capítulo también es bienvenido, especialmente porque sabemos cómo hacer trenes (incluso si hemos vendido peligrosamente las fábricas a extranjeros). Debería comprenderse que la infraestructura se construye donde es más probable que genere desarrollo. Y algo de dinero se destina a la logística (en particular al sistema portuario), y eso es bienvenido.

4. Educación e investigación

Todo lo que se haga para la educación y la investigación es, obviamente, bienvenido. Hay en esta parte, naturalmente confundidas en una secuencia de medidas interesantes, algunas de las cuales deben constituir la normalidad y no ser una intervención extraordinaria, dirigidas, por ejemplo, a la formación académica continua, y se presume de obligado cumplimiento para los profesores de escuela, y sobre la necesidad de fortalecer los estudios industriales y vocacionales; o iniciativas para construir ecosistemas innovadores a nivel local. En este sentido, se habla de financiar “la creación de siete centros activos en otros tantos dominios tecnológicos de futuro reforzando la dotación de infraestructuras de investigación y el personal altamente cualificado”. [13]Cabe preguntarse por qué estas últimas iniciativas no se incluyen en un diseño más integral de política industrial que asocie las vocaciones existentes con la necesidad de lanzar nuevos sectores y tecnologías. Los recursos asignados a los sistemas locales de I+D y los centros fronterizos son naturalmente pequeños, 2,9 mil millones.

5. Inclusión y cohesión

Sin duda, el país necesita políticas de empleo dignas de ese nombre, orientadas a la formación y actualización. La experiencia de los tutores (desempleados poco cualificados colocados temporalmente para guiar a sus compañeros a encontrar lo que no pudieron encontrar ellos) hace que el compromiso en esta dirección sea poco prometedor. Porque los puestos de trabajo no se crean con políticas laborales sino solo con el apoyo a la demanda agregada. El desajuste territorial y de cualificación es un problema solo de manera subordinada y, en cualquier caso, también debe abordarse, junto con la política de salarios y derechos, eliminando los obstáculos a la movilidad regional. Sin embargo, la formación de formadores y de técnicos en la gestión de empleos es un cuello de botella, y sin un compromiso de la patronal a favor de un sistema que se acerque al alemán, hay pocas esperanzas.

Guardo silencio sobre los objetivos relativos a las familias, las comunidades y el tercer sector y la cohesión territorial, a falta de un vínculo claro con la competitividad industrial, única capaz de asegurar su realización. Además, el problema demográfico y el del Sur requerirían capítulos separados.

6. Salud

Lo mismo ocurre con la atención sanitaria que se inscribe en un marco de política industrial solo en relación con el sector industrial, que existe en el país y debe desarrollarse también en relación con las necesidades de modernización de la sanidad, pero no hay rastro de esto en el documento. Una Europa verdaderamente solidaria habría recurrido rápidamente a la emisión de eurobonos con fines sanitarios sin las trampas fiscales del MEDE o del NGEU.

5. Consideraciones finales

La primera consideración se refiere a la filosofía básica del RF-NGEU-PNRR desarrollada a partir de la visión habitual de intervenir para mejorar la competitividad de la oferta sin el apoyo necesario a la demanda agregada.

La segunda consideración es que si se considera solo desde el lado económico de la oferta, el plan es demasiado pequeño financieramente y está excesivamente diversificado en miríadas de intervenciones diferentes y no relacionadas. Es más el resultado de escuchar a grupos de presión específicos que de una lógica general, de modo que incluso en términos de mejorar de la competitividad es enormemente insuficiente. De hecho, se destaca la combinación de objetivos sociales e industriales en el NRP. Si la UE se propone perseguir objetivos sociales, a corto plazo en relación con la pandemia, y a largo plazo para la igualación de estándares sociales, debería hacerlo con medidas específicas que no impliquen el endeudamiento de los países más necesitados, sino mediante una fiscalidad progresiva con transferencias entre países o emisión de eurobonos. La solidaridad europea es completamente extravagante en este sentido, como lo demuestra la mera existencia del MEDE sanitario: como si el FMI concediera préstamos para la sanidad. Por supuesto, los países europeos más ricos no quieren saber nada de ello, y con razón, porque la solidaridad no se impone, y presupone sentimientos políticos y sociales que no existen en Europa más que débilmente (Europa no es una nación, Estados Unidos es una nación multiétnica). Los propósitos sociales del ESM o NGEU subordinados a inevitables restricciones fiscales son más bien una trampa: una invitación a gastar para hacer las cuentas más tarde, quizás demoliendo aquello en lo que se ha invertido. Para la parte de política industrial, la combinación de subsidios y préstamos a largo plazo es más aceptable. Estados Unidos, por otro lado, es una nación multiétnica). Los propósitos sociales del ESM o NGEU subordinados a inevitables restricciones fiscales son muy similares a una trampa: una invitación a gastar para contar más tarde, quizás demoliendo aquello en lo que se ha invertido. Para la parte de política industrial, la combinación de subsidios y préstamos a largo plazo es más aceptable.

