En Europa Central y Oriental, florece la retórica “por la paz” en Ucrania

Corentin Léotard

30/11/2024

Desde Hungría hasta Rumanía, pasando por Eslovaquia, los políticos acusados de “prorrusos” por sus oponentes obtienen grandes éxitos electorales con una retórica pacifista sobre Ucrania. La división geopolítica Este-Oeste suplanta a las cuestiones sociales en los discursos.

"Esta noche, el pueblo rumano ha pedido la paz” en Ucrania, se felicitó Călin Georgescu, ganador de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Rumanía el 24 de noviembre, con el 23% de los votos. “La invasión de Rumanía por parte de Rusia ha comenzado”, reaccionó el periodista y ensayista Cristian Tudor Popescu.

Un mes antes, el 26 de octubre, el partido Sueño Georgiano, alineado con Moscú, ganó el 54% de los votos en las elecciones legislativas de Georgia al atemorizar a los votantes: “Elegir la paz". El húngaro Viktor Orbán se había apresurado a ir a Tibilisi un día después con la gorra de la presidencia húngara de la Unión Europea para legitimar las disputadas elecciones. “Nadie quiere destruir su propio país y arrastrarlo a una guerra sin sentido, por eso entendemos la decisión del pueblo georgiano que votó por la paz”, dijo.

El propio primer ministro húngaro fue reelegido por cuarta vez consecutiva en la primavera de 2022 con el mismo resultadodel 54% y presentándose como el candidato de la paz contra un supuesto "partido de la guerra". Mientras tanto, en el otoño de 2023, Robert Fico recuperaba el poder en Eslovaquia con consignas “pro-paz” que parecían haber sido escritas en Budapest. Una retórica también escuchada al otro lado del Atlántico con motivo de la elección de Donald Trump.

Una poderosa polarización geopolítica

La guerra rusa en Ucrania y el tira y afloja entre Rusia y Occidente han consolidado la división geopolítica en los países de Europa Central y Oriental. Enfrenta a las fuerzas nacionalistas y conservadoras, partidarias en diversos grados del statu quo de antes de la guerra o de un acercamiento a Moscú, y a las fuerzas liberales, de izquierda y derecha, que confían en la Unión Europea y la OTAN. En los distintos paises, cada bando desarrolla una narrativa similar: los nacionalistas quieren imponer una elección entre la paz (ellos) y la guerra, mientras que los liberales llaman a elegir entre Occidente (ellos) y Oriente.

Estas dos polarizaciones son muy poderosas electoralmente, dada la ansiedad generada por la relativa proximidad geográfica al conflicto. No hay duda de que todo el mundo quiere la paz y nadie, con raras excepciones, quiere "volver al Este", treinta años después de haber salido del seno soviético y haber comenzado el "regreso a Occidente" o el "regreso a Europa", según las expresiones consagradas en el antiguo "bloque del Este".

Como suele ocurrir, el húngaro Viktor Orbán fue un precursor. Desestabilizado por la agresión a Ucrania cometida por su aliado Putin, rápidamente dio la vuelta a la situación a su favor al hacerse el candidato de la paz contra un "campo de la guerra" que incluye a todos sus oponentes. Una postura que ahora se extiende en toda la región: “Debemos mantenernos fuera de la guerra”“No es nuestra guerra”“Debemos defender nuestros propios intereses”.

Si bien la antigua Europa del Este tiene en común haber pasado gran parte de la segunda mitad del siglo XX bajo el dominio soviético, sigue siendo heterogénea, incluso en su relación con Rusia. Por ejemplo, los rumanos y, a fortiori, los húngaros no comparten los temores de los polacos a ser invadidos por Rusia. Los eslovacos, especialmente las personas mayores, encuentran una cercanía cultural con los rusos y se distinguen por una marcada nostalgia por la época socialista que es difícil de encontrar entre sus vecinos polacos y húngaros.

Conspiracionismo y desinformación

La epidemia de Covid-19 ha sido un catalizador del desmoronamiento democrático. Provocó una mayor mortalidad en el este que en el oeste del continente, se tradujo en una pérdida de confianza en las autoridades y aceleró los procesos de desinformación. “El covid ha sido un trampolín para la complosfera”, dice Peter Bardy, redactor jefe de Aktuality.sk, el principal portal de noticias independiente de Eslovaquia. Las personas mayores rompieron su aislamiento en Facebook para comunicarse con la familia y los políticos rápidamente aprovecharon el potencial de estos nuevos usuarios de Internet.

Los movimientos "antivacunas" han arado el terreno para la extrema derecha y la guerra en Ucrania ha multiplicado por diez la desinformación, transmitida por una miríada de sitios web, páginas de Facebook y canales de YouTube que transmiten la narrativa de Moscú, la mayoría de las veces sin vínculos o financiación probadas de Rusia.

