Territorios extractivos y la política de los muertos vivientes. El desarrollo capitalista en la era de la crisis ecológica

Maura Benegiamo

05/10/2019

Hemos visto en Europa y en todo el mundo, los últimos meses, cómo millones de personas copan las calles y plazas contra el cambio climático. Impresionantes han sido las plazas océanicas de Fridays for Future y sus Huelgas por el Clima. Para comprender los desafíos que atañen al movimiento global por la justicia climática proponemos el siguiente texto de Maura Benegiamo, que parte de una reflexión presentada en el convenio Ambientalismo Obrero y Justicia Climática, desarrollado adjunto al Centro Estudios Movimientos de Parma el 14 de junio de 2019.

1. La abstracción es siempre extracción

La conexión entre crisis ambiental y crisis económica que ha caracterizado al panorama global en los últimos años, se ha traducido en una intensificación de los procesos de mercantilización y explotación aplicados al mundo natural. La época posfordista se caracterizó por intensas transformaciones del trabajo y de los procesos de subsunción. Las lógicas que han subtendido tales transformaciones se han extendido más allá de la producción humana, implicando también una transformación de las relaciones entre capital y naturaleza.

En particular, la creciente transferencia sobre el ambiente de los costos y de las funciones de la reproducción social ha vuelto a las funciones reproductivas del universo no humano –y la consiguiente codificación de los procesos biológicos- un elemento central del desarrollo del capitalismo. De este modo, las más recientes formas de captación del valor, centradas sobre las dimensiones aparentemente más inmateriales o cognitivas de la producción, y atinentes a procesos de captura y monetización de los flujos de información y de conocimiento, han sido aplicadas a la ampliación de las dinámicas de extracción y explotación de la naturaleza (y de los cuerpos). Los mismos cercamientos y mercantilización de la naturaleza han venido así a articularse con los nuevos procesos de acumulación.

En este contexto, las derivas ecológicas que han contribuido a la crisis del modelo fordista pueden ser revisadas a la luz de los nuevos saberes ambientales y del progreso tecno-científico, que sin embargo a su vez han servido para constituir una específica gramática al uso de la gobernanza neoliberal. Todos estos procesos se acompañan de hecho de políticas de explotación intensiva de los territorios y extracción de los recursos, que sostienen trayectorias diferenciales de inclusión y exclusión. Se puede sostener luego que los aspectos contemporáneos de la producción de la naturaleza, y del afirmarse de ontologías que insisten sobre lógicas creativas y productivas de lo viviente, refuerzan e intersecan las formas más coercitivas y excluyentes inscritas en el desarrollo del capitalismo. Formas que subtienden nuevos procesos de expoliación y marginalización, y que explicitan las hibridaciones actuales entre gobernabilidad y soberanía.

El afirmarse de una geografía variable de la inclusión, y el carácter coercitivo de estos procesos, pueden ser leídos además en los términos de una evolución de la gobernanza neoliberal, que deviene una lógica de poder siempre más extractiva y necropolítica, en grado de asumir las trazas de la soberanía o de cualquier aspecto coligado a ella. El expandirse del modelo extractivista que caracteriza y sostiene la clausura de los bienes naturales, su extracción y puesta en circulación, evidencia en fin un nuevo rol del territorio como punto de atraque de los procesos de diferenciación social, más allá que de espejo de la relación entre estado y mercado.

2. El capitalismo visto desde el Sur

En los contextos post-coloniales el capitalismo se ha presentado históricamente con su rostro más extractivista y mortífero. En la crisis ecológica global, que es ante todo una crisis de reproducción del sistema, la incapacidad del capital de garantizar riqueza, ingreso y bienestar ha llevado a las democracias occidentales a romper el pacto welfaristico, volviendo el modelo post-colonial el único aplicable también en el Occidente post-fordista. Aquello confirma la idea de que la economía política post-colonial no pueda ser leída en los términos de un hipotético pasado del capital, superable en una dinámica de desarrollo progresista. De él constituye, más bien, la vanguardia, el laboratorio político de la acumulación por venir.

Experimentaciones como aquellas en acto en la Nueva Revolución Verde africana –donde el expandirse de los monocultivos agroindustriales se asocia a la promoción de tecnologías smart, green financing y biogenética, generando una más profunda precarización y destrucción del trabajo y de las economías locales-, testimonian las transformaciones y el desarrollarse de las relaciones históricas entre explotación ambiental, desarrollo capitalista y geografías sociales de la inclusión diferencial.

Al interior de las actuales trayectorias de valorización de la naturaleza, caracterizadas por la extracción y la expoliación, una cuota creciente de población deviene algo que es producido directamente como un surplus. Las múltiples dinámicas de exclusión que caracterizan las trayectorias de desarrollo del Sur global –donde el capital ha acumulado históricamente los recursos naturales útiles a su reproducción-, no solo evidencian los aspectos mortíferos y excluyentes que caracterizan el biopoder del capital. Representan al mismo tiempo las fronteras para una experimentación biopolítica y gobernativa basada sobre viejas y nuevas lógicas de territorialización, y sus emergentes jerarquías entre humanos y no humanos.

