Construir alternativa para la juventud europea

Ana Villaseñor Horcajada

Margarita Guerrero Calderón

01/10/2022

Hace poco más de un año, Ursula von der Leyen lanzó un pomposo anuncio en el debate del estado de la Unión Europea, donde proclamó que el 2022 sería el “Año de la Juventud”. Sin embargo, un año después iniciativas como “ALMA”[1] solo cuentan con una escueta información en su web, lo que nos lleva a la conclusión de que efectivamente los brindis al sol no resuelven nuestros problemas, ni las buenas intenciones suplen la carencia de políticas públicas planificadas.

La situación de la juventud en Europa no es homogénea debido a las grandes diferencias materiales entre la población joven de los países del norte y del sur de Europa. Si nos fijamos en la edad de emancipación, por ejemplo, en la mayoría de los países del norte y del oeste de Europa, los jóvenes abandonan el hogar familiar, con una edad superior a los veinte años, mientras que en los países del sur y del este de Europa la edad media corresponde a finales de los veinte o principios de los treinta. Esto implica que existe casi una década de diferencia que afecta a nuestra condición para poder desarrollar nuestros proyectos de forma autónoma y, por lo tanto, establecen diferentes situaciones, necesidades, luchas y anhelos para la población juvenil europea.

En España la juventud sin futuro de hace una década sigue demandando trabajos dignos, acceso a la vivienda y oportunidades para desarrollarse profesionalmente. En el plano laboral, la reforma laboral aprobada es una apuesta por cambiar el modelo de temporalidad que afectaba especialmente a la juventud trabajadora. Sin embargo, acabar con la precariedad laboral implica de más cambios. Por ejemplo, actualmente se está negociando en la mesa de diálogo social el nuevo “Estatuto de las personas en formación práctica en el ámbito de la empresa”. Esta nueva norma pretende acabar con los falsos becarios, eliminando el fraude en la utilización de esta figura, una práctica convertida en costumbre para tener mano de obra barata: estudiantes en prácticas cubriendo puestos estructurales sin derechos y en la mayoría de los casos sin recibir remuneración alguna. Este tipo de prácticas asienta la cultura de la precariedad, por lo que la introducción de estas nuevas normas también pretende impulsar un cambio de esta cultura, pero para ello también se necesita una nueva cultura empresarial que no esté basada en la precarización de las condiciones laborales de sus trabajadores y trabajadoras, especialmente de la juventud, que enlaza contratos temporales. Pero también necesitamos un cambio de modelo productivo que genere empleo de calidad ligado a la transformación energética, al cuidado del medio ambiente para hacer frente a las amenazas crecientes de la crisis climática, en definitiva, construir sociedades más resilientes generando empleo de calidad.

La conjunción de elevadas tasas de desempleo juvenil, de empleo juvenil precario, con los desorbitados precios de la vivienda condicionan nuestra capacidad de emancipación. Así, según los datos del Consejo de la Juventud de España, en el segundo semestre del 2021, solo un 15,6% se encontraban emancipados[2]. De hecho, estos precios desorbitados tienen como consecuencia que la mayoría de las personas jóvenes que viven de forma independiente lo hagan compartiendo piso, y es que casi en ninguna ciudad puede una persona joven alquilar una vivienda en solitario sin superar el umbral de sobreendeudamiento que el Banco de España sitúa en el 30% del salario, una persona joven debería dedicar el 79,2%[3] de su salario para poder alquilar en solitario.

En este momento se está tramitando la Ley de Vivienda, y desde los colectivos que defienden el derecho a la vivienda están reclamando que este deje de ser un bien de especulación, empezando por una regulación de los precios de los alquileres a corto plazo, pero también aumentando el parque público de vivienda para promoción del alquiler social. En definitiva, hace falta una política de vivienda que dé respuesta efectiva a este problema, que no afecta solo a las personas jóvenes y, por supuesto, tampoco es exclusivo de España. En otros países de Europa ya se están adaptando diferentes fórmulas para frenar la especulación de la vivienda, Alemania, Suecia o Francia son algunos de ellos. En enero del 2021 el Parlamento Europeo aprobó una resolución[4] para que la UE reconozca el acceso a una vivienda digna y asequible como un derecho humano y también demandan a la Comisión y a los países priorizar la reducción de emisiones y a la eficiencia energética mediante la rehabilitación de viviendas. La vivienda ha sido un derecho desprotegido en España, donde los gobiernos de turno han fomentado la desregulación del mercado y han promovido la especulación. Fruto de esas políticas, hoy nos encontramos con que España cuenta con un parque de vivienda social que no llega al 2% mientras que la media europea es del 15%. Desahucios, infravivienda, sinhogarismo son algunos de los problemas que permanecen sin resolver. El acuerdo[5] de gobierno de coalición progresista entre Unidas Podemos y el PSOE recoge algunas medidas que se deben incluir en la Ley de Vivienda que está en proceso de tramitación. Ahora el PSOE tendrá que decidir si apoya que la vivienda sea un derecho o siga siendo un bien de especulación. Ya no sirven los parches o las medidas bien intencionadas pero ineficaces como el bono de alquiler joven, el cual solo va destinado, en gran parte, a los bolsillos de los propietarios e incluso hace que estos mismos sigan aumentando los precios. Necesitamos medidas estructurales y valientes, necesitamos que la vivienda sea un derecho protegido para que al fin las jóvenes podamos tener capacidad de emanciparnos.

Estos dos aspectos, empleo y vivienda, condicionan nuestras posibilidades de emanciparnos, pero también empeoran nuestra salud mental. Las generaciones más jóvenes están rompiendo el tabú respecto a los problemas de salud mental, aunque muchas veces lo que encontramos es incomprensión. Con etiquetas como “generación de cristal” buscan señalarlos como débiles en contraposición a otros momentos donde no se podía hablar de estos temas. Pero los datos, a escala nacional y mundial no engañan, la pandemia de la salud mental ya está aquí. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España, con mayor impacto en las personas jóvenes[6]. El teléfono 024[7], puesto en marcha por el gobierno de España recientemente, recibió en su primer mes de funcionamiento 15.000 llamadas e identificó 290 suicidios en curso[8].

Además, la crisis climática, siendo un problema multidimensional, también está teniendo consecuencias en nuestra salud mental, debido a que la percepción del riesgo está aumentando entre la sociedad. Según un informe de la Asociación de Psicología Americana (APA) refleja que el 67% de las personas jóvenes de 18 y 23 años que participaron en su encuesta se sentían algo o extremadamente ansiosos sobre el impacto del cambio climático en su salud mental. La inacción ante la emergencia que supone el colapso de la tierra y las consecuencias geopolíticas que esto conlleva, lo cual ya estamos observando en el panorama de guerras actual, genera ecoansiedad, especialmente entre las más jóvenes, las cuales se encuentran ante un futuro incierto en el que solamente hay algo claro: no hay un planeta B.

Ante este escenario somos conscientes de que no contamos con servicios públicos preparados para dar una atención psicológica de calidad, pues en la sanidad pública las citas son tan especiadas que son incompatibles con cualquier tratamiento terapéutico eficiente. Necesitamos garantizar la atención psicológica en la sanidad pública y que atender nuestra salud mental deje de ser un privilegio al alcance de quien pueda permitirse pagar una consulta privada, o tener que elegir entre atender nuestra salud mental y cubrir el resto de necesidades básicas. Cuidar de nuestra salud mental requiere políticas preventivas, y también medidas estructurales, cambiar el sistema para hacerlo compatible con una vida sostenible, sana y feliz. Tener garantizada la atención psicológica sin resolver los problemas estructurales no garantiza que tengamos mejor salud mental.

A la precariedad crónica, también podemos sumar la falta de un ocio alternativo que se aleje del consumismo individualista al que la sociedad está sometida. Sin embargo, las jóvenes tenemos que enfrentarnos a la proliferación de las casas de apuestas en nuestros barrios, al auge de productos como las loot boxes en los videojuegos que generan comportamientos de adicción o a los influencers que venden recetas mágicas como las criptomonedas. La precariedad y la situación de salud mental que esta nos genera hace que se crea que la solución puede estar en sitios como las casas de apuestas, donde en realidad solo se venden sueños de papel mojado y donde se lucran a costa de nuestras pérdidas. Todas estas fórmulas pretenden vender soluciones fáciles y rápidas de ganar dinero, sin reparar en los peligros de la ludopatía en casa de las apuestas y de arruinarse en el caso de las criptomedas y otras burbujas especulativas. Las medidas impulsadas por el ministro Alberto Garzón para regular la publicidad de apuestas y proteger la infancia y adolescencia, contrastan con la inacción de los gobiernos autonómicos, que inmóviles no hacen nada para limitar el crecimiento de las casas de apuestas, que siguen proliferando en entornos cercanos a los colegios. El resultado es que la juventud tiene más cerca casas de apuestas que espacios de ocio o cultura, y más cerca todavía, a golpe de click, a los vendedores de humo dispuestos a lucrarse de la necesidad de los jóvenes.

La juventud siente que no se comprenden sus problemas. Según una encuesta de Metroscopia para El País[9], el 80% de los jóvenes, nacidos entre 1986 y 2003, siente que las instituciones públicas no prestan la atención adecuada a sus necesidades; la juventud no tiene ni el peso demográfico de otros sectores de la población ni los instrumentos como el voto a los 16, por lo que generalmente nuestras demandas están fuera de la agenda política, a lo que hay que añadir la criminalización en los discursos públicos. Este señalamiento se vio con mucha claridad en la pandemia, donde se responsabilizó a los jóvenes de los brotes en las distintas olas de contagio, obviando las acciones positivas de tantos jóvenes durante la pandemia. Al mismo tiempo, vemos cómo los medios de comunicación se hacen eco de términos anglosajones como “coliving” o “job hopping” para renombrar de forma eufemística problemas estructurales como la falta de vivienda o la temporalidad en el empleo. Todo esto forma parte de la batalla cultural que permea de forma constante y que busca en último término responsabilizar individualmente de problemas sociales colectivos. Para entender mejor esto último hay que añadir el discurso de la meritocracia. Estos elementos unidos buscan instalar imaginarios por repetición de relatos “si quieres, puedes”, de tal forma que si no puedes es porque no te has esforzado lo suficiente, obviando que las cuestiones estructurales operan siempre. Esta batalla cultural de individualizar los problemas sociales redunda en la antipolítica, fomenta el individualismo y es una fuente de ansiedad permanente.

