Jean-Claude Delavigne
01/10/2022“La izquierda debe defender el trabajo y no ser la izquierda de los subsidios y los mínimos sociales”. La salida de Fabien Roussel, secretario general del PCF y excandidato presidencial, en la inauguración del festival de L'Humanité no es una improvisación.
Al centrar la atención política y mediática en una polémica entre la “izquierda obrera” y la “izquierda de los beneficios”, la dirección del PCF persigue un objetivo inmediato. Habiendo tenido que aceptar integrarse en la NUPES para salvar su existencia parlamentaria, quiere cerrar el paréntesis introduciendo un motivo de división en una coalición que considera contradictoria con sus intereses como aparato.
“Aliviar a los trabajadores de la incertidumbre del mañana”
El proceso no es nuevo, el tema elegido, en cambio, marca una ruptura que no es anecdótica. De hecho, son los cimientos mismos de la Seguridad Social, de los que el PCF dice ser el guardián vigilante, los que ataca Fabien Roussel.
El Decreto de 1945, del que Ambroise Croizat, Ministro de Trabajo del PCF en el gobierno de Charles de Gaulle, fue artífice, afirmaba en su preámbulo: "La seguridad social es la garantía dada a todos de que en todas las circunstancias dispondrá de los medios necesarios para asegurar su subsistencia y la de su familia, en condiciones dignas. […] Responde a la inquietud de librar a los trabajadores de la incertidumbre del mañana […]".
El particular equilibrio de poder existente después de la Segunda Guerra Mundial permitió imponer a los empresarios que además de los salarios directos, debían pagar, de manera obligatoria, "contribuciones sociales", es decir, la parte denominada "socializada" del salario. Estas cotizaciones sociales permiten financiar ingresos sustitutivos (pensiones de jubilación, subsidios diarios por enfermedad) o asignaciones familiares. En ese momento, la seguridad social no tenía en cuenta el “riesgo” de desempleo, que era casi inexistente. Este fue posteriormente el papel de ASSEDIC, que pasó a formar parte del “Polo empleo”.
Una pelea en la retaguardia
Los empresarios y los políticos de las clases dominantes tuvieron que aceptarlo, pero siempre lucharon contra el drenaje de sus ganancias para financiar situaciones de “no trabajo”. Para ellos no era más que un estímulo a la "pereza" natural de las "clases subalternas".
“Asistencialismo”, “cáncer de nuestra sociedad” según Wauquiez, Le Pen o Zemmour, o el “puñado de idiotas” que cuestan subvenciones según Macron son solo los últimos avatares de esta lucha. El objetivo que se persigue es triple:
*reducir masivamente los costes de la protección social (lo que permite aumentar las ganancias);
*obligar a los empleados que no tienen otra opción a aceptar cualquier trabajo por cualquier salario;
*dividir a los empleados entre ellos (los que “trabajan duro” contra los “asistidos”).
Roussel sigue sus pasos, afirmando “escuchar” a quienes “hablan de bienestar diciéndonos que trabajan y que los otros [los beneficiarios de ayudas sociales] no trabajan” .
Macron está emprendiendo una nueva contrarreforma de las prestaciones por desempleo, modulando las prestaciones según el nivel de empleo. Este es el momento elegido por Roussel para afirmar que “el tema no es aumentar los mínimos sociales sino salir de los mínimos sociales”. Estas declaraciones, con razón, serán sentidas como una traición por parte de los desempleados y los que defienden sus derechos y como un apoyo al gobierno. G.Attal, Ministro de Hacienda, presente en la Fiesta de l'Humanité no se equivocó e inmediatamente apoyó las declaraciones de Roussel.
Diga lo que diga, una vez en esta via, será difícil que Fabien Roussel se detenga en el camino y no “escuche” a las mismas personas explicarle que su vecina de al lado también es una persona asistida que “tiene niños para recibir subvenciones”, o que el del piso de arriba es un "vago que multiplica las bajas por enfermedad, para no ir a trabajar y cobrar las ayudas".
Desempleo, pensiones, subvenciones familiares, asignaciones diarias, son todos los derechos sociales adquiridos por los trabajadores los que son cuestionados cuando se denuncia a "los que viven de las subvenciones".
Renta sustitutiva o pleno empleo: el absurdo dilema
En un intento de justificar su capitulación ante la ideología liberal, Roussel trata de oponerle la reivindicación del "fin del paro": "Lucho por una sociedad que se fije como horizonte garantizar el empleo, la formación, un salario a cada uno de sus conciudadanos".
Si efectivamente el "horizonte" es una sociedad que acabe con el paro, es decir, en otras palabras, el de una sociedad que rompa con el capitalismo, toda la cuestión es saber qué estrategia y qué consignas se proponen para lograr esto.
Llama la atención que, desde este punto de vista, Roussel no diga nada sobre la reivindicación central que permite llevar la lucha en esta dirección: trabajar todos y todas para trabajar menos, es decir, el reparto del trabajo entre todos y todas, que permite tanto dar a todos un trabajo y un salario digno, reducir masivamente la jornada laboral obligatoria, como dar a todos el tiempo necesario para el ocio, las relaciones sociales, la realización personal, la participación en la vida de la ciudad.
En una columna en Le Monde , Roussel admite, como con pesar:
“Claro que de manera temporal [subrayamos], los asalariados necesitan protección, apoyo y yo estaré a su lado para denunciar todos los ataques del gobierno en su contra, como esta reforma del seguro de desempleo o el proyecto de trabajo obligatorio a cambio de la RSA (ayuda de paro)”.
Pero es precisamente porque hoy nos encontramos en una sociedad donde hay desempleo masivo y precariedad que debemos actuar, no denunciando las rentas de sustitución en nombre del pleno empleo, sino exigiendo su ampliación:
*no a la RSA, sino el mantenimiento del salario;
*pensiones que, a partir de los 60 años, aseguren la prolongación de los mejores años de salario;
*asignaciones familiares desde el primer hijo;
*un subsidio de estudio equivalente al salario mínimo para todos los estudiantes;
*eliminación de días de espera y compensación total por enfermedad.
No son los derechos sociales los que producen desconfianza y hostilidad entre los empleados, es por el contrario el hecho de que estos derechos no son para todos y están cada vez más restringidos, dando la sensación de que la ayuda es “para otros y nunca para mí”. También es el hecho de que se recurre cada vez más a las clases trabajadoras en lugar de a los empleadores para financiar la protección social: reducción o abolición de las llamadas contribuciones “patronales”, reemplazadas por impuestos injustos (CSG IVA, etc.).
Urge debatir con los militantes y simpatizantes del PCF sobre los nefastos efectos de la orientación defendida por Fabien Roussel. No ganará votantes ni activistas, pero crea obstáculos adicionales a las movilizaciones necesarias.