Hoy quiero dar las gracias, especialmente, al movimiento feminista

Ante todo, quiero pedir excusas a los lectores por el hecho de insistir dos días seguidos en el tema del filme Et faran un home (Te harán un hombre) y en mi participación en este documentario. Me sabe mal abusar de esta manera de vuestra paciencia, pero al mismo tiempo hoy siento una gran necesidad de decir eso que voy a decir: que quiero dar las gracias al movimiento feminista.

Cuando filmábamos este reportaje emitido el martes por 3Cat, la directora, Mireia Prats, nos dijo que aquello era un Me too para hombres. A mí me costaba aceptarlo, porque me hacía demasiado respeto que alguien pudiera interpretar que robábamos un éxito del movimiento feminista, un éxito ganado a pulso y con un esfuerzo enorme por mujeres de todo el planeta.

Sin embargo, no me esperaba en modo alguno lo que me pasó el martes por la noche (3 de diciembre) y todo el día de ayer.

Porque, desde la emisión del documentario por 3Cat, vivo en primera persona los mismos sentimientos que las mujeres me habían enseñado estas últimas décadas que vivían ellas, y que yo, hasta ahora, tan sólo había podido asumir intelectualmente. No emocionalmente.

El martes por la noche, mientras recibía en el móvil mensajes de conocidos que habían sido víctimas como yo de la violencia del teniente Baragaño, entendí, como si se encendiera una luz, que lo que vivía en ese preciso momento era muy parecido o idéntico a la sororidad, ese concepto clave que las mujeres han sabido poner en el centro del combate contra la violencia machista. Y esto me emocionó profundamente. Todo ayer seguí recibiendo correos y mensajes de gente que había estado en la misma unidad que yo y que había sufrido ese energúmeno como yo. Y sentí algo muy simple ya la vez poderoso: que cada mensaje me hacía más fuerte.

De hecho, estas últimas horas no he dejado de sentir dentro de mí una serie de cosas que había oído explicar a las mujeres muchas veces antes.

Ser de izquierdas e independentista, y que ellos lo supieran, me había llegado a hacer pensar que era natural que aquellas bestias se excedieran tanto conmigo –en un paralelismo para mí evidente y claro con lo tan tronado del “cómo vas vestida”

Y el corazón me dio un salto cuando, al empezar la proyección del filme, los compañeros que habían sido víctimas de la violencia en el cuartel de Viella explicaron que los ponían en taquillas y los tiraban escaleras abajo. Me dio un salto el corazón y sentí dentro de mí lo de “¡Te creo, hermana!”.

Yo lo había contado también. Y en el reportaje aparece después mi narración de los mismos hechos. Pero, incluso habiéndolo vivido yo mismo, no era capaz de entender que lo que me había pasado a mí en realidad era un trato generalizado. Y oírlo decir, oírlos contar que también se lo hacían a ellos, que les pasaba a personas que no tenían nada que ver conmigo, me liberó, calmó mi inquietud, me borró buena parte de la ansiedad, de la ansiedad de hablar en voz alta de estas cosas que me ha acompañado en estas últimas horas.

Por todo esto, hoy quiero dar las gracias, humilde y públicamente, al movimiento feminista.

Por haber desbrozado tanto camino antes que yo. Por haber sabido crear un marco mental, por haber fabricado un esquema válido, que nos enseña cómo reaccionar contra las agresiones. Un marco mental que hoy estoy seguro de que sirve para toda la humanidad. Por haber luchado tanto y tanto, durante tantos años, enfrentándose con tanta incomprensión masculina a esta concepción enfermiza de la masculinidad tóxica y sucia que, en definitiva, es lo que representan categóricamente los militares. Por haber sido, en fin, el ejemplo en el que he podido mirarme y del que he podido aprender en este momento. Cuando más lo he necesitado.