125 aniversario de la muerte de Bismarck: "¿Fue canciller?"

Ingar Solty

19/08/2023

Un pionero fundamental del imperialismo alemán corre el riesgo de caer en el olvido. La derecha considera un deber rehabilitarlo como un gran estadista.

"¿Fue canciller?" Semanas atrás, Emilia Fester, diputada de 25 años en el parlamento federal alemán por Los Verdes, tuvo que aguantar no poca saña en la prensa de derechas por su sorprendente falta de información sobre quién fue el jefe del gobierno del imperio alemán fundado en 1871.

Sin embargo, sus atacantes actuaron de manera injusta con la joven. Es demasiado pedir que se espere conciencia histórica de alguien que pertenece a un partido con "una historia propia del más genuino presente" (Blumfeld), que lo único que ha sabido siempre es que justo allí donde se encuentra precisamente no es "ni a la izquierda, ni a la derecha, sino de frente"[1], por eso parece legítimo dar la bienvenida a los "reaccionarios” en el siglo XXI. (Fester en Twitter, 14.6./9.9.2022).

El grupo editorial Springer, en cualquier caso, olió la ocasión para una guerra cultural (Kulturkampf) contra la cultura del boicot (Cancel Culture). Los Verdes, “de todos modos, podrían tener sus problemas con Bismarck ", supo informar Bild, porque a finales de 2022 la ministra Annalena Baerbock rebautizó "la famosa Sala Bismarck en el ministerio de Asuntos Exteriores" como "Sala de la Unidad Alemana" y porque en Hamburgo tienen lugar "broncas constantes sobre cómo tratar el monumento a Bismarck", el cual es, "en conjunto, demasiado colonial para los críticos". El diario Bild presentó una "alternativa para Alemania con sustancia" [así define el presidente de la demócrata-cristiana CDU, Friedrich Merz, a su partido NdT], burguesa y culta, en la figura de Christoph Ploß, diputado de la CDU y doctor en historia, para defender "Alemania, pero con normalidad” (Deutschland, aber normal [fue el lema del partido de ultraderecha AfD para las elecciones al parlamento federal el 2021 NdT]), frente a los "mocosos" impertinentes e incultos del movimiento ecologista radical Última Generación: Las "lagunas educativas" de Fester dejarían claro "lo equivocada que está la iconoclasia woke sobre Bismarck. Antes de que Los Verdes combatan todos los recuerdos de Bismarck, deberían preocuparse más por la historia alemana".   

Dietmar Dath escribió en una ocasión que "las clases acomodadas y sus departamentos de propaganda no tienen básicamente ningún concepto de la historia y solo fingen tenerlo cuando temen su propia desaparición en el curso de las convulsiones históricas". ¿Pues bien, quién fue Bismarck?

La pequeña Alemania de Estado autoritario

Cuando el emperador Guillermo I nombró canciller del Reich al primer ministro prusiano Otto von Bismarck tras la fundación del imperio en 1871, fue el fin de todas las esperanzas de una Alemania alternativa, democrática y mejor. Y fue el preludio de un desarrollo fatal de la "nación tardía" (verspäteten Nation). La proclamación del imperio en el Salón de los Espejos de Versalles fue ya una humillación con simbolismo chovinista, precedida por otra humillación 64 años antes. Por entonces, Prusia había sufrido una catastrófica derrota militar contra la Francia posrevolucionaria y burguesa. En la "Paz de Tilsit", el rey y la reina tuvieron que ver cómo Napoleón y el zar ruso se daban la mano subidos en balsas en el río Memel para concluir un tratado de paz que desmilitarizaba Prusia, le imponía elevados costes de reparación y la reducía a la mitad de su territorio. De la humillación, a su vez, se originó un nacionalismo alemán revanchista muy específico que mantuvo con vida de forma peligrosa la rivalidad histórica franco-alemana, como también a través del antagonismo entre unos regímenes como la Francia republicana y el imperio alemán monárquico-antidemocrático.

