26J: nada cambia, todo sigue por hacer

Antón Sánchez

10/07/2016

 

Nada acaba el 26 J por la decepción de los resultados de nuestra alternativa electoral. Al enfrentarse al análisis de los resultados de En Marea de las elecciones del 26 de junio, la posición que ofrece haber formado parte de la experiencia de unidad popular que fue Alternativa Galega de Esquerdas, y su irrupción en el Parlamento Gallego en 2012, nos permite relativizar tanto los discursos excesivamente optimistas como los excesivamente pesimistas o, dicho de otro modo, excesivamente aggiornantes.

El cambio de ciclo del que alertó la emergencia de la movilización en la sociedad civil, expresando un creciente desapego con las instituciones y los instrumentos partidarios que venían actuando en el Régimen del 78, arranca de bastante más atrás que los últimos combates electorales. Arrancan, concretamente, de las movilizaciones contra la guerra de Iraq, las movilizaciones estudiantiles, las huelgas generales y -más específico del caso gallego- con Nunca Máis, fenómeno en el que, como señaló Beiras, falló el Estado –entendido como el aparato burocrático administrativo- y emergió la nación –entendida como la ciudadanía activa, consciente y preocupada con la vida de la polis. El 15M, de nuevo, significó la reaparición en la superficie de las corrientes de fondo que habitaban en la sociedad civil, corrientes que, últimamente, tuvieron su expresión política institucional en experiencias como AGE, CUP, Bildu, y más recientemente Podemos, las Mareas municipalistas, En Marea, En Comú, o A la Valenciana, compañeros de Bloque histórico.

Ahora toca, tras cierto tiempo recreándonos en nuestros logros de manera un tanto solipsista, señalar las limitaciones de estas herramientas y la forma que tenemos para volver a retomar impulso; un impulso que sólo puede venir del mismo lugar de donde lo obtuvimos en su momento: la experiencia movilizadora y autoorganizada de la ciudadanía activa en la sociedad civil.

No es hora de coagular nada, es hora de practicar nuevas transfusiones para que el riego sanguíneo continúe fluyendo con potencia por el campo de la unidad popular. Y para eso, lo primero, es señalar las renuncias ideológico-políticas que, en nuestra lectura del momento, están detrás de lo sucedido en 26J.

Sabemos de sobra que el enemigo es fuerte, no tiene escrúpulos y va a por nosotros con toda la artillería, eso siempre será así y lo damos por descontado;  pero es que además, creemos que esta cuestión no fue decisiva en los resultados electorales. Las causas las tenemos que buscar en nosotros, y en nuestros errores, muchos e importantes.

Por una banda, en Galicia, nos pasó factura un cierto abandono de los ejes sobre los que se construyó el proceso de unidad popular. Un proceso demorado en el tiempo y cimentado en una serie de principios (ruptura democrática, derecho a decidir, construcción de un sujeto político propio) que no se pueden pretender borrar del mapa sin que esto no traiga consecuencias.

Abandonar el discurso de la ruptura democrática en un momento en que se percibe con claridad que no es suficiente con el cambio de inquilinos en las instituciones es un error. El trabajo en estas instituciones hechas a imagen y semejanza de determinados intereses, en el Estado español y en la Unión Europea, sólo sirve si es para retroalimentar la rebelión cívica. La toma de las instituciones, por si misma, no asegura cambio alguno; es más, la realidad de contar con unas instituciones con un margen de maniobra reducido para aplicar, no ya políticas revolucionarias, sino simplemente políticas económicas keynesianas, hace más probable, para quien prometa grandes cambios, que se queme al acceder a los cargos institucionales debido a la impotencia para cumplir lo prometido que consiga efectuar avances en la correlación de fuerzas en la sociedad civil. En suma, aspirar simplemente a gestionar las instituciones es la mayor garantía de fracaso y frustración.

Para hacer política en Galicia, desde la izquierda, hay que tener proyecto de país, y se tiene que hablar de él. La izquierda gallega hace ya mucho tiempo que aplica las ideas de lo nacional-popular gramsciano; la bandera nacional y la roja caminan juntas en Galicia desde los años sesenta del s. XX. Sabemos de sobra que Galicia demográficamente es irrelevante en el cálculo electoral español, precisamente por eso reivindicamos la necesidad de que en Galicia exista un sujeto político propio y no un apéndice de un proyecto estatal que nos diluya y nos reduzca a la insignificancia en un Estado español volcado cara a su mitad mediterránea. Un sujeto propio que puede perfectamente hermanarse y actuar solidariamente con los compañeros y compañeras del resto del Estado pero que ha de tener aquí sus pies y su cerebro. Es éste, y no el mero reconocimiento formal de la plurinacionalidad, el auténtico proyecto de un Estado español federal, respetuoso con su diversidad nacional; diversidad, por lo tanto, política, no meramente cultural o folclórica.