Sin embargo, la tercera consideración se refiere al diseño de una política industrial que está ausente tanto a nivel europeo como nacional. En referencia al PNRR, este diseño es vago en torno a objetivos genéricos (digitales y verdes), mientras que no se especifican los vínculos entre los objetivos y el impacto en la industria nacional. En realidad sería más apropiado hablar de objetivos industriales europeos más que nacionales. Pero no existe una política industrial europea orientada a la competitividad en los mercados mundiales y a la difusión de la industria en toda la Unión, ya que en este sector también prevalecen las ventajas nacionales (o franco-alemanas), públicas y privadas, así que hay poco de que lamentarse a la luz de las consideraciones anteriores.

En cuanto a Italia, la cultura liberal de los partidos (de izquierda y de derecha) y de sus asesores económicos ha hecho que el PNRR se amolde a la agenda trazada por Europa, de modo que en lugar de un plan industrial nacional, basado en el desarrollo de la educación, tecnología e investigación y con importantes repercusiones en el territorio, hay un revoltijo de objetivos a menudo aderezado con una retórica seudo-social. Sin ningún análisis de la historia económica reciente, sin una fotografía de la estructura industrial (en un sentido amplio) del país y sin un análisis de los cambios estructurales en curso. Es impensable que esta cultura liberal permita pensar en lo que queda del sector público (que es de gran valor) como una herramienta gerencial y técnica sobre la que apoyarse, en sinergia con el sector privado, la investigación pública y posibles socios extranjeros para abrir camino en sectores prometedores.[14]

Finalmente, no hemos tocado el tema de la gobernanza del PNRR sobre el que Giorgio la Malfa llamó mucho la atención, entre otros. [15] La cuestión es si una gestión unitaria y coordinada del plan - La Malfa evocó el fondo para el Sur - significa que tendrá objetivos coherentes y verificables y no una mezcla de objetivos sociales confusos y otros a menudo genéricos de naturaleza económica. No se quiere recuperar la cultura de la planificación, pero si quizás algún elemento de programación. Pero la batalla contra el liberalismo desde la derecha seudo-populista como desde la izquierda políticamente correcta aún no ha comenzado.

Tampoco se debe confiar únicamente en el dirigismo. Como me sugirió mi amigo Giancarlo Bergamini, con razón escéptico de que podamos hacer en tres o cuatro años lo que no hemos podido hacer en las últimas décadas (sin reflexionar sobre el por qué), un enfoque de abajo hacia arriba también sería importante, partiendo del tejido de buenas prácticas presentes en el país: empresas digitalizadas (también las hay en el sur) lideradas por emprendedores con visión; escuelas capaces de fortalecer la formación industrial y vocacional; administraciones públicas eficientes, incluidos los tribunales. Esto presupone un trabajo de escucha, y será insustituible el papel de Confindustria, que no es solo Carlo Bonomi, sino tantos buenos funcionarios que conocen bien la realidad de sus miembros. Y no deberíamos depender sólo de grandes grupos industriales con participación estatal: hay sectores enteros formados por empresas medianas que no tienen relación con los grandes grupos italianos (pienso por ejemplo en el sector biomédico) y que tienen mucho que decir sobre las necesidades de una industria innovadora.

Referencias

S. Cesaratto,, G. Zezza, Farsi male da soli. Disciplina esterna, domanda aggregata e il declino economico italiano,L’industria, vol. 2, 2019, pp. 279-318, DOI: 10.1430/94135 (free download)
S. Cesaratto, Sei lezioni di economia – Conoscenze necessarie per capire la crisi più lunga (e come uscirne), 2da edizione, Diarkos, Reggio Emilia, 2019 (versione inglese Heterodox Challenges in Economics – Theoretical Issues and the Crisis of the Eurozone, Springer, 2020, www.springer.com/gp/book/9783030544478).
A. Stirati (2020) Analisi macroeconomica, prospettive italiane e una valutazione di MES ‘pandemico’ e Recovery Fund, Economia & Politica
L. Tronti (2021), Sull’andamento degli investimenti in Italia nelle recenti decadi in una prospettiva comparata si veda Investimenti, profitti e ripresa: il problema italiano. Un’analisi di lungo periodo, gennaio, Economia & Politica

Agradecimientos: Exonerándolos de cualquier responsabilidad, agradezco a Riccardo Achilli, Aldo Barba, Giancarlo Bergamini, Riccardo Pariboni, Massimo Pivetti, Antonella Stirati y Lanfranco Turci sus consejos y aliento. Me apoyo mucho en los comentarios de los tres primeros, mientras que Pariboni y Turci frenaron un poco mi ímpetu contra los objetivos sociales políticamente correctos.

Notas:

[1] http://www.governo.it/sites/new.governo.it/files/PNRR_2021_0.pdf

[2] Cesaratto 2019, cap. 5; Cesaratto y Zezza 2019

[3] Sobre la tendencia de las inversiones en las últimas décadas desde una perspectiva comparada, véase Tronti (2021).

