La agonía de la política exterior de Biden. Dossier

Anatol Lieven

Ted Snider

Harold Meyerson

Michael Moore

Lora Lumpe

Connor Echols

08/12/2024

El «liderazgo» de Biden ha destapado dos guerras
Anatol Lieven, Ted Snider

El Presidente Joe Biden ha llamado a los Estados Unidos «la potencia mundial» y se ha referido a su «liderazgo en el mundo». Si Biden se considera realmente un líder mundial, o el líder mundial, en ese caso su labor ha sido decepcionante y la ha gestionado mal.

El mundo se encuentra hoy al borde de guerras mayores, incluso potencialmente mundiales, en dos frentes simultáneos. Es, quizás, una posición más precaria que cualquier otra en la que el mundo se haya encontrado en más de medio siglo, desde la Crisis de los Misiles de Cuba, y quizás desde hace más tiempo. En aquel entonces, el peligro provenía de un solo frente: hoy, hay peligro en dos o incluso tres.

Parece que la administración Biden se adhiere a una doctrina de política exterior que consiste en alimentar las guerras, al tiempo que se intenta gestionarlas para que queden confinadas en los intereses de la política exterior de los Estados Unidos y no se desborden en guerras más amplias. Pero esta forma de calibrar no resulta fácil de llevar a cabo. La guerra consiste en algo desaliñado e impredecible. Aunque los planes de un país los puedan entender bien sus planificadores, calibrar qué es lo que podría llevar al enemigo demasiado lejos y provocar una guerra más amplia depende igualmente de los planes, formas de calibrar, pasiones y líneas rojas de tu enemigo: todos ellos son más difíciles de perfilar o comprender.

Es más, la cultura contemporánea del establishment de la política exterior norteamericana parece dedicada precisamente a excluir ese tipo de conocimiento y empatía que permite comprender la mente de un adversario, y, en su lugar, a fomentar prejuicios mal informados y llenos de odio.

Calibrar hasta dónde se puede presionar militar o políticamente sin inclinar la balanza de la contención y desencadenar una guerra a gran escala resulta peligrosamente peor que complicado. El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, calculó mal hasta dónde podían llegar los ataques calibrados y las respuestas frente a Israel antes de que un conflicto controlado se convirtiera en una guerra mayor. El precio del error de cálculo fue su vida y una guerra en el Líbano.

Los sucesivos gobiernos norteamericanos y europeos, así como la Secretaría de la OTAN, calcularon que podían, mediante una serie de pasos, expandir la OTAN hacia el antiguo espacio soviético sin desencadenar una respuesta militar de Rusia. El resultado de este error de cálculo ha sido una guerra que ha resultado desastrosa para Ucrania y gravemente perjudicial para los intereses occidentales, y que corre el riesgo de acabar en una humillación occidental o en una guerra directa entre Rusia y Occidente.

A pesar de la fragilidad de tales formas de calibrar, parecen haberse convertido en la pieza central de la política estadounidense. Tanto en Oriente Medio como en Ucrania, los Estados Unidos alimentaron las guerras enviando armas y desalentando la diplomacia. Y en ambos escenarios, los Estados Unidos dieron prioridad a contener las guerras que apoyaban y evitar que se convirtieran en guerras más amplias.

En Oriente Medio, la atención se ha centrado en equilibrar el apoyo a Israel y su derecho a defenderse con la prevención de que la guerra se convierta en una guerra regional más amplia. Biden insiste en que «vamos a hacer todo lo posible para evitar que estalle una guerra más amplia». En Ucrania, la atención se ha centrado en proporcionar a Ucrania lo que necesite durante el tiempo necesario para alcanzar la posición más fuerte en el campo de batalla para que logre su libertad, su soberanía y su integridad territorial, evitando al mismo tiempo que la guerra se convierta en una guerra más amplia con Rusia. «No libraremos una guerra contra Rusia en Ucrania», ha declarado Biden. «La confrontación directa entre la OTAN y Rusia es la Tercera Guerra Mundial, algo que debemos esforzarnos por evitar».

