La historia marxista de Grecia y Roma de G. E. M. de Ste Croix

Kostas Vlassopoulos

09/01/2025

El historiador británico G. E. M. de Ste Croix aplicó la teoría marxista de clases a la historia del mundo antiguo.

El marxismo ha tenido un impacto enorme en el estudio del pasado de dos maneras distintas, pero interrelacionadas. Por un lado, la teoría marxista ha ofrecido un rico marco conceptual (clase, modo de producción, fuerzas y relaciones productivas, etc.) que se ha utilizado para explicar grandes procesos históricos. Historiadores marxistas como Eric Hobsbawm, Chris Wickham, Irfan Habib y Witold Kula han presentado narrativas e interpretaciones a gran escala de fenómenos como la estructura de las sociedades medievales y el surgimiento del capitalismo.

Por otro lado, el marxismo ha sido una de las influencias clave detrás del surgimiento de la “historia desde abajo”. Historiadores marxistas como Rodney Hilton, Christopher Hill, E. P. Thompson y Eugene Genovese escribieron obras maestras que exploraron el pasado desde la perspectiva de las personas comunes centrándose en la importancia de su agencia histórica.

Dado el impacto generalizado del marxismo en la historiografía moderna desde la década de 1960, resulta altamente peculiar que el estudio de la antigüedad no haya experimentado nunca el profundo impacto de los enfoques marxistas que transformaron el estudio de la historia medieval, el de principios de la era moderna y de la moderna. Recientemente, sin embargo, el campo de la historia antigua ha comenzado a cambiar de manera radical.

En los últimos años, han aparecido nuevos volúmenes sobre la historia antigua desde abajo, la cultura popular en la antigüedad, el impacto de Antonio Gramsci en el estudio de la historia antigua y la relevancia de los trabajos de Thomas Piketty sobre el capital y de David Graeber sobre la deuda para el estudio de la antigüedad. Dada esta tendencia prometedora, quizás sea el momento adecuado para examinar si el marxismo tiene algo significativo que aportar al actual replanteamiento radical de la historia antigua.

Es imposible responder a esta pregunta sin volver sobre la contribución del único esfuerzo sistemático y a gran escala para estudiar la antigüedad desde un punto de vista marxista: The Class Struggle in the Ancient Greek World: From the Archaic Period to the Arab Conquest de G. E. M. de Ste. Croix [1].

Las sociedades giegas antiguas

Para comprender la contribución de Ste. Croix, es esencial señalar algunas peculiaridades importantes de las sociedades griegas antiguas. Por un lado, la explotación de los esclavos fue un aspecto fundamental de las economías griegas. Al mismo tiempo, sin embargo, los esclavos constituyeron una minoría en todas las sociedades antiguas, y la mayor parte del trabajo lo realizaban los hogares de productores libres e independientes (campesinos, artesanos, comerciantes, etc.).

Además, las sociedades antiguas presentan una diferencia importante respecto a las sociedades medievales y modernas. En las sociedades medievales, los campesinos trabajaban para los terratenientes, quienes obtenían ingresos de la labor de aquellos, mientras que en las sociedades modernas, la mayoría de las personas trabajan empleados para los capitalistas. Sin embargo, en las sociedades griegas antiguas, la gran mayoría de la población libre no trabajaba para las élites, sino más bien para sí misma. ¿De qué modo un análisis marxista debería combinar la importancia de la esclavitud con la preponderancia de los productores libres e independientes?

Finalmente, como resultado de estas dos peculiaridades, las sociedades griegas antiguas se caracterizaban por dos conflictos fundamentales: entre amos y esclavos, y entre la población rica y la pobre libre. Aunque los conflictos colectivos entre población rica y pobre están ampliamente documentados en la mayoría de los períodos de la antigüedad, no existieron conflictos colectivos equivalentes entre amos y esclavos. Las grandes rebeliones de esclavos en Sicilia y la famosa revuelta de Espartaco ocurrieron en un período breve entre el 130 y el 70 a.C. En consecuencia, para la mayoría de los períodos de la antigüedad no se documentan conflictos colectivos entre amos y esclavos.

Los dilemas creados por estos hechos son evidentes. ¿De qué modo un análisis marxista puede abordar una sociedad en la que las clases bajas libres generalmente no trabajan para las élites y, por lo tanto, no son explotadas directamente por ellas? ¿Debe centrarse el análisis marxista en la importancia estructural de la esclavitud o en la preponderancia de los productores libres e independientes? ¿Debería priorizar las luchas colectivas entre ricos y pobres o más bien los conflictos individuales entre amos y esclavos? Y si debemos combinar la dialéctica amo/esclavo con la de rico/pobre, ¿cómo deberíamos hacerlo exactamente?

Definir la clase social

Para responder a estos dilemas, Ste. Croix sostuvo que el concepto marxista de clase debe centrarse exclusivamente en la explotación. La forma directa de explotación aparece cuando los miembros de la clase que poseen los medios de producción obtienen sus ingresos de los miembros de la clase que no los controlan. Pero también existe explotación indirecta a través del Estado, en forma de impuestos, reclutamiento militar y obligaciones de trabajo forzoso.

Según Ste. Croix, la explotación es la característica estructural fundamental de todas las sociedades de clases: el concepto marxista de clase no requiere la aparición de un conflicto colectivo de clase. La explotación puede dar lugar a conflictos individuales e incluso colectivos entre clases sociales, pero no necesariamente conduce a este resultado.

En cambio, el impacto histórico de la explotación radica en el hecho de que moldea todas las relaciones sociales y orienta el desarrollo histórico de las sociedades. En otras palabras, Ste. Croix argumenta que el concepto marxista de clase solamente requiere la existencia de una “clase en sí”, en la terminología de Karl Marx. La aparición de una “clase para sí” autoconsciente y movilizada es, por supuesto, una potencialidad histórica, pero de ninguna manera una necesidad histórica.

Quizás el mejor ejemplo para entender lo que Ste. Croix está planteando es el debate sobre la caída del Imperio Romano. La historiografía marxista atribuyó la transición de la Edad Media temprana al capitalismo a las revoluciones burguesas contra la antigua clase dominante en países como los Países Bajos, Inglaterra y Francia, y predijo que la futura transición del capitalismo al socialismo se produciría a través de revoluciones obreras contra la burguesía. Sin embargo, en el caso de la transición de la antigüedad a la Edad Media, no existe una narrativa equivalente de un conflicto de clase entre dos antagonistas principales que haya llevado a una transformación social más amplia.

Esto ha sido durante mucho tiempo un enigma para los marxistas, pero Ste. Croix argumenta que un análisis marxista no requiere que exista tal conflicto colectivo de clase. En su opinión, la explotación de las clases bajas es una explicación suficiente para la caída del Imperio Romano. Durante la antigüedad tardía, la explotación directa e indirecta de las clases bajas tuvo que sostener un ejército y una burocracia estatal inmensamente pesada, así como la nueva institución de la Iglesia y sus decenas de miles de bocas ociosas. El sistema no pudo soportar este nivel creciente de explotación, y la caída del Imperio Romano fue la consecuencia.

Independientemente de si uno está de acuerdo o no con esta interpretación de la caída de Roma, el argumento sobre cómo la explotación opera como una fuerza histórica es indudablemente estimulante. En mi opinión, la parte más exitosa del enfoque de Ste. Croix es precisamente su aplicación del concepto de explotación a una variedad de fenómenos históricos antiguos. Un excelente ejemplo es la historia del cristianismo primitivo. Ste. Croix documenta cómo los Padres de la Iglesia daban por sentadas las estructuras de explotación en la sociedad de su tiempo predicando un mensaje que invitaba a las clases bajas a aceptar las cosas tal como eran.

Basándose en este enfoque de clase, Ste. Croix logra ofrecer una respuesta a la pregunta sobre el papel de la esclavitud en las sociedades antiguas. El parámetro crucial es cómo las élites antiguas obtenían sus ingresos: dado que la esclavitud y otras formas de trabajo no libre constituían la principal fuente de ingresos de las élites, se deduce que las sociedades antiguas eran sociedades esclavistas. Este punto es válido independientemente del hecho de que los productores libres e independientes constituían la mayoría de la población y producían la mayor parte de los bienes.

Por lo tanto, es la forma que adopta la explotación lo que ofrece la clave para identificar las estructuras fundamentales de una sociedad en particular. De nuevo, independientemente de si Ste. Croix tiene razón empíricamente en su afirmación de que las élites antiguas obtenían sus ingresos abrumadoramente del trabajo no libre, la lógica de su argumento es claramente valiosa.

Tres ejes

Sin embargo, el enfoque de Ste. Croix también presenta importantes limitaciones que los futuros trabajos marxistas sobre historia antigua deberán abordar. Como mencioné más arriba, los conflictos sociales entre ricos y pobres constituyeron uno de los aspectos más notables de la historia griega. La discusión de Ste. Croix sobre la sociología de Aristóteles, en la que el conflicto de clases entre ricos y pobres desempeña un papel fundamental, es realmente brillante.

Pero, como hemos visto, los productores libres e independientes en las sociedades griegas no trabajaban para las élites griegas y, por lo tanto, no eran explotados directamente, mientras que las formas de explotación indirecta, como los impuestos y el trabajo forzoso, eran inexistentes o mínimas. A la luz de estos hechos, ¿de qué trataban realmente estos conflictos?

Sabemos que los lemas revolucionarios griegos no estaban relacionados con la renta, las cuotas de trabajo o los salarios, sino que iban dirigidos a exigir la redistribución de tierras y la cancelación de deudas. Los conflictos sociales griegos no giraban en torno a la explotación laboral, sino a la desigualdad de riqueza: la posesión de una riqueza significativa por parte de los ricos hacía la vida difícil para los pobres. Por lo tanto, es necesario distinguir entre explotación y desigualdad; la explotación es la causa principal de la desigualdad, pero en muchas sociedades también hay causas adicionales importantes de la desigualdad como la herencia divisible, las dotes y las guerras.

Además, Ste. Croix presta muy poca atención al trabajo como un aspecto fundamental de la clase. El trabajo proporcionaba un marco principal en el que se experimentaba la clase. Es esencial, por tanto, incorporar el trabajo dentro de un enfoque marxista de la clase. La clase no es una entidad unitaria con una esencia transhistórica, sino un proceso histórico constituido por tres ejes interrelacionados: el trabajo, la explotación y la desigualdad.

El eje del trabajo se refiere a las diversas formas de esfuerzo humano para producir cosas y ofrecer servicios, los modos de vida organizados en torno a las distintas formas de trabajo y la división del trabajo. La explotación consiste en las diversas maneras en que ciertas personas extraen bienes, servicios y dinero del trabajo de otras personas sin devolver un valor equivalente. Finalmente, la desigualdad se refiere a la distribución diferencial de la riqueza entre individuos y grupos.

La clase está constituida por el entrelazamiento de estos tres ejes, pero la forma precisa en que se articulan varía significativamente entre diferentes sociedades y períodos. Cada eje generaba sus propios puntos de conflicto. Aunque todas estas cuestiones y conflictos estaban interrelacionados, tenían una relevancia muy diversa para distintos grupos de personas.

Nuevos enfoques

Si bien el concepto de clase de Ste. Croix tiene el gran mérito de advertir a los historiadores que no den por sentada la aparición de conflictos sociales colectivos, no nos ofrece un marco para estudiar este tema de manera sistemática. No obstante, el concepto de explotación abre un primer camino al ilustrar de qué manera puede influir en los conflictos y crisis, incluso en ausencia de una lucha de clases colectiva.

Las guerras civiles romanas de finales de la república fueron indudablemente conflictos entre diferentes sectores de la élite romana. Pero la desigualdad había creado una masa de campesinos desposeída de tierra que constituía el granero de reclutamiento necesario para los grandes ejércitos que cada bando necesitaba desplegar. Además, estos ejércitos tenían que ser recompensados con tierras para los vencedores y, en consecuencia, cada facción de la élite tenía que tener en cuenta los intereses de una masa sustancial de clases bajas al diseñar su política. Aunque las guerras civiles romanas no fueron conflictos directos e inmediatos entre ricos y pobres, la aparición y el desarrollo de estas guerras estuvieron profundamente moldeados por el funcionamiento de la clase en el mundo romano.

Finalmente, las divisiones entre amos y esclavos y entre ricos y pobres indudablemente constituyeron dos tipos distintos de conflicto social en las sociedades antiguas. Sin embargo, a menudo se entrelazaban. Esclavos y pobres libres solían trabajar en las mismas ocupaciones, convivir en los mismos barrios, socializar juntos en tabernas y baños, y participar en comunidades mixtas basadas en la ocupación, el culto y la etnicidad. Fueron estas experiencias compartidas y estas comunidades las que, en diversas ocasiones, los unieron en distintas formas de conflicto contra las élites antiguas.

Los enfoques marxistas de la clase en la antigüedad pueden aprender mucho de la tradición de la historia desde abajo y de su rica producción en la historia medieval e inicios de la moderna. Los nuevos enfoques radicales para el estudio de la historia antigua que han surgido en los últimos años abren la posibilidad de una nueva historia de la antigüedad. En esta dirección, la obra de Ste. Croix seguirá siendo, sin lugar a dudas, un punto de referencia esencial tanto por sus evidentes fortalezas como por invitarnos a reflexionar seriamente sobre cómo abordar sus debilidades.

Notas

1 Existe traducción al castellano: La lucha de clases en el mundo griego antiguo (Teófilo De Lozoya, trad., Crítica, 1988) [N.d.T].

 

profesor de historia antigua en la Universidad de Creta y autor de "Historicising Ancient Slavery".
Fuente:
Jacobin, 8 de enero de 2025. https://jacobin.com/2025/01/ste-croix-marxism-ancient-history?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR1h-byeYqmjpF1Tw7T4f9NpGVdwGBP1ANrGVh3dz4-g08wspZXdQe_jb9c_aem_ybY8O4vWXvlWjUBIrb-3hw
Traducción:
Bru Laín

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).