[4]Solo hay declaraciones comerciales como: "La baja propensión a la innovación en el sistema productivo y el bajo nivel de digitalización de nuestra economía y de nuestra Administración Pública (AP) se encuentran entre las principales causas de las bajas tasas de crecimiento económico del país, que a su vez, se reflejan en la insuficiente tasa de empleo femenino y juvenil y en la desventaja económica del sur ”(págs. 7-8). O más bien declaraciones trilladas (en las que, sin embargo, no falta la influencia del análisis del Banco de Italia): "El crecimiento insatisfactorio de Italia se debe no solo a la débil dinámica de las inversiones, sino también a factores estructurales, como el declive demográfico y la baja natalidad, el pequeño tamaño medio de las empresas y la insuficiente competitividad del sistema-país, el peso de la elevada deuda pública, una transición incompleta a una economía basada en el conocimiento ”(p. 8).

[5] https://temi.camera.it/leg18/dossier/OCD18-14585/piano-nazionale-ripresa-e-resilienza-pnrr-proposta-del-governo-del-12-gennaio-2021.html

[6] Véase Stirati (2020).

[7] Del expediente del Parlamento también deducimos que: "La contribución financiera máxima para Italia, en concepto de subvenciones, ascendería aproximadamente a 68.900 millones de euros, de los cuales 47.93 millones se comprometerán en el bienio 2021- 2022 y 20.960 millones restantes en 2023. Entre las principales economías europeas, las subvenciones equivaldrían a: 25.620 millones de euros para Alemania; 39,38 mil millones de euros para Francia; 69.530 millones de euros para España ". Cabe señalar que uno de los parámetros de asignación, la tasa de paro de los últimos 5 años, está penalizando a Italia, que la tiene más baja que España incluso con tasas de empleo comparables (el paro es más evidente en España que en Italia). Sin embargo, en otoño intentamos con nuestros colegas alertar al ministro Gualtieri al respecto.

[8] La Comisión Europea, a su vez, recauda los fondos mediante la emisión de valores garantizados por el presupuesto europeo.

[9] Del expediente del Parlamento, sin embargo, deducimos que la política italiana no tiene la menor conciencia de estos temas: "Por otra parte, las indicaciones parlamentarias relativas, en el sector de las intervenciones en la justicia, a la protección de madres presas, medidas alternativas a la detención y apoyo a mujeres víctimas de violencia”. Esto solo para determinar el nivel de degradación cultural de la política italiana, que en este caso se supone que es de "izquierda".

[10] https://www.italiaviva.it/le_62_considerazioni_di_italia_viva_sulla_italiana_proposta_per_il_recovery_fund

[11] Una excepción a la sombría charla sobre RF es Francesca Bria, Creando campeones nacionales para nuevas cadenas de suministro, Il Sole 24 Ore, 24 de enero de 2021.

[12] Este es el tono, solo como ejemplo: "'Caput Mundi' y 'Caminos en la Historia' para promover el atractivo turístico del país a través de un uso sinérgico e innovador del Patrimonio y contextos de reurbanización, con formas de turismo 'lento' y sostenible" (pág.63).

[13] Centro Nacional de Inteligencia Artificial (el Instituto tendrá su sede en Turín); Centro Nacional de Alta Tecnología para el medio ambiente y la energía; Centro Nacional de Computación Cuántica de Alta Tecnología; Centro Nacional de Alta Tecnología para el Hidrógeno; Centro Nacional de Alta Tecnología de Biofarma; Centro Nacional de Agri-Tech (el Polo Agri-Tech tendrá su sede en Nápoles); Centro Nacional de Fintech, (el Polo tendrá su sede en Milán). Se espera que aproximadamente la mitad de las inversiones se ubiquen en el sur (¿es realmente necesario imponer esta restricción?

[14] hemos intentado sondear los puntos de vista de CGIL ( http://www.cgil.it/recovery-cgil-lavoro-sia-fulcro-di-tutti-gli-interventi/) y Confindustria, pero hemos observado con amargura cómo la primera presiona sobre todo para acentuar los objetivos sociales, mientras que la segunda parece en última instancia compartir la estructura: "Sólo hay una asignación de recursos por macro-temas y la identificación de objetivos generales que pretenden llegar, pero faltan los proyectos en los que se gastarán los recursos y, para cada uno de ellos, las herramientas, el cronograma de su implementación, los costos y los impactos en el PIB y el empleo. En todo caso, incluso en ausencia de una visión global del Sistema País, el Plan contiene lineamientos y medidas acordes con las necesidades del tejido productivo, como el fortalecimiento del Plan de Transición 4.0 y las intervenciones en el campo de la Investigación, Desarrollo e Innovación " (https://www.confindustria.it/notizie/dettaglio-notizie/Audizione-Confindustria-sulla-proposta-di-PNRR-Piano-Nazionale-di-ripresa-e-resilienza ).

[15] Ver en: http://www.fulm.org/

economista post-keynesiano italiano, profesor de la Universidad de Siena, es un especialista en sistemas de pensiones que cuestiona las visiones neoclásicas a partir de la obra de Piero Sraffa.
Fuente:
https://www.economiaepolitica.it/politiche-economiche/europa-e-mondo/next-degeneration-eu/
Traducción:
G. Buster

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