La derrota de 1807 dejó claro a la élite prusiana el atraso histórico en que se encontraba y la urgente necesidad de modernizarse. La "liberación campesina" (Bauernbefreiung) de Stein-Hardenberg, en realidad una proletarización sistemática de los pequeños agricultores, creó un proletariado sin propiedades como condición previa para el capitalismo. Pero eso no bastaba, el capitalismo presuponía un Estado nacional burgués moderno. La cuestión era cómo surgiría: por vías democrático-revolucionarias, como en Francia, o como medio para reparar el buque monárquico mientras seguía navegando, es decir, como la solución de la gran Alemania o de la pequeña Alemania (gross - oder kleindeutsche Lösung). Contrariamente a lo que podría sugerir su sonido, la gran Alemania era la democrática-revolucionaria, la pequeña Alemania, la del Estado autoritario reaccionario. Con la derrota de la revolución de 1848/49, los sueños de fundar la nación desde abajo habían quedado destruidos. La burguesía liberal dio un "giro conservador" (Leo Kofler) a la revolución. Por miedo a un proletariado independiente y revolucionario, la burguesía renunció al poder político para salvar su poder económico.

En Prusia, en el curso de la reconciliación de la burguesía liberal con el Estado monárquico autoritario, surgió una "simbiosis de clase de la aristocracia rural y la burguesía" (Lothar Machtan/Dietrich Milles). Su manifestación ideológica fue la amalgama de liberalismo y conservadurismo y su representante político Bismarck, con su "política de concentración" (Sammlungspolitik) basada en liberales nacionales y conservadores libres.

En la revolución de 1848, Bismarck obtuvo la fama de contrarrevolucionario especialmente feroz y se ganó la recomendación para vuelos más altos. Tras visitar el cementerio de los Caídos de Marzo, escribió a su esposa en otoño de 1849: "Ni siquiera a los muertos podía perdonar, mi corazón estaba lleno de amargura ante la idolatría con las tumbas de estos criminales, donde cada inscripción en las cruces se vanagloria de 'libertad y justicia' (...) mi corazón se hincha de veneno cuando veo lo que han hecho de mi patria (...)".

Tras un tiempo como diputado y diplomático, Bismarck fue nombrado primer ministro por el rey Guillermo I de Prusia en 1862. En el conflicto sobre el proyecto de reforma del ejército, que se convirtió en un conflicto constitucional ese mismo año, declaró que no eran las resoluciones parlamentarias sino "la sangre y el hierro" los que decidirían las grandes tareas de la historia. A las palabras siguieron los hechos. Con determinación y violencia, Bismarck se propuso fundar la nación desde arriba y sobre la “solución de la pequeña Alemania", que en realidad era una "solución gran prusiana" (Geoff Eley). En las "Guerras de Unificación", primero forzó a Dinamarca a ceder territorios de habla alemana en 1864 en alianza con Austria. Dos años más tarde, emprendió la guerra contra la monarquía de los Habsburgo para disolver el dualismo de poder austro-prusiano y expulsar a Austria de la "Confederación Germánica". Por último, en 1870/71, Bismarck provocó una declaración de guerra de Francia contra Prusia con el "telegrama de Ems" e indujo así a Baden, Württemberg y Baviera a quedar bajo dominio prusiano en la Confederación del Norte de Alemania. Tras la victoria sobre Francia, la nación alemana se fundó como un Estado autoritario.

El palo y la zanahoria

El período de gobierno de Bismarck se vio inmediatamente oscurecido por la mayor crisis del capitalismo hasta entonces: la "Gran Depresión" entre 1873 y 1896. En la "Gründerkrach" estallaron las burbujas especulativas en la construcción ferroviaria y el sector inmobiliario, alimentadas por las reparaciones de guerra francesas. Los bancos quebraron con la consiguiente crisis crediticia. En combinación con la globalización de los mercados agrícolas, que se iniciaba entonces, la clase feudal terrateniente del este del Elba se vio bajo presión. De los conflictos de distribución entre el capital financiero y el agrario se desarrollaron la "Liga Anticanciller" y al "Partido Conservador Alemán", fundado en 1876, cuyo antisemitismo programático era también una estrategia de distracción contra el movimiento obrero y, por tanto, identificado con razón como "prefascismo" (Hans-Jürgen Puhle). En 1877, Bismarck pasó finalmente a una política de aranceles protectores en interés de los grandes terratenientes y de la gran industria.

