Cataluña: Ni punto ni final

Acord Social per l’Amnistia i l’Autodeterminació

19/01/2023

A recuento de inventario, Catalunya se rige por una ley –el último Estatut– que no ha votado. El Reino de España ha perpetrado hechos que pondrían los pelos de punta y cuando sostenemos que se ha hecho de todo estamos hablando de“todo”. Sobre la autodeterminación, aunque constituya un asunto complejo y con muchas aristas, debería poderse hablar. Y está claro que –ruido de togas– no le corresponde a las instancias judiciales dar ni ofrecer soluciones políticas a un problema de raíces históricas. Al fin y al cabo, existe un conflicto político que necesita una solución política democrática. Paradojas históricas, no hay nada que divida más que la unidad de España. Mientras, Montjuïc acoge hoy una cumbre franco-española, con protesta incluida, donde la manifiesta voluntad del Ejecutivo español es certificar “el fin del procés ”. Pero dado que el autoengaño a menudo es la peor mentira, quisiéramos compartir solo tres reflexiones.

Que estamos en el 2023 y no en el 2017, es obvio. Tan evidente como que todos hemos vivido cinco años convulsos en los que los principales organismos internacionales de defensa de los derechos humanos han captado la degradación democrática, la retorsión del derecho penal y el retroceso autoritario que golpea en todas partes. Las hemos visto de todos los colores y hemos percibido cada sombra, pero lo primero que querríamos recordar es una continuidad demoscópica inalterable. Cada vez que, sin coacciones ni prohibiciones, se pregunta a la sociedad catalana se acredita, en momentos álgidos y también en los de letargo, un amplio apoyo social a dos demandas básicas, la amnistía y la autodeterminación. Es decir, la idea transversal de la necesidad del fin de la represión y la coincidencia compartida del referéndum como marco democrático resolutivo. Esta convicción inalterada se sitúa, en los últimos años, en un track que oscila entre el 67% y el 82%. Algo más que un consenso básico de país. Negar, denegar y renegar de la opción mayoritaria de la sociedad catalana tiene poco o nada que ver con la cultura del diálogo y la resolución.

Paradojas históricas, no hay nada que divida más que la unidad de España

Segunda, si las consecuencias del conflicto –pervivencia del exilio, más de 500 personas pendientes de juicio, ninguna condena por violencia policial, espionajes, 4.000 represaliados– no se han resuelto, y las causas ni siquiera se han abordado pese a las promesas, es demasiado atrevido dar por finiquitado ningún conflicto. “Nos hemos cepillado el Estatut”, dijo ufano Alfonso Guerra en su momento –y de aquel final, otro principio. “Quan creus que ja s’acaba torna a començar”, advertía Raimon.

Tercera. El pasado abril, personas de distintas sensibilidades impulsamos el Acord Social per l’Amnistia i l’Autodeterminació. Decenas de reuniones y encuentros discretos que nos llevarán el próximo 14 de abril a presentar nuestras conclusiones, trabajando con el objetivo de conseguir el apoyo de 500 entidades –de la Cecot a la Unió de Pagesos, de todas las universidades públicas catalanas al Sindicat de Llogateres, de FEMCat a la Confavc– y 800 ayuntamientos. Será bastante difícil sostener –ayer, hoy, mañana– que se acabó lo que se daba.

Al fin y al cabo, el primer párrafo del presente artículo tiene truco. Deliberadamente. Todo lo que se dice no lo decimos nosotros. Son opiniones ajenas. Que Catalunya se rige “por una ley que no ha votado” lo dijo Pedro Sánchez –y tenía razón, en relación al Estatut– en el discurso de investidura del 2018. “Hemos hecho cosas que pondrían los pelos de punta” lo dijo en sede judicial el comisario Eugenio Pino, DAO de la policía española que, meses más tarde, aclaró –“todo es todo”– que el repertorio era total. Que habrá que hablar de autodeterminación acaba de decirlo María Luisa Segoviano, flamante miembro del Tribunal Constitucional. Que “no nos incumbe ofrecer soluciones políticas a un problema de raíces históricas” lo remachaba, con puño y letra de Marchena, la sentencia del Supremo que condenaba el independentismo a 100 años por poner urnas. Y que existe un conflicto político irresuelto es lo que todavía acredita el documento firmado entre la Generalitat y el Estado en diciembre del 2018 después de la cumbre de Pedralbes. Demasiada sobredosis de realidad para querer anunciar hoy, escaso favor y fervor democrático, la ficción del fin del procés . Ni punto ni final, pues. Punto y seguido. Punto y seguimos.

 

Fuente:
https://www.lavanguardia.com/politica/20230119/8693326/ni-punto-final.html

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