Pero la estrategia de Biden está a punto de fracasar estrepitosamente en ambos frentes. En ambos frentes las formas de calibrar han salido peligrosamente mal. La guerra en Gaza se ha extendido al Líbano y está al borde del temblor en Irán. Tras los ataques con misiles de Irán contra Israel el 1 de octubre, el mundo espera no sólo la respuesta de Israel, sino también la de Irán. El riesgo no es sólo una guerra Israel-Irán. Con el envío por parte de los Estados Unidos no sólo de un sistema avanzado de defensa antimisiles THAAD (Terminal High Altitude Area Defense) a Israel, sino de un centenar de soldados estadounidenses para manejarlo, existe el riesgo de que los Estados Unidos se vean arrastrados a una guerra con Irán. Por si fuera poco, esa guerra podría arrastrar a Rusia.

También en Ucrania, la forma de calibrar se estremece al borde de una guerra más amplia. Zelenski presiona a diario a los Estados Unidos para que borre todas las líneas rojas y dé luz verde a ataques más en profundidad en territorio ruso con sistemas de misiles de largo alcance suministrados por Occidente, que, al igual que en Israel, requerirían la participación de los Estados Unidos.

El presidente ruso, Vladimir Putin, advierte de que esa luz verde «cambiaría radicalmente la esencia misma, la naturaleza misma del conflicto» porque «significaría que los países de la OTAN –los Estados Unidos y los países europeos- están en guerra con Rusia». Si el Secretario de Defensa, Lloyd Austin, lleva razón en que Estados Unidos está «viendo pruebas» de que los servicios de inteligencia surcoreanos y ucranianos tienen razón en su afirmación de que Corea del Norte ha enviado 3.000 soldados a Russia, entonces existe el riesgo de una guerra aún más extendida.

La política de la administración Biden de calibrar hasta dónde se puede alimentar una guerra antes de empujarla al precipicio de la escalada ha salido mal y ha colocado a Estados Unidos al borde de dos guerras más extendidas. Si Biden es el líder del mundo, entonces lo ha gestionado imprudente y peligrosamente mal.

Responsible Statecraft, 23 de octubre de 2024


Así termina la política exterior de Biden: con un estallido y un gemido
Harold Meyerson

Más potencia de fuego a Ucrania y aún más (si cabe) ineficacia ante Netanyahu

Joe Biden ha encontrado por fin una forma relativamente libre de riesgos de proporcionar a Ucrania misiles de mayor alcance, los ATACMS. Se trata de misiles tácticos con un alcance de unos 190 kilómetros, lo que pone a tiro más campamentos militares rusos, pero no grandes ciudades rusas.

Este es el tipo de escalada contra la que Vladimir Putin ha estado blandiendo la amenaza de utilizar las armas nucleares de Rusia, que ha vuelto a blandir hoy mismo. Dicho esto, la inminente presidencia de Trump ha negado efectivamente tales amenazas. Putin sabe que Trump estará encantado de ayudar a organizar un alto el fuego en el que Rusia consiga vastos territorios ucranianos y tal vez incluso pueda diseñar la instalación de un gobierno ucraniano más prorruso. Después de todo, el gobierno europeo favorito de Trump es el húngaro, una semiautocracia antirrusa y antiliberal, así que ¿por qué se opondría Trump al ascenso de un Viktor Orbán ucraniano si ese es el resultado que busca Putin?

Sin embargo, recurrir a las armas nucleares arruinaría este escenario; ni siquiera Trump podría ignorar la reacción contra un ataque nuclear ruso. Esto ha hecho que las amenazas de Putin sean aún menos reales, y más del género de ruido de sables, de lo que eran antes. En ese sentido, el ascenso de Trump ha liberado a Biden para dar a Ucrania un sistema de armas que antes parecía correr el riesgo al menos de algún tipo de escalada rusa.