El seguro de enfermedad y pensiones establecido legalmente por Bismarck (1884/1889) -el primero del mundo- se considera repetidamente expresión de una política previsora y una orientación de reforma social. Es cierto que Bismarck, para sus adversarios ultraconservadores, era sospechoso de no ser un político de principios. En la Cámara de Representantes prusiana, asegurada contra las clases bajas mediante la ley electoral de tres clases, se había mostrado flexible frente a las mayorías liberales a principios de la década de 1860 e incluso había negociado en conversaciones secretas una alianza antiliberal de la clase terrateniente conservadora con Ferdinand Lassalle y una Asociación General de Trabajadores alemanes leal al Estado y servil. En 1866, Bismarck llegó a la conclusión: "No es la masa de exigencias injustificadas la que aporta fuerza a los movimientos revolucionarios, sino que suele ser la pequeña parte de demandas justificadas la que ofrece los pretextos más eficaces para la revolución y concede a los movimientos una fuerza sostenida y peligrosa."

De esta reflexión surgió la idea de la política del "palo y la zanahoria". Al igual que Marx, Bismarck reconoció la importancia histórica de la Comuna de París de 1871. El 21 de octubre, Bismarck escribió a Heinrich von Itzenplast, con la mirada puesta en Marx y la Primera Internacional (1864-1872): "La existencia de una asociación obrera extendida por toda Europa, la dirección homogénea que recibe de una autoridad central en Londres, (...) el sentido de unión y la gravedad del peligro que la agitación socialista representa para el orden existente en los Estados, ha llevado a que los grandes gobiernos europeos se hayan encontrado con la idea de comunicarse mutuamente sus percepciones de esta agitación y su comportamiento frente a ella (...). " El objetivo era "reconciliar a la mayoría de los trabajadores con el orden estatal existente", escribió Bismarck a Itzenplitz el 17 de noviembre de 1871. De su plan de seguridad social, Bismarck diría más tarde: "Mi idea era ganar, o debería decir sobornar, a las clases trabajadoras para que vieran al Estado como una institución social que existe por su bien y desea velar por su bienestar".

En el elogio de la política social integradora de Bismarck, se ignora lo siguiente: En primer lugar, Bismarck nunca habría llevado a cabo reformas desde arriba sin la creciente presión de un movimiento obrero en rápida expansión en Alemania. Su "socialismo de Estado" no se alimentaba de amor, sino de desprecio hacia las masas, y sirvió para reforzar unas condiciones antidemocráticas. En segundo lugar, en el análisis de su seguridad social hay que incluir también el reconocimiento de sus límites: el seguro de pensiones, por ejemplo, no se aplicaba hasta los 70 años, mucho después de la esperanza media de vida de la época. Y, en tercer lugar, Bismarck utilizó el palo mucho antes de dejar caer las migajas de zanahoria de la mesa de los poderosos. Todo esto explica por qué su política social fue compartida también por la gran industria y sus representantes más poderosos, como Carl Ferdinand von Stumm-Halberg y Louis Baare, mientras que los mismos círculos social- conservadores cercanos al Estado en torno a Rudolf Meyer, Johann Karl Rodbertus y también Hermann Wagener, que habían apostado por una reforma social cesarista, se distanciaron espantados de Bismarck a partir de mediados de la década de 1870.

Incluso durante la guerra contra Francia, Bismarck hizo detener a los líderes del movimiento obrero, August Bebel y Wilhelm Liebknecht, y posteriormente tramó juicios por traición contra ellos. Las restricciones a la libertad de prensa y al derecho de asociación también se instalaron inmediatamente después de la fundación del Reich. Culminaron en 1878 con la "Ley contra las aspiraciones públicamente peligrosas de la socialdemocracia", con la que el Partido Socialista de los Trabajadores se vio obligado de facto a la ilegalidad. El pretexto fue un atentado contra el emperador. El 11 de mayo de 1878, Bismarck escribió a su secretario de Estado en el ministerio de Asuntos Exteriores, Bernhard Ernst von Bülow: "¿No se debería tomar el atentado como una ocasión para una inmediata propuesta de ley contra los socialistas y su prensa?", y en el Consejo de la Corona del 5 de junio habló de librar "una guerra de exterminio contra la socialdemocracia sin enemistarse con los otros partidos". Después de disolver el parlamento y forzar nuevas elecciones, la "Ley Socialista" fue finalmente aprobada con los votos de los liberales.