Al igual que en Hungría, fueron principalmente las personas mayores las que compraron en Eslovaquia los discursos “pro-paz” de Robert Fico. En Rumanía, una encuesta a pie de urnas, realizada el día de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, revela por el contrario que Călin Georgescu obtuvo sus mejores puntuaciones entre los jóvenes activos, sin distinción de género, a través de la red social TikTok (una empresa china).

Resentimientos anti-Occidental

El complejo de inferioridad de los "pequeños estados de Europa del Este" -como los apoda el ensayista húngaro István Bibó- y la sensación de que solo son europeos de segunda clase persisten, incluso en los países que se integraron en la Unión Europea (UE) hace ya veinte años.

Permanecer fuera del espacio Schengen (hasta el 1 de enero de 2025), por ejemplo, ha creado una enorme frustración entre los ciudadanos rumanos. Las revelaciones de que las multinacionales agroalimentarias ofrecen productos de menor calidad a los habitantes de Europa Central se han vivido como la confirmación de un doble rasero.

Los nacionalistas saben apoderarse de estos resentimientos, proponiendo una venganza de la periferia contra el centro, de los dominados contra los dominantes, de la gente sencilla y de sentido común contra las élites. “Levantar la cabeza”, defendió el partido Ley y Justicia (PiS) en Polonia. “Descuperar nuestro honor y nuestra dignidad de nación”, proclama hoy Georgescu en Rumanía.

Este cuestionamiento de Occidente como única brújula, o incluso la hostilidad expresada contra él, alimenta un soberanismo contra la Unión Europea y a los Estados Unidos. Hace de su principal oponente, Vladimir Putin, pero ahora también de Donald Trump, la encarnación de una alternativa. “El discurso público era 90% pro-occidental en Rumanía, pero esto ha disminuido porque estos soberanistas representados por Georgescu y AUR [partido nacional-conservador - ndlr] encuentran una fascinación por Rusia. No por su cultura, sino por su régimen autoritario, por admiración por Putin, visto como el líder fuerte, que habla de los valores nacionales cristianos ”, analiza Silvia Marton, profesora de la Universidad de Ciencias Políticas de Bucarest.

“Georgescu es una de las voces más prorrusas en un panorama político tradicionalmente antiruso y se presenta como el salvador, contra el mundo europeo moralmente corrupto y decadente”, explica Silvia Marton. Agita toda la gama iliberal de moda en Budapest, Bratislava y pronto en Washington: se trata de blandir el cristianismo y el tradicionalismo contra la inmigración y el mestizaje, contra el movimiento LGBT+ y las cuestiones de género.

Este distanciamiento de Occidente permite a partidos gobernantes como Fidesz en Hungría, Smer en Eslovaquia y Sueño Georgiano en Georgia, lograr dar un giro: pasar por extraños contra un orden mundial liberal, como David contra Goliat, aunque hayan estado en el poder durante más de una década. Como explicó Robert Fico a Donald Trump por teléfono el miércoles, quisieron silenciarlo disparándole varias balas en mayo porque está a favor de la paz en Ucrania.

Una polarización que margina las cuestiones sociales

La etiqueta de “proruso”, útil para descalificar al oponente de forma fácil, a veces resulta abusiva. El caso checo ilustra la creación de una polarización ficticia destinada a suplantar las cuestiones sociales. El ex primer ministro Andrej Babiš, autoproclamado representante de la “gente común”, reclama la paz para diferenciarse del apoyo incondicional del gobierno de Petr Fiala a Kyiv. A cambio, este último le estigmatiza como "prorruso" para desviar la atención de sus propios fracasos e intentar frustrar su anunciado regreso al poder el próximo año. 

“Con su software ideológico heredado de la década de 1990, el gobierno checo apoya incondicionalmente a Ucrania por un lado, pero por otro se muestra incapaz de reaccionar a las dificultades económicas, la inflación, las crecientes desigualdades, respondiendo solo a través del mercado, la competencia y la privatización de los servicios públicos”, analiza Jana Vargovčíková, profesora del Inalco. Eso crea frustración en un mundo post-covid, con una guerra a las puertas del país".

De hecho, al igual que en los Estados Unidos, el coste de la vida se ha disparado en los últimos años, reduciendo a nada la mejora económica de la última década para las clases bajas y medias. La invasión rusa de Ucrania ha contribuido a alimentar niveles de inflación muy superiores a los observados en el oeste del continente: + 15% a finales de 2022 en Rumanía y República Checa, + 25% en primavera de 2023 en Hungría (y + 40% en alimentos), según datos del Banco Central Europeo.

 

Redactor jefe del Courrier d’Europe centrale y corresponsal para diversos medios de la prensa francófona (La Libre Belgique, Ouest-France, Mediapart, La Tribune de Genève). Diplomado del Institut français de Géopolitique (Paris VIII), reside en Budapest desde 2009.
Fuente:
https://www.mediapart.fr/journal/international/301124/en-europe-centrale-et-orientale-la-rhetorique-pour-la-paix-en-ukraine-fait-flores
Temática: 
Traducción:
Enrique García

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