Juan Duchesne-Winter
Luis J. Valentín Ortíz y Carla Minet
Ana Teresa Toro
31/07/2019"¡Ricky, renuncia!" ¿Por qué estalló Puerto Rico y qué escenarios se abren?
Juan Duchesne-Winter
Como ya saben quienes siguen las noticias sobre Puerto Rico, se realizan allí desde hace días protestas masivas que exigen la renuncia del gobernador de la isla, Ricardo Rosselló. Todo comenzó luego de que el FBI arrestara a varios altos funcionarios de su entorno por manejo corrupto de los fondos destinados a ayudar a los afectados por la catástrofe del huracán María en 2017 y tras el descubrimiento, casi simultáneo a esos arrestos, de los escandalosos chats privados intercambiados a fines de 2018 y principios de 2019 entre el gobernador de este estado asociado a Estados Unidos y sus más cercanos colaboradores. Estos chats se caracterizan por el uso de lenguaje soez y degradante, de sesgo homofóbico y misógino, o simplemente despectivo, por parte de Roselló y su equipo, contra miembros de su propio partido, opositores y hasta las víctimasde del huracán. Además, en estos mensajes se trasuntan posibles delitos de corrupción y violación de derechos. Cuando el Centro de Periodismo Investigativo (CPI) publicó las más de 800 páginas que suman estos chats, la reacción social fue casi instantánea.
Una voz cantante la lleva el neonacionalismo. Se trata de un espacio de izquierda de espectro difuso, en el que cohabitan independentistas y no pocos miembros y líderes del partido en la oposición (Partido Popular Democrático, PPD, de centro) opuestos a la agenda anexionista del partido en el gobierno (Partido Nuevo Progresista, PNP, de centroderecha). Otra voz cantante son los sectores más derechistas, fanáticamente trumpistas, del propio PNP. Ambas voces, a izquierda y a derecha, coinciden en exigir la renuncia inmediata de Roselló. Es decir, se perfila una convergencia entre el neonacionalismo y el ala trumpista del propio partido gobernante para provocar la renuncia del jefe de gobierno. El propio Trump dijo que Roselló es un gobernador «terrible».
La interpretación estándar en la prensa nacional e internacional de las enormes protestas callejeras es que «el pueblo» de Puerto Rico se ha lanzado a las calles a exigir la renuncia del gobernador, desafiando con ello al partido de gobierno, su agenda anexionista y al gobierno estadounidense que rige sobre Puerto Rico, el cual es un «territorio no incorporado» de Estados Unidos (otras palabras para nombrar a una colonia). Se nos ofrece así una interpretación muy simple y muy fácil de digerir, por supuesto. Sin embargo, valdría sintonizar esta versión un poco más a una realidad no tan simple.
Casi nadie ha analizado la coincidencia del sector neonacionalista con la derecha trumpista contra la continuidad del gobernador en su cargo. Convergen desde perspectivas que, si bien son diferentes, parecerían fundirse en el horizonte. Para entender esto es indispensable tomar en cuenta la «cuestión nacional» de Puerto Rico y los bloqueos que ocasiona. Los puertorriqueños son ciudadanos con los derechos y obligaciones correspondientes a todo nacional estadounidense. Un siglo de negociaciones políticas entre Puerto Rico y el gobierno federal, basado en raciones dosificadas de gobierno propio (self-government), ha conllevado que los residentes en la isla, pese a ser tratados todavía como ciudadanos de segunda clase –por ejemplo, no pueden votar al presidente aunque votan en las primarias de los partidos estadounidenses–, hayan alcanzado niveles de paridad que los autorizan a recibir una amplia gama de aportaciones federales que son muy significativas en el contexto isleño, si bien distan bastante de la norma continental y, por supuesto, de lo acostumbrado en la Europa socialdemócrata. El amplio espectro de aportaciones federales, que llega a aproximadamente 20.000 millones de dólares anuales, sostiene, entre otras cosas, la red vial, la educación pública y el acceso público a servicios sociales y de salud, y financia 100% del programa de alimentación que abarca a 42% de la población. La aportación federal a la economía de Puerto Rico no se enmarca bajo la figura de la «ayuda», sino que comporta contribuciones obligatorias a las que tienen derecho los ciudadanos estadounidenses.