Permaneció en vigor, prorrogada varias veces, hasta la caída de Bismarck en 1890. El canciller del Reich gobernaba ahora de forma autoritaria. El biógrafo Otto Pflanze habla de "dictadura". Ya desde mediados de la década de 1870, Bismarck coqueteaba cada vez más abiertamente con planes golpistas. Los príncipes alemanes debían "considerar (...) si el actual parlamentarismo seguía siendo compatible con el bienestar del Reich", escribió Bismarck poco antes de las elecciones al Reichstag en 1881. Un año más tarde también sopesó abiertamente la liquidación del parlamento. Entretanto, su política también fracasó colosalmente en su propia "razón instrumental". Tras el levantamiento de la prohibición, la socialdemocracia era más fuerte, más internacionalista y más revolucionaria que nunca.

Un imperialista colonial mesurado

Ahora se dice que Bismarck se volvió imperialista en el curso de la crisis capitalista y como reacción a la sobreacumulación, el subconsumo y el crecimiento de las clases excedentarias y, por tanto, "peligrosas" en su país, pero que solo lo hizo de forma vacilante. El historiador George O. Kent escribe que después de sus "tres guerras victoriosas en muy poco tiempo" se "decidió por la paz" en relación a la "cuestión de si continuaría siguiendo una política belicosa y expansionista o tomaría una orientación más pacífica" porque reconocía "las limitaciones de Alemania" y se esforzaba por conseguir un equilibrio de poder estable en Europa.

Se dice también que Bismarck, con su imperialismo de ultramar a partir de 1884, tan solo había cedido a los deseos de la industria y no se quedó de brazos cruzados ante la fundación de las correspondientes asociaciones-lobbys, como la Asociación Central de Geografía Comercial y Fomento de los Intereses Alemanes en el Extranjero, fundada en 1878 por industriales y banqueros, la Asociación de Alemania Occidental para la Colonización y la Exportación, fundada en 1881 por "sesenta de los más destacados representantes de la gran industria y el comercio mayorista de Renania-Westfalia", y la Asociación Colonial Alemana, fundada a finales de 1882 por magnates de la aristocracia y altos funcionarios del Estado. Sin embargo, según Kent, fueron sus sucesores, sobre todo Clovis zu Hohenlohe-Schillingsfürst (1894-1900) con su secretario de Estado en el ministerio de Asuntos Exteriores, Bernhard von Bülow, que a su vez también fue canciller del Reich de 1900 a 1909, quienes, "convencidos del poder abrumador de Alemania, arriesgaron su posición y reputación y al final causaron su derrota y ruina". No fue hasta más tarde que las élites provocarían la locura chovinista de dividir nuevamente el mundo mediante la guerra para conseguir el "lugar bajo el sol" de Alemania (von Bülow el 6 de diciembre de 1897 en un discurso en el Reichstag).

La política imperialista de Bismarck, sin embargo, debe entenderse en su contexto histórico. Desde la perspectiva del bloque de poder gran industrial-agrario, su función histórica era ganar terreno en el atraso del capital alemán mediante una "revolución por arriba". La construcción de un Estado poderoso era el objetivo declarado de Bismarck. "La única base saludable de un gran Estado, y en esto difiere esencialmente de un Estado pequeño", escribió, "es el egoísmo estatal, no el romanticismo".  

Después de sus tres guerras en Europa, Bismarck tenía que calmar los ánimos en primer lugar. Su política bélica hacia el norte, el sur y el oeste y su agresiva política de germanización hacia el este implicaban el peligro del aislamiento y la incapacidad de actuar del joven Estado con su explosiva ubicación en el centro de Europa. En palabras de Bismarck, se trataba de "limitar la posibilidad de una coalición antialemana asegurando las relaciones con al menos una de las grandes potencias mediante un tratado". Con respecto a Rusia, había que "cultivar la creencia en el carácter inofensivo de nuestra política". Con sus aranceles agrícolas, Bismarck había desairado a Rusia, con la que Prusia-Alemania estaba aliada en la "Santa Alianza" antirrepublicana desde 1815, ya que, como escribe Fritz Fischer, "las exportaciones de cereales eran vitales para que Rusia pagara su construcción ferroviaria y su industrialización". En la Doble Alianza con Austria-Hungría, según Bismarck, ahora "aislaba cada vez más" a Rusia en 1879/1880 para obligarla a entrar en una "Alianza de los Tres Emperadores" (1882) por temor a una guerra británico-alemana contra ella, por la que el canciller imperial aisló a su vez a Francia asegurando la neutralidad rusa en caso de una nueva guerra con el enemigo histórico. Si se tiene en cuenta el objetivo de un Estado imperialista alemán en el juego de las grandes potencias imperialistas, se trataba de una política instrumentalmente sensata porque reflejaba la ubicación geográficamente central de Alemania y la aseguraba contra una "guerra a dos bandas".

