Tommaso Di Francesco
Patrick Cockburn
Robert Fisk
20/10/2019La "Operación Fuente de Paz" del ejército turco contra los enclaves kurdos de Rojava y Kobane en el norte de Siria, iniciada el 9 de octubre, se encuentra detenida desde el pasado viernes 18, como consecuencia de la tregua de cinco días negociada por el Vicepresidente Pence y el Secretario de Estado Pompeo en una entrevista de cinco horas con Erdogan. Pero antes de que aterrizase de vuelta en Washington DC Pence, una mayoría demócrata y republicana denunciaban los acuerdos como una capitulación ante Turquía. La incoherente política de Trump en Siria, dando primero luz verde a la operación turca, para exigir después que se atuviese a los objetivos pactados -una limpieza étnica de pobladores kurdos para sustituirlos por refugiados sirios en Turquía y milicias islamistas ligadas a Al Nusra entrenadas y armadas por el ejército turco en una franja de 30 kilómetros de profundidad- y exigiendo una tregua posterior, ha sido debastadora para la credibilidad interna y externa de la política de EEUU en Oriente Próximo. Los aliados kurdos de ayer en la guerra contra Daesh se han convertido por necesidad en los nuevos protegidos de Rusia y el régimen de Al Assad. En este interregno de las operaciones militares, que pueden enfrentar a tropas turcas y milicias islamistas sirias con el EAS de Assad, y dar la hegemonia en la zona a Rusia como árbitro geopolítico, publicamos un segundo dossier centrado en estos aspectos. SP
¿De dónde viene la arrogancia de Erdogan hacia Occidente?
Tommaso de Francesco
¿De dónde viene ese absoluto chantaje de Erdogan? Vale la pena hacerse la pregunta, dada la audacia con la que vindica su derecho a invadir el norte de Siria y utilizar tácticas de tierra quemada contra los kurdos en Rojava.
La semana pasada fue algo más explícito de lo habitual, al dirigirse a un público turco que en general aprueba la ofensiva, con la excepción del HDP kurdo. Avisó de que si la UE lo denominaba “invasión”, enviaría a Europa a los 3,6 millones de refugiados para ocuparse de los cuales en lo esencial le hemos contratado. También atacó a quienes le han criticado, como Al Sisi, de Egipto, llamándole “asesino de la democracia”, y a los saudíes, recordándoles intencionadamente las matanzas de Yemen. En resumen, el mensaje venía a ser; “¿quiénes sois vosotros para juzgarme?”
A no dudarlo, tiene razón en que esos críticos son ellos mismos una panda de delincuentes. Fue incluso más allá y le reprochó a la OTAN que no le apoyara: de acuerdo con el Artículo 5, “Los países de la OTAN no tienen ningún derecho a permanecer en silencio cuando un país de la OTAN está siendo atacado” por “terroristas.”
En resumen, se comporta de un modo más provocador que nunca. Los titulares de los medios de Occidente no han sido, no obstante, demasiado precisos: “Otra guerra más”, “La guerra de Erdogan”, “Una puñalada por la espalda” y cosas semejantes, contrapunto del término escogido para la ofensiva turca, “Fuente de Paz”. Habría que hacer notar que el vocabulario al que recurrimos para las guerras causadas por Occidente está repleto de palabras deshonestas. No es esta “otra guerra más” ni es tampoco Erdogan solamente el que está “apuñalando por la espalda a los kurdos”, igual que la invasión turca no va a ser “fuente de paz” sino origen sólo de nuevas guerras. No es “otra guerra más” porque Erdogan está llevando a su lógica conclusión el desbarajuste de ambigüedades que ha caracterizado la operación de los EE.UU. y la UE para la desestabilización de Siria.
Esta operación de desestabilización, tal como ha escrito Alberto Negri en il manifesto, supuso un intento de “dirigir la Primavera Árabe por detrás”. Todo empezó con el papel desempeñado por la secretaria de Estado Hillary Clinton— entusiasta del proyecto — y el presidente Obama — que se mostraba más circunspecto— y la guerra de la OTAN que derrocó a Gadafi en Libia en octubre de 2011. Justo un año después (el 11 de septiembre de 2012) esta desastrosa empresa acabó pasando factura con el asesinato del embajador norteamericano, Chris Stevens, en Bengasi. Tal como reconoció el mismo Obama, la situación de Libia fue “un tinglado de mierda”. También en 2011 estalló el conflicto que llevó a la desestabilización de Siria, mucho más decisivo estratégicamente para Oriente Medio que la plataforma petrolífera libia, por crucial que fuera esta en sí misma.