Esto ha llevado a que en Puerto Rico exista una variante del «Estado mágico» que nombrara Fernando Coronil para el caso de Venezuela, pero en lugar de petróleo, la isla depende de los fondos federales de Estados Unidos. Los políticos corruptos de todos los partidos, en todos los niveles, se han especializado en chupar lo más posible de los fondos federales, hasta alcanzar grados inauditos de desfachatez y destreza criminal. Para ello se confabulan con sectores también corruptos de la economía y el aparato político estadounidense, manipulando fondos, contratos, cifras y proyectos que llevan gran parte del dinero a sus bolsillos, sin descartar la complicidad de las clientelas políticas locales que reciben lo que salpica. Ello ha incluido el acceso casi ilimitado a préstamos de fondos buitres. Como resultado de esta larga fiesta de tiburones, Puerto Rico alcanzó hace tres años una descomunal deuda pública, de aproximadamente 70.000 millones de dólares con los bonistas y 30.000 millones con fondos de pensión, que llevó al gobierno a la bancarrota y puso la economía isleña bajo supervisión de una Junta de Control Fiscal nombrada por el Congreso estadounidense.
La intervención fiscal de la Junta, además de velar por el pago de la deuda a los bonistas, pone en entredicho la capacidad de los políticos coloniales para seguir succionando las cantidades acostumbradas de fondos federales con los que no solo llenan sus arcas, sino que además sostienen sus campañas electorales y aceitan sus clientelas. Esta situación explica las tensiones internas que se dan actualmente en los liderazgos partidistas. Caudillos y jefecillos no hallan cómo ubicarse para responder a los retos planteados por el nuevo actor que es la Junta de Control Fiscal. Esta se ha perfilado como representante de los intereses de los bonistas afectados por el impago de la deuda pública puertorriqueña, quienes también buscan intervenir en la política isleña y, obviamente, armar nuevas redes de corrupción. Algunos señalan que el ala anti-Roselló del partido de gobierno cuenta con el respaldo de los bonistas representados en la Junta.
Entonces llegó, hace dos años, el huracán María, catástrofe de proporciones bíblicas que trajo pérdida de vidas y de propiedades, angustia y sufrimiento inigualados en la historia isleña, según se ha reseñado ampliamente en la prensa internacional. El gobierno federal asignó 40.000 millones de dólares para la respuesta de emergencia. Los electores supieron cómo los políticos locales, entre ellos los cercanos al gobernador, se lanzaron cual tiburones a disputarse recursos, a punto tal que se ha detenido su desembolso mientras se clarifican los esquemas corruptos que dominaron su utilización.
El escándalo de Roselló es un síntoma de ese «salpafuera» en el interior de su propio partido. Todo indica que ni la Junta ni los bonistas ni los trumpistas están satisfechos con el desempeño del gobernador, aunque sea por razones distintas. El sector trumpista de su partido, que lidera las exigencias de renuncia, espera obviamente que su alianza con el presidente Trump le depare una conexión ventajosa con los desembolsos de fondos federales que, de alguna manera, sirva de contrapeso a los límites impuestos por la Junta de Control Fiscal.
Una significativa mayoría del electorado puertorriqueño es muy consciente de la importancia de los fondos federales. También es consciente de que Puerto Rico, con deuda, bancarrota y huracán María, sigue siendo el país del Caribe con más alto nivel de vida (posibilidades de consumo, de movilidad, etc.). Y ese electorado siente que su bienestar material, real y potencial, se relaciona con que Puerto Rico sea también el país más vinculado a Estados Unidos en la región. Los electores afectos a la posesión y los beneficios de la ciudadanía estadounidense no van a desaparecer; ninguna «concientización» ideológica va a cambiar lo que ellos palpan en la inmediatez de sus vidas.
Los lemas de desafío al gobierno anexionista y a la continuidad del poder federal estadounidense que presiden las protestas callejeras responden al neonacionalismo, es decir a la conjunción de independentistas con miembros y líderes de la oposición. Estos últimos, si bien no reclaman la independencia, coinciden en oponerse a la anexión formal de la isla como estado de la Unión norteamericana. Sectores no necesariamente encasillados respecto al diferendo sobre el estatus, como los movimientos feministas y LGBTI, se han sumado a las protestas en respuesta al lenguaje misógino y homofóbico de los chats, lo que dio amplitud y fuerza a las mayores protestas de los últimos años.
