¿Globalización o globocolonización?

Frei Betto

09/04/2006

En el siglo XXI, cerca de 6,5 mil millones de habitantes del planeta Tierra están tan próximos unos a otros que no es fácil que alguien pueda estar a solas, aunque esté solo, al menos que deje de lado su parafernalia electrónica: radio, CD, TV, móvil y ordenador.
Hay una mundialización de la economía. Las naciones-estados, económicamente autosuficientes, tienden a desaparecer. El presidente del Banco de Boston o de la Honda tiene más importancia -y poder- que el presidente o el primer ministro de muchos países. Los ejecutivos del mundo de los negocios acumulan más poder que los políticos del parlamento o del Poder Ejecutivo.
Hay también una globalización de la pobreza: los países industrializados del Norte del mundo albergan menos de un cuarto de la población mundial y consumen un 70% de la energía del mundo, un 75% de los metales, un 85% de la madera y un 60% de los alimentos, según informa la ONU. Del otro lado del mundo, más de mil millones de personas sobreviven con menos de 1 dólar por día.
En la primera mitad del siglo XX, el capitalismo tenía interés en fortalecer el Estado, del que las grandes empresas "mamaban" recursos financieros, exenciones fiscales y privilegios legales (como aún sucede en Brasil). Ahora, las empresas transnacionales, que controlan la economía del Planeta, insisten en privatizar las empresas estatales. O sea, quieren debilitar el Estado y fortalecer el mercado: menos leyes, más competitividad desenfrenada.
Desde el correo y la previsión social, hasta la educación, redes hospitalarias y escolares, los neoliberales quieren privatizarlo todo, incluyendo playas, calles y el aparato policial: basta darse la vuelta y constatar el número creciente de calles cerradas con controles y garitas, y la multiplicación de empresas de seguridad privada. Corremos el riesgo de que todos los derechos sociales sean transformados en mercancías, a las cuáles sólo tienen acceso quienes pueden pagar por ellas.
¿Son positivos los valores de la globalización? No siempre coinciden los valores que tenemos con los valores que queremos. La globalización tiende a destruir un valor importante: nuestra identidad como nación. Un brasileño no es igual a un estadounidense o a un hindú. Cada pueblo tiene sus raíces, su cultura, su modo de encarar la vida. ¿No es verdad que un nativo de Minas Gerais adoraría encontrar, al viajar por el mundo, un “tute” de fríjol? El nordestito, ¿no se muere de ganas de una carne secada al sol con fríjol revuelto?
Es posible que, en el futuro, el mundo tenga un sólo gobierno. Pero, antes, es preciso alcanzar la paz, y para ello no hay otro camino que la justicia entre los pueblos.

Frei Betto, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es escritor, autor de A Obra do Artista ­ uma visão holística do Universo (Ática), entre otros libros.

Fuente:
Alai, 6 abril 2006

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