Albino Prada
18/12/2023La población ocupada en las actividades alimentarias (aquí manejaré la población rural que estiman las estadísticas del Banco Mundial) ha registrado un declive espectacular a escala mundial entre los años 1960 y 2022: pasando del 66 % al 43 % de la población total. Declive que en España supuso pasar del 43 % en 1960 al 19 % en 2022. En ambos casos son veinte puntos porcentuales respecto al nivel inicial, lo que para España se traduce en caer a la mitad. Esto así tanto en un caso como en el otro el incremento de las producciones agrarias durante esos sesenta años no puede entenderse sino con una sustitución de fuerzas humanas y animales por maquinaria y combustibles fósiles. Una metamorfosis acelerada por la lógica del capital y las finanzas aplicada a los mercados alimentarios.
Así se entiende que los indicadores de maquinaria agrícola (tractores por cada 100 km2 de tierra cultivable) se duplicasen a escala mundial (de 100 a 200), mientras que en España ya hemos alcanzado nada menos que los 831. Aunque en este indicador el Banco Mundial no pondera las unidades de tractores por su potencia, es obvio que el consumo de hidrocarburos se disparó con semejante intensidad y, de resultas, los impactos ambientales derivados de su uso (tanto locales como globales). El Banco Mundial también ofrece datos crecientes de consumos de fertilizantes (kg. por hectárea cultivada, ver aquí) que en no pocas ocasiones derivan también en consumo de hidrocarburos.
Para grandes economías clave -a escala mundial- los datos anteriores sobre la mutación de trabajo humano en potencia mecánica y fertilizantes asociados a esta metamorfosis del mundo rural los resumo a continuación en un recuadro.
Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial
Entre las grandes economías mundiales EE.UU. y la Unión Europea ya partían de una población rural por debajo del 50 % del total en 1960 reduciendo su peso1 a un entorno del 20 % en 2020, pero la contrapartida de ese ahorro de mano de obra humana lo tenemos a la vista en un índice de mecanización que si ya duplicaba en 1960 la media mundial, en 2022 en la UE llega a triplicarla. Algo semejante sucede con el uso de fertilizantes2.
Estamos ante dos trastiendas o caras ocultas que permiten, con una muy inferior cuota de población rural, ampliar la escala de producción alimentaria. Por su parte China, y sobre todo India, se nos revelan como dos gigantescas sociedades en las que comprobamos que la alta cuota de población rural (tanto en 1960 como en 2022 respecto a la media mundial) aún coexiste con una menor mecanización agraria.
Los datos de consumo de energía (toneladas equivalentes de petroleo -TEP- per cápita) a escala mundial traducen esa mutación y mecanización agraria -con el concurso de otras muchas otras actividade industriales y manufactureras- con un incremento de 1,3 TEP a 1,9 TEP. en esos sesenta años.
Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial
Pero, de nuevo, la escasa cuota de población rural en Estados Unidos o la Unión Europea tanto en 1960 como, aún más, en 2022 respecto a la media mundial solo es posible con un consumo de energía (en TEP por habitante) muy por encima de la media (en EE.UU. el triple) y, por tanto, con unas emisiones contaminantes que durante esos sesenta años explicarán nuestros actuales problemas de colapso climático. Una trastienda energética de nuestro milagro alimentario capitalista (durante décadas y en ua parte privilegiada del mundo) que lo convierten en claramente insostenible.
China y, sobre todo, India nos ponen ante la evidencia de que evitar esa bulimia energética de hidrocarburos (y su colapso climático asociado) solo es posible en un mundo rural y con un modelo alimentario donde el trabajo humano directo y las proteínas vegetales sean más determinantes que los derivados del petróleo y las orientaciones ganaderas. Porque si China e India llegasen a igualar nuestro milagroso modelo alimentario los requerimientos energéticos globales -y sus consecuencias ambientales derivadas- serían descomunales.
En este punto conviene tomar buena nota de que entre los años 1975-2021 (en algo más de cuarenta años) la población total mundial pasó de 3.500 a 7.800 millones de habitantes. Lo que quiere decir que se duplicó en apenas cuarenta años, acorde al ritmo de duplicación que consideraba Malthus3 en el ya lejano año de 1793. Algo que por sí solo descalifica al Colin Clark que en el año 1975 afirmaba tajante4: “Malthus estaba equivocado en todas sus afirmaciones”.
Otra cosa es que una tal explosión demográfica pueda, o no, calificarse como superpoblación en relación a los recursos agrarios y energéticos del planeta. De momento sí sabemos dos cosas: que esa explosión convive con crecientes colectivos humanos infraalimentados por un lado y, por otro (como aquí hemos visto), con impactos ambientales insostenibles asociados a la bulimia alimentaria de la parte más privilegiada de la humanidad. Impactos que, para mayor oprobio, están provocando ya millones de refugiados climáticos en sociedades que poco o nada tuvieron que ver con tal modelo alimentario.
1 Entre 1913 y 1950 Colin Clark estimó que en Estados Unidos se había pasado de un 30 % a apenas un 10 % de trabajo agrícola, aunque al mismo tiempo el producto agrícola por hora de trabajo se habría triplicado (en p. 99, 289 y 532 de su “Las condiciones del progreso económico”, cito por la edición de Alianza Editorial, Madrid, 1980)
2 En la citada obra Colin Clark (p. 297) entre 1934 y 1951 ya registraba que el consumo de fertilizantes en EE.UU. (por ocupado y año) se había cuadriplicado.
3 T.R. Malthus (1793:60), “Primer ensayo sobre la población”, cito por la edición de Alianza Editorial, Barcelona, 1993
4 Colin Clark (1975: 94), “El mito de la superpoblación”, Monte Ávila, Caracas