Albino Prada
19/02/2025
Se suceden las noticias del otro lado del Atlántico que nos informan de medidas drásticas para reducir el empleo público despidiendo cientos de miles de trabajadores, según un decreto firmado por Trump en compañía de Elon Musk (titulado “Implementación de la Iniciativa de Optimización de la Fuerza Laboral”), en el que se acuerda no contratar más de un empleado por cada cuatro que cesen (por jubilación) e iniciar reducciones a gran escala de la fuerza laboral en todos los niveles de Gobierno. Incluso amenazando a los jueces que se opongan a estas medidas.
Mientras tanto en España afortunadamente seguimos reforzando los servicios públicos convocando oposiciones de nuevas plazas (siempre insuficientes en sanidad, enseñanza, justicia, etc.) y con la asignatura pendiente de una alta temporalidad. Aunque, en sentido contrario, también sea noticia preocupante que una parte de los funcionarios se niegan a tener como única opción la sanidad pública, lo que en nada ayuda a reforzar sus plantillas como se debiera.
En este contexto pudiera ser que no pocos de esos funcionarios -y de la población en general- apoyaran opciones políticas con una agenda trumpista para España. Lo que a mi juicio sería un monumental contrasentido para su empleo actual, para su potencial empleo o el de sus hijos (basta ver la afluencia a tribunales de selección de oposiciones en todas las provincias) y para la mejor cobertura de sus servicios públicos.
Es por eso que creo relevante presentar aquí un breve diagnóstico comparativo de España (datos INE) y Francia (datos INSEE) en relación a los de Estados Unidos (datos BEA) en cuanto al empleo público. Comparo con Estados Unidos por las razones que refería al comienzo, y porque no cuenta con una buena salud de sus servicios públicos (ni sanitarios, ni educativos, ni de protección social, seguridad, justicia, etc.) y con Francia porque, con una mejor cobertura que la nuestra en servicios públicos, parecen tener muchas posibilidades de permitir llegar a la presidencia de aquél país a una trumpista declarada.
Digo que Estados Unidos no cuenta con una buena salud de sus servicios públicos porque, por ejemplo, la esperanza media de vida actual es allí de 78,2 años mientras que es de 83,9 años en España, o porque los años medios esperados de escolaridad son de 16,4 en Estados Unidos y de 17,8 en España (datos IDH-PNUD, p. 274). Con lo que en vez de caminar en la dirección de mejorar, nos empeñaríamos en parecernos a quién lo hace peor. Y son cifras medias, no digamos para los sectores más desfavorecidos de la población.
Lo que sigue se redacta con intención de sacar conclusiones y de que nadie se lleve a engaño de lo que pueda provocar con su voto en el futuro. Para ello en el siguiente gráfico resumo la situación actual relativa en términos porcentuales (porcentaje de empleo público sobre el total) para los tres países.
Si en Estados Unidos con un 14,7 % de empleo público se quiere reducir drásticamente el mismo es fácil imaginar lo que un programa trumpista (de nuestras derechas políticas y económicas) haría. Para ajustarnos al modelo de “bienestar” norteamericano y reducir esos dos puntos porcentuales de diferencia. Tal cosa implicaría reducir (despedir) a casi cuatrocientos mil empleados públicos en España. Pero, como quiera que ese 14,7 % se considera incluso excesivo en Estados Unidos por sus actuales gobernantes el ajuste en el caso de España podría muy bien alcanzar una reducción del empleo público en cerca de un millón de personas. Pasando de 3,5 millones de empleados en la actualidad a 2,5 millones a iniciativa de nuestros trumpistas declarados o camuflados.
Consecuencias de aplicarse el “modelo norteamericano” y la “hoja de ruta” neoliberal extrema de reducir el Estado a su mínima expresión para, a poder ser tirarlo por el fregadero, y que cada cual se arregle con su bolsillo. Un modelo y una hoja que podría muy bien incluso ser apoyada por una parte de aquellos que sufrirían sus consecuencias, en forma de menores probabilidades de empleo y en peor atención de sus servicios públicos.
El ajuste que debieran abrazar los lepenistas-trumpistas franceses aún sería más estratosférico (para ajustarse al modelo y hoja de ruta norteamericano) pues supondría reducir su empleo público en dos millones de personas, pasando de los actuales seis millones a apenas cuatro millones. Sería bueno que estas cosas se aclarasen desde ya por sus potenciales protagonistas electorales también por aquellas latitudes.
Bien al contrario. Si la hoja de ruta para España pasase por acercarse al modelo actual francés (que nos supera en bienestar social) lejos de reducir el empleo público debiéramos incrementarlo en 1,2 millones de ocupados, pasando de los actuales 3,5 millones a 4,7 millones (con un 22 % del empleo público sobre el total).
No me parece excesivo marcarnos como meta que uno de cada cuatro empleos lo sean en el sector público, fundamentalmente en los servicios, en un mundo y en un país en el que somos a cada paso más capaces de producir todos los bienes materiales que necesitamos (alimentarios, energía, construcción, manufacturas) con menos empleo humano directo.