Sam Pizzigati
27/07/2008En el año 2000 aparentemente el mercado estableció que Jack Welsh mereció 1445 millones de dólares por su trabajo en General Electric. Esta cantidad equivalía aproximadamente a 3.500 veces los ingresos de una familia media estadounidense.
El aclamado ejecutivo Jack Welch se ha desmelenado en su jubilación. Parece tener una nueva misión en la vida: defender ante todo la compensación ejecutiva empresarial.
Detrás de cada gran fortuna, dijo una vez el gran novelista francés Honoré de Balzac, yace un crimen. Si no puedes ver el crimen, sugiere el ganador del Premio Pulitzer el estadounidense David Cay Johnston, es porque no se ha observado lo suficientemente bien.
Johnston es conocido desde hace años como un destacado reportero en temas de fiscalidad. En libros y artículos Johnston nos ha ayudado a entender como las fortunas más ricas se construyeron descaradamente mediante la evasión de impuestos.
Johnston dejó recientemente el Times y ahora escribe una columna periódicamente para el Tax Notes, el periódico nacional líder para profesionales de la fiscalidad. Su último objetivo investigativo: General Electric. Parece que los representantes de GE en Brasil invirtieron años tramando la salida de decenas de millones de dólares tal vez mucho más en impuestos.
El episodio completo, dice Johnston ofrece un raro y cándido método de como, bajo la mesa, los ejecutivos, gestores y abogados de GE urdieron una evidente trampa fiscal sistemática que floreció durante muchos años.
Durante más del último cuarto de siglo, el mayor beneficiario de las ganancias de GE ha sido Jack Welch, el ejecutivo de General Electric que se retiró en el 2001 con una fortuna estimada de entre 456 y 800 millones de dólares.
Welch está muy ocupado en su jubilación. Está escribiendo como columnista en varios periódicos a internacionales con su actual pareja, la antigua editora del Harvard Business Review Suzy Wetlaufer.
La columna lleva un simpático título, Ganar con Jack y Suzy, y regularmente mezcla consejos de negocio para poderosos con furibundas exposiciones de la filosofía política y económica de Welch. El último capítulo, por ejemplo, lo caracteriza una cargada y desvergonzada defensa de las contemporáneas compensaciones corporativas empresariales para ejecutivos.
Sí, reconocen Jack y Suzy, la mayoría de los ejecutivos hacen montañas de dinero y a veces hacen hasta demasiado. Pero en la economía de mercado, los salarios se establecen por la oferta y la demanda.
Y eso es bueno, nos aseguran Jack y Suzy. Después de todo no nos gustaría un gobierno que estableciera las compensaciones corporativas empresariales. Simplemente acabaríamos con los políticos sacando a cuál más pecho con promesas de enviar a los ejecutivos a los albergues de beneficencia.
¿Y qué hay de los accionistas estableciendo las compensaciones corporativas empresariales para ejecutivos? Bien, tampoco querríamos que los accionistas establecieran los salarios de los ejecutivos. ¿Cómo pueden miles de personas nos preguntan Jack y Suzy establecer los rangos salariales de una empresa.
Pero, ¿y si dejáramos que los comités directivos determinaran el salario de los jefes? ¿No estaríamos apostando por el amiguismo y la corrupción? No hay problema. El libre mercado, como Jack y Suzy creen, nos protegerá. La gestión sobre el precio de las acciones de una empresa refleja y recompensa la actuación real y no los favores. En otras palabras el mercado funciona, los ejecutivos que hacen montañas de dinero las hacen porque el mercado ha determinado que las merecen.
Esta lógica clarividente genera una o dos preguntas. En el año 2000, si seguimos el tren lógico de Jack y Suzy, aparentemente el mercado estableció que Jack Welsh mereció 1445 millones de dólares por su trabajo en GE. Esta cantidad equivalía aproximadamente a 3.500 veces los ingresos de una familia media estadounidense.
Interesantemente, si retrocedemos a 1975, el mercado hizo una estimación muy diferente del valor del trabajo del predecesor de Jack Welch como ejecutivo de GE, el legendario Reginald Jones. Jones tuvo un recorrido espectacularmente provechoso en la máxima instancia de GE. US News & World Report lo llegó a definir como el más influyente hombre de negocios en los EEUU. Pero Jones sólo se llevó a casa 500.000 dólares en 1975, simplemente 36 veces el ingreso de la familia estadounidense media.
¿Por qué el mercado cambió su forma de ver el valor del trabajo del mayor ejecutivo de General Electric? ¿Por qué el mercado decidió que Jack Welsh era 100 veces más valioso que su increíblemente exitoso predecesor? ¿Podría el mercado haber cometido algún error en todo esto? ¿O el modesto cheque que se pagó a Reginald Jones en 1975 reflejó las dinámicas políticas y económicas, los frenos y contrapesos, de una sociedad sustancialmente diferente de la que tenemos ahora? ¿Podrían los ejecutivos, si éste es el caso, obtener sus beneficios gracias a su poder y no a su actuación?
Puede que Jack y Suzy puedan responder a estas preguntas en su próxima columna.
Sam Pizzigati es investigador del Institute for Policy Studies en la John Hopkins University, Baltimore, EEUU.
Traducción para www.sinpermiso.info: Txomin Martino