La infame Copa del Mundo de Qatar. Dossier

Matteo Pinci

Raúl Zibechi

Felipe Fernández, Fonsi Loaiza y Raphaël Le Magoariec

19/11/2022

"Así murieron los nuevos esclavos trabajando para la Copa del Mundo"

Matteo Pinci

Uno de los millones de "trabajadores extranjeros", la mano de obra que llegó a Doha para construir los estadios, habla de las condiciones, las formas de contratación, los horarios y los salarios: "He visto morir a un trabajador, pero gracias a la Copa del Mundo ahora hablan de nosotros".

Es uno de los millones de trabajadores extranjeros, los emigrantes laborales que llegaron a Doha y que construyeron con sudor y a menudo con sangre los estadios en los que Qatar celebrará dentro de unas horas su fiesta del Mundial. Cuando conecta con nosotros desde Katmandú, Devaraj está con un amigo, Baharat, al que conoció en los dormitorios de Qatar. Habla inglés, pero tiene un intérprete a su lado para asegurarse de que se hace entender.

Copa del Mundo de Qatar: "He visto morir a un trabajador en los estadios"

Antes de empezar a contar, se pone en la cabeza su palpali topi, un tocado típico nepalí de color morado y rosa. Volvió de Catar a principios de 2022, se había ido a finales de 2018: su trabajo era de seguridad en las obras de los estadios Al Wakrah y Al Khor. "Una vez un colega tuvo un accidente allí". Hace una pausa y continúa: "Era electricista, trabajaba bajo tierra en un estadio. No sé si se olvidó de cortar la corriente, pero mientras trabajaba recibió de repente una fuerte descarga eléctrica. Murió en el acto, así". Una de las miles de muertes relacionadas con el trabajo -al menos 6.500 según las investigaciones de los últimos años, pero los informes hablan de más del doble- que han empañado la carrera de Qatar hacia el inicio del Mundial. Una señal de la poca seguridad que se garantizaba. Y cuánto podría pesar la fatiga.

"Doce horas de trabajo, incluso estando enfermo"

"A veces teníamos que trabajar doce horas, a veces no teníamos vacaciones, ni siquiera por enfermedad. Y si estábamos enfermos, todavía teníamos que ir a trabajar. Si alguien no se presentaba, aunque estuviera enfermo, el empresario le recortaba inmediatamente el sueldo". ¿Rebelarse? Mala idea: la afiliación sindical sigue estando prohibida en Qatar: "Además, a los empresarios no les gusta tener gente que proteste. Si hubiéramos protestado, nos habrían despedido o la policía nos habría detenido".

"Los que llegaron tarde no recibieron la cena"

Al menos la cena estaba garantizada... "Sí. Pero si al volver del trabajo llegábamos tarde a cenar, no podíamos comer. Y si alguien se quejaba, la empresa decía que lo despediría". Mientras habla, el intérprete nepalí interviene: "Creo que son problemas comunes a todos los trabajadores. ¿No?" En realidad, no, le explicamos. Sonríe torpemente. "En un momento dado", continúa Devaraj, "la empresa redujo los salarios y luego dejó de pagar el tiempo. Entonces empezó a enviar a algunos trabajadores a casa: así que decidí volver". Entre otras cosas, porque cambiar de trabajo era imposible sin un permiso escrito de la empresa: "En Qatar, si la empresa no te da el Noc, el certificado de no objeción, no puedes ir a trabajar a otra empresa o a otro país. Es el sistema Kafala".

750 euros para ser "reclutado"

Aquí está, el sistema Kafala: un control casi total de las empresas locales sobre el empleo y la inmigración de trabajadores extranjeros. Y que prevé los llamados "costes" para llegar al país. "Para ir a trabajar allí tuve que pagar a una empresa de contratación, Manpower: 100.000 rupias nepalíes. Son unos 750 euros. "Cuando aterricé en Doha me esperaba su personal: primero me quitaron el pasaporte. Luego me llevaron a una habitación, tipo oficina. A los dos días empecé a trabajar".

Un salario de 300 euros al mes

No tiene sentido cuestionar si ha merecido la pena. "No había muchas oportunidades en Nepal y costaba menos ir a Qatar que a otros países", continúa Devaraj, "antes del Mundial el salario medio era de 800, 900 riales, pero justo después del anuncio del Mundial los salarios globales aumentaron en 200 o 300 riales.

