El "poder global"

José Luis Fiori

14/10/2007

“La esperanza y la predicción, aunque inseparables, no son lo mismo,  toda predicción sobre el mundo real se apoya en alguna clase de inferencias sobre el futuro, a partir de lo que ha sucedido en el pasado, es decir, a partir de la historia”. Eric Hobsbawm, Sobre la Historia, Editorial Crítica, Barcelona.

En la década de los ´70, del siglo XX, se discutió mucho sobre la “crisis de la hegemonía norteamericana”. Fue en el tiempo de la derrota de los Estados Unidos en Vietnam, de la crisis del “patrón dólar”, del aumento del precio del petróleo y del fin del crecimiento económico acelerado de la posguerra. Y fue también el tiempo de la revolución Sandinista en Nicaragua, de la revolución islámica en Irán y de la invasión soviética a Afganistán; consideradas en la época, grandes derrotas de la política externa norteamericana. Hoy, casi cuarenta años después, se vuelve a hablar con insistencia de la declinación del poder mundial de los Estados Unidos.

El historiador inglés, Eric Hobsbawm, afirmó en una entrevista reciente que el “proyecto americano está quebrando” y que la “superioridad de los Estados Unidos es un fenómeno pasajero” (1).  Casi en la misma línea, el economista italiano, Giovanni Arrighi, defiende la tesis que la “hegemonía norteamericana” está viviendo una “crisis terminal”, luego del “fracaso del proyecto neo-conservador en Irak”, y después que "los Estados Unidos dejaron de ser un estado hegemónico, que creaba orden, para tornarse en una fuerza de caos y desorden” (2). En el caso del sociólogo norteamericano, Immanuel Wallerstein, la previsión es todavía más radical: lo que está en crisis debe terminar a mediados del siglo XXI, no es apenas la hegemonía norteamericana, es el propio “sistema mundial moderno”,  que se formó a partir de Europa, después del  siglo XVI (3). Sin embargo, ninguno de estos autores consigue definir con precisión lo que es una “crisis terminal”, del poder y de la superioridad norteamericana, o del propio “sistema mundial moderno, del que habla Wallerstein. ¿Por qué se trataría de una “crisis terminal”, y no, apenas, de una crisis cíclica o pasajera? Además de eso, sí en realidad fuese “terminal” ¿cuál sería su duración o su desenlace? Y lo que es más importante ¿qué pasaría en el mundo durante ese período de transición y de espera del “juicio final”?

En realidad, el punto flaco de todas estas predicciones no está en su análisis de la coyuntura internacional sino en la teoría en que se apoyan sus proyecciones de largo plazo: la hipótesis de que el “sistema mundial moderno requiere la existencia de “potencias hegemónicas” sucesivas, para mantener su orden político y el buen funcionamiento de su economía internacional.

Dentro de esta teoría de las “sucesiones hegemónicas”, el “líder” o “hegemón” aparece en la historia como una especie de “respuesta funcional” al problema de la “ingobernabilidad” de un sistema que es anárquico, porque está formado por Estados nacionales soberanos. Por ello, en general, esta teoría destaca las contribuciones positivas del “hegemón” para el buen funcionamiento y para el “gobierno global” del sistema, sin prestar mayor atención a la dinámica contradictoria de las relaciones existentes entre el “hegemón”  y los demás Estados que participan del sistema mundial. Asimismo esta teoría funcional y evolucionista de la “hegemonía” no consigue dar cuenta del movimiento continuo de competencia, lucha y expansión de los Estados y de las economías nacionales que ya conquistaron la condición de “grandes potencias”, y forman parte del “núcleo central” de todo el sistema, aunque siguen compitiendo entre sí, igualmente en los períodos que aparentan una alta “tranquilidad hegemónica”. De ahí su dificultad para comprender situaciones de conflicto y de ruptura, y la prisa con que estos análisis y previsiones anuncian “crisis terminales”, en cada nueva turbulencia económica, guerra o derrota del “hegemón”, sin considerar la posibilidad de que estas crisis y guerras pueden formar parte del mismo proceso de reproducción y expansión del poder y la riqueza del propio “hegemón”, que no fue electo para ser representante ni para cuidar los intereses generales de la humanidad.

La crítica de esta teoría de la “hegemonía mundial” y de estas previsiones basadas en la hipótesis de los “ciclos hegemónicos”, está en el origen del concepto y de la investigación sobre el “poder global” (4): un modo de mirar y analizar el sistema político mundial y sus relaciones con la internacionalización capitalista, que privilegia el conflicto y las contradicciones del sistema más que sus relaciones funcionales. Desde la perspectiva del “poder global”, el sistema mundial es “una máquina de acumulación de poder y de riqueza”, y su motor la competencia y la guerra, entre sus Estados y economías nacionales. Dentro de este “sistema mundial”  no existen países satisfechos, todos son siempre expansivos, en particular, las “grandes potencias” que ya están en los primeros puestos del poder y de la riqueza mundiales. Por esto, ese sistema puede ser comparado con un “universo” en expansión continua, donde todas las potencias que luchan por el poder global, están siempre creando - al mismo tiempo - orden y desorden, expansión y crisis, paz y guerra. Y como consecuencia, se puede afirmar con toda certeza que dentro de este universo, o sea, dentro del “sistema mundial moderno”, nunca hubo ni habrá “paz perpetua”, ni hegemonía estable. Por el contrario, desde nuestro punto de vista, lo que ordena y “estabiliza” las relaciones jerárquicas internas del sistema mundial, paradójicamente, es la existencia de “ejes conflictivos crónicos”, junto con la permanente posibilidad de una nueva guerra entre las grandes potencias.

En consecuencia, desde el punto de vista del “poder global”, desorden, crisis y guerra no son, por sí mismos, un anuncio del “fin”,  constituyen una parte necesaria del movimiento de expansión del sistema mundial.

Y desde ese mismo punto de vista, hablar de una “crisis terminal”, con fecha marcada, de un poder hegemónico o del propio “sistema mundial moderno” es un absurdo teórico e histórico. Hasta porque durante el tiempo de espera de la “hora final”, lo más probable es que el sistema siga enfrentando y superando crisis económicas, como en toda la historia de la internacionalización capitalista, y situaciones de guerra como en toda la historia geopolítica de las naciones, inaugurada por la Paz de Westfalia, en 1648. Y, por lo tanto, con relación a este tiempo de espera, todas estas previsiones “terminales” son absolutamente inútiles.

NOTAS: 1) Entrevista a la Folha de Sâo Paulo, 30-09-2007. 2) Entrevista a la Folha de Sâo Paulo, 02-09-2007. 3) Entrevista al Jornal O Globo, 18-08-2007. 4) Fiori, José Luis, O Pode Global e a Nova Geopolítica das Naçôes, Editora Boitempo, Sâo Paulo, 2007.

José Luis Fiori, profesor de economía y ciencia política en la Universidad pública de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

Tradución para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez

Fuente:
www.sinpermiso.info, 14 octubre 2007

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