De un modo terrible, pero nada sorprendente, Biden también ha redoblado su otra política de guerra: su negativa a hacer nada para mitigar, y mucho menos detener, la destrucción de Gaza por parte de Israel y la consiguiente matanza y hambruna de sus residentes. El 13 de octubre, el secretario de Estado, Antony Blinken, y el secretario de Defensa, Lloyd Austin, enviaron una carta al primer ministro israelí, Bibi Netanyahu, en la que afirmaban que la obstrucción por parte del gobierno israelí del suministro de alimentos y medicinas a Gaza significaba que no se estaban cubriendo las «necesidades esenciales de supervivencia». La carta daba a Israel 30 días para multiplicar por diez dichas entregas.

Esos 30 días ya han pasado, y nuestro gobierno afirma ahora que Israel ha obtenido una calificación de «suspenso» en el cumplimiento de cualquiera de los objetivos cuantitativos para aumentar las entregas de alimentos y medicinas. Las propias métricas del gobierno israelí así lo confirman. Sin embargo, a pesar de sus propios datos y de los datos de Israel, el gobierno de Biden sigue insistiendo en que Israel no está bloqueando la entrega de lo esencial para la vida hasta el punto de que requiera que Estados Unidos deje de venderle armas.

La ley norteamericana prohíbe rotundamente el suministro ilimitado de ayuda militar a aquellos países que bloquean la asistencia humanitaria. «De modo exasperante y desconcertante», escribió J Street -la organización sionista liberal que generalmente representa los puntos de vista de la mayoría de los judíos norteamericanos- en una apasionada declaración que publicó el domingo, «la Administración Biden ha dicho que no consigue ver violación alguna de nuestras leyes».

«Si bien esperamos que Trump viole nuestras leyes», continuó J Street, “esperamos que las administraciones demócratas las respeten”.

Así lo harían, cabe esperar, los demócratas del Senado, y tal vez incluso uno o dos republicanos del Senado. Mañana, el Senado votará una resolución cuyo autor es Bernie Sanders, el único miembro del Senado que ha vivido y trabajado en un kibutz, para bloquear la venta de armas ofensivas a Israel. Dado que la administración entrante de Trump muestra todos los indicios de dejar que Bibi siga desbocado y permita que Israel se anexione todo el territorio palestino que desee, este podría ser el último momento en que nuestros legisladores podrían siquiera señalar su desaprobación de la matanza masiva. El hecho de que se considere políticamente valiente estar a la altura de las circunstancias es una prueba de lo profundamente retorcido y enfermizo que se ha vuelto este debate.

The American Prospect, 19 de noviembre de 2024   


Biden se despide con una explosión
Michael Moore
 

Querido Joe:

¿Qué has estado haciendo? He visto que anduviste por la selva tropical. Parecía algo estupendo. Me encantó cómo al final te dabas la vuelta y te adentrabas en la selva, como si no quisieras que te volvieran a ver. Toda presidencia debería concluir así.

Hace poco más de un mes, te envié una bonita carta con algunas sugerencias sobre cómo podrías emplear el tiempo que te queda como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Cosas como cancelar la deuda estudiantil de una vez por todas, cerrar Guantánamo, liberar Cuba, liberar a Leonard Peltier e indultar a Snowden y hacer otras buenas obras. En lugar de llevar a cabo cualquiera de estas cosas, no has cumplido ninguna.

De hecho, si estoy leyendo bien las noticias, estás yendo en dirección contraria. Mis sugerencias iban todas encaminadas a cimentar tu estatus de «gran presidente», a dar forma a tu herencia, a convertirte en una figura inolvidable en el panteón de los 44 hombres blancos que han presidido este país antes que tú (y también tu antiguo jefe). Por el contrario, pareces estar intentando consolidar tu legado como belicista, reincidiendo en algunos de tus peores errores e impulsos.

Así que te lo vuelvo a preguntar: ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?

Donald Trump acaba de ganar las elecciones. En dos meses, le entregarás las llaves de la Casa Blanca y el número clave del sistema de alarma. Y te quedarás sin tiempo.