Estamos hablando de cantidades entre 210 y 240 euros al mes. Los que tenían familia no tenían muchas opciones. "Antes ganaba 1.000 riales al mes, pero si trabajaba 12 horas al día, llegaba a 1.200": eso es menos de 300 euros al mes. A cambio de una vida difícil, cuatro personas hacinadas en pisos de 25 metros cuadrados, con cama y armario incluidos: "Dormí en un campamento para trabajadores en Sanaya, luego en Al Khor. Entre nosotros hablábamos de los problemas, especialmente con los compañeros que trabajaban conmigo y con otros trabajadores nepalíes que vivían en el mismo campamento".

"Gracias a la Copa del Mundo se habla de nosotros"

¿Y la Fifa? "Creo que los organizadores deberían hacer un esfuerzo por defender los derechos de los trabajadores, por luchar por ellos, porque cuando los trabajadores, los empleados, tienen problemas, deberían poder hacer valer sus razones ante la Justicia Laboral. Sin embargo, hoy en día, el Tribunal de Trabajo siempre falla a favor de los empresarios, y cuando recurres es lo mismo. Se trata de problemas aún no resueltos". Ha habido pequeñas mejoras. "Sí, pero no muchos, para ser sinceros. Pero al menos con la Copa del Mundo, los sindicatos internacionales consiguieron llamar la atención mundial sobre los derechos de los que trabajan en ese país. Y las condiciones en las que nos han tratado durante años". 

https://www.repubblica.it/sport/calcio/esteri/2022/11/17/news/qatar_proteste_lavoratori_morti_mondiali_2022-374861601/amp/

Traducción de Correspondencia de Prensa

 

El poder del dinero en la elección de Qatar: el mundial de las élites

Raúl Zibechi

Para los medios hegemónicos, maestros del doble rasero, no es una «dictadura», sino una «monarquía» o «emirato». El mundo de las finanzas agradece de ese modo a una de las familias más ricas del planeta, capaz de comprar un mundial de fútbol que para no pocos es el «mundial de la vergüenza».

La cantante británica Dua Lipa no participará en la ceremonia de inauguración de Qatar 2022. «No voy a presentarme y no he tenido ninguna negociación para hacerlo. Estaré animando a Inglaterra desde lejos. Estoy deseando visitar Qatar cuando haya cumplido con todos los derechos humanos que prometió cuando ganó el derecho a albergar el mundial de fútbol.»

La campaña Boycott Qatar fue lanzada en varios países, con especial repercusión en Alemania, donde las hinchadas de diversos clubes, como la del Borussia Dortmund o el Hertha Berlín, mostraron recientemente banderas con la consigna «BoicotQatar2022». Rechazan la realización del mundial en un país que persigue a los homosexuales y no protege a los trabajadores. «15.000 muertos por 5.760 minutos de fútbol. Vergüenza», rezaba una pancarta en el Olympiastadion, donde el Hertha recibió el fin de semana pasado al Bayern Munich (Anred, 14-XI-22).

Sin embargo, una extensa lista de cantantes sí participarán en el evento. Entre las más destacadas figura Shakira, además de la banda coreana Bangtan Boys (más conocida como BTS), los raperos californianos de Black Eyed Peas, la canadiense-marroquí Nora Fatehi, la superestrella nigeriana Patrick Nnaemeka Okorie, la estadounidense Trinidad Cardona y decenas de figuras musicales y del espectáculo.

Mientras el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, pidió a las federaciones que no politicen el evento y se centren en el fútbol, la campaña Boycott Qatar recordó que en muchas otras ocasiones deporte y política caminaron juntas. El caso más emblemático fue el de los Juegos Olímpicos de 1936, realizados en Alemania, que merecieron campañas de rechazo al gobierno nazi.

El argumento de Infantino suena desmemoriado. En febrero de este año Estados Unidos llevó a cabo un boicot diplomático a los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing. Pero hay mucho más. «El boicot más destacado ocurrió en 1980, cuando más de 60 países, encabezados por Estados Unidos, boicotearon los Juegos Olímpicos de Invierno en Moscú debido a la invasión rusa de Afganistán el año anterior», recordó el año pasado el New York Times (14 -XII-21). Luego, la Unión Soviética lideró un grupo de más de una docena de países en un boicot a los Juegos Olímpicos de 1984, en Los Ángeles.

