Laurent Cohen
05/03/2023Prácticamente no hay día en que la prensa no publique algún episodio de represión del Estado de Israel contra los palestinos. Decenas de muertos en lo que llevamos de año, medidas brutales de represión, como la destrucción de las viviendas de los familiares de quien cometa un acto contra israelís, o facilitar el armamento de la población civil y, la última barbaridad, quieren condenar a muerte a cualquier palestino que ataque a un israelí. Hasta sectores importantes de la población israelí están protestando contra las decisiones antidemocráticas que quiere imponer el extremista gobierno de Netanyahu.
En Catalunya existe una asociación que reúne a palestinos y judíos en un trabajo común de solidaridad y de denuncia. Se llama Junts associació catalana de jueus i palestins. Miguel Salas, de Sin Permiso, ha hablado con uno de sus miembros, Laurent Cohen.
¿Cómo nace vuestra asociación?
Fue a inicios de 2009. Israel había comenzado una brutal operación militar conocida como “plomo fundido”. Un compañero palestino se puso en contacto conmigo y quedamos en el local de la Comunidad Palestina. Éramos unos 10, entre palestinos y judíos, empezamos a hablar y nos dimos cuenta de que compartíamos la misma lectura sobre lo que estaba pasando. Que no se trataba de un conflicto entre dos partes más o menos iguales sino de un colonialismo de asentamientos, en el que los colonos conquistan y ganan tierras y que ese guion necesita una ocupación militar permanente que dura hasta hoy y que ha derivado en un sistema de apartheid. Ahora hay un muro que separa las dos comunidades, hay segregación y persecución. Así decidimos andar juntos, palestinos y judíos, crear una asociación llamada Junts y salir a la calle, dirigirnos a la sociedad catalana y participar en el movimiento de solidaridad con Palestina.
Hubo una sintonía entre ambas partes y nos pusimos de acuerdo en hacer pedagogía entre la gente. Por ejemplo, aparecíamos en una charla y preguntábamos a la sala si podían distinguir quien era judío o palestino para mostrar que el conflicto no se basaba en una cuestión étnica. Como tampoco es un conflicto religioso, aunque pretenden presentarlo así, porque en Palestina antes de la constitución del Estado de Israel convivían personas musulmanas, judías y cristianas y, dentro de lo que cabe, convivían bastante bien. Mi padre era judío egipcio y mi madre también creció allí. Ellos me transmitieron que vivían como uno más, cada uno con sus trabajos, sus bodas y comuniones, sus ritos funerarios, en una convivencia en la que, en general, los conflictos no iban más allá que los normales entre las personas.
¿Qué actividades desarrolláis?
Básicamente vamos allí donde nos llaman, intentando que participe siempre una persona palestina y otra judía. Hemos ido a escuelas, centros cívicos, actos de solidaridad, peticiones que nos llegan a través de la web, organizamos un ciclo de cine, etc. También hemos invitado a personalidades, como a Shlomo Sand, historador, autor de La invención del pueblo judío y también a Yakov Rabkin autor de Una historia de la oposición judía al sionismo. Al principio, nos integramos en la plataforma Palestina al cor (Palestina en el corazón). Luego participamos en la campaña BDS (Boicot-Desinversión-Sanciones) contra el Estado de Israel y en la Coalición Prou complicitat amb Israel (Basta de complicidad con Israel), formada por 16 organizaciones de la sociedad civil catalana, en la que colaboramos actualmente.
Hace unas semanas la Alcaldía de Barcelona decidió suspender el hermanamiento con Tel Aviv después de una campaña llevada por la Coalición Prou Complicitat amb Israel “Barcelona con el apartheid, no. Barcelona con los derechos humanos, sí” hasta que Israel cumpla con la legislación internacional ¿Cómo lo habéis vivido?
Hemos participado en la campaña desde que nació la idea, que viene de lejos, desde 2009. Durante la operación “Plomo fundido” el ejército israelí destruyó el que se llamaba Parque de la Paz que había sido construido con aportaciones y dinero público de los barceloneses. Entonces ya dijimos que Barcelona no podía mantener el hermanamiento como si no hubiera pasado nada.
El año pasado se retomó esta idea cuando dos grandes organizaciones de derechos humanos, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, emitieron sendos informes, muy documentados, de que el Estado de Israel cometía el crimen de apartheid contra el pueblo palestino. Vimos que en ese momento en el Parlament de Catalunya se reunían las condiciones para plantear una moción en ese sentido. Aprovechamos el momento en el que Ciudadanos planteó que el BDS era una campaña antisemita para darle la vuelta y denunciar que Israel está oprimiendo al pueblo palestino.
Tuve la ocasión de intervenir en el Parlament para decir que el BDS no es antisemitismo y presentar una moción ante el Parlament, que fue aprobada con el apoyo de ERC, PSC, CUP y Comunes, declarando que la política del Estado de Israel para con la población palestina es de apartheid. Eso fue en junio de 2022 y tuvo bastante repercusión, incluso hubo una protesta formal de la Embajada de Israel y la entonces consellera de Junts per Catalunya, Alsina, intentó echarse atrás.
En julio se lanza la campaña “Barcelona con el apartheid, no. Barcelona con los derechos humanos, sí”. La impulsamos a través de la plataforma Decidim, del ayuntamiento, pero sobre todo en la calle recogiendo firmas y hablando con la gente; fue muy enriquecedora, especialmente porque pudimos hablar con la juventud. 112 organizaciones sociales, sindicales y asociativas dieron apoyo a esta campaña. El 24 de febrero, en el del Ayuntamiento de Barcelona tuvimos la ocasión de participar, tanto Natalia Abu Sharar, presidenta de la Comunidad Palestina de Catalunya como yo en nombre de la Campaña, para dar apoyo a la decisión de suspender el hermanamiento con Tel-Aviv como una decisión valiente de denuncia de la política de Israel y de apoyo a los derechos humanos en Palestina. En esa oportunidad, pude mostrar un anuncio en El País de una organización judíos estadounidense, Jewish Voice for Peace, firmado por 5.000 personas judías, agradeciendo el gesto de la alcaldesa Ada Colau.
Una de las dificultades en este mal llamado conflicto es la confusión interesada entre antisemitismo y antisionismo
Yo mismo he tenido que profundizar en este tema para entender de qué se trataba porque esa es la base del fundamento ideológico del Estado de Israel. Históricamente, había comunidades judías por todo el mundo y una gran diversidad de realidades y era predominante, tanto entre burgueses como entre los trabajadores, la idea de formar parte de la realidad social y nacional del país en el que se vivía, sea para ascender socialmente o para luchar para cambiarla.
El iniciador del sionismo, Theodor Herzl, al contrario, plantea que los judíos son una nación, en el sentido moderno, y que por lo tanto necesitan un Estado. El Imperio británico recoge la idea porque se quiere hacer con los despojos del Imperio Otomano, junto con Francia. También promete a los árabes libertad e independencia, pero en realidad usa el futuro Estado como “baluarte occidental contra la barbarie”, en las palabras del propio Herzl, y para dividir a los árabes y controlar el petróleo.
Lo que la gente no sabe es que desde el principio hubo oposición a esa idea. Tanto por parte de la burguesía judía de Francia, Inglaterra, o de la alemana. Querían triunfar donde estaban, no irse a un país miserable, ¡que vayan los pobres de Europa del Este, si quieren! La respuesta de los sectores trabajadores, con una participación muy importante de judíos en los movimientos revolucionarios, es que la lucha debe hacerse en el país en el que están viviendo, que para avanzar y acabar con el racismo y la discriminación hay que hacerlo a través de una revolución social. También hay oposición entre sectores religiosos, pues el mandato de Dios de no emigrar en masa hasta la venida del mesías sigue vigente, aunque se pudiera hacer como personas individuales, como Maimónides. Sin embargo, es cierto que después del genocidio nazi, porqué Estados Unidos tenía cerrada su frontera, miles de supervivientes no tenían donde ir y no encontraron otro destino que emigrar a Palestina.
El sionismo es, desde sus orígenes, un colonialismo blanco. De allí que se vivan como superiores al pueblo originario de Palestino. En 1948, el objetivo de los sionistas era conquistar tanto territorio como se pudiera con un mínimo de población palestina dentro. Eso generó la operación militar de limpieza étnica de 1948, conocida como la Nakba, que expulsó a las tres cuartas partes de la población palestina. Anteriormente, el sindicato Histadrut, instrumento de colonización, había rechazado que los palestinos pudieran trabajar en los kibbutz o en las empresas judías. Desde su creación, el Estado sionista ha adoptado una serie de leyes que hacen de los palestinos ciudadanos de segunda clase. Por ejemplo, hay una ley fundamental que permite a cualquier judío del mundo instalarse en Israel, pero los refugiados palestinos no tienen derecho a volver, ni siquiera de visita. Y en 2018, el parlamento israelí adoptó una Ley fundamental que reconoce únicamente al “Pueblo” judío el derecho de autodeterminación sobre el territorio de la Palestina histórica.
Para nosotros es evidente el racismo del estado sionista y no puede haber compromiso con eso. Ser antisionista es tan importante como ser antifascista.