En lugar de usar ese tiempo escaso y precioso que te queda para hacer algo destinado a AYUDAR AL PUEBLO NORTEAMERICANO, tu primera acción después de que ganara Trump fue acelerar la entrega de más de 6.000 millones de dólares en armas a Ucrania. Luego, llamaste a Zelenski y le diste luz verde para que comenzara a lanzar misiles balísticos de largo alcance a un país que dispone de una cantidad masiva de armas nucleares, Rusia. Después, como si eso no fuese suficiente carnicería para una semana, autorizaste el uso de minas terrestres antipersonales en Rusia

¿MINAS TERRESTRES, Joe? ¿En serio? ¿Este es tu legado? ¿Así es como quieres irte? ¿Con una explosión de horror? Así que si Joe tiene que ir, tenemos todo que ir con él...directos a la Tercera Guerra Mundial?

Joe, los Estados Unidos se han gastado más de MIL MILLONES DE DÓLARES en retirar minas terrestres de lugares como Irak, Afganistán, Vietnam, Laos y Camboya (ya sabes, esos lugares que invadimos y en los que luego dejamos nuestras minas terrestres). Hace cincuenta años de Vietnam, Joe. Y a los niños del sudeste asiático todavía les vuelan los brazos nuestras minas. Ese es tu legado, Joe. Esto es lo que estás haciendo.

Esta semana, 19 valientes demócratas se levantaron en el Senado y votaron a favor de detener un envío de armas a Israel. ¿Y qué hizo la Casa Blanca de Biden? Os dedicasteis a presionar a estos senadores demócratas. Temíais que hubiera otros que se sumaran a ellos, y le suplicasteis a Schumer y a los demás que votaran en contra, que les hicieran callar, que siguieran proporcionando armas para esta masacre en Gaza y Cisjordania y Líbano. Así que os decidisteis a calumniar a este grupo de senadores de vuestro propio partido. Declaraste que, al tratar de detener este armamento destinado a Israel, estos demócratas se ponían del lado de Hamás.

También esta semana, en las Naciones Unidas, catorce de los quince miembros del Consejo de Seguridad votaron a favor de un ALTO EL FUEGO INMEDIATO en Gaza. Catorce de quince, Joe. Y tu administración emitió ese decimoquinto voto solitario para vetar una oportunidad de paz. Una vez más, Norteamérica bloqueó en solitario el alto el fuego. El único país que se pronunció a favor de más muerte y destrucción fue aquel del que tú y yo somos ciudadanos. ¿Este es tu legado, Joe?

La semana terminó con la Corte Penal Internacional de La Haya, el tribunal penal más importante del mundo en la persecución de crímenes de guerra, que emitió una orden de detención real contra Benjamin Netanyahu. Las democracias de todo el mundo -Canadá incluido- anunciaron que acatarían la orden de la CPI y detendrían a Netanyahu si alguna vez pisaba su suelo. ¿Y la respuesta de tu Casa Blanca fue rechazar las órdenes y condenar al tribunal por emitirlas? ¿Por hacer justicia? ¿Es este tu legado, Joe?

 ¿Qué nos pasa a nosotros, Joe? ¿Qué le pasa a Norteamérica? Te quedan dos meses en el cargo. ¿Qué vas a hacer en este periodo de tiempo? Quizá deberías dejar de armar guerras en el extranjero y dejar eso para el próximo. Tal vez deberías centrarte en cambio en las cosas que les importan a los norteamericanos.

 Así que, una vez más, Joe, te pido que uses el poder de tu pluma -¡y tu COMPLETA INMUNIDAD! - para proceder a un cambio real y potente.

¿Qué tal si empezamos por algo evidente? La ENMIENDA DE IGUALDAD DE DERECHOS para las mujeres.