Trabajadores

El 23 de marzo de 2021 el británico The Guardian publicó un informe en el que asegura que «más de 6.500 trabajadores migrantes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka han muerto en Qatar desde que hace diez años ganó el derecho a albergar la Copa del Mundo». Los migrantes componen casi la totalidad de la fuerza de trabajo del país, soportan jornadas de casi 20 horas con temperaturas de 50 grados, viven en condiciones precarias y construyeron los ocho fastuosos estadios donde se jugará el mundial, seis de los cuales se desmantelarán apenas deje de rodar el balón.

Hiba Zayadin, investigadora sobre el Golfo en Human Rights Watch, apuntó en una entrevista reciente: «Qatar es el país con la mayor proporción de inmigrantes por ciudadano del mundo. Sin estos trabajadores, su economía quedaría paralizada». A lo largo de los últimos cuatro años, Human Rights Watch exhortó, en repetidas ocasiones, a las autoridades cataríes a que investigaran las causas de las muertes imprevistas o inexplicadas de trabajadores migrantes, a menudo jóvenes y con buena salud, y a que hicieran regularmente públicos ese tipo de datos, desglosados por edad, sexo, ocupación y causa de muerte. «Lamentablemente, Qatar se niega a hacer públicos datos significativos sobre las muertes de los trabajadores inmigrantes. La normativa diseñada para proteger a los trabajadores de los peligros del calor y la humedad extremos es por ahora lamentablemente inadecuada» (Jadaliyya, 2-viii-21).

Zayadin sostiene que, en muchos casos, las violaciones a los derechos de los trabajadores se deben a la kafala (‘apadrinamiento’), un sistema de «gobernanza» laboral habitual en el Golfo, que vincula el estatuto legal de los trabajadores inmigrantes a sus empleadores en el país de destino. Este sistema criminaliza la «fuga», es decir, abandonar a un empleador sin su permiso para, por ejemplo, cambiar de trabajo. A los trabajadores inmigrantes se les suelen confiscar sus pasaportes por parte de sus empleadores. Previamente, tienen que pagar derechos de contratación para conseguir el trabajo, «lo que puede conducirlos a un endeudamiento por varios años», señala la investigadora de Human Rights Watch. The Guardian ha calculado que, por ejemplo, los trabajadores migrantes bangladesíes en Qatar han sido forzados a pagar 2.000 millones de dólares entre 2011 y 2020 como parte de este endeudamiento (31-III-22).

Geopolítica

Las presiones internacionales llevaron a que Qatar reformara este sistema de trabajo y la organización del mundial obligó a las autoridades locales a modificar leyes laborales, determinar salarios mínimos y establecer mayores tiempos de descanso y mejores condiciones. Pero eso sucedió a mediados de 2020, y la mayor parte de la construcción de los estadios de la Copa ya se había dado bajo el sistema de la kafala. De todos modos, según Zayadin, en la actualidad siguen sucediendo situaciones de «abusos y sobreexplotación», como las sanciones por «fuga», que incluyen «multas, detención, deportación y prohibición de regresar al país».

Existen, empero, otras miradas. En la edición 169 de su boletín, publicada este mes, el Laboratorio Europeo de Anticipación Global (un think tank con sede en París dedicado al análisis de la economía y la política internacionales) ensaya una mirada geopolítica del mundial: «El centro de gravedad del sistema global se está desplazando. En nuestro ejercicio de análisis y anticipación de la crisis sistémica mundial, a nuestro equipo le llamó especialmente la atención el mundial de fútbol de Qatar como indicador de esta transición. Aunque los países árabes nunca han acogido un acontecimiento deportivo de esta magnitud, anticipamos que se beneficiarán enormemente de la competencia con los países occidentales. Asia y el Golfo serán las dos regiones capaces de encarnar el modelo de consumo y producción construido por los países occidentales».

