“La acumulación del capital” de R. Luxemburgo. Análisis crítico (y 2)

Rolando Astarita

30/01/2021

La primera parte de este artículo fue publicado por Sin Permiso en su edición anterior.

Circulación de la plusvalía vs atesoramiento

Por lo planteado hasta aquí, es central diferenciar circulación y atesoramiento de plusvalía. Si la plusvalía circula – esto es, si los capitalistas gastan regularmente la plusvalía en adquirir bienes de consumo, o en adquirir más medios de producción y fuerza de trabajo – no habrá, en principio, deficiencias de demanda. Sí puede haber sobreproducción, o sobreacumulación. Pero en este caso la crisis no ocurre por alguna deficiencia de demanda que sea inherente al capitalismo, sino por la tendencia del sistema a ampliar la producción por encima de cualquier limitación del mercado (véase aquíaquí). Por eso Marx y Engels hablaron de crisis de sobreproducción, que no es sinónimo de falta de demanda.

Para RL, en cambio, el problema es de falta –inherente al sistema capitalista- de demanda. La cuestión de dónde sale el dinero para realizar las mercancías no es lo central, como ella misma lo precisa: “En el problema de la acumulación no se trata de saber de dónde viene el dinero, sino de dónde viene la demanda para el producto adicional que brota de la plusvalía capitalizada. No es una cuestión técnica de la circulación del dinero, sino una cuestión económica del capital total social” (p. 106).

Efectivamente, si la clase capitalista, de conjunto, acumula bajo la forma dinero, deberá encontrarse algún sector social, por fuera de la clase capitalista y la clase obrera, que compre la parte de la producción capitalista que es plusvalor destinado a ser acumulado. De manera que habría un problema de escasez de demanda permanente; no tiene que ver con el ciclo económico. La dificultad surge de la misma condición que se ha establecido, a saber, que la plusvalía se acumula bajo la forma de dinero. Presentado en su pureza, el problema no necesita siquiera los esquemas de reproducción para formularse. Puede verse también que no tiene que ver con una cuestión de subconsumo, como muchas veces se interpreta la teoría de RL.

RL, subconsumo y la interpretación de Bleaney

Como bien señala Bleaney (1977), el punto de vista más común es que RL adhería al enfoque subconsumista. Recordemos que el enfoque subconsumista sostiene que el capitalismo tiene un problema crónico de falta de demanda a causa de la debilidad del consumo. En su versión más extendida (muy popular entre sindicalistas y reformistas burgueses), esa debilidad del consumo se debería a los bajos salarios, esto es, a una desigual distribución del ingreso. En una segunda versión, la debilidad del consumo tendría por causa el espíritu frugal de los capitalistas. Es el enfoque de Malthus. En cualquiera de estas variantes, el subconsumismo plantea que, en el sistema capitalista, existe una dificultad permanente – esto es, no solo cuando estalla una crisis económica – de realización del producto.

Bleaney señala entonces que Paul Sweezy (en Teoría del desarrollo capitalista) y Ernest Mandel (en el Tratado de economía marxista) caracterizaron la teoría de RL como subconsumista (también Oscar Lange). Sin embargo, dice Bleaney, Sweezy y Mandel no dieron “una explicación convincente del subconsumismo de RL” (p. 241). Nuestra interpretación coincide con Bleaney, aunque tal vez con algún matiz de diferencia.

En primer lugar, y por lo visto más arriba, la dificultad en la acumulación que plantea RL a partir de considerar una composición creciente de capital, se vincula más con un problema de desproporción, que de subconsumo. Es que el sector I padece por deficiencia de la oferta, no de la demanda. Es el sector II el que experimenta sobreproducción, pero la misma no se debe a debilidad del consumo, sino a las condiciones que ha impuesto RL a la reproducción del capital (crecimiento de c/v, imposibilidad de inversiones inter-sectores). Bleaney no hace mención a este aspecto de la teoría de RL.