Sin embargo, en lo que respecta al mensaje que prevalece en las movilizaciones, si bien el sector neonacionalista ha salido a las calles de manera espectacular, no existen razones para esperar que atraiga a grandes porciones del electorado. El voto vinculado a la agenda anexionista (ahora en el gobierno) se ha incrementado en las últimas décadas y ha alcanzado una mayoría leve, pero creciente. A esto se une que la mayoría de los electores del PPD no favorece nada que amenace la ciudadanía estadounidense y la conexión actual con Estados Unidos. Desde hace décadas, no más de 2% del electorado ha favorecido formaciones políticas identificadas con la independencia. Mientras las fuerzas políticas alternativas y democráticas se subordinen a la lógica del estatus político que configura este cuadro estático, será difícil desbloquear la política puertorriqueña.
En su columna del 20 de julio en El Nuevo Día, Luce López Baralt aporta una perspectiva diferente sobre los hechos que conmocionan a Puerto Rico hoy. Esa diferencia radica en que ella presenta la alternativa de la gracia. Según el escritor caribeño Wilson Harris, la gracia es lo que supera las parálisis o bloqueos en lo que él llama «la divina comedia de la existencia». Gerardo Muñoz analiza, refiriéndose a otras situaciones políticas actuales, las estrategias de bloqueo que lastran las opciones democráticas e impiden presentar una alternativa exitosa ante el resurgimiento de las derechas extremas. López Baralt propone el acto de gracia de perdonar a Roselló. Pero aquí, más allá de la relación culpa-perdón, nos interesa la gracia del reconocimiento del otro, de ese otro divergente de la tradición independentista constituido por un sector mayoritario de puertorriqueños inextricablemente ligados al marco estadounidense que conforma su realidad.
López Baralt conecta los puntos de una trama de sucesos para llegar a advertir que la espectacular protesta «Ricky Renuncia» opera en beneficio de la extrema derecha trumpista en el país. Me parece que hay más causalidad sistémica que conspiración en este proceso, pero es muy posible que todo vaya en la dirección que ella advierte: un proceso de federalización y captura de aún más áreas de decisión del gobierno del país (de lo poco que queda). Ello conlleva, en términos inmediatos, que la increíblemente rápida destrucción y autodestrucción de Ricky Roselló (cual un libreto de Bertold Brecht) podría contribuir al advenimiento del «infierno tan temido» para los soberanistas, que es la anexión.
La realidad electoral constituye la fibra política de Puerto Rico más allá del impacto transitorio que indudablemente tiene la presencia espectacular del pueblo en la calle (con participación estelar de la farándula), en estos momentos dominada por el neonacionalismo. Dado que el registro electoral se reduce a opciones de estatus, es decir, a disputas de soberanía e identidad, tal realidad ofrece dos posibilidades:
a) el PNP se divide, gana el PPD, no se sabe si con alguien como Eduardo Bahtia o con Carmen Yulín en la gobernación (en mi opinión, ella es preferible por ser copresidente del comité de campaña de Bernie Sanders);
b) el PNP se recompone y gana las elecciones; quedaría al mando el sector trumpista, muy posiblemente con Jenniffer González (aliada de Trump) en la gobernación.
El electorado puertorriqueño tiene muchas necesidades y es muy pragmático: mira quién es el que tiene la conexión con los fondos federales. Por ejemplo, si la campaña en Estados Unidos diera señales de que Trump puede ganar su reelección, dada la extensa entrada en tiempo real de los medios estadounidenses en la isla y la migración intensa en ambas direcciones, ello fácilmente ayudaría a un triunfo del PNP, pero de un PNP plenamente trumpista. Algo lamentablemente muy probable.
López Baralt declara su perspectiva. Como soberanista, le preocupa sinceramente la federalización de la isla, la cual implica, desde esa perspectiva, la «americanización». Aporta datos que apuntan en ese sentido dentro de la trama de «Ricky Renuncia». Sin embargo, el problema es que a una porción mayoritaria del electorado puertorriqueño, que incluye a electores de ambos partidos principales, le encantaría la federalización, por las razones que ya hemos explicado. Ese es el winning ticket del PNP.