Es posible, siempre, ensayar miradas alternativas. Para prepararse para el mundial, Qatar ha invertido aproximadamente 250.000 millones de dólares desde 2010. El monto supera la suma de lo gastado en todos los mundiales y Juegos Olímpicos hasta la fecha. También ha invertido lo suyo en coimas a la FIFA (véase recuadro). Esta institución, por su parte, espera obtener, además, ganancias superiores a los 5.400 millones de dólares gracias al mundial. Los trabajadores que lo han hecho posible, en tanto, antes que llevarse alguna ganancia, más bien han pagado con sus vidas y de sus bolsillos. Podría decirse, siguiendo al geógrafo David Harvey, que, en un sistema centrado en lo que él denomina acumulación por despojo (robo de los bienes comunes), la mayor fiesta mundial del deporte ha sido servida en bandeja a la especulación de las elites.

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“El legado de este Mundial será el recuerdo de la competición deportiva más indecente de la historia”

Felipe Fernández entrevista a Fonsi Loaiza y Raphaël Le Magoariec

Los porqués de la decisión de Qatar como sede del Mundial 2022, el pedido de la FIFA de centrarse sólo en el fútbol y la proyección que puedan tener sus consecuencias.

El mundo está mirando a Qatar. La metáfora se transformó en realidad. Los enviados de los medios están empezando a instalarse en Doha al igual que los fanáticos más ansiosos y pudientes. Las selecciones dan a conocer sus listas, la utilería empieza a empacar todo y los entrenadores cruzan los dedos para que sus jugadores terminen sanos en las ligas que todavía siguen jugándose.

Se viene un mundial de fútbol, pero no es solamente eso. Otra manera de decirlo: no se limita a la competencia entre las 32 selecciones clasificadas. Es por eso que se habla de otras cosas y la atención mundial hace que Qatar esté bajo la lupa. En los últimos días fue enviada a las federaciones participantes del Mundial una carta firmada por el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y por la secretaria general, Fatma Samoura.

El objetivo es encauzar la conversación mundial: “¡Por favor, centrémonos en el fútbol!”, dice con signos de exclamación. Además, el comunicado agrega: “Sabemos que el fútbol no vive aislado y somos igualmente conscientes de que hay desafíos y dificultades políticas en todo el mundo. Pero por favor no permitan que se arrastre al fútbol a cada batalla ideológica o política que existe”. Más adelante continúa: “Una de las grandes fortalezas del mundo es su diversidad, y si inclusión significa algo, es tener respeto por esa diversidad. Ninguna persona, cultura o nación es ‘mejor’ que otra. Ese principio es la piedra fundacional del respeto mutuo y la no discriminación. Ahora en la Copa del Mundo tenemos ocasión y oportunidad de recibir y abrazar a todos sin importar su origen, religión, género, orientación sexual o nacionalidad”.

Rápidamente la Conmebol sacó un comunicado respaldando esta postura: “La Copa 2022 es la mejor oportunidad de consolidar los valores en los que se funda el fútbol. Este mensaje es poderoso porque es universal, trasciende largamente las disputas políticas o ideológicas, los desacuerdos coyunturales y enfrentamientos puntuales”. Además, se refiere a Qatar como “un país deseoso de mostrar su hospitalidad y calidez”.

¿Qué motivó la comunicación de FIFA? A fines de setiembre los capitanes de ocho selecciones europeas tomaron la decisión de utilizar un brazalete con un corazón multicolor y la leyenda “one love”. El capitán inglés Harry Kane explicó en un comunicado: “Como capitanes nos desafiaremos los unos a los otros en el campo, pero haremos frente común contra todas las formas de discriminación”. Siguiendo con los gestos en forma de brazaletes, Robert Lewandowski anunció que durante el Mundial usará uno con los colores de Ucrania obsequiado por Andriy Shevchenko.

Por otro lado, a fines de octubre Serguéi Palkin, director general de Shakhtar Donetsk, le pidió a la FIFA en un comunicado oficial que Irán sea eliminado del Mundial: “Mientras que los líderes iraníes se divertirán viendo jugar a su equipo nacional en el Mundial, los ucranianos serán asesinados por drones iraníes y misiles iraníes”, dijo.