Nos movemos, por tanto, en un clima de desafección política porque no se escuchan nuestras demandas, pero también en el auge de la antipolítica o del individualismo, que promueven recetas milagro para salvarnos en solitario, como si fuese eso posible. Pero la juventud, lejos de corresponderse con ese relato caricaturizado de victimismo o inacción, ha demostrado en varias ocasiones ser vanguardia en exigencias climáticas o relacionadas con la igualdad. De hecho, el Informe de Juventud España 2020 del INJUVE[10] recoge que “prácticamente 4 de cada 5 jóvenes se interesan por la agenda ecológica, es decir, el 76% del total de la muestra”. Esto se corresponde con la presencia de personas jóvenes en las movilizaciones por la crisis climática, especialmente previas a la pandemia. También en las numerosos manifestaciones y concentraciones contra las violencias machistas las mujeres jóvenes han ocupado un importante rol poniendo en el debate público cuestiones como el consentimiento, que recientemente se ha convertido en ley con la aprobación de la Ley de libertad sexual, todos estos avances no habrían sido posible sin el empuje del feminismo desde las calles donde la juventud ha sido parte importante.

Entonces, ¿cuál es nuestra tarea como jóvenes?

Sorteando crisis, viviendo de forma precaria y haciendo frente a discursos que nos etiquetan, venimos de unos años donde se habla mucho de nosotros, pero se nos escucha poco. Por eso, nuestra tarea es organizarnos. Frente a la antipolítica, más organización colectiva: organización en los centros de estudio, en los centros de trabajo, en organizaciones políticas, en movimientos sociales. La respuesta a los problemas que enfrentamos es colectiva, y la debemos construir entre todas y todos. En este sentido, nuestra organización tiene el reto de movilizar ese hartazgo juvenil, de transformar la rabia en esperanza movilizadora capaz de construir una alternativa que ofrezca certezas no solo a la juventud, sino que tenga un proyecto de país con oportunidades para sus jóvenes, pero que también cuide el planeta y haga frente a la crisis climática con la contundencia que necesitamos. Construir creando comunidad, creando alianzas internacionales, desde la solidaridad y el internacionalismo, alianzas amplias para defender los Derechos Humanos de todas. Aquí y en cualquier parte del mundo.



[1] ALMA. (26 de septiembre de 2022). Disponible en: https://ec.europa.eu/social/main.jsp?catId=1549&langId=es

[2]   López Oller, J. y Flamarique Esparza, M. (2022). Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España. Segundo semestre de 2021, 74. Recuperado de: http://www.cje.org/es/publicaciones/novedades/observatorio-de-emancipacion-segundo-semestre-2021/

[3] Ibíd.

[4] (21 de enero de 2021). Resolución del Parlamento Europeo sobre el acceso a una vivienda digna y asequible para todos (2019/2187(INI)). Recuperado de: https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-9-2021-0020_ES.htmlv

[5] Coalición progresista. Un nuevo acuerdo para España. Disponible en: https://izquierdaunida.org/wp-content/uploads/2019/12/Programa-Gobierno-Coalicion-PSOE_UP.pdf

[6]  Se pueden consultar estadísticas en el INE a través de este enlace: https://www.ine.es/jaxi/Datos.htm?tpx=49948

[7] 024. Línea de atención a la conducta suicida. Ministerio de Sanidad. Disponible en: https://www.sanidad.gob.es/linea024/home.htm

[8] (10 de junio de 2022). El teléfono 024 atendió cerca de 15.000 llamadas e identificó 290 suicidios en curso durante su primer mes en funcionamiento. La Moncloa. Recuperado de: https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/sanidad14/Paginas/2022/100622-telefono_024_suicidio.aspx

[9] (10 de julio de 2021). El 80% de los jóvenes se siente desatendido por el Estado. El País. Recuperado de: https://elpais.com/espana/2021-07-10/el-80-de-los-jovenes-se-siente-desasistido-por-el-estado.html

[10] Informe Juventud en España 2020. Dirección General del INJUVE y Observatorio de la Juventud en España, 464. Recuperado de: http://www.injuve.es/observatorio/demografia-e-informacion-general/informe-juventud-en-espana-2020

 

Co-responsable de la Red de Jóvenes Izquierda Unida e integrante de la delegación de IU en el Parlamento Europeo.
Co-responsable de la Red de Jóvenes Izquierda Unida e integrante de la delegación de IU en el Parlamento Europeo.
Fuente:
La-U, 29 de septiembre de 2022 https://la-u.org/construir-alternativa-para-la-juventud-europea/

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