El viaje a Hama del embajador norteamericano, Robert Ford, entre los rebeldes sirios — tal como relató él en una entrevista en Newsweek en 2017— dio luz verde a los combatientes yijadistas extranjeros estacionados en Turquía, a la que se encomendó la tarea de ocuparse de ellos. Erdogan desempeñó esta labor con gran celo, con ayuda de la OTAN: les proporcionó armas, les entrenó e hizo rentables negocios con el Daesh, entre ellos el del petróleo, un escándalo que denunciaron los valientes periodistas de Cumhuryet antes de verse encarcelados u obligados a exiliarse.
La ficticia noción que se difundió entre la coalición de “Amigos de Siria” (que comprometía a todos, desde los Estados Unidos a todos los países democráticos, incluida Italia, así como financiación saudí) era que había una “oposición democrática” en el país, y que terminó desinflándose en pocos meses, consumida por el radicalismo y por la fuerza del Daesh y de muchas ramas sirias de Al Qaeda. Debido a ello, fracasó todo la operación. El tipo de desestabilización que tuvo éxito en Libia no funcionó en Siria y el régimen de Asad ha seguido en el poder durante tres años y medio, y suma y sigue, pese a toda la destrucción, las matanzas y los seis millones de refugiados. Obama studio la situación a finales de 2015 y dejó ver que estaba abierto a la intervención rusa en su “charla junto al fuego” con Putin en el Despacho Oval de la Casa Blanca; al mismo tiempo, la intervención iranía estaba empezando a dejar sentir su presencia en el campo de batalla, con las fuerzas de los pasdaran y Hezbolá en apoyo del regimen chiita en Damasco.
Como resultado, los que quedaron para combatir al Daesh —que es en sí mismo una filial orgánica del régimen saudí — no formaban una supuesta oposición “democrática” armada, ni había occidental alguno. En cambio, estaba el ejército sirio y el ruso, junto con los pasdaran iraníes y Hezbolá, convirtiéndose estos de inmediato en blanco de los ataques aéreos israelíes, y por encima de todo, las fuerzas progresistas del YPG kurdo, que son leales a Ocalan y al PKK turco, comprometidas durante la guerra a crear una región autónoma confederal, democrática y multiétnica, en Rojava. En vísperas de la intervención rusa, puesto que Siria se había convertido en campo de batalla de una rampante guerra por delegación entre países, Washington — primero con Obama y luego con Trump— hizo su aportación bombardeando al Daesh desde arriba, incluso con drones. Las pocas “botas sobre el terreno” que quedaban, en forma de cerca de un centenar de miembros de las Fuerzas Especiales norteamericanas, que acabaron luchando junto a los kurdos del YPG, son todo lo que queda de este ambiguo asunto.
Trump, soberanista y aislacionista, ha dejado finalmente clara la ambigüedad con su decisión de “retirarse”, que viene a entrañar sencillamente darle permiso a Erdogan, aliado de la OTAN, para agarrar su trozo del pastel sirio, después de muchas promesas occidentales anteriores a ese respecto, por miedo a que acabara en cambio en brazos de Putin. Se le permite ahora establecer su zona neutral para el control turco de la zona, en la que puede empezar a abandonar al enorme número de refugiados que hemos dejado a su cargo, por una factura que no baja de los 6.000 millones de euros.
De acuerdo con ello, la petición conjunta dirigida a Erdogan por Conte y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, de “actuar con mesura” suena algo más que un tanto cómplice, por decir lo menos. Traduce que Erdogan tiene las manos libres, pues esta es la deuda externa que hemos de pagar por todas las guerras occidentales: puede asolar Siria todavía más y borrar el proyecto revolucionario de Rojava de la faz de la Tierra con impunidad, dado sobre todo que Turquía es el “baluarte sur”, al fin y al cabo, y aparentemente, si un ejército de la OTAN inicia una guerra en estos tiempos, los demás aliados pedirán simplemente “mesura” con un guiño disimulado. ¿Qué saldrá de esta tremenda “puñalada por la espalda” que Occidente ha asestado a los turcos, empleando a Erdogan de sicario? Esta vez será crucial nuestra capacidad de movilizarnos.
il manifesto, 13 de octubre de 2019
Traducción para SP: Lucas Antón
Cómo la invasión turca de Siria fue contraproducente para Erdogan
Patrick Cockburn
La aventura siria de Turquía va a mal rápidamente desde el punto de vista del presidente Erdogan. La avanzada turca en el noreste de Siria se mueve lentamente, pero las opciones militares de Turquía se están volviendo cada vez más limitadas en tanto que el ejército sirio, respaldado por Rusia, se moviliza en ciudades y pueblos controlados por kurdos que podrían haber sido objetivo de las fuerzas turcas.
Es improbable que el señor Erdogan arriesgue atacando a tropas gubernamentales sirias, incluso si son débiles en el terreno, si esto implica una confrontación con Rusia. En los siete días desde que lanzara la Operación Primavera de la Paz, Turquía se ha vuelto más aislada diplomáticamente de lo que Ankara podría haber previsto cuando el presidente Trump apareció para dar luz verde a su ataque.
Una semana después del visto bueno implícito a la ofensiva turca, el señor Trump está imponiendo sanciones económicas a Ankara tras un zigzag salvaje en la política estadounidense –extraña incluso para los estándares trumpianos–.
Casi el mundo entero está condenando la invasión turca y, habiendo logrado el objetivo de eliminar el miniestado de Rojava, Turquía tendría grandes dificultades para conseguir algún éxito más.
«Ahora que los kurdos y Damasco han llegado a un acuerdo, pienso que Ankara no se atreverá a abrir un nuevo frente contra las fuerzas de Assad», escribe el muy bien informado comentador del ejército turco Metin Gurcan.
Incluso números simbólicos de tropas sirias en ciudades como Manbiy y Kobane, cercanas al Éufrates, y Qamishli y Hasaka, cercanas a la frontera iraquí, dejarán a los soldados turcos y a los milicianos árabes aliados confinados en un rectángulo de territorio entre las ciudades de Ras al Ayn y Tal Abiad, posiblemente extendiéndose 32 km al sur hacia la autopista M4 –que es la espina estratégica de Rojava–. Las Unidades de Protección Popular (YPG) han evitado costosos enfrentamientos, pero podrían convertirse en una amenaza mayor si son respaldadas por la artillería y los tanques del ejército sirio.
Esto es muy diferente a 18 meses antes, cuando el ejército turco y las milicias árabes invadieron la zona poblada por kurdos de Afrin, al norte de Alepo, y limpiaron étnicamente a la población.
Nada de esto era particularmente secreto y bandas de pistoleros vinculados a Al Qaeda e Isis, que estaban bajo control turco, publicaron videos de ellos mismos persiguiendo a kurdos y saqueando sus casas y establecimientos. Los grupos en defensa de los derechos humanos confirmaron y publicitaron los abusos de las fuerzas de ocupación lideradas por turcos, pero esto pareció tener un leve impacto en el mundo.
Los medios internacionales estuvieron enormemente enfocados en atrocidades similares llevadas a cabo por el gobierno sirio en el sitio de Guta oriental y Damasco y no tuvieron tiempo para lo que estaba pasando en Afrin.
Esta vez el trato de los medios internacionales a la actual invasión turca del norte de Siria es muy diferente al desinterés mostrado durante la Operación Rama de Olivo en Afrin.
El foco está ahora en los 160.000 refugiados kurdos huyendo del avance turco; se da publicidad al asesinato de prisioneros por las milicias árabes pro-turcas; y se menciona su respaldo al Isis y a Al Qaeda.
El presidente Erdogan y Turquía están, al menos de momento, reemplazando al presidente Bashar Al Assad y a su régimen como los máximos parias internacionales.
La traición del señor Trump a los kurdos fue tan descarada y pública que provocó una ola de simpatía hacia los kurdos sirios que no habían disfrutado antes.
Fueron retratados –con gran razón– como los héroes que derrotaron al Isis, que habían sido arrojados a los lobos de Turquía y Al Qaeda por el señor Trump. Además, hay un miedo comprensible a que el señor Trump le haya dado al Isis un nuevo contrato de vida justo cuando estaba a punto de desaparecer.
Repentinamente, hay imágenes en todos lados de prisioneros del Isis huyendo de sus cárceles mientras los guardias kurdos van a intentar detener el avance turco. La sugerencia del señor Trump de que Turquía, que solo unos años atrás había tolerado el gran influjo de combatientes extranjeros del Isis al califato a través de sus fronteras, reemplazaría a los kurdos en la eliminación del Isis, provocó espanto y mofa.
En términos de opinión pública interior turca, se mantiene el énfasis en el éxito militar turco, pero, a partir de ahora, esto no traerá beneficios políticos para el señor Erdogan. Debe probar a operar sin aliados y está siendo presionado por Estados Unidos y Rusia. Las tropas turcas y sus aliados árabes continúan avanzando, pero Turquía ha perdido las guerras diplomática y de propaganda. Al final, no tendrá otra opción que declarar una famosa victoria y retirarse.
https://www.counterpunch.org/2019/10/16/how-turkeys-invasion-of-syria-ba...
Traducción para SP: Roberto Álava
Trump y Erdogan tienen mucho en común, y los kurdos serán las trágicas víctimas de su idiotez
Robert Fisk
¡Qué perfidia! ¿Hay palabra más solemne para referirse a semejante traición? A los kurdos aliados de occidente se les está traicionando una vez más. Antes fue Kissinger, ahora es Trump. Y una vez más vienen los turcos con sus juegos en la frontera, fingiendo que pretenden luchar contra el "terrorismo", a pesar de que estaban encantados de ayudar a al-Nusra en Afrin cuando el petróleo de Estado islámico fluía hacia su país. Y Trump de repente se da cuenta de que los turcos no son buenos aliados, aunque no tenía problema alguno en dejarlos invadir el norte de Siria hace cuatro días.
El mejor indicio de que Washington se ha convertido en una casa de locos es la supuesta "política", tan insensata como polémica, que los estadounidenses todavía dicen defender en el norte de Siria. Cien mil desplazados, docenas de civiles muertos. En Damasco, el régimen de Assad seguramente ve con buenos ojos esta farsa, aunque es probable que las posibilidades de recuperar territorio perdido ante Turquía ahora parezcan mucho más peligrosas. Pero la perspectiva de que los invasores de Siria se enfrenten entre sí solo evocará un reflejo amargo en un estado en que el gobierno casi había ganado su guerra.
En lo que respecta al propio Trump, sus absurdos comentarios sobre Turquía y los kurdos (y, por el amor de Dios, hasta sobre Normandía y la Segunda Guerra Mundial) no hacen más que probar una vez más que el presidente de los Estados Unidos no está en sus cabales. Nos dijo hace unos meses que los estadounidenses se van de Siria. Luego lo dice de nuevo. Y esto antes de que nadie haya pensado en la resurrección del Estado islámico, cuyos miembros tal vez se fugan de sus cárceles situadas a lo largo de la frontera. ¿Volverán a Europa? ¿Huirán junto con los 3,6 millones de refugiados con los que Turquía ha amenazado a Europa?
Trump no es el único que está provocando el caos; también lo hace todo el imperio estadounidense, de la mano de sus descabelladas políticas exteriores y todos aquellos partidarios de Trump, cuya ignorancia ya llegó a los centros de poder del establishment de Washington. ¿Cómo puede la UE quedarse de brazos cruzados mientras que Turquía lleva a cabo lo que parece ser una limpieza étnica a gran escala? Ya que, a fin de cuentas, son sus milicias árabes las que ahora están entrando en el norte de Siria. ¿Cómo se puede justificar algo tan vil?
Los kurdos han sido traicionados de la manera más trágica, terrible y lamentable. ¿Es así como Erdogan piensa pasar a la historia después de 16 años en el poder? Primero acusa a su propio ejército de estar detrás del intento de golpe de estado contra él en Turquía, luego envía al mismo ejército a Siria. Quizás Erdogan y Trump tienen más en común de lo que imaginamos.
Pero lo ocurrido durante esta semana también demuestra que la gobernanza internacional se ha deteriorado en Oriente Medio, y que las deficiencias en los centros de poder, especialmente las del país más poderoso del mundo, condujeron a una guerra sin fin ni esperanza. Por culpa de la necedad de Trump, y de su indecible estupidez, docenas de personas más van a morir en la región.
La situación en Oriente Medio es triste y peligrosa, y se pondrá peor aún en las próximas semanas.
Vistas desde el momento actual, cuán lejanas parecen esas revoluciones de 2011; con cuánta rapidez desaparecieron aquellos vislumbres de esperanza. Egipto es ahora una brutal dictadura. Libia sigue en el caos; al igual que Yemen. En la práctica, no existe ninguna democracia real en el mundo árabe (con la posible excepción del Líbano). Y los estadounidenses siguen depositando esperanzas en las nuevas libertades en Arabia Saudita, aunque no, por supuesto, en las de cierto periodista y residente estadounidense desaparecido, cuyos restos tal vez no encontramos nunca. La voz de Jamal Kashoggi habría sido de gran importancia para entender el panorama actual. Pero, desafortunadamente, su legado también se ha visto manchado por la absoluta claudicación moral de Trump ante la familia real saudí. En efecto, una verdadera perfidia.
https://www.counterpunch.org/2019/10/15/trump-and-erdogan-have-much-in-c...
Traducción para SP: Paul Fitzgibbon Cella