Casi a la misma vez que se conocía la carta de Infantino y Samoura, una respuesta en conferencia de prensa de Jürgen Klopp (entrenador del Liverpool inglés) refiriéndose a las condiciones de trabajo en Qatar se hizo viral. “Todos sabemos cómo sucedió la elección de la sede y quiénes estuvieron involucrados. Ellos debían saber que no podemos jugar un mundial en verano en Qatar. Además, no había casi estadios, alguien los iba a tener que construir, no iba a aparecer Aladín con una lámpara. El problema no es Qatar solamente, allí hay gente maravillosa también y no todo es malo. Lo que sucedió en primer lugar es lo que está mal, y las circunstancias en que fue elegido el lugar”. Además, el alemán opinó que no es justo que a los jugadores y entrenadores se les pida explicaciones por una decisión en la que no participaron, y dijo que la prensa no “hizo lo suficiente 12 años atrás para hablar del tema”.

Los medios ingleses son de los que más han hablado del tema, y el seleccionador de ese país, Gareth Southgate, es preguntado con frecuencia sobre estos temas. En una de las últimas entrevistas que dio a periodistas de L’Equipe, La Repubblica y Die Welt dejó clara su postura: “Al final vamos a juzgar a los seres humanos por su impacto en la sociedad y cómo tratamos a la gente. Si mis jugadores tienen la posibilidad de marcar la diferencia, deberían hacerlo”.

Quien respondió directamente a la carta de la FIFA fue Steve Cockburn, director de Justicia Económica y Social de Amnistía Internacional: “Gianni Infantino tiene razón cuando dice que ‘el fútbol no existe en el vacío’. Cientos de miles de trabajadores y trabajadoras han sufrido abusos para hacer posible este torneo y sus derechos no pueden ser olvidados ni ignorados. Merecen justicia y compensación, no palabras vacías, y el tiempo se está agotando”.

El padre de la criatura

Joseph Blatter concedió una entrevista al medio suizo Tages-Anzeiger en la que se refirió al momento de la elección de la sede: “La elección de Qatar fue un error. Y yo era responsable de eso como presidente. En ese momento, en realidad acordamos en el Comité Ejecutivo que Rusia debería tener la Copa del Mundo de 2018 y Estados Unidos la de 2022. Habría sido un gesto de paz si los dos opositores políticos de larga data hubieran organizado la Copa del Mundo uno después del otro”.

Además, apuntó directamente a Michel Platini, por aquel entonces presidente de la UEFA, al que acusa de cambiar su postura a favor de Qatar a pedido del presidente francés Nicolas Sarkozy, y aporta un dato: “Seis meses después, Qatar compró aviones de combate a los franceses por 14.600 millones de dólares”.

Pero no se quedó ahí Sepp, también tuvo duras palabras para Infantino: “¿Por qué el nuevo presidente de la FIFA vive en Qatar? No puede ser el jefe de la organización local de la Copa del Mundo. Ese no es su trabajo. Hay dos comités organizadores para esto: uno local y otro de la FIFA. Un ejemplo: hay una propuesta para crear un fondo para los trabajadores fallecidos y lesionados. Qatar dice que no. ¿Qué debería decir la FIFA, si su presidente está en el mismo barco que Qatar?”.

En la cancha de las bibliotecas

En medio de estas discusiones se editaron dos libros que buscan explicar lo que significa una Copa del Mundo en Qatar. Uno de ellos estuvo a cargo del francés Raphaël Le Magoariec, doctorando en geopolítica que centra su trabajo en las monarquías del Golfo. El libro se titula El imperio de Qatar. ¿El nuevo maestro del juego?. El otro es del periodista español y doctor en Comunicación Fonsi Loaiza: Qatar, sangre, dinero y fútbol. Ambos respondieron a las preguntas de la diaria.

-¿Por qué creen que la FIFA escogió a Qatar como sede de un mundial?

Raphaël Le Magoariec: La elección de Qatar se impuso a la FIFA en una lógica de extensión a una nueva zona cultural, la árabe, que era hasta ahora una de las grandes ausentes de la Copa del Mundo.

Fonsi Loaiza: Fue una decisión basada en el dinero y las corruptelas. Hubo muchas comisiones para que fuera sede un lugar sin ninguna tradición futbolística. Los grandes beneficiados han sido los presidentes de federaciones y constructores.

-¿Qué objetivos persigue Qatar organizando una copa del mundo?

Raphaël Le Magoariec: Visto desde Qatar, este Mundial parece ser el producto de un cambio de orientación de la política exterior del emirato iniciado a mediados de los años 90. Qatar es un país pequeño con una población nacional que no supera los 350.000 habitantes, pero que cuenta con los terceros recursos de gas del mundo desde los años 70. El emirato invierte en los campos del entretenimiento y los medios de comunicación para convertirlos en la base de su política de influencia. La Copa del Mundo es la expresión concreta de esta política, de un emirato débil que desea reforzarse a través de su imagen apoyándose en sectores que aparecen en el lenguaje global de los dominantes.