Las luchas contra el extractivismo llevadas adelante por las campesinas, por los pueblos indígenas y por los habitantes del Sur global, han evidenciado ya desde hace muchos años cómo las trayectorias actuales de colonización de la naturaleza sean asimilables a aquel proceso de negación y de instrumentalización del rol del trabajo vivo, humano y no humano, que caracteriza de manera general al conjunto de la dinámica capitalista. A partir de los procesos de resistencia, adaptación y captación que se dan, empieza a emerger una crítica radical a las respuestas capitalistas a la crisis ecológico-reproductiva,  que de ellas trae a la luz sus presupuestos ontológicos, basados sobre la reducción de la vida a un artefacto y sobre el sacrificio de los cuerpos excedentes, que no pueden ser puestos al trabajo. Aún hoy está, luego, la tensión inherente al devenir de tal ontología capitalista, centrada sobre los procesos de mercantilización y abstracción de lo viviente, que reclama ser gobernada y sobre la cual se yerguen las geografías diferenciales de la inclusión y la exclusión, a su vez sostenidas por regímenes específicos de conocimiento y poder.

3. Necropolítica del desarrollo

El capitalismo puede ser comprendido sobre la base de las específicas relaciones de producción que pone en juego, y que se resuelven en una organización social del trabajo volcada a la valorización del capital invertido. La comprensión del desarrollo del capitalismo implica, en vez, trasladar la atención a las condiciones socio-políticas necesarias a su reproducción, y luego a las transformaciones operadas al interior de la sociedad. El desarrollo –es decir la modalidad a través de la cual la economía avanza, asimilando e invistiendo nuevos ámbitos, sociales y espaciales, materiales e inmateriales- está siempre encarnado en las relaciones históricas, sociales y culturales de los contextos en los cuales opera. De ello se sigue que el análisis del desarrollo del capital no puede ser reconducido únicamente a un análisis de la evolución del mercado o de la propiedad privada, sino que debe ser observada a través de una analítica del poder que ponga en juego las relaciones de fuerza que en él intervienen, las reconfiguraciones sociales y las racionalidades que lo subtienden.

Podemos tomar en préstamo la noción de necropolítica, acuñada por el filósofo post-colonial Achille Mbembe, para obtener algunas indicaciones útiles para expresar las particulares configuraciones de explotación y exclusión que se estructuran al interior de los contextos extractivos, donde el territorio y los recursos sirven, pero no las personas. Se capta con más facilidad el significado de la noción de necropolítica poniéndola en contraste con la de tanatopolítica, de matriz agambeana y de la cual el filósofo camerunés parte.

A diferencia de ésta, la necropolítica no expresa la idea de un poder soberano que se recompone como potencia de la excepcionalidad, sino un poder cuyo proyecto es el “sistemático uso instrumental de la existencia humana y la destrucción material de las poblaciones y de los cuerpos”. El pasaje de thanatos, la muerte, a necros, los muertos, transpone luego el discurso de una ontología del poder a una práctica de subjetivación; permite además evidenciar cómo el sujeto contra el cual el poder se inquieta no esté jamás realmente desnudo, sino siempre encarnado en relaciones que son materiales y de subjetivación.

El espacio, escribe Mbembe, es el modo principal en el cual opera el poder de muerte. Es relevante la referencia a la descripción de Frantz Fanon de la ciudad colonial como dividida en dos, entre una zona habitada por los colonizadores y otra habitada por aquellos que Fanon define precisamente como muertos vivientes. Aquí el dispositivo territorial tiene la función de operar, cristalizándola, la condena a la imposibilidad ontológica que el colonizador lanza sobre el colonizado. El hombre negro, escribe Fanon, está privado de existencia ontológica a los ojos del blanco.

La necropolítica no va entonces identificada simplemente con la acción del hacer morir o poner a morir, allí donde la biopolítica tendría como tarea la promoción de la vida para mejor gestionarla. Al contrario, también la necropolítica, si bien de manera perversa, se expresa en una relación funcional con una instancia productiva que actúa en los sujetos produciéndolos, o buscando producirlos, como muertos vivientes. Crea literalmente death worlds: formas de existencia social en la cuales vastas poblaciones son sujetas a condiciones de vida que les confieren su estatus de muertos vivientes, ellas equivalen a la “capacidad de definir quien cuenta y quien no cuenta, quien es eliminable y quien no lo es”. 

4. Fuera y dentro del valor

La figura de los muertos vivientes reenvía a otra metáfora: aquella usada por Marx en “El Capital”, donde la idea del vampiro sirve para describir la acción de la máquina aplicada al trabajo vivo. Las luchas que se oponían a tal proceso, contestando la idea del trabajo como mercancía le contraponían la vivacidad y la materialidad de los cuerpos y de las relaciones. Hoy sin embargo los procesos de hibridación actuantes en las trayectorias de colonización del bios y de la naturaleza, reconocen y subsumen tal vivacidad en unidad a la conciencia de la co-participación de elementos vegetales y animales en la producción de valor.