Lo anterior no significa que haya que ser fatalista, pero sí que hay que ir más allá del imaginario convencional de la resistencia y la liberación. Es decir, resistir y buscar más libertad es tan básico como respirar, pero no garantiza por sí solo el cambio político real. La resistencia y la liberación reducidas a actos compulsivos se bloquean a sí mismas. En la situación actual del electorado puertorriqueño, que es el único que tenemos y no podemos descartar como «hato de brutos y enajenados», no tiene nada de político plantear que una economía liberada del Imperio traerá automáticamente una mejor vida y que, por tanto, hay que resistir todo lo que venga del Imperio. Pues nadie ha visto ni conocido tal economía «liberada». Los ejemplos de Cuba y Venezuela solo convencen a los ya creyentes.
Una manera de dejar atrás ese bloqueo consiste en el acto de gracia de reconocer el conocimiento y la visión de la mayoría de votantes del país, desarrollados a la largo de más de un siglo. Ello permitiría aprovechar al máximo las posibilidades de coordinación con las corrientes más progresistas de Estados Unidos, que tienen propuestas muy concretas y factibles de mejora económica y social. De esta manera, se puede crear un movimiento político isleño en sintonía táctica y estratégica con organizaciones demócratas progresistas estadounidenses, dejando a un lado las estructuras y el liderato de los partidos locales estancados en el bloqueo colonial. Se puede lanzar candidaturas en ese sentido, al estilo de la de Alexandria Ocasio-Cortez, pero para posiciones en el gobierno de Puerto Rico. Se puede organizar un capítulo puertorriqueño de corrientes como los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), que postule en elecciones de la isla. Son solo ejemplos. El desbloqueo consiste en aprovechar los propios vínculos de la población puertorriqueña con Estados Unidos y su deseo mayoritario y ampliamente demostrado de articular sus opciones en ese marco, para moverse hacia políticas de democracia social y libertad ciudadana. Es una manera de contribuir a detener el auge de las derechas extremas.
https://nuso.org/articulo/puerto-rico-crisis/?fbclid=IwAR0Hn7aRvv0b6-39b...
Las 889 páginas de Telegram entre Rosselló Nevares y sus allegados
J. Valentín Ortíz y Carla Minet
El gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló Nevares y sus más cercanos colaboradores, sus “brothers” según los llama, realizaron trabajo político partidista en horas laborables y utilizando recursos públicos desde un chat de Telegram, donde el grupo orquestaba cómo manejar la narrativa política a través de las redes sociales y medios de comunicación del país.
Los intercambios — que van desde finales de 2018 al 20 de enero de este año — también muestran la fijación y manipulación de sondeos políticos para adelantar la imagen pública del Gobernador y su administración. Esto sin contar las numerosas bromas de índole sexual y chistes misóginos, al igual que burlas sobre periodistas — como Benjamín Torres Gotay a quien llaman “mamabicho” —, grupos activistas como la Colectiva Feminista, políticos de todos los partidos, con énfasis en la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, y oficiales de la Junta de Control Fiscal como su presidente, José Carrión, y su directora, Natalie Jaresko.
Estas son algunas de las conclusiones que surgen de las 889 páginas del chat que comenzó a filtrarse esta semana, en donde participaban, además del Gobernador, el exsecretario de Asuntos Públicos, Ramón Rosario y el exrepresentante del Gobierno ante la Junta, Elías Sánchez Sifonte. Al ver la totalidad del chat, se confirma que los participantes se refieren a “F do” como Elías. Ambos, ya fuera del Gobierno en cualquier capacidad, opinaban y hasta daban instrucciones sobre asuntos de política pública.
También están en el chat el exprincipal oficial financiero (CFO) y exsecretario de Hacienda, Raúl Maldonado; el secretario de Estado, Luis Rivera Marín; el exasesor legal del gobernador, Alfonso Orona; el principal oficial financiero y representante del Gobierno ante la Junta, Christian Sobrino; los relacionistas Carlos Bermúdez y Rafael Cerame; el publicista Edwin Miranda; el secretario de la Gobernación, Ricardo Llerandi; y el secretario de Asuntos Públicos, Anthony Maceira.
En el chat se discutían temas de política pública y se intercambiaba información privilegiada ante Sánchez Sifonte y Rosario Cortés.
