Convención Nacional Republicana: Un partido de hombría precaria, liderado por un imbécil de remate

Harold Meyerson

28/07/2024

El problema con Joe Biden es, a veces, que no se le oye. El problema con Donald Trump es que sí se le oye.

La fachada de una disciplinada apelación a “los mejores ángeles de nuestra naturaleza” [expresión de Abraham Lincoln] que los planificadores de la convención republicana se esforzaron tan asiduamente por transmitir esta semana (interrumpida sólo esporádicamente por Grandes Mentiras) se hizo añicos anoche con el discurso de aceptación de su abanderado. No es sólo que el modo normal de discurso de Donald Trump sea un flujo de consciencia; es que la consciencia que transmite es un montón de basura mental que consiste en los latigazos de un ego herido, el amor propio defensivo de un narcisista furioso, las mentiras inventadas de un fabulista en serie y los excrementos aleatorios de la prensa sensacionalista de extrema derecha.

Pero hay que reconocerle el mérito a Trump. Su interminable discurso -que sonó como 40 años por un desierto oratorio- consiguió derribar una convención a punto de estallar de júbilo por su aparición y la anticipación de una victoria fácil.

Los demócratas, por supuesto, tienen sus propios problemas con las actuaciones públicas de su líder. Pero al menos tienen el sentido común de estar a punto de arrebatarle la nominación a su presidente tristemente debilitado. No se aprecia tal sentimiento en las filas republicanas, aunque hay que preguntarse en qué estaría pensando la nueva generación de expertos en política MAGA y los empresarios de capital riesgo de Silicon Valley que ahora financian la campaña de Trump mientras éste deambulaba sin cesar por los pozos negros cegados de su mente. O imaginémonos lo que Usha Vance podría haberle dicho a su marido, J.D., una vez que abandonaron el escenario: «¡¿Vas a ser vicepresidente de ese imbécil?!». (Son palabras imaginarias mías, que quede claro, pero ¿quiere alguien apostar a que no dijo algo así?).

El discurso de Trump fue tan atroz que eclipsó por completo su extraña introducción. Le precedió en el podio un envejecido Hulk Hogan [célebre y estrafalario luchador profesional], que se debatió visiblemente por arrancarse la camiseta para mostrar la camisola de Trump que llevaba debajo, al que precedió una actuación de Kid Rock, y presentado en realidad por Dana White, el hombre que llevó la lucha en jaula a los hogares norteamericanos. Tanto Hogan como White declararon que Trump era el hombre más duro que habían conocido, aunque tras los 92 minutos de flacidez mental que Trump desató a continuación, uno se veía obligado a concluir que tanto White como el Hulkster habían vivido vidas de completa soledad.

En realidad, fue con las expresiones improvisadas de agradecimiento de Trump a estos dignatarios, y su admiración por sus proezas, cuando su discurso empezó a descarrilar. Hizo una pausa para destacar lo buena que había sido la presentación de White, y luego se explayó sobre cómo Hogan había levantado una vez por encima de su cabeza a un oponente de 160 kilos y lo había estampado contra la lona. Sólo entonces se acordó de reconocer a su candidato a vicepresidente, señalando a Vance, que se encontraba sentado con su estupefacta esposa en el palco de la familia Trump.

Luego se lanzó a la carrera a la libre asociación, relatando las citaciones que habían recibido sus hijos y relacionándolas, a través de algún indescifrable diagrama de flujo, con la «loca de Nancy Pelosi».

Finalmente, Trump se dedicó a elogiar a hombres fuertes mucho más peligrosos que Hogan y White. Citó con orgullo los elogios que le había dedicado el húngaro Victor Orbán, «un hombre muy duro», cuando dijo de Trump que «todo el mundo le tenía miedo». Tras regodearse en esa validación de su propia presunta dureza, Trump habló con cariño del norcoreano Kim Jong Un, al lado del cual Orbán parece un demócrata jeffersoniano.

Los organizadores de la convención habían presentado imágenes e historias del lado más suave de Trump -el hombre de familia, el abuelo cariñoso- para ganarse a las votantes que querrían votar por él, pero lo encuentran grosero, vulgar y propenso a la violencia. Al mismo tiempo, sin embargo, redoblaron sus esfuerzos por captar a hombres, en su mayoría de clase trabajadora, que temen y odian la feminización de la vida social y las sutilezas de la corrección y la hipocresía burguesas. Estos hombres ya estaban del lado de Trump o simplemente están demasiado enajenados como para molestarse en votar. También constituyen una parte desproporcionada del electorado en los cruciales estados indecisos de Pensilvania, Michigan y Wisconsin, por lo que los planificadores hicieron especial hincapié en lo que siempre ha sido el atractivo fundamental de Trump: Es «un hijo de puta duro», como le llamó el presidente de los Teamsters [sindicato de camioneros], Sean O'Brien, en la noche inaugural de la convención, y está tan cabreado como ellos por el declive de la masculinidad obrera. De ahí que se recurriera a iconos de la hipermasculinidad para traer a Trump al escenario.

