Por qué los intentos de Rusia para bloquear Telegram han fallado

Matt Burgess

25/05/2018

El 21 de mayo El País publicaba un buen artículo sobre la manipulación mediática, sin ahora entrar por nuestra parte al análisis sobre la misma cuestión que practica este mismo periódico, de ciertos diarios digitales en el Reino de España. El subtítulo desvelaba ya la moraleja: “Cómo las páginas de desinformación y propaganda ganan dinero aprovechándose de Google y otras redes de publicidad 'online'”. Se entiende que los de Silicon Valley ofrecen esas oportunidades de publicidad altruistamente: en nombre de la pluralidad mediática, la gratuidad de la información y la libertad de expresión; y esas tóxicas webs de bulos van y se “aprovechan” de ellos.

Es de una candidez notable asumir automáticamente que las grandes compañías digitales están del lado de nuestras libertades, de la verdad y de la justicia. No es menos inocente suponer que los problemas creados por las “fake news” se deben solo a viles plataformas desinformativas, a tuiteros chismosos o a bots rusos que apoyan a Trump. Todas estas “externalidades” son las que engordan —con millones de clics compulsivos y cantidades ingentes de rentables datos personales— las carteras de los oligopolistas hipsters del siglo XXI.

El compromiso fariseo de Google con las libertades y la justicia ha vuelto a quedar claro hace unas semanas, en cuanto se han tambaleado sus posibilidades de negocio en Rusia. Google ha eliminado la posibilidad de hacer domain fronting, una conocida técnica de camuflaje contra la censura en línea. El mes pasado, en perjuicio de los usuarios de la aplicación de mensajería Signal, Amazon también se sumó a esta servil iniciativa, mostrando también que cuando lo que de verdad les importa está en juego —su dinero—, nadie se puede “aprovechar” de ellos. Traducimos a continuación esta noticia de Wired en el que se explica en qué consiste el domain fronting y cuáles fueron los hechos que empujaron a Google a desactivar la posibilidad de llevarlo a cabo con su tráfico [SP].

 

El intento ruso por bloquear la aplicación de mensajería encriptada Telegram no está yendo muy bien. De hecho, dos semanas después de que Roskomnadzor (su institución reguladora de comunicaciones) comenzara los intentos de poner fin al uso de la aplicación, se las ha arreglado para bloquear casi todo excepto Telegram. ¿Por qué está resultando tan complicado?

 

El 16 de abril Roskomnadzor empezó su tentativa de bloquear Telegram dentro del país. Tras algunas distracciones tecnológicas por parte del creador de la aplicación, Pavel Durov, el servicio aún está disponible para su uso.

 

El bloqueo ha dividido al Estado ruso, con el secretario de prensa del Kremlin Dmitry Peskov admitiendo que aún usa la aplicación a pesar de los intentos de prohibirla. “A mí me funciona y sin ninguna dificultad”, indicó Peskov, según informa The Moscow Times. Conforme a otros medios rusos, el viceprimer ministro también sigue usando Telegram.

 

“Pocos esperaban que las cosas ocurrieran de este modo”, dice Adrian Shahbaz, gerente de investigación en la organización sin ánimo de lucro Freedom House. “Era complicado imaginar que Telegram se las apañaría tan bien para continuar accesible. Y es un hecho sin precedentes el que Roskomnadzor perturbe gran parte de internet sólo por un castigo ejemplarizante a la tercera aplicación de mensajería más popular de Rusia”.


¿Por qué Roskomnadzor no ha sido capaz de bloquear eficazmente el uso de Telegram? La respuesta está en algunos detalles técnicos de la infraestructura de internet. Desde enero de 2012, Roskomnadzor ha mantenido un “único registro” de páginas web prohibidas en el país. Lo que se incluye en esta lista no depende de Vladimir Putin o de políticos, sino que en su lugar queda bajo la jurisdicción del poder judicial del país.

 

Como en el caso de Telegram, los juzgados pueden dictar sentencias respecto a qué servicios de internet o páginas web no se debe acceder. “Es un filtro torpe y generalizado, pero se lleva a cabo dentro de un marco legal abierto y con relativa transparencia”, explica Joss Wright, un investigador sénior especializado en censura en internet del Oxford Internet Institute. Los juzgados de Rusia resolvieron que Telegram debería ser bloqueada el 13 de abril por negarse a entregar las claves de su encriptación a las autoridades del país.

 

Tras el bloqueo, Roskomnadzor habría identificado las direcciones IP relacionadas con Telegram y ordenado a los proveedores de servicio de internet que las bloquearan. Las empresas de alojamiento web del país también pueden ser obligadas a eliminar páginas web de sus servidores. En abril de 2017, la aplicación de mensajería Zello fue víctima de bloqueos y en 2016 LinkedIn también fue baneada.

 

Para escaparse del bloqueo, Telegram recurrió a una técnica llamada domain fronting [domino pantalla o tapadera]. El método básicamente aloja un servicio en los sistemas de otra compañía y oculta eficazmente la fuente del tráfico. “Es casi un error, más bien una consecuencia involuntaria por el modo en cómo funcionan estos servicios”, explica Wright. Como resultado del bloqueo, Telegram se sirvió del domain fronting usando los servicios de alojamiento de Google y Amazon. El domain fronting en ocasiones se usa como herramienta contra la censura, pero también ha sido usado por cibercriminales para ocultar malware. Apaga tus notificaciones automáticas. Todas.

 

“Básicamente oculta el tráfico como si fuera tráfico de Google y no hay forma de que la autoridad censora vea que aquello es tráfico de Google y no de Telegram”, añade Wright. En última instancia, las tentativas de Roskomnadzor para evitar el domain fronting de Telegram han conseguido bloquear casi todo excepto el servicio de mensajería. Informes desde Rusia dicen que los servicios de Google han sido parcialmente bloqueados, así como breves apagones de Twitter, Facebook y de los gigantes web rusos Yandex y VKontakte.

 

El consejo de ciencia ruso ha afirmado que el bloqueo de Telegram está causando “graves” problemas para los científicos en el país. Meduza informa de que el acceso a revistas científicas ha sido limitado en millones de direcciones IP cuya entrada ha sido revocada.

 

“Lo que ha ocurrido es que Rusia se ha dado la vuelta y ha dicho, ‘Mire, Google no es más importante que nuestras leyes’”, indