Diada: libertad represaliados y República

Jaume Asens

Joan Tardà i Coma

14/09/2018

En la Diada conmemoramos la voluntad mayoritaria de los que viven en Cataluña, manifestada a lo largo de los siglos, por preservar el largo legado de luchas en defensa de las conquistas sociales y de las libertades nacionales. Se evoca, precisamente, el coraje de una población que resistió casi dos años el asedio feroz de las tropas borbónicas en defensa del régimen constitucional catalán.

Como explicaba el historiador Josep Fontana, la derrota supuso la imposición del absolutismo. Fueron abolidas la Generalitat, las Cortes Catalanas, el Consell de Cent barcelonés y los regímenes municipales del resto de ciudades catalanas. También fue la causa de la ocupación militar, la sobrecarga fiscal, la imposición del castellano como única lengua oficial o la supresión de la Universidad de Barcelona. Sin embargo, el pueblo catalán, a pesar de la derrota y la ocupación, se alzó repetidas veces a lo largo de la historia. De hecho, el propio Fontana explicaba que los milicianos barceloneses derrocaron en el 1841 la odiada muralla de la Ciudadela erigida después de la derrota para someter a la población. Lo hicieron con argumentos como: "Lo hemos hecho porque somos libres, porque somos catalanes" o "Esta es una acción contra la tiranía que ha usurpado unos terrenos que pertenecían a la gente". Y es que, como la Bastilla para los parisinos de 1789, era uno de los símbolos de la opresión vivida. La represalia no se hizo esperar. El general Espartero reaccionó con un cruel bombardeo. Y una nueva revuelta del año siguiente provocó otra represalia similar.

Uno de los primeros teóricos del catalanismo republicano de izquierdas, Roca i Ferreras, vivió el episodio de 1841 en primera persona. Aquella reacción espontánea del pueblo contra la muralla era -para él- una prueba más de su naturaleza indomable. Y del hecho de que la lucha nacional provenía de un pueblo que convertía la lucha social y nacional en una misma causa.

Un siglo y medio después, volvemos a vivir momentos excepcionales como país. Como en el memorial de agravios de 1885, la lista de agravios ahora vuelve a ser larga. Desde la LOAPA de 1982 hasta el encarcelamiento y exilio de los líderes políticos y sociales del independentismo, pasando por la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut refrendado por la ciudadanía catalana. Cada Diada, desde entonces, se ha convertido en una demostración de fuerza para exigir el fin de los recortes en derechos y libertades.

En ningún lugar de Europa, de hecho, ninguna movilización de masas ha sido capaz de movilizar cientos de miles de personas. Y este año, como en el 1841, las clases populares también estarán en la calle. De hecho, la movilización ha sido patrimonio de la sociedad civil: gente mayoritariamente trabajadora, sencilla y humilde; gente nacida en Cataluña y gente venida, hace años, de tierras de España o, desde hace poco, de todo el mundo. En definitiva, gente con identidades y orígenes múltiples, convencida de que Cataluña es un pueblo que tiene derecho a decidir su futuro en paz y libertad.

Pero no debemos engañarnos. La clave de este futuro radica en la capacidad de entendimiento de las diferentes fuerzas del catalanismo republicano. Por eso, ahora hay que poner en valor todo lo que une a los que reivindicamos el vuelco del régimen del 78 y el ejercicio del derecho a la autodeterminación. Unidad de acción ante poderosos adversarios, que tienen toda la fuerza de un estado a su servicio. Y que como hemos visto, no han dudado en recurrir a ella. En este sentido, conviene recordar que los mejores momentos del catalanismo han surgido cuando se ha producido este entendimiento. Así fue con la proclamación de la República Catalana del fundador de ERC Francesc Macià en 1931 o con la Asamblea de Cataluña bajo la hegemonía del PSUC en los años 70.

Este Once de Septiembre no es una Diada cualquiera. Es una fecha marcada por las ausencias de los que están en la cárcel o en el exilio por sus ideas políticas; y por las heridas abiertas con la represión desatada durante, antes y después del 1-O contra buena parte de la sociedad catalana. No podemos olvidar que nos pegaron, insultaron y humillaron por querer votar. O que suprimieron nuestras instituciones de autogobierno con la aplicación burda del artículo 155 de la Constitución española. Por ello, esta Diada estará ligada inevitablemente también el momento excepcional del juicio que vendrá después contra los líderes sociales y políticos del independentismo.

Serán dos momentos en los que buena parte del pueblo catalán mostrará su rechazo a la vulneración de derechos, al autoritarismo y el abuso de un régimen caduco. Expresiones de radicalidad democrática que también nos deben permitir avanzar en la conquista de todas las soberanías que necesitamos para poder garantizarnos vidas dignas. Vidas dignas, sí, y solidarias con todos los pueblos ibéricos y del mundo, porque nuestra causa no es otra que la del género humano. Bajo esta idea de fraternidad, nos debemos hacer dignos de la responsabilidad histórica que nos ha tocado vivir y las izquierdas españolas también deben ser conscientes.

Saldremos a la calle y, un año más, haremos que la Diada sea multitudinaria. Una Diada para que la razón venza la ignorancia y el odio que últimamente hemos visto volver a nuestras calles de la mano de quienes quieren hacernos callar. Para recordar que no seremos libres hasta que los presos políticos no lo sean y los exiliados puedan volver a casa. La Diada de un pueblo que tiene derecho a autodeterminarse. La Diada, también, de los hombres y mujeres soberanistas que aspiramos a crear una República Catalana. Para unos, una República Catalana independiente. Para otros, una República Catalana federada o confederada a la española.

abogado y concejal de Barcelona en Comú en el Ayuntamiento de Barcelona
diputado de ERC en el Congreso de los Diputados
Fuente:
https://www.naciodigital.cat/opinio/18269/diada/llibertat/represaliats/republica
Traducción:
Miguel Salas

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