Enric Bárcena
21/10/2018Tras la victoria hace escasamente un año, de Emmanuel Macron en Francia (hay que recordar que la presidencia francesa se disputó en la segunda vuelta entre el neoliberalismo de Macron y la extrema derecha de Marine Le Pen) la política gala se enfrenta próximamente a dos importantes citas electorales. Las elecciones europeas de 2019 y en especial, las municipales de 2020. El escenario municipal cobra una relevancia singular ya que va a permitir medir la capacidad de implantación territorial de las propuestas de Macron (En Marche) y de Mélenchon (La France Insoumise) y, fundamentalmente, tomar la temperatura a la extrema derecha de Le Pen, alentada por las políticas extremistas de los gobiernos de Italia y otros países del este europeo.
En este contexto, durante la tercera semana de agosto, tuvieron lugar en Grenoble y Marsella dos encuentros significativos de la izquierda francesa. El primero fue la Université d’Eté rebelle et solidaire des mouvements sociaux et citoyens (La Universidad de Verano rebelde y solidaria de los movimientos sociales y ciudadanos) en el que participaron unos 300 colectivos de toda Francia. El segundo, la escuela de verano de La France Insoumise, el partido de izquierda liderado por Jean Luc Melénchon, que destacó por sus significativos resultados en las presidenciales del año anterior y que cuenta actualmente con 17 diputados en la Asamblea Nacional. Dos encuentros políticos impulsados por organizaciones de naturaleza distinta, pero con objetivos coincidentes y necesidades compartidas.
No fue casual la elección de Grenoble y Marsella como sedes. Representan dos símbolos del espacio político a la izquierda del maltrecho partido socialista francés. La primera, encabezada por el alcalde verde Piolle, encarna un modelo de políticas transformadoras y ecologistas. La segunda, ciudad históricamente obrera e industrial, es hoy lugar disputado entre la extrema derecha y La France Insoumise que la ha convertido en la ciudad sede de sus más destacados eventos.
En ambos encuentros, como es habitual en los foros políticos y sociales de la izquierda alternativa europea, tuvimos una presencia destacada los representantes de Barcelona en Comú y del resto de confluencias de las Ciudades del Cambio como A Coruña, Zaragoza, Valencia y Madrid. Nuestro espacio genera interés en sectores diversos gracias, no sólo por su capacidad de ganar elecciones, sino, sobre todo, por conseguirlo a través de nuevas formas de hacer política.
Y es que la experiencia del municipalismo en España ha cobrado una relevancia importante en Francia últimamente, ya que se percibe la necesidad de establecer nuevos y diferentes vínculos entre los movimientos sociales y la política. Se es consciente de la importancia de dar prioridad a las luchas en los barrios populares, principalmente centradas en cuestiones como el acceso a la vivienda, el derecho a la ciudad, la defensa de los bienes comunes o la acogida de refugiados. Se requiere agregar y movilizar por objetivos compartidos, articular un tipo de acciones con finalidades claras y concretas que sumen a los vecinos, que crezcan por la ciudad y, conectándose entre ciudades, deriven en mareas ciudadanas. En el encuentro de Marsella, se ponía como ejemplo el de los vecinos de un barrio de la ciudad que se han organizado para defender y reparar su escuela del deterioro en que se encuentra. En Grenoble, movimientos vecinales marselleses contra la gentrificación decidían conjuntamente estrategias de coordinación. Ahí está la clave, en estimular la autoorganización y la movilización de los vecinos, sustrato imprescindible para la
constitución de candidaturas ciudadanas.
Las mismas preguntas recorren los cónclaves de debate de la izquierda alternativa francesa: ¿Cómo movilizar los barrios populares de las principales urbes francesas? ¿Cuál es la mejor metodología y organización para ello? ¿Cómo se establece una adecuada relación entre los movimientos sociales y las organizaciones políticas? ¿Cómo ganar elecciones? Las respuestas están en las experiencias municipalistas de mayor éxito y
alcance reciente: las confluencias de las ciudades del cambio españolas, convertidas en un referente internacional. Frente a los retos descritos anteriormente, hallan respuestas en la capacidad de éstas de articular candidaturas y confluencias plurales en las que se han incluido personas provenientes de movimientos y partidos políticos mediante plataformas ciudadanas que alcanzaron el poder movilizando la ciudadanía.
