Lars Fischer
01/11/2018
Huracanes que empezaron siendo tropicales han causado en dos años consecutivos daños y muertes también en Europa. Podría ser parte de una tendencia inquietante.
La temporada de huracanes de 2018 golpeó de nuevo: dos huracanes destructivos alcanzaron el sudeste de Estados Unidos, y rozó hasta a Europa. El 14 de octubre, los restos del huracán Leslie llevaron al norte y centro de Portugal vientos con velocidades de más de cien kilómetros por hora; en España y Francia descargaron grandes lluvias. Murieron varias personas. Leslie es, o así lo interpretan muchos, un anticipo de un futuro en el que también Europa Occidental conocerá algo parecido a una temporada de huracanes. Y es que los efectos de las fuertes tormentas de los trópicos llegan cada vez más al norte.
Un grupo internacional, encabezado por Jan Altman, de la Academia Checa de Ciencias, ha presentado ahora pruebas de esa tendencia, aunque para el oeste del Pacífico. En esa región oceánica es donde se produce la mayoría de los ciclones tropicales, y tiende también a tenerlos más intensos. Como Altman y su equipo cuentan en PNAS, esos tifones vienen desde la década de 1920 tocando tierra cada vez más al norte. Lo han comprobado en un banco de datos de anillos de árboles de una zona que va de Corea del Sur a la costa oriental de Rusia.
Gracias a esos testigos del crecimiento de los árboles primigenios, ha determinado el equipo de Altman la frecuencia con que los árboles quedaban dañados por los fuertes vientos de un ciclón tropical. De los resultados se sigue que los ciclones tropicales han causado en los bosques daños notables con una frecuencia cada vez mayor, especialmente en el borde septentrional de la zona de huracanes, que está a la misma latitud que Burdeos, de manera análoga a lo ocurrido con la tormenta Leslie.
Los autores indican que una tendencia similar se puede observar en el Atlántico. La causa de la tendencia del Pacífico sería un fenómeno global: hace ya años que los investigadores establecieron que los trópicos se extienden hacia el norte y el sur, y con ellos, las regiones donde el agua está suficientemente caliente para abastecer de energía a los ciclones.
Los trópicos se nos echan encima
Que los restos de huracanes lleguen a las costas europeas ya no es ni mucho menos infrecuente. Una parte de las tormentas que se originan a la altura de las costas del oeste de África no solo alcanzan las costas del hemisferio occidental, sino que tiran hacia el norte y la deriva de los vientos del oeste las lleva hacia las costas de Gran Bretaña y de Portugal. Un ejemplo fue la tormenta Ofelia, que en octubre de 2017 subió más al norte que ninguna otra tormenta de categoría 2 y finalmente golpeó en Irlanda con vientos de hasta 190 kilómetros por hora.
No obstante, Ofelia fue peculiar; por lo normal, los huracanes son en las costas de Europa solo una sombra de sí mismos. La razón es muy simple: Europa tiene un escudo protector de aguas frías que retiran de cualquier huracán una parte considerable de su energía antes de que se acerque a las costas de las latitudes medias. Los ciclones tropicales necesitan tener por debajo temperaturas bien tibias: el calor y la evaporación les bombean con generosidad humedad y energía potencial, y de ese modo los estimulan.
Los ciclones que pasan sobre las aguas, más frías, de las latitudes templadas ya no disponen de esa forma de energía y los intensos vientos del centro se desmontan. Esto es cierto tanto en el norte del Atlántico como en el oeste del Pacífico investigado por el grupo de Altman. Los trópicos expansivos y el agua caliente que traen consigo encogen el escudo protector, y eso empezó a ocurrir hace ya cien años, como muestran los árboles de Asia.
Además de la migración al norte de las zonas climáticas, los mares, en general, se están calentando y se producen olas de calor oceánicas con una mayor frecuencia, de lo cual se aprovechan los huracanes. Y en el futuro la tendencia continuará, según conjetura no solo este grupo de investigadores: un equipo del Real Instituto Meteorológico de los Países Bajos ya predijo en 2013 un riesgo claramente mayor de tormentas con fuerza de huracán. En especial en las zonas que han estado recibiendo ya los restos decaídos de los ciclones tropicales, la amenaza de sufrir tormentas sumamente energéticas podría ir a peor.
(Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Spektrum der Wissenschaft).
Referencia: «Poleward migration of the destructive effects of tropical cyclones during the 20th century», de Jan Altman et al. en Proceedings of the National Academy of Sciences, 22 de octubre de 2018.