Pero por otra parte, frente a la imposibilidad de realización del producto que plantea RL en su aspecto más general, Bleaney sostiene que no explica bien en qué consiste el problema, y cita los pasajes de La acumulación del capital en los que se sostiene que la acumulación no puede consistir en producción creciente de medios de producción “sin propósito alguno” (p. 249). Bleaney señala, con acierto, que la objeción de RL no es subconsumista, ya que el problema no es de exceso de producción de medios de producción por debilidad de la demanda de medios de consumo, “sino a que una ampliación general de la producción de todos los sectores no está justificada en lo fundamental por alguna demanda: es la producción por la producción” (pp. 249-50). Llegado aquí, Bleaney observa que RL define esa “producción por la producción” como “no acumulación de capital” y agrega: “esta es una clave importante en relación con su dificultad, como veremos más tarde” (p. 250). Esta dificultad, dice Bleaney, se debería a que se necesita una inyección de demanda para la realización de los medios de producción destinados a ser acumulados; lo cual probaría, una vez más, que RL no es subconsumista. De nuevo, coincidiendo con Bleaney en que RL no es subconsumista, insisto en que el problema clave es que RL identifica la acumulación del capital con la acumulación de dinero en manos de los capitalistas. Una vez hecha esa identificación, inevitablemente tiene que haber un problema de realización. En ese caso, la cuestión de dónde viene el dinero para la realización del producto, pasa a ser irresoluble al interior del sistema capitalista. Lo cual, de nuevo, tampoco tiene que ver con una supuesta debilidad del consumo, sea de los obreros, o de los capitalistas.

Para terminar este apartado, digamos también que, a pesar de alguna formulación no del todo clara, RL fue crítica del enfoque subconsumista. En el primer capítulo plantea que en los modos de producción no capitalistas “el elemento determinante de la reproducción son las necesidades de consumo incesantes de la sociedad” (p. 19). Pero “(e)n el sistema capitalista el productor individual… para nada tiene en cuenta las necesidades de la sociedad, su capacidad de consumo. Para él solo existe la demanda con capacidad adquisitiva, y esta únicamente como factor imprescindible para la realización de la plusvalía” (p. 20). Estos pasajes refuerzan la interpretación de que los  problemas para la realización de la plusvalía, según RL, no tienen que ver con la capacidad de consumo de los trabajadores, ni el consumo de los capitalistas, sino con el fin de la producción capitalista, que RL ubica en el acrecentamiento del capital dinero.

La crítica de Mandel a La acumulación del capital

A fin de ahondar en la cuestión, en este apartado examino brevemente la crítica de Ernest Mandel a RL, contenida en el Tratado de economía marxista. Lo interesante de Mandel es que, a pesar de que ubica a RL entre los subconsumistas (p. 338, t. 1), su crítica, de hecho, no tiene por eje el subconsumo. Repasamos su planteo.

Por empezar, Mandel acepta que los obreros realizan la parte del producto que corresponde a sus salarios; que los capitalistas, por su parte, también recuperan el valor que han adelantado bajo la forma de capital constante, de manera que por este lado no hay problemas de realización (p. 339, ibid.). Lo mismo con respecto a la plusvalía gastada por los capitalistas en la forma de rédito, en medios de consumo.  Sin embargo, está el problema de cómo realizar el plusvalor acumulado por la clase capitalista. Mandel explica que, tomados los capitalistas de forma individual, “se comprarían mutuamente sus sobreproductos” (ibid.). Como vimos, esta es la solución de Marx. Pero Mandel sostiene que esta no puede ser la solución para la clase capitalista tomada en su conjunto. Escribe: “Pero para el régimen capitalista tomado en su conjunto, tal conclusión parece absurda. Evidentemente, asistimos aquí a un incremento de las riquezas, del valor acumulado por la clase capitalista, que no puede resultar de cambios intercapitalistas” (ibid.). Estamos ante una reflexión extraña. Es que si el valor acumulado por la clase capitalista es capital en proceso – capital dinero, capital productivo, capital mercancía – no se entiende por qué el mismo no puede crecer en base, no al intercambio, sino a la explotación del trabajo. Sigue Mandel: “RL concluye, pues, que la realización de la plusvalía solo es posible en la medida en que se abren al modo de producción capitalista mercados no capitalistas” (ibid.).

Sin embargo, Mandel no acepta esta solución. Explica que el error de RL “consiste en tratar a la clase capitalista mundial como un todo, es decir, abstraer el hecho de la competencia” (p. 340). Y sostiene que, de acuerdo a Marx, la competencia implica el intercambio de mercancías con otros capitalistas, y que este “desplazamiento de valor en el interior de la clase capitalista puede muy bien estar en la base de la ‘realización de la plusvalía’” (ibid.). Pero si esto es así, volvimos a la solución “absurda” del problema planteado por RL, consistente en considerar que lo que es válido para el capital individual, se aplica a la clase capitalista de conjunto. El problema es que si se supone que la acumulación de capital es, esencialmente, acumulación de dinero, los capitalistas individuales intentarían vender y no comprar, como hacen los que atesoran. Y lo mismo se aplicaría para la clase capitalista de conjunto.

Mandel cierra esta crítica diciendo que el desarrollo desigual entre países, sectores, empresas, es lo que constituye el motor de la expansión de los mercados capitalistas, “sin que sea preciso recurrir a las clases no capitalistas” (ibid.). No es una respuesta convincente a la crítica de RL, ya que supone que ocurre lo que debería demostrarse. Esto es, supone que el plusproducto se realiza en su totalidad mediante compras al interior del modo de producción capitalista (que sean capitales más o menos desarrollados no cambia la naturaleza del asunto), cuando RL había planteado que esto es imposible si la acumulación es acumulación de capital dinero. Por otra parte, es significativo que, para efectos “prácticos”, la crítica de Mandel al libro de RL no tiene que ver con alguna cuestión de subconsumo. Señalemos también que Mandel no analiza la crítica de RL a los esquemas de Marx por no incluir el aumento de la composición orgánica del capital, y la necesidad de mercados no capitalistas que derivaría de ello.

La crítica de Sweezy 

Examinamos brevemente la crítica a RL de Paul Sweezy, contenida en Teoría del desarrollo capitalista. Hemos mencionado más arriba que Sweezy consideró a RL subconsumista (la llamó “la reina de los subconsumistas”, p. 180). Sin embargo, su crítica específica a La acumulación del capital muestra, igual que ocurre con Mandel, que el planteo de RL tiene poco que ver con el subconsumo.

Antes de abordar la crítica de Sweezy a La acumulación del capital, señalo que pasa por alto la primera dificultad planteada por RL: en tanto se admitiera el aumento de la composición de capital a medida que avanza la acumulación, habría carencia de producción de medios de producción, y sobreproducción de medios de consumo. Sweezy no menciona esta crítica de RL, y encara el segundo nivel de dificultad que plantea RL, referida a la imposibilidad de realización de la plusvalía destinada a la acumulación. Sweezy revista entonces los principales argumentos de RL (pp. 205-6). Como señala RL, esa plusvalía no pueden realizarla los obreros, ya que estos agotan sus salarios en la realización del capital variable. Tampoco pueden realizarla los capitalistas con su consumo, porque se volvería a la reproducción simple. Otra posibilidad es que esa plusvalía exista bajo la forma de medios de producción adicionales, que se compran los capitalistas unos a los otros. Pero en ese caso, ¿quién compraría la cantidad mayor aún de bienes producidos en el período siguiente? De ahí que RL concluye, dice Sweezy, en la necesidad de los mercados no capitalistas.