Fonsi Loaiza: El objetivo real de esta dictadura es lavar su imagen, y lo está consiguiendo. Es una dictadura que será aplaudida sin críticas ni boicot por los participantes. Miles de periodistas, futbolistas y aficionados acudirán a la cita, que será retransmitida a bombo y platillo a todas horas.

-La mano de obra de las construcciones ha sido un asunto muy discutido. ¿Cómo han visto la actuación de FIFA y de Qatar ante las denuncias de maltrato laboral y las muertes ocurridas?

Raphaël Le Magoariec: Ha habido avances por ambas partes, pero esto es más bien una comunicación, una forma de enmascarar las deficiencias. Por parte del emirato, hay varias reformas que van en la dirección correcta, pero sigue siendo demasiado poco. El principal problema es que los textos pueden haber cambiado, pero los medios humanos para controlar su aplicación no se mueven. Aquí es donde hay que actuar. Muchos trabajadores extranjeros viven en situaciones inhumanas. Y Qatar, debido a la situación energética mundial, se siente más que nunca en una posición de fuerza. La FIFA hizo poco, sólo ha adoptado una carta de derechos humanos. La institución sigue guiándose por el afán de lucro y no por los derechos humanos y la ecología, que quedan muy atrás.

Fonsi Loaiza: No han hecho absolutamente nada salvo intentar negarlo y que no se investigue sobre ello, con declaraciones bochornosas como las de Infantino diciendo que les daban futuro en esas condiciones.

-¿El fútbol sigue siendo solo un juego?

Raphaël Le Magoariec: No es una novedad que el fútbol ya no es sólo un juego. Desde sus inicios, ha estado en el centro de los problemas sociales entre la burguesía y las clases trabajadoras, luego en el corazón del imperialismo europeo, y ha inspirado a más de un nacionalismo... Pero fue el giro neoliberal de los años 80 el que aumentó la impresión de que el fútbol se ponía al servicio de múltiples intereses alejados del campo. Qatar es el ejemplo mismo de esta forma de concebir el fútbol; en su caso, el deporte se pone al servicio de la razón de Estado, es un relevo para afirmar su poder.

Fonsi Loaiza: El fútbol es el mayor negocio para el blanqueo de capitales en la actualidad. Football Leaks destapó toda esta organización criminal que sigue operando con impunidad. El fútbol debería ser un deporte popular y no el juego de oligarcas como Florentino [Pérez] o jeques árabes.

-Qatar organizó un Comité de Entrega y Legado. ¿Cuál será el legado de esa Copa del Mundo?

Raphaël Le Magoariec: Está el legado social y el legado político. Creo que esta Copa Mundial tendrá un legado político sobre todo en el papel que desempeña Qatar en la escena mundial, ya que el emirato ha pasado a ser mucho más central en la mente de la gente gracias a esta Copa Mundial. En el plano social, este acontecimiento da a su sociedad la impresión de formar parte plenamente del sistema mundial, especialmente a sus jóvenes. Por último, habrá un legado legal, las reformas del derecho laboral son un ejemplo, habrá que ver si realmente se aplican.

Fonsi Loaiza: El legado de este Mundial será el recuerdo de la competición deportiva más indecente de la historia. Será para siempre el Mundial de la vergüenza.

-¿Qué significa este mundial para el mundo árabe y para Medio Oriente?

Raphaël Le Magoariec: Del área cultural árabe y de Oriente Medio es difícil tener una visión precisa porque esta zona es muy extensa. Se tiene la impresión de una terrible hipocresía por parte de Occidente. Existe la sensación de que hay un doble rasero en el tema de los derechos humanos y que, por ser un país de Oriente Medio, las críticas son mucho más agudas. En cuanto a las cuestiones de moralidad, hay una sensación de falta de respeto por la cultura y por los ritmos de las sociedades.

Fonsi Loaiza: La vida de las personas musulmanas no importa. No se va a mejorar sus vidas con este Mundial. Si una persona llega en patera a España será insultado y deportado como un moro, y si llega con un yate se le abrirán las puertas de par en par y será un árabe. Es una cuestión de clases sociales, y los medios de comunicación son culpables por incidir en el odio a los inmigrantes si son pobres.

-¿Cómo conviven en los países occidentales las críticas al régimen qatarí y la necesidad de negociar con ellos por cuestiones de energía?

Raphaël Le Magoariec: En este punto es interesante ver que las críticas rara vez proceden de los gobiernos, sino de la prensa, la opinión pública u otras instituciones alejadas de la geopolítica energética. En los últimos meses, los representantes europeos han desfilado por Doha tratando de conseguir acciones del gas qatarí. Las cuestiones de interdependencia están tomando el relevo de las cuestiones fundamentales de derechos humanos. En esta configuración, Qatar rara vez ha estado en una posición tan fuerte.

Fonsi Loaiza: Cinismo, hipocresía son palabras que definen las actuaciones de los países europeos con Qatar o Arabia Saudí. Hacen grandes negocios con ellos y se llevan morteradas de dinero en sobres, en cuentas en paraísos fiscales, como el caso del nuevo rey en Gran Bretaña o de Juan Carlos I.

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La familia Al Thani: dueños de la pelota

Qatar es la tercera reserva de gas del mundo y la decimotercera de petróleo. En una superficie de 11.500 kilómetros cuadrados (similar al departamento de Durazno) viven 250 mil cataríes y 2.750.000 trabajadores inmigrantes. El PBI per cápita roza los 70 mil dólares. Fue protectorado británico hasta 1971 y desde ese momento es una monarquía absoluta gobernada por la familia Al Thani: Jalifa bin Hamad Al Thani gobernó hasta 1995, cuando su hijo, el jeque Hamad bin Jalifa, se convirtió en emir al dar un golpe de Estado contra su padre. En 2013, Tamim bin Hamad se convirtió en emir al abdicar su padre.

En junio de 2017, Arabia Saudita, Baréin, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos impusieron un bloqueo a Qatar y rompieron relaciones al acusar al emirato de financiar el terrorismo, así como de intervenir en los asuntos internos de los países vecinos (véase «Qatar entre cuatro paredes», Brecha, 9-VI-17). En 2021, Estados Unidos consiguió que finalizara el bloqueo y las partes se reconciliaron.

La familia Al Thani, cuyo patrimonio superaría los 350.000 millones de dólares, se empeña en aumentar su influencia en el mundo. La expansión de la televisión estatal Al Jazeera forma parte de ese proyecto. Ha invertido miles de millones de dólares en infraestructuras para organizar los Juegos Asiáticos de 2006 y será sede de los Juegos Asiáticos de 2030. En 2005 Tamim fundó Qatar Sport Investments, que en 2011 compró el club de fútbol francés Paris Saint-Germain y el Málaga.

Se dice que la familia compró también un mundial de fútbol, en 2010, cuando presidía la FIFA Joseph Blatter, quien fue condenado en 2015 por corrupción con ocho años de suspensión de toda actividad relacionada con el fútbol por el comité de ética de la institución. En 2019, el británico The Sunday Times publicó informaciones que afirman que Qatar pagó en secreto a la FIFA 880 millones de dólares a cambio de la adjudicación del mundial en dos partidas presupuestarias diferentes: la primera, a cargo de Al Jazeera, 21 días antes de que se votara la sede del mundial 2022 y la segunda tres años más tarde, poco antes de que la FIFA diera abruptamente por terminada su investigación interna sobre corrupción en el proceso de adjudicación de sedes y decidiera nunca publicar sus hallazgos (Sunday Times, 19-III-19).

 

Periodista del diario italiano La Repubblica.
(1952) Antiguo militante del Frente Estudiantil Revolucionario uruguayo, exiliado en España en los años 70, donde militó en el Movimiento Comunista. Editor de internacional en el seminario Brecha, es autor de una numerosa obra sobre los movimientos sociales en América Latina.
Periodista de La diaria de Uruguay. Fonsi Loaiza es periodista y autor de Qatar, sangre, dinero y fútbol. Raphaël Le Magoariec, doctorando en geopolítica, centra su trabajo en las monarquías del Golfo y ha publicado El imperio de Qatar. ¿El nuevo maestro del juego?
Fuente:
Varias

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