En una ocasión, Sobrino compartió en el chat una opinión de los abogados del Gobierno “altamente confidencial” y sobre el proceso presupuestario de la isla. Esto ocurrió frente a personas que no son funcionarios públicos como lo son Bermúdez, Miranda, Cerame, Rosario y Sánchez Sifonte.
“¿Cuál es la línea en entrevistas para lo de Trump y disaster funds?”, pregunta Sobrino en otra ocasión.
A lo que Sánchez Sifonte contesta: “Los tweets del gobernador”.
También utilizaban constantemente sondeos de páginas webs y televisión para validar sus decisiones de política pública como es el caso de la privatización de WIPR y temas de seguridad pública. Más aún, reaccionan de manera muy distinta a lo que es su discurso público.
En una ocasión, Rosario envió una foto de una protesta liderada por Utier en la cual se cerró la oficina de la Autoridad de Energía Eléctrica en Santurce.
“Que la destruyan. Heh [sic]”, contestó Sobrino.
“Una menos que cerrar. Gracias Utier”, añadió Sánchez Sifonte.
El grupo también comentó sobre la recuperación después de María, admitiendo el retraso en los trabajos, en parte adjudicándolo a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés). Plantean que se generaron muchas expectativas que no se están cumpliendo.
“A eso le sumas lo negativo y palpable que ha sido la ejecución de Hogar Renace”, contestó Bermúdez, en referencia al programa de Rosselló Nevares para la reconstrucción de viviendas.
El Gobernador intentó justificar en la conferencia de prensa del jueves algunos de sus comentarios con el cansancio del trabajo, pues dijo que ha tenido “días de trabajo de 18 horas”. Pero el chat muestra el uso continuo de la conversación en Telegram durante todo el día, en horarios laborables.
“No, bueno… Sí, sí, eh… De nuevo, los memes que hacíamos y cosas que se hacían, se hacían a tiempo personal de las personas. Todas las personas tienen el derecho de producir, sin cobrar obviamente al Gobierno, en ese sentido. No, una cosa no interviene con la otra”, contestó el Gobernador el jueves a preguntas del Centro de Periodismo Investigativo (CPI) sobre si el contenido del chat no constituye uso indebido de recursos públicos para fines político partidistas.
De manera ambigua, Rosselló Nevares también negó tener “acceso” a la conversación. Dijo que el chat “se borró” y que no recordaba cómo o cuándo esto último ocurrió.
El CPI intentó contactar al secretario de Asuntos Públicos, Anthony Maceira, y al secretario de la Gobernación, Ricardo Llerandi, para una reacción, pero no hubo respuesta al cierre de esta edición. La secretaria de Prensa del Gobernador, Denisse Pérez, rechazó hacer comentarios “sobre algo que no he visto”.
El CPI recibió las 889 páginas de una fuente que solicitó anonimato, y pudo validar que las páginas de las filtraciones anteriores coincidían con la estructura de la entrega completa.
http://periodismoinvestigativo.com/2019/07/las-889-paginas-de-telegram-e...
El reguetón al frente de la Revolución
Ana Teresa Toro
A falta de embajadas —Puerto Rico no es un país independiente—, para los puertorriqueños los artistas son sus embajadores. Por eso Ricky Martin, Residente, Bad Bunny, iLe refuerzan esta movilización histórica que pide la renuncia del gobernador Ricardo Roselló. Y su música acompaña esta protesta masiva y transversal contra la corrupción, la inoperancia ante las catástrofes climáticas y la diáspora que afecta al país desde hace años.
En el cine, en plena función de El Rey León, cuando el joven Simba le dice a Scar que debe abandonar el trono, todos en la sala se levantan aplaudiendo: #RickyRenuncia. En una panadería, un muchacho entra llamando a su amigo Ricky —empleado del lugar— y al segundo los clientes gritan: ¡Renuncia! En una pizzería, unos comensales esperan su plato golpeando los cubiertos contra la mesa: “Somos más, y no tenemos miedo”. Ricardo Rosselló, el gobernador de la isla, quedó acorralado por una movilización social histórica que pide su renuncia.
