Albino Prada
08/08/2022Los trabajadores en situación social y laboral precaria están alcanzando cifras record en los países que presuntamente definimos como más desarrollados. Este colectivo podemos evaluarlo en la cuantía de contrataciones temporales (tanto en el sector privado como en el sector público), así como en el contingente de desempleados sin una digna cobertura pública. Asalariados temporales y parados sin prestaciones contributivas que son, al mismo tiempo, candidatos directos a engrosar bolsas de exclusión y pobreza. A ellos debemos añadir los ocupados que si bien tienen un contrato no temporal, lo es a tiempo parcial.
Sufren una dependencia que hay que calificar de extrema si tenemos en cuenta que los contratos temporales tienen una duración media en España de seis meses, y que en este tipo de contratos el que lo sean a tiempo parcial venía siendo mucho más frecuente que en los de duración indefinida. Y porque, a mayores, apenas uno de cada diez contratados a tiempo parcial declara explícitamente que no querría un trabajo a tiempo completo. Por lo tanto nueve de cada diez están subordinados a que no se les ofrezca otra cosa.
Como señalo en mi ensayo “Trabajo y Capital en el siglo XXI” en España dicha dependencia extrema -del factor trabajo respecto al capital- era muy elevada en 2019, pues afectaba a una parte muy significativa del total de los trabajadores asalariados (por encima del 40%). También en Proyecto 21 (2017: 10) se estimaba que los trabajadores “atípicos” alcanzaban en España al 40 % del total.
Actualizando los datos de dicha dependencia extrema tanto para el segundo trimestre de 2019 (antes de la pandemia) como para el mismo trimestre de este año 2022 se comprueba algún cambio en la buena dirección.
Pues la dependencia extrema se habría reducido en seis puntos porcentuales (del 49 % al 43 %) sobre todo por la reducción del empleo temporal en el sector privado y del contingente de desempleados que no perciben la prestación contributiva. Lo que permitiría comprobar que es posible alcanzar un mayor y mejor bienestar social sin tanto crecimiento económico.
Un notorio cambio de tendencia aunque aún con cifras por encima del nivel de lo que en su día se catalogó como la sociedad de los tres tercios (Wagner, 1997: 285), y por encima de cuando Gorz (1995: 113) situaba el precariado en el 40 % de los asalariados. Siendo así que Castells y Esping-Andersen (1999: 42) cuantificaban en un 52 % el trabajo no canónico (parcial, temporal) en el Reino Unido, concluyendo que era esta la forma en que la gestión neoliberal de la revolución tecnológica “reparte entre los demás el trabajo que queda” (op. cit. p. 40).
A día de hoy debe añadirse que si bien la reforma laboral del actual Gobierno parece haber embridado el desbocado vector temporal de los contratos, no parece haberlo hecho con el vector a tiempo parcial, pues se comprueba una eclosión de los contratos indefinidos a tiempo parcial. Así en abril de 2022 este tipo de contratos ya eran nada menos que dos tercios de todos los indefinidos.
Fuente: Fuente: El País y SEPE página 10
Este desequilibrio tres meses más tarde era mucho mayor: “En términos acumulados, los contratos indefinidos a tiempo completo alcanzan de enero a julio de este ejercicio un total de 1.608.898, un aumento de 909.417 (130,01%) que en igual periodo del año 2021. Los contratos indefinidos a tiempo parcial suponen un total de 929.137, registrando un aumento de 636.832 (217,87%) en relación al mismo periodo del año anterior”.
De manera que si bien los contratos temporales a tiempo parcial se desploman tras la reforma, pudiera suceder que estén mutando en contratos indefinidos a tiempo parcial. Si comparamos los datos del mes de abril pre-Covid (2019) con el mes de abril de post-reforma laboral (2022), los contratos a tiempo parcial indefinidos se sextuplican, al tiempo que se reducen a la mitad los que eran temporales según el Movimiento Laboral Registrado. Una marea que, de momento, no recoge la Encuesta de Población Activa.
El capitalismo español (singularmente el muy numeroso vinculado al negocio turístico y a los servicios en general) estaría adaptándose así al nuevo marco regulatorio: con más contratos indefinidos (que no fijos) pero a costa de que sean cada vez más a tiempo (nominalmente) parcial.
En resumen: la buena noticia es que se observa una reducción directa de lo que hemos llamado dependencia extrema (precariado) en España, la no tan buena es que en nuestro país podría estar mutando un vector de dependencia asociado a una reducida duración del contrato por otra dependencia –no menor- centrada en no acceder a contratos a tiempo completo.