Roger Martelli
15/06/20191. En abril de 2017, Jean-Luc Mélenchon obtuvo el 70% del total de los votos de la izquierda. En junio de 2017, el PCF mordió el polvo, pero el total de los dos ex socios del Frente de Izquierda se acerca al 14% casi la mitad de los votos del conjunto de la izquierda. La izquierda de la izquierda se recuperaba de nuevo, después de cuarenta años de vaca flacas.
El 26 de mayo 2019, el PCF y el FdI consiguen solo el 8,8%. Esta vez, juntos, solo suponen un cuarto de los votos de la izquierda. El FdI solo representa el 40% del total de la izquierda en junio de 2017. Pero en la primavera 2019 solo representa una quinta parte.
En nuestro debate en Regards ayer, Raquel Garrido explicó que este resultado decepcionante fue debido al abandono de la trama anti-sistema que había aupado a Jean-Luc Mélenchon en abril de 2017. Personalmente, creo que el éxito no vino de ahí y que, explícita o implícitamente, el núcleo dirigente de la Francia Insumisa a dejado fuera a una gran parte de la izquierda que había elegido votar a Mélenchon.
2. Los estudios disponibles sobre el voto a Mélenchon en 2017 son consistentes y creo que validan la idea del motor "populista" de ese voto. Este sin duda ha recuperado parte de la composición popular de los electores de la izquierda francesa en el pasado. Casi una cuarta parte de las clases populares (obreros y empleados) ha votado a su favor. Hay que tener en cuenta que esta tendencia no es unívoca: mientras que los electorados de Marine Le Pen y Emmanuel Macron están sesgados, en detrimento de las capas medias en un caso, de los sectores populares en el otro, Mélenchon fue capaz de “hablar" a las capas medias, las profesiones intermedias, los empleados y los trabajadores. En una Francia desgarrada por la desigualdad, ¡fue bastante buena señal!
Más del 70% de los empleados y trabajadores fue a votar en estas elecciones presidenciales, en las que la representación popular es menos penalizada que en otras consultas. Pero este voto sociológicamente no obedece sólo a la lógica social. Contrariamente a lo que a veces se dice, la lógica bipolar de la derecha y la izquierda funcionó en abril de 2017 y se nota cuando tomamos en consideración la votación anterior o la fidelidad partidista del voto. Mélenchon primera atrae a la izquierda (incluyendo una cuarta parte del electorado de Hollande de 2012); Macron atrae a otra parte de la izquierda, del centro e incluso un pequeño sector del ‘Sarkozismo’ en descomposición; Le Pen recupera a la inmensa mayoría de sus votantes de 2012 (80%) y absorbe a parte de la derecha. Los trabajadores que votan por Marine Le Pen no son neutrales ideológicamente: la han votado antes ya, o pertenecen a circunscripciones polarizadas por el voto al FN.
Por el contrario, la fuerza de Mélenchon, evidente tras su discurso de 18 de marzo de 2017, en la Plaza de la República, ha buscado renovar un sentido ético y popular que el socialismo gubernamental había agotado. Sin lugar a dudas Mélenchon logró, como Macron y Le Pen, atraer a personas que no reconocen en ningún partido. Pero la experiencia demuestra que esta capacidad se debe a un efecto dominó, y no porque tal o cual candidato no sea ni de derecha ni de izquierda. Los "dudosos" se sienten atraídos por los que encarnan una aspiración profunda y la seguridad en un mundo incierto. Como Mélenchon en 2017.
En 2017, agrupó a la izquierda y no arrastró en la derecha; Martine Le Pen movilizó a la derecha y no mordió en la izquierda; Emmanuel Macron se alimenta principalmente de la izquierda y el centro, y de la derecha en una parte más pequeña. Solo en el poder se moverá más hacia la derecha.
La izquierda sin pueblo
3. ¿Qué nos dicen las últimas elecciones? El hallazgo es cruel, si se cree a los institutos de encuestas Ifop, Harris e Ipsos. El PCF y el FdI consiguen entre el 8 y el 14% de los empleados y trabajadores que votaron. El RN (nueva encarnación de Le Pen) atrae entre un cuarto y la mitad del voto. ¿Es porque RN tiene un discurso "anti-sistema" y el FdI no? ¿Qué es lo que explica que el PS, los Verdes y Génération.s, que todo el mundo considera partidos integrados en el sistema, hayan obtenido más votos en general de empleados y trabajadores que el PCF y el FdI juntos? Sin contar que del 11 al 12% de los trabajadores han optado por la lista defendida por el Presidente que odian...
4.Sabemos que el primer partido de los trabajadores es el de la abstención. Pero entre los trabajadores, los que votan a RN confirman que lo ven como el primer partido de los trabajadores. Hacen esto porque RN se apoya en su resentimiento, ofreciendo soluciones aparentes de sentido común, incluyendo la exclusión de una parte de la población (inmigrantes), y porque la izquierda los ha abandonado durante décadas, después de haber representado sus esperanzas. Es inútil despreciar a este sector que se encuentran bajo la protección de la extrema derecha. Pero no debemos engañarnos: la reconquista no sucederá "imitando" la lógica frentista, sino reemplazando la ira y el resentimiento por la combatividad (lucha colectiva y compromiso personal civil) y la esperanza.
5. Si pasamos de los determinantes sociológicos a los políticos, ¿qué vemos? Los votantes de Mélenchon en 2017 se abstuvieron más que la media (55% frente a 48,7% en promedio). De los que votaron el domingo pasado, entre el 32 y el 36% eligió la lista de del FdI; la lista de la ‘República en marcha’ ha movilizado al 57- 60% de su base y RN recuperó el 78-81% de sus votantes de 2017.
Si se tomando el criterio de la fidelidad, el resultado es el mismo. El 26 de mayo, sólo dos tercios de los simpatizantes del FdI votaron a favor de la lista propuesta por su partido de referencia. ¡El porcentaje correspondiente es del 78% para LREM y el 91% para RN!
En total, el FI pierde votos por la izquierda (30 a 34% de los votantes que votaron antes a Mélenchon lo hicieron por uno de los otros contendientes de partidos de izquierda), una décima parte de sus votantes de 2017 dieron a RN un voto útil "anti-Macron" y no gana nada a izquierda ni derecha. RN mantiene la lealtad de su electorado y algo de la derecha (marginalmente en la izquierda). La REM conserva una pequeña parte del electorado de Macron de 2017 y parte de la derecha. El PCF permanece igual; el FdI pierde y no gana.
RN ha movilizado a la gente de la derecha; el PCF y el FdI no movilizan al pueblo de izquierda. Por lo tanto, el equilibrio interno de la izquierda se desplaza de nuevo, y no a favor de los que, durante casi dos décadas, han encarnado a la izquierda de la izquierda. Esta había recuperado parcialmente la hegemonía de la izquierda. La ha perdido de nuevo. No la recuperará dando la espalda a la izquierda, ni volviendo a sus viejas fórmulas de reagrupamiento. Los Verdes, la fuerza mayoritaria de la izquierda, explican que no hay más que "tres fuerzas: la extrema derecha, los conservadores y nosotros" (Julien Bayou), lo que les acerca más al macronismo que a la izquierda. En este entorno de incertidumbre, encerrarse en un reagrupamiento sin fronteras (que algunos llaman "populista") o una repetición manida de la Unión de la izquierda sería un error.
6. El PCF creyó que un candidato independiente animaría la máquina de voto comunista. Al final, a pesar de una campaña reconocido como muy comprometida y de calidad, no sale de la marginación del voto de las presidenciales en 2002 y 2007 y las legislativas de 2017. Ni la voluntad ni el dinamismo militantes ni la imagen han bastado para estimular el voto, porque es el valor profundo de su organización lo que esta en cuestión estructuralmente.
En cuanto al FdI, es difícil pensar que puede pasar por alto el balance de esos años. En 2017, la campaña presidencial de Jean-Luc Mélenchon dió sentido político y moral a un estado latente de la izquierda. Al hacerlo, recuperó la razón y el corazón de un mundo popular que la izquierda había abandonado y que sufría. Desde entonces, el FdI ha cultivado más que la razón, el espíritu de diferencia, ha preferido denunciar la "casta" en lugar del sistema que produce la diferencia entre "pueblo" y "élite". Ha confundido en un mismo desprecio, la pasión por la unidad - que esta en los orígenes del socialismo - y las fórmulas pereclitadas de la Unión de la izquierda. Si se añade un modo de funcionamiento al menos discutible, hay que concluir lamentando que la dinámica de reagrupamiento de la primavera de 2017 ha sido sustituida por un mecanismo de rupturas, que ha alienado a una parte de la izquierda y frustrado sus esperanzas.
Esa palabra, esperanza, es en última instancia la correcta. Para recuperar una dinámica popular positiva, lo mejor es evitar las palabras que, al apoyar el odio, son causa del resentimiento popular, más que de indignación. Al dejarse caer por esa pendiente, descartamos los que nos une. Y, en última instancia, deja el campo libre a las fuerzas del egoísmo y la amargura. En este juego, la izquierda y el movimiento popular nunca han ganado.