Karl Polanyi (1944) evidenciaba cómo las disfunciones de la sociedad capitalista eran sostenidas por un trabajo de abstracción en grado de considerar el trabajo mercancía. Hoy no es tanto el reloj que marca los ritmos de la fábrica, cuanto el algoritmo y la lógica computacional la que subyace a los procedimientos de asignación, medida e intercambio del valor. En el proceso de ideación de nuevas entidades al interior de las trayectorias de las tecno-ciencias, la abstracción vía computación constituye el dispositivo clave que permite todavía una vez capturar el trabajo vivo y transformarlo en trabajo que produce valor.

Sólo aquello que es calculable –y codificable- puede sin embargo ser incluido. Si el reconocimiento del trabajo productivo y reproductivo, y su desenganche de la lógica del valor puede ser un punto de palanca contra una razón técnica abstracta, la crítica de esta última reclama ser pensada en unidad con el análisis de los procesos que producen la exclusión de toda alteridad, no directamente compatible o instrumental a ella, o de las dinámicas de gobernanza que condicionan la inclusión de estas alteridades solo en cuanto sacrificables. La posibilidad del desarrollo capitalista en el contexto de la crisis ecológica prevee, de hecho, que un número siempre mayor de seres vivientes deba transitar procesos de exclusión, y en sustancia, ser “dejado morir”.

Mbembe escribe que la necropolítica es operada en el presente globalizado según dos directivas, que empujan hacia el afirmarse de una territorialidad determinada por una proliferación de los confines, y de una progresiva privatización de la soberanía misma. En los contextos de los cuales estamos hablando los confines no son solo aquellos definidos por el Estado-Nación, sino también aquellos creados desde los territorios sacrificados y contaminados por el desarrollo capitalista. Por cuanto concierne a este segundo aspecto, es evidenciado por el creciente poder sobre los territorios de las multinacionales que componen la plutocracia neoliberal.

Es de señalar que Mbembe mantiene, con Agamben, la idea de que el poder se activa fuera del estado de derecho, es decir en la excepción, y opera con la gramática de la soberanía. En este sentido él reconoce en el dispositivo de la excepcionalidad el elemento reconstituyente de la soberanía en su forma-Estado, reconduciendo la soberanía misma al principio unitario típico de la concepción moderna. Parece en vez más útil razonar en los términos de una articulación entre gubernamentalidad y soberanía –como hacen Sandro Mezzadra y Brett Neilson en “Confines y fronteras”-, donde la primera, en cuanto conjunto de dispositivos, códigos y prácticas, deviene siempre más la condición del ejercicio de la segunda, y la segunda asume siempre más las características de la primera.

La trayectoria que lleva a un número cada vez creciente de elementos necesarios a la vida a ser mediados por el mercado, subsumiendo de ellos el valor, la producción y la distribución a las lógicas económicas, es sin embargo siempre el resultado de un proceso social, casi nunca pacificado. La economía de hecho no avanza según un proceso lineal, si no que se estructura  en un espacio en disputa desde el punto de vista político. Las luchas por la justicia ambiental están, en este sentido, abriendo la contradicción última del capital, llevando al sistema delante de un obstáculo que no puede más ser superado, y que reclama en cambio la total mutación del sistema.

Estas observaciones, transportadas al interior de los conflictos extractivos y socio-ambientales del Sur global, reenvían a un conjunto de semánticas de lucha que tienden a ser constantes en estos contextos. Está el ejemplo de eslóganes tales como “lucha por el derecho a la vida”, “la vida vale más que el oro”, o en las reivindicaciones de modos de habitar y producir que se proponen como alternativa a la mercantilización capitalista. Tomar tales reivindicaciones, como sucede en el campo del desarrollo humanitario, como meros reclamos de reconocimiento, arriesga enmascarar la dimensión de luchas materiales que tienen, significa reponer una narración sobre el mundo y en el mundo que sostiene el capitalismo y no evidencia el carácter antagonista y propositivo que realmente tienen.

obtuvo su doctorado en la Universidad IUAV de Venecia y fue becaria visitante en el laboratorio LAIOS-EHESS en París. Ha llevado a cabo actividades de investigación en Italia, América Central y África subsahariana, sobre el tema de conflictos ambientales, políticas extractivas y desarrollo agrícola, con un enfoque de ecología política que declina el marxismo y las perspectivas poscoloniales. Después de su doctorado, colaboró con el proyecto "Estrategias de sistemas agroalimentarios sostenibles" en la Universidad de Milán Bicocca. Es miembro del grupo de investigación Politics Ontology Ecology (POE) (www.poeweb.eu).
Fuente:
http://www.leparoleelecose.it/?p=36606
Traducción:
Diego Ortolani Delfino

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