Tienes poder para ordenar que la Enmienda se publique oficialmente como parte de la Constitución de los Estados Unidos. Has tenido casi cuatro años para hacer esto. Fue ratificada por el número requerido de estados y debe publicarse como Enmienda número 28 de la Constitución. Las mujeres, que constituyen el 51% de la población norteamericana -LA MAYORÍA- deben verse por fin reconocidas como ciudadanas iguales y seres humanos iguales, dotadas por su creador de ciertos derechos inalienables, al igual que en casi todas las demás democracias occidentales.

Una coalición masiva de grupos de todo el país se ha unido este fin de semana para pedirle a millones de norteamericanos que envíen CORREOS ELECTRÓNICOS Y LLAMEN A LA CASA BLANCA TODOS LOS DÍAS durante los próximos dos meses, pidiéndote a ti, Joe Biden, que finalmente conviertas la Enmienda de Igualdad de Derechos en ley del país.

Tienes poder para hacerlo, Joe. Tienes poder para hacer de esto tu legado.

Así que, Joe, de veras te lo digo por última vez: HAZLO YA.

 

Michael Moore, 24 de noviembre de 2024


Biden y su lista de tareas pendientes
Lora Lumpe

Al presidente le quedan 70 días. Puede hacer mucho si se lo propone y pone en ello todo el poder de su cargo.

Liberado de las limitaciones de la campaña presidencial, el gobierno de Biden puede aprovechar los próximos dos meses para recalibrar la política exterior de los Estados Unidos, arreglar varios desaguisados y -acaso- rehabilitar la reputación de su equipo y de nuestro país.

He aquí una lista de medidas ejecutivas que la administración Biden debería adoptar para dejar a los Estados Unidos, al mundo y a su legado en mejor lugar.

Lo más inmediato, exigir un alto el fuego y la retirada de las Fuerzas de Defensa israelíes del sur del Líbano, Gaza y las zonas de Cisjordania administradas por la Autoridad Palestina, así como el fin de todos los bombardeos aéreos para obtener la liberación de los rehenes y proteger las vidas de los ciudadanos norteamericanos y de otras personas de la región. Y emplear este alto el fuego para comprobar si los hutíes, Hezbolá y Hamás detienen sus ataques contra Israel.

Si Israel se niega, anunciar el cese inmediato de los envíos de armas y flujos de ayuda norteamericanos que no sean los destinados al escudo de la Cúpula de Hierro. Esta medida seguiría a la carta del 13 de octubre del secretario de Defensa, Austin, y el secretario de Estado, Blinken, a sus homólogos israelíes advirtiéndoles de que si Israel no cumplía con sus obligaciones de permitir la entrada en Gaza de ayuda humanitaria apoyada por Estados Unidos en un plazo de treinta días, habría «implicaciones», de conformidad con la legislación norteamericana. Hoy se cumplen los treinta y no se ha cumplido ninguna de las condiciones.

Ya es hora de poner fin a la complicidad de los Estados Unidos en la matanza y el hambre de decenas de miles de inocentes.

Reiterar también claramente la oposición de los Estados Unidos a la continua expansión de los asentamientos en Cisjordania y a la construcción de nuevos asentamientos en Gaza. Anunciar un aumento de las sanciones norteamericanas a personas y entidades cómplices de la violencia de los colonos o de las amenazas contra los palestinos en Cisjordania.

Para reducir la espiral de violencia en Oriente Medio, alcanzar un acuerdo provisional con el nuevo gobierno iraní sobre su programa nuclear. Como mínimo, reactivar el acuerdo informal alcanzado durante el verano de 2023. Es de esperar que esto sirva para frenar las represalias de Irán contra Israel y ofrezca una oportunidad a la administración Trump de continuar con la diplomacia.

Retirar las fuerzas norteamericanas de Irak. Los Estados Unidos no necesitan mantener miles de soldados en Irak para impedir el regreso del Daesh (ISIS). Se ha anunciado un plan de retirada gradual hasta 2026. Que vuelva a comprometerse con la aplicación de este plan y dé el siguiente paso para transferir al gobierno iraquí la plena responsabilidad de su seguridad nacional.