Hay huracanes que arrasan a un país, y hay países que se tragan los huracanes y luego los devuelven. Desde el 10 de julio Puerto Rico está revuelto y bajo un calor que aceita los cuerpos y muda la piel. Gente de todas las ideologías políticas y estatus sociales marcha a diario hacia La Fortaleza para exigir su dimisión.
Alguien dijo, no se sabe dónde, que había que marchar. Y así se hizo. Convocó Fuenteovejuna. Si Puerto Rico era un país distinto después del paso del huracán María, la transformación que dejará este verano es una fotosíntesis sin precedentes.
La identidad nacional de este país caribeño no tiene discusión pero su estatus político es ambiguo. Puerto Rico es un Estado Libre Asociado, es decir que opera como un territorio que pertenece a Estados Unidos pero no es parte de ese país. Tiene su propia constitución y gobierno pero al no ser una república no cuenta con presidente sino un gobernador elegido por el voto popular. Hay un comisionado residente en Washington que tiene voz, pero no voto.
A falta de embajadas, para los puertorriqueños son los artistas, principalmente los músicos, quienes siempre han oficiado como una especie de embajadores internacionales. Por eso se convirtieron en los líderes de esta convocatoria, la marcha más grande vista en el Viejo San Juan. Ricky Martin, Residente, Bad Bunny, iLe y Tommy Torres no vienen con canciones de protesta. O sí: traen el reguetón.
La canción “Afilando cuchillos” de Residente, Bad Bunny e iLe, es hoy el himno de esta revolución. Fue el propio Conejo Malo quien bautizó a los manifestantes como la generación del “yo no me dejo”, frase que ha tomado vuelo y ya está en camisetas, plenas que el público corea y pancartas. Ahora la protesta se coordina también bajo la forma de perreo colectivo, convocado para mañana: “Perreo en La Fortaleza”.
No sólo nos sacó a la calle la indignación colectiva generada por la filtración del ya famoso #Telegramgate. Es que eso ocurrió en la misma semana en la que el FBI arrestó seis funcionarios, incluyendo a la exsecretaria de Educación, Julia Keleher, y a la exjefa de la Administración de Seguros de Salud, Ángela Ávila, quienes gestionaban -y malversaban- los presupuestos más altos del país. Por el escándalo, el gobernador tuvo que adelantar el regreso de sus vacaciones en Europa y desde su llegada está bajo asedio. Roselló entra y sale de la residencia oficial oculto, y en las pocas apariciones públicas que ha hecho —una visita a una iglesia, una fallida conferencia de prensa y una entrevista negociada en la radio local que le costó el puesto al productor— sólo ha conseguido inflamar más la llama de la rabia.
En las casi 900 páginas de las conversaciones filtradas de Telegram, Rosselló discutía con funcionarios y con contratistas externos delicados y confidenciales asuntos de política pública y daban muestras de su visión misógina, homofóbica, racista y clasista acerca del país. A las mujeres fuertes les llamaban putas; se jactaban de tomar por tontos a los de su propio partido; imaginaban un futuro brillante en un Puerto Rico sin puertorriqueños; se burlaban de los negros, de los gordos, de los periodistas, de la orientación sexual de Ricky Martin. Pero la principal ofensiva fue la del grupo tratando de mitigar una noticia sobre la crisis en el Instituto de Ciencias Forenses local. El 20 de septiembre de 2017, la isla fue arrasada por el huracán María, el más salvaje que ha pasado por el Caribe en la historia contemporánea. La cantidad de víctimas fatales fue tan grande -y el manejo del gobierno tan ineficiente- que no fue posible procesar con diligencia las autopsias. Hubo cuerpos apilados y tirados por el suelo. Las familias esperaron meses poder darles un funeral digno a sus seres queridos. Sobre la tragedia, uno de los integrantes del chat escribió:
—¿Y no habrá un cadáver de esos para alimentar nuestros cuervos?
Los puertorriqueños y puertorriqueñas no teníamos duda de que había corrupción en el gobierno. En un informe realizado por la Comisión Europea de marzo de este año, nuestro país apareció como una de las 23 jurisdicciones de más alto riesgo por lavado de dinero. La situación ha puesto en jaque, además, el desembolso de fondos federales relacionados con la recuperación tras el huracán. Si la crisis económica -que en la isla se agudizó en el 2006- había empobrecido al país, la corrupción fue la estocada final de esta agonía.