Las políticas contra la contaminación de Madrid o Barcelona, la apuesta por la movilidad sostenible en Valencia y Zaragoza, la regulación de los alojamientos turísticos en Barcelona y Palma, los encuentros periódicos de los alcaldes con vecinos como el Dillo te en A Coruña, o la firme defensa de la acogida de refugiados por todas ellas, y, en particular, las políticas valientes frente a las élites económicas y las grandes empresas de Barcelona (las multas a los bancos, la constitución de una eléctrica pública o la obligatoriedad de dedicar una de cada 3 nuevas viviendas a uso social…) son algunos ejemplos de políticas de referencia que espolean el ánimo frente a la austeridad y la extrema derecha.
En estos encuentros, las personas que hemos participado hemos podido explicar nuestras experiencias, la innovación y las dificultades para ejecutar una agenda política valiente y solvente, marcada por una interacción constante con los movimientos sociales y la ciudadanía no organizada y en la que las propias organizaciones políticas tienen como misión lograr e impulsar esa abertura e interacción de manera constante.
Otro elemento de referencia para este movimiento municipalista francés es la experiencia de la izquierda radical americana con un fuerte componente de base, ciudadano y comunitario que ha conseguido con sus innovadoras técnicas de movilización social activar el voto de muchos electores que han sido decisivos en la elección de candidatos alternativos al establishment del Partido Demócrata, convirtiéndose, además en referentes, en la articulación de las alternativas al trumpismo ( Al respecto hay que leer Kate S. Baird
Estados Unidos, tierra fértil para un nuevo municipalismo ). Estas dos patas, el demostrativo municipalismo del cambio español y los éxitos metodológicos de los movimientos americanos son un referente y una inspiración para afrontar y dar respuesta a los retos de la izquierda que se han hecho visibles en estos encuentros en Grenoble y Marsella.
Este internacionalismo al que nos referimos no son solo palabras o buenas intenciones, son referentes prácticos e iniciativas de colaboración y de intercambio. El ejemplo más evidente fue el Encuentro de Ciudades sin Miedo (Fearless Cities) celebrado en Barcelona en junio de 2017, que reunió a representantes municipales de los cinco continentes. La experiencia ha continuado este año con encuentros en Varsovia y Bruselas, con una especial mención, por su impacto, el celebrado en julio en Nueva York y el que se celebrará en noviembre en Valparaíso (Chile). El conjunto de estas actividades está permitiendo tejer redes de
solidaridad internacionalista, de un intercambio constante de aprendizajes, rompiendo fronteras físicas y mentales y compartiendo la lucha por los bienes comunes de la ciudadanía, la respuesta a los problemas de especulación en torno a la vivienda (generalizado en las grandes ciudades globalizadas de todo el mundo) el turismo masivo, los problemas medioambientales, etc. El tiempo y la experiencia dirá qué de nuevo y
positivo aportarán estas redes.
Ciertamente, queda mucho por hacer y hay muchas incógnitas. Está por ver la capacidad que finalmente la izquierda francesa pueda demostrar para articular un despliegue local desbordante y agregador, que sume -a partir de propuestas netamente municipalistas- a partidos y movimientos ciudadanos, que vaya más allá de sus propios límites para alcanzar el mayor número posible de alcaldías, logrando cambiar y condicionar la agenda política francesa desde lo local, como sucede desde 2015 en España.
Tras las heridas económicas y sociales dejadas por el neoliberalismo y las políticas de austeridad aplicadas, se cierne ahora sobre la mayoría de países la amenaza de la extrema derecha y el fascismo. Frente a una Europa que está sumiéndose en el miedo y el repliegue nacional e identitario, el municipalismo internacionalista puede contribuir a cambiar el rumbo, construyendo una alternativa política basada en la cooperación, la solidaridad y la esperanza.
Para ello será determinante lo que suceda en 2020 en Francia, pero antes, sin duda, será tanto o más determinante lo que pase electoralmente el próximo mayo en España con la alternativa política que representan Madrid, Barcelona y todas las ciudades del cambio.