El mes pasado, le dediqué un artículo a un estudio que se había publicado en 2020 en el Personality and Social Psychology Bulletin, sobre el que me había llamado la atención una de las columnas de Tom Edsall en el New York Times. Los autores, escribía yo:

“rastrearon los datos de búsqueda de Google Trends de los 12 meses inmediatamente anteriores a las elecciones de 2016 sobre disfunción eréctil, tamaño del pene, alargamiento del pene, caída del cabello, tapones capilares, testosterona y Viagra –el cuidado para afirmar el género, o algo así- y los etiquetaron como índices de Hombría Precaria. Elaboraron un mapa de los Estados Unidos que mostraba dónde eran más frecuentes esas búsquedas en Google (los Apalaches y el Sur profundo). Y al ejecutar los análisis estadísticos de regresión habituales, descubrieron una fuerte correlación predictiva entre los índices de esas búsquedas en Google y los votos a Donald Trump en 2016 (aunque, por supuesto, también eran votos contra Hillary Clinton)”.

Encontraron la misma correlación entre esos hallazgos de «hombría precaria» y los votos a los candidatos republicanos a la Cámara de Representantes en 2018, pero ninguna correlación de ese tipo en las dos elecciones presidenciales precedentes (2008 y 2012), en las que los republicanos designaron a John McCain y luego a Mitt Romney. Solo una vez que el partido pasó a ser de Donald Trump apareció esta correlación.

Pero hay otros índices de «hombría precaria» que no están relacionados con la potencia sexual; el más importante, creo yo, es la creciente desaparición de empleos que requerían trabajar con las propias manos en la construcción, el transporte y la industria manufacturera y que eran lo suficientemente remunerados y estables como para poder mantener a una familia. A medida que estos trabajos se mecanizaban y disminuía la sindicalización, escaseaban esos empleos. A finales de la década de 1980, el gran sociólogo William Julius Wilson documentó el declive de esos empleos entre los hombres negros, y el correspondiente aumento de niños criados por madres solteras debido a la desaparición de lo que él denominaba «hombres casaderos». Desde entonces, ese declive se ha extendido también a la clase trabajadora blanca, dando lugar a la significativa reducción de la tasa de matrimonios de la clase trabajadora documentada por Andrew Cherlin en su importante estudio Labor's Love Lost.

Tanto demócratas como republicanos han respondido a estos cambios, pero de formas crucialmente distintas. La idea de reactivar la industria manufacturera estadounidense es común a ambos partidos, con la notable diferencia de que en la presidencia de Trump adoptó la forma de discurso y en la de Biden, la de acción. A pesar de toda la palabrería de Trump acerca de que los Estados Unidos vuelva a construir de nuevo, nunca consiguió que el Congreso aprobara un proyecto de ley de infraestructuras, ni siquiera cuando los republicanos controlaban ambas cámaras. Las inversiones que propuso eran tan insignificantes que la legislación ni siquiera llegó a tomar forma. En cambio, dos de los logros emblemáticos de Biden -el proyecto de ley de infraestructuras y la Ley de Reducción de la Inflación (que consistía principalmente en miles de millones en créditos fiscales para nuevas fábricas de vehículos eléctricos y otros productos ecológicos)- han dado lugar al primer gran aumento de construcción de fábricas en varias décadas. En 2023, el gasto en construcción de nuevas fábricas aumentó un 73% respecto al gasto del año anterior. Además, el gobierno de Biden ha favorecido proyectos que pagan a sus trabajadores salarios a escala sindical o que se comprometen a no oponerse a los esfuerzos de los trabajadores por sindicarse, condiciones que ni siquiera se les pasaron por la cabeza a los funcionarios del gobierno de Trump, y mucho menos al propio Trump.

Razón de más para que el movimiento MAGA dependa tanto del culto a la dureza y la hipermasculinidad: Al no ofrecer nada tangible, lo compensa con retórica violenta. Es una tarea fácil, ya que la retórica violenta es la lengua materna de Trump. El plan era que lo mantuviera en secreto anoche, que se ciñera a la denuncia de la política divisiva y a la promesa de buscar la unidad que llevaba grabada en el apuntador electrónico. Trump se ciñó a eso durante los primeros 20 minutos, pero no pudo mantenerse en ello. Los chicos son como son y Trump será Trump: un malévolo vejestorio trastornado a la vista de todos.

 

veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que fue director, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson perteneció a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.
Fuente:
The American Prospect, 19 de julio de 2024
Temática: 
Traducción:
Lucas Antón

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).