El principal error de RL, dice entonces Sweezy, es haber planteado que los obreros no pueden realizar una parte de la plusvalía. Es que si bien, en el supuesto de la reproducción simple los obreros solo pueden realizar la parte del producto que corresponde a su salario, cuando se trata de la reproducción ampliada la plusvalía destinada a ampliar la fuerza de trabajo aparece bajo la forma de salario, el cual es gastado por los obreros en medios de consumo.

Siendo esto último cierto, la crítica sin embargo no es satisfactoria. Es que sigue sin responderse la objeción de RL acerca de cuál es el objetivo, para los capitalistas, de aumentar indefinidamente el trabajo asalariado si ese aumento no se traduce en acumulación de capital dinero. Vinculado a esto, Sweezy no responde la objeción de RL sobre de dónde sale la demanda que realiza la parte del plusproducto que debe acumularse como capital constante incrementado. Vimos que en el ejemplo numérico de Marx, de los 650 que se acumulan, 500 es aumento del capital constante; el cual se traducirá, si se mantienen las condiciones normales de producción y circulación, en mayor producto en el siguiente período. Es evidente que el consumo de capitalistas y obreros no puede realizar ese mayor producto. Solo se realizará si los capitalistas continúan destinando plusvalía a la acumulación. De ahí que RL objete, bajo la forma de pregunta: ¿cuál es el sentido de acumular ampliando constantemente el capital constante y variable, si el objetivo de la producción capitalista es el acrecentamiento del capital dinero? Pero Sweezy no trata el tema. De hecho, pasa por alto la diferencia sustancial entre concebir el fin de la acumulación como acumulación de dinero, y concebirla como acumulación de capital. En otros términos, como atesoramiento de plusvalía o circulación de plusvalía, la cual ocurre con el desarrollo normal de la producción capitalista. Precisamente las crisis ocurren porque la plusvalía deja de circular para entrar en la congeladora del atesoramiento.

El derrumbe del capitalismo

Con su libro RL introduce una nueva explicación del derrumbe del capitalismo, pero no a causa de las crisis de sobreproducción que se agudizarían cada vez más, como se pensaba en el movimiento socialista de principios de siglo XX. Como señala Kowalik (1979), según RL debían estudiarse por separado dos problemas que se confundían en la literatura socialista: por un lado, las crisis de sobreproducción; por el otro, las contradicciones más profundas del sistema, de las cuales las crisis serían una expresión, o forma. En ¿Reforma o revolución?, un texto anterior a La acumulación del capital, había planteado el problema:

“Si la teoría socialista existente consideró siempre que el punto de arranque de la revolución socialista sería una crisis general y de estructura, a nuestro modo de pensar, hay que distinguir dos casos: el pensamiento básico que encierra y su forma externa. El pensamiento consiste en aceptar que el orden capitalista se desquiciará por la fuerza de sus propias contradicciones y alumbrará por sí mismo el momento del derrumbe, el de su imposibilidad de subsistir. Había, ciertamente, razones de peso para suponer que este momento lo marcaría una crisis del comercio; pero, para la idea básica, esto es, sin embargo, secundario e inesencial” (citado por Kowalik, p. 22; énfasis nuestro).

La acumulación del capital explicaba entonces por qué llegaría un momento en que el capitalismo ya no podría subsistir. Las crisis serían una manifestación de esa tendencia al desquiciamiento del sistema, pero no el problema fundamental a analizar. Por eso RL ponía mucho énfasis en aclarar que la suya no era una teoría de las crisis capitalistas.

Textos citados:

Bleaney, M. F. (1977): Teorías de las crisis, México, Nuestro tiempo. –

Kowalik, T. (1979): Teoría de la acumulación y del imperialismo en Rosa Luxemburgo, México, Era.

Luxemburgo, R. (1967): La acumulación del capital, México, Grijalbo.

Mandel, E. (1969): Tratado de economía marxista, México, Era.

Sweezy, P. (2002): Teoría del desarrollo capitalista, México, FCE.

Profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires.
Fuente:
https://rolandoastarita.blog

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