Después de que Austria-Hungría y el imperio alemán hubieran cerrado un acuerdo en un tratado secreto el 20 de mayo de 1882, en el que también se unió Italia y luego Rumanía (Triple Alianza), Bismarck continuó la consolidación para emanciparse ahora como "gigante económico" y abandonar la existencia de "enano de la política exterior".

Cuando se dice que Bismarck titubeó como imperialista colonial, es correcto que, en principio y desde el punto de vista económico, no consideró durante mucho tiempo que las colonias de ultramar fueran muy importantes y que tras la victoria de 1871 no aceptó la oferta de conformarse con la colonia francesa de Cochinchina a cambio de renunciar a Alsacia-Lorena. No obstante, la tesis de la "conversión" colonialista de Bismarck no reconoce que, por principio, nunca se opuso al colonialismo, sino que solo supo ser lo suficientemente realista como para saber que la "nación tardía" tenía que formarse primero como una gran potencia en Europa. En una carta al ministro de Guerra y Marina, Albrecht von Roon, ya había juzgado en 1868: "Por un lado, las ventajas que se esperan de las colonias para el comercio y la industria de la madre patria se basan en gran parte en ilusiones (...). Por otro lado, nuestra marina no está aún lo suficientemente desarrollada como para poder asumir la tarea de una protección enérgica en Estados lejanos". Sin embargo, incluso entonces hizo un uso decidido de los recursos disponibles, por ejemplo, cuando, por iniciativa suya, el buque de guerra "Augusta" fue enviado al Caribe para una demostración de fuerza. Además, bajo su égida, el colonialismo quedó inscrito en la constitución de la Confederación Germánica del Norte ya en 1867 y luego se incorporó sin fisuras a la del imperio. Formaba parte del pragmatismo de Bismarck que el Reich siguiera el estilo de la “política de cañoneros" imperialista informal en la persecución de sus intereses de capitalista imperialista. Sin embargo, antes de la gran crisis del capitalismo posterior a 1873, ésta era de facto también la práctica de las demás grandes potencias.

Fritz Stern ha planteado la cuestión de "por qué los europeos y los estadounidenses habrían complementado o sustituido el 'imperialismo del libre comercio', un sistema informal de dominio, con un nuevo y costoso sistema de anexión formal e intento de colonización". La razón de ello fue la "Gran Depresión" que, en las condiciones de las clases capitalistas organizadas en Estados-nación, especialmente en los Estados capitalistas en vías de desarrollo, primero tuvo que conducir a políticas arancelarias protectoras en nombre de "sus" "propias" industrias sobre-acumuladoras y después, forzosamente, a la búsqueda de mercados de consumo para su sobreproducción.

La supuesta "conversión" de Bismarck está relacionada con su discurso del Reichstag del 26 de junio de 1884, en el que volvió a hablar de una "cierta timidez", pero de nuevo la justificó no principalmente por razones económicas, sino una vez más con su escepticismo sobre el estado de los recursos propios como potencia imperialista. Pero decir: "¡Nuestra flota no es lo bastante fuerte para eso!" y "somos demasiado pobres, demasiado débiles, demasiado miedosos" sería, según Bismarck, una "declaración de bancarrota de la nación alemana en las empresas de ultramar", que él, como canciller imperial, "no tenía el valor" de "expresar frente a los empresarios (...)". Por tanto, era necesario ir a por todas, porque la debilidad solo provocaría "la malicia de otros estados (...), roces desagradables con otros (...) y 'encontronazos'".

En consecuencia, era el propio Bismarck quien invitaba ahora a la "Conferencia del Congo" a Berlín en 1884/1885, como resultado de la cual las principales potencias capitalistas se repartieron África entre ellas. "La adquisición de tierras" era "muy fácil en África Oriental, por unas escopetas se consigue un papel con algunas cruces de negros". Alemania también se beneficiaba ahora de la nueva ola de imperialismo y ascendía a tercer imperio colonial del mundo en términos de superficie, después de Gran Bretaña y Francia.