La ciudadanía nunca había tenido acceso al cuarto oscuro del poder. En estos 12 días, en cambio, el país entró a ese cuarto, encendió la luz y está desatando una revolución pacífica a través de todos los medios imaginables: a pie, a caballo, en moto, en lanchas. Hay buzos que dejan mensajes bajo agua, kayaks que rodean La Fortaleza, strippers y drag queens que improvisan performances, yoguis que protestan con asanas. Hasta un ejército de motoqueros, liderados por Rey Charlie y Residente, toma la ciudad con sus bocinas. Pintores, ilustradores, escritores y poetas también se unieron: colocan mensajes en los tickets de compras y en el arte que se dibuja en la espuma del café. Las redes sociales están tomadas: #RickyRenuncia o #AbajoRosselló.
Desde hace 12 noches en los 78 municipios de Puerto Rico se escucha un estruendoso cacerolazo a las ocho en punto. Pero el gobernador no escucha. Sigue atrincherado en su silla, sin apoyo de su partido ni de los alcaldes, sin apoyo de Washington DC, pero sobre todo, sin país.
—Yo vine a ver a Ricky Martin. A Residente y Bad Bunny no, ellos también hablan malo y no me gustan.
La mujer asiste a las marchas convocada por su ídolo musical, un hombre que es mesurado en sus expresiones pero que esta vez, como el país, llegó a su límite. Mientras ella habla, el activista conocido como Tito Kayak (quien en los tiempos de la lucha por la salida de la Marina estadounidense de Vieques logró colocar una bandera boricua en la Estatua de la Libertad en Nueva York), escala el asta de la bandera estadounidense que ondea frente al Capitolio. Varias veces está a punto de resbalarse. El público reacciona con murmullos de espanto, pero finalmente logra plantar una nueva bandera donde se lee “Ricky Renuncia”.
Los artistas también gritan la consigna. Piden unidad. Y a la clase dirigente le piden respeto por las minorías agredidas en el chat. Invitan a bajar las insignias partidarias y a subir la bandera puertorriqueña en sus dos versiones: la tradicional azul, roja y blanca y la de luto que emergió con fuerza tras la quiebra y el huracán.
—¡Ricky Renuncia!
—¡Puñeta! ¡Puñeta!
Puñeta, en Puerto Rico, significa tanto goce como rabia. En este caso, es pura rabia.
Las abuelas dicen que cuando los árboles dan muchos aguacates son años de tormenta. El dicho popular nunca ha fallado y en el 2017 la cosecha fue abundante, arrolladora. Colgaban los aguacates pesadísimos de las ramas y algunos caían al piso, no había manera de dar abasto para recoger el fruto verde y aceitoso. Los más viejos tuvieron miedo y con razón: llegó María y no quedó una hoja verde en pie. Todo el paisaje pelado, roto, estrujado, arrasado. María se desató sobre la isla como una bestia de agua y viento que destrozó estructuralmente a Puerto Rico —desde viviendas, puentes, edificios y carreteras, hasta el colapso total de todo el sistema eléctrico y de represas— y tuvo como su saldo más dramático la muerte de 4,645 personas por causas directas con el desastre natural y, peor, por el desastre político que representó la ineficiente reacción del gobierno puertorriqueño y del estadounidense.
La gente moría porque no llegaba un camión con diésel para operar una planta eléctrica en un hospital, la gente moría porque no había hielo para mantener fríos los medicamentos ni transporte para llegar a un centro de diálisis. Más de un año después, la cifra de suicidios seguía en aumento.
La migración masiva hacia los Estados Unidos aumentó notablemente debido a la crisis económica en 2016. Cada semana tocaba despedir a un amigo o familiar. En diez años, la población de la isla bajó 3.5 millones de habitantes a 3.3 millones. Que se fueron 75 mil personas por año se nota en la calle, en los edificios vacíos que hoy son íconos del muralismo internacional, en las avenidas enteras que no exhiben otra cosa que la fachada de antiguos negocios ya desaparecidos y se nota en el rostro de la gente que ha aguantado sin quejarse. Hasta ahora.