No intensificar el apoyo estadounidense a la guerra en Ucrania y abstenerse de emprender cualquier acción que pueda socavar las perspectivas de solución negociada. Tal como están reconociendo ahora Richard Haass y los periodistas de seguridad nacional del New York Times, y como han sostenido mis colegas del Quincy Institute durante mucho tiempo, el tiempo no está del lado de Ucrania en la guerra. Las fuerzas rusas están avanzando, y este invierno va a ser infernal a menos que se ponga fin a los combates y se repare la red eléctrica de Ucrania.

La guerra también está desestabilizando la política en Europa y fuera de ella. El equipo de Biden debería consultar a la administración entrante sobre la ayuda que necesita Ucrania, que debería ir acompañada de actividades de divulgación para incentivar una respuesta rusa positiva que lleve a ambas partes a la mesa de negociaciones.

Poner fin a las sanciones impuestas a Venezuela. Cientos de miles de personas están emigrando de Cuba y Venezuela, países en los que las sanciones norteamericanas han contribuido a hacer la vida insoportable a gran parte de la población. En lugar de lograr los resultados políticos deseados, esas sanciones contraproducentes han perjudicado a la gente y han obligado a muchos a tomar la difícil decisión de abandonar su patria con rumbo a los Estados Unidos.

Tomar medidas para normalizar las relaciones con Cuba. Retirar a Cuba de la lista norteamericana de Estados patrocinadores del terrorismo; permitir viajes más normales permitiendo cruceros, el uso de hoteles, viajes y actuaciones independientes de particulares; y suspender el Título III de la ley Helms-Burton, como hizo el presidente Obama, para evitar demandas molestas que interfieren con las inversiones y negocios norteamericanos en Cuba.

En sus últimos días en el cargo, Trump impuso amplias sanciones a Cuba; Biden puede anularlas: más vale tarde que nunca. Y esto resulta particularmente apremiante dada la preocupación pública por la inmigración no autorizada a Estados Unidos.

Adoptar medidas adicionales para cerrar el campo de detención de Guantánamo anulando la decisión del secretario de Defensa, Austin, de emprender nuevas acciones judiciales para rechazar el acuerdo de declaración de culpabilidad ante la comisión militar que autorizó con los autores intelectuales del 11-S. Poner fin al problema de relaciones públicas que Guantánamo ha planteado durante 22 años, intensificando los esfuerzos para encontrar un hogar en un tercer país a los presos que aún no han sido acusados.

Tomar medidas para normalizar las relaciones con Afganistán. Poner fin a la guerra de los Estados Unidos en Afganistán fue algo valiente y acertado. Ahora, el presidente Biden debe encabezar el camino hacia el restablecimiento de relaciones diplomáticas facultando a la Unidad de Asuntos Afganos en Doha para que se comprometa de forma proactiva con altos cargos talibanes y siente un precedente positivo enviando a un diplomático estadounidense a reunirse con los talibanes en Kabul. Debería restablecerse el programa Fulbright para afganos y acelerarse la tramitación de los restantes titulares de visados especiales de inmigrante (SIV) radicados fuera de los Estados Unidos.

Restablecer los programas Fulbright y de Intercambio Educativo y Cultural Mutuo con China/Hong Kong. Nos hace falta saber más, y no menos, sobre China. El presidente Biden debería restablecer estos importantes programas que Trump ha eliminado de un plumazo.

El presidente Biden tiene una oportunidad extraordinaria en este periodo para actuar en conciencia, libre de limitaciones políticas internas. Por el bien del país y de su reputación en el extranjero, de su legado histórico y de quienes han sufrido las políticas destructivas de los Estados Unidos, espero que actúe con presteza para tacharlas de su lista de tareas pendientes.

 

Responsible Statecraft, 12 de noviembre de 2024


El legado de Biden es una nueva Guerra Fría
Connor Echols

El presidente saliente cimentó el consenso bipartidista de que China es el enemigo número uno.