La "revuelta árabe" de 1885 en el África Oriental alemana puso a prueba a Bismarck. Su "política de sociedad chárter", basada en la idea de que las compañías comerciales ejercían con sus propios recursos "el control estatal, la seguridad y el orden en los territorios de ultramar", había "resultado ilusoria", escribe el historiador del derecho Klaus Richter. Ante la alternativa de abandonar África Oriental para el Reich, o bien "emprender una guerra colonial" y someter África Oriental a "la administración directa del propio Reich", "optó por la segunda alternativa". La supresión del levantamiento se comunicó internamente como la prevención del tráfico de esclavos mediante un bloqueo naval. Pero, en realidad, esto sirvió para eliminar el suministro de armas a los insurgentes. No obstante, la sangrienta matanza se prolongó hasta finales de 1890. Así pues, con Bismarck ya se había producido el "cambio de un sistema de cartas de protección (Schutzbriefsystem) a una administración colonial imperial directa", que a su vez constituyó la base de la política genocida de las décadas siguientes.

Para entender el imperialismo bismarckiano es crucial, por lo demás, que éste y el colonialismo de asentamientos alemán tuvieran como objetivo ante todo Europa del Este, razón por la cual el racismo alemán, para justificar este objetivo, también se dirigió con mucha más fuerza contra los eslavos ("economía polaca", "una Polonia abierta", etc.) que el racismo francés, británico, holandés y belga.

La "Kulturkampf", con la que Bismarck rompió la soberanía de la iglesia católica sobre la política educativa entre 1871 y 1878, también debe entenderse desde esta perspectiva. Esta política también sirvió principalmente al Estado autoritario. Por un lado, intentaba contrarrestar la influencia de los Estados católicos, Francia y Austria. Por otro, tenía una clara tendencia expansionista, en la medida en que también servía a la germanización radical en el Este multiétnico. Con este fin, también seccionó la liberalidad de la política prusiana respecto a las nacionalidades, a veces elogiada hoy en día, al poner fin a la enseñanza escolar en polaco, masuriano y lituano. "El comienzo de la Kulturkampf" con todas sus represalias contra la minoría polaca, según Bismarck, "estuvo para mí predominantemente determinada por el tema polaco". Siendo aún diplomático, había escrito a su hermana Malwine: "golpea a los polacos, que desesperen en vida; siento toda la compasión por su situación, pero si queremos sobrevivir, no podemos hacer otra cosa que exterminarlos; no se puede culpar al lobo por haber sido creado por Dios, y sin embargo se le mata a tiros si se puede (...).

Retroceso en la política del recuerdo

En "La vida de Galileo" de Brecht se dice: "Quien no conoce la verdad es simplemente un necio. Pero quien la conoce y la llama mentira es un criminal". Emilia Fester procede de una familia del mundo del teatro; la obra de Brecht es lectura escolar. Quizá conozca el pasaje. Un sincero interés por el conocimiento podría vencer la escasez de conciencia histórica y la posición liberal-capitalista del propio partido. Por otro lado, hay quien como Christoph Ploß, conservador y doctor en Historia, quiere excluir a Bismarck de la vía particular alemana (Sonderweg) y volver a la posición de historiadores de derechas como Wilhelm Mommsen, quien, a pesar de todas las "críticas a las debilidades de su política interior", quería que se honrara a Bismarck por la "grandeza de su capacidad de estadista". Ploß, que califica seriamente el cambio de nombre de la "Sala Bismarck" como "iconoclasia woke", no solo hace concesiones a la AfD en el lenguaje, sino que en última instancia se acerca a Alexander Gauland con su necesidad de no dejar que las "mierdas de pájaro" de "Auschwitz, Majdanek, el Holocausto y todo eso" rebajen el orgullo por "1.000 años de historia de Alemania colmados de éxitos".



[1] La frase es el título del libro de Silke Mende “Nicht rechts, nicht links, sondern vorn“. Eine Geschichte der Gründungsgrünen, un estudio de la historia y el papel desempeñado en la política alemana por los Verdes desde su fundación, (NdT)

 

es escritor y periodista alemán y consultor de política de paz y seguridad en el Instituto de Análisis Social de la Fundación Rosa Luxemburg
Fuente:
https://www.jungewelt.de/artikel/455818.1871-und-die-folgen-der-war-kanzler.html
Traducción:
Jaume Raventós

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