Ya en el plano del ethos que guía la acción de ciertas maneras de entender la Nueva Política, cabe decir que no se puede aspirar, seriamente, a una sociedad basada en la cooperación al tiempo que se establecen relaciones entre socios y actores de la confluencia basadas únicamente en la competición. El como determina el que. Si pensamos que otro mundo es posible, comencemos a hacerlo posible ya en nuestro comportamiento cotidiano y en nuestro modo de relacionarnos entre camaradas.

También en el plano ético-político, cabe señalar la insostenibilidad de querer ser portavoz de la gente al tiempo que no se trabaja en dotar de canales de participación efectiva en nuestras organizaciones.

El 26 de junio no es para nosotros final de ciclo y menos en Galicia, donde tenemos elecciones en otoño, y nos enfrentamos a unos de los PPs más fuertes del Estado. Siguen sucediendo cosas importantes. Y seguirán sucediendo en el futuro, porque la situación socio-económica europea y mundial está lejos de haberse estabilizado. Gran Bretaña acaba de votar contra esta UE; Portugal sale a la calle para protestar contras las sanciones que pretende imponer la Comisión Europea por infringir la regla del déficit; la misma Comisión Europea aprueba el tratado CETA saltándose a los parlamentos de los estados miembro; la victoria del PP en el Estado español, además de reforzar a una organización estructuralmente corrupta, es de una fragilidad tremenda, fragilidad tanto del Partido Popular como del PSOE si permite gobernar a esta derecha repleta de delincuentes; la banca alemana e italiana están en riesgo sistémico; el éxodo mortal de miles de refugiados de las guerras por los recursos continúa; la extrema derecha avanza en todo el continente; la desigualdad crece; la pobreza y el paro elevado llegaron para quedarse; en amplias capas de la sociedad, tener un trabajo ya no garantiza poder vivir; la recentralización es la solución de los defensores del régimen del 78 y la destrucción del medio ambiente y el cambio climático continúa avanzando a toda velocidad. No se puede pretender, desde un pensamiento de izquierdas, que estos y otros retos que tenemos por delante se solucionan con la socialdemocracia previa a la aceleración de la globalización capitalista.

El mismo contexto de hoy fue el que nos empujó al proceso de unidad popular en Galicia basado en un discurso rupturista, nacido desde abajo, y a la creación de un sujeto político que cooperase de igual a igual con las fuerzas rupturistas de las otras naciones del Estado, como forma de desestabilizar el régimen y forzar un proceso constituyente. Estas razones siguen ahí y no vemos la razón para actuar con otros parámetros. Si algo ha cambiado es la reorganización de las fuerzas del régimen, empezando por la institución monárquica, precisamente la institución a la que, sin saber muy bien por qué, se dejó de señalar como uno de los pilares fundamentales del estado de cosas que queremos cambiar en el Estado español.

El toque de atención de una parte importante de votantes nos debe de servir para tomar nota, reflexionar y corregir el rumbo. Creemos, además, que parte de los actores de En Marea así lo están haciendo, y se están moviendo en el sentido correcto. Los alcaldes de Ferrol, Santiago y Coruña dieron ya un paso importante firmando e impulsando un manifiesto por la unidad para derrotar a Feijóo que está sirviendo como un revulsivo para agitar de nuevo la Marea.

En Anova caminaremos con la Marea tratando de recuperar el discurso, la participación amplia de la ciudadanía, la metodología de abajo arriba, más calle y mejor Parlamento. Y actuaremos con fraternidad, cooperación y, en definitiva, con formas de hacer política coherentes con la sociedad que queremos construir.

Ante las elecciones gallegas serán importantes las personas, pero también presentar un proyecto de país de transformación verdadera, realizable y radical. En Marea debe articular rápidamente una organización a nivel territorial capaz de dar la batalla en las instituciones y en la calle, que le proporcione fuerza suficiente para un reto ante el que estaremos expuestos a toda la toxicidad posible por parte de unos poderes económicos y mediáticos que viven, actualmente, mejor de lo que merecen y mejor de lo que nos gustaría.

Tras el 26J nada termina, todo sigue abierto. En Galicia continuaremos cabalgando las olas. Son tiempos convulsos, móviles, apasionantes. Tiempos de Mareas.

 

de Anova, diputado en el Parlamento de Galicia.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 10 de julio de 2016

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