En 2015, el presidente Obama se colocó junto al líder chino Xi Jinping y declaró que la cooperación entre los Estados Unidos y China conduciría a «una mayor prosperidad y una mayor seguridad». Hoy en día, parece que ni siquiera se puede aprobar un proyecto de ley en el Congreso a menos que encaje como forma de clavársela a Pekín. En los últimos meses, las mayorías bipartidistas de la Cámara [de Representantes] han aprobado proyectos de ley que, entre otras cosas, restringirían la capacidad de los científicos norteamericanos de trabajar con sus homólogos chinos, impedirían a los ciudadanos chinos comprar tierras norteamericanas de uso agrícola y financiarían actividades para contrarrestar la «maligna influencia del Partido Comunista Chino». Sólo en los tres primeros meses de 2023, los proyectos de ley del Congreso mencionaron la palabra «China» tanto como en 2017 y 2018 juntos.

¿Quién es responsable de este cambio? Donald Trump desempeñó un papel preponderante al lanzar una guerra comercial en su primer mandato y emprender medidas políticas y una retórica antichinas que se intensificaron especialmente tras el estallido del Covid en 2020. Xi Jinping, que ha combinado una retórica grandilocuente acerca del ascenso de China con medidas autoritarias, de Xinjiang hasta Hong Kong, también ha ayudado. Pero se ha dado muy poco crédito a la persona que se aseguró de que las ya malas relaciones entre Estados Unidos y China se convirtieran en algo mucho peor. Se trata del presidente Joe Biden, que redobló la apuesta de Trump y consolidó el consenso bipartidista de que China es el enemigo número uno. Los críticos de la política exterior de Biden tienden a señalar las guerras de Ucrania y Gaza que tienen lugar al otro lado del Atlántico. Pero, al pasar por alto los movimientos de Biden en China, subestiman las torpezas de Biden al otro lado del Pacífico. Una mirada más atenta al enfoque de Biden sobre Asia Oriental revela que ningún norteamericano ha hecho más por asegurar una nueva guerra fría...

NonZero Newsletter, 3 de diciembre de 2024.

 

periodista y analista británico de asuntos internacionales, es profesor visitante del King´s College, de Londres, miembro del Quincy Institute for Responsible Statecraft y autor de "Ukraine and Russia: A Fraternal Rivalry". Formado en la Universidad de Cambridge, en los años 80 cubrió para el diario londinense Financial Times la actualidad de Afganistán y Pakistán, y para The Times los sucesos de Rumanía y Checoslovaquia en 1989, además de informar sobre la guerra en Chechenia entre 1994 y 1996. Ha trabajado también para el International Institute of Strategic Studies y la BBC.
columnista habitual de política norteamericana e historiador de Antiwar.com y The Libertarian Institute, colabora frecuentemente con Responsible Statecraft y otros medios.
veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que ha sido director y es redactor jefe, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post y fue director de L.A. Weekly. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson ha pertenecido a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.
escritor, activista y director de documentales, de gran notoriedad por películas como “Roger & Me”, “Bowling for Columbine”, “Sicko”, “Fahrenheit 9/11” o “Fahrenheit 11/9”.
es directora ejecutiva del Quincy Institute for Responsible Statecraft. Trabajó anteriormente en las fundaciones de la Open Society de George Soros y ha colaborado activamente en campañas humanitarias de desarme (de las armas químicas a la munición de racimo). Es autora de “The Arms Trade Revealed: A Guide for Investigators and Activists” (Federation of American Scientists, 1998) y editora de “Running Guns: The Global Black Market in Small Arms” (Zed Books, 1999 y 2003) y “Small Arms Control: Old Weapons, New Issues” (Routledge, 2000).
es periodista de Responsible Statecraft. Fue con anterioridad editor adjunto en la Fundación Nonzero, para la que redactaba un boletín semanal sobre política exterior. Echols se licenció en la Northwestern University, en la que cursó Periodismo y Estudios sobre Oriente Medio y el Norte de África.
Fuente:
VVAA
Traducción:
Lucas Antón

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