Los puertorriqueños, que parecían tan dormidos y pasaron décadas comportándose como la única colonia feliz del mundo, han despertado a la revolución que la historia les debía. Aquí se aguantó. Se tallaron tablas para lavar ropa, se organizaron comedores, se cuidó de los vecinos, se bañaron en los ríos, se vio la diáspora, se enterró a lo muertos como y cuando se pudo. Siempre ahí, en silencio, mordiéndose los labios. A nadie sorprende ver ahora cómo sale este grito de la entraña.
Quizás debimos fijarnos de nuevo en los árboles. El más abundante y emblemático en la isla es el flamboyán. Florece rojo, pero siempre niega su flor a la primavera. Solo florece en verano y luego alfombra las calles y los campos. Debimos haber sabido siempre que la primavera boricua es en verano.
En Puerto Rico hay hombres que van al barbero una vez a la semana, se sacan las cejas finitas y se cuadran el cerquillo de sus recortes con precisión cirujana. Es parte de la estética del macho boricua, que tiene todo que ver con el mundo del reguetón, esa música hija de los años 90, de las fracasadas políticas de mano dura contra el crimen y “la guerra contra las drogas”. En aquella década de bonanza económica en el país gobernaba Pedro Rosselló, el padre del actual gobernador y un líder conocido por su obra faraónica —puentes, trenes, estadios— y por la institucionalización de la corrupción en el gobierno.
En aquella década Puerto Rico soñaba en grande. Pidió ser sede de las Olimpiadas en el 2004, recibió más de 200 barcos en la Gran Regata Colón 92. Blandíamos la espada de la defensa del idioma y la puertorriqueñidad, y el Estado inauguraba un sistema de seguro salud público que contaba como base con un proyecto de Bill Clinton pero nunca fue aprobado en el Congreso. De todos modos, se implementó y, esta y otras decisiones fiscales cuestionables, llevaron las finanzas públicas al desastre.
Éramos una colonia feliz. De hecho nadie usaba esa palabra: colonia. Salvo lo que quedaba de un movimiento independentista mermado por la persecución política y algún que otro anexionista (el amplio grupo que favorece que Puerto Rico sea el estado 51 de los Estados Unidos). En aquellos años, el estatus del Estado Libre Asociado ganaba con amplio margen cualquier plebiscito. El tener dos banderas, dos himnos, identidad nacional y ciudadanía estadounidense no incomodaba a la mayoría.
Hacia el inicio del siglo XXI, Rosselló padre poco a poco salía del panorama político —no sin antes dar unos cuantos aletazos más— y el llamado underground que se repartía en casetes clandestinos en barrios y escuelas lograba llegar por fin a la radio y adquiría el nuevo nombre de reguetón, una palabra que nace de la idea de un maratón de reggae. Un ritmo cuya base es, sobre todo, una mezcolanza de historias crudas y sonidos afrocaribeños pasados por el cemento, la pobreza y el calor.
Con los años, el reguetón se fue volviendo blando y pop, pero ídolos como Wisín y Yandel siguen rompiendo récords de funciones en el auditorio más grande del país, cantando viejos hits. Aunque ahora sus exponentes vistan de diseñador, sigue siendo la música del barrio, de la esquina y de la calle. El sonido de las clases trabajadoras a todo volumen en la carretera y el de las clases medias y altas, al final de sus fiestas cuando ya todos están borrachos y poco importa el pudor.
De sus letras misóginas se apropian algunas feministas, que se niegan a buscar equidad sin poder perrear. En esa dinámica opera una especie de tregua. Y así, el reguetón —el rap, y ahora el trap— atraviesan la cultura nacional por arriba y hasta abajo. Eso sí, jamás se le había visto como música de protesta. Hasta ahora.
Ayer lunes 22 de julio hubo paro nacional y miles de personas ocuparon la autopista principal de San Juan, y esta semana una comisión de la legislatura determinará si comienza el juicio político contra Rosselló. Mientras, sus asesores de confianza continúan renunciando. Del futuro político en Puerto Rico no se habla: es el eterno punto de división.
Roselló parece un príncipe desterrado: anda escondiéndose, durmiendo cada noche en algún pueblo diferente. La Fortaleza está sitiada por la gente. Las calles de todo el país, atestadas de cuerpos que, como es propio del Caribe, hablan, piensan, sienten y tienen memoria. Aquí los cuerpos hacen cultura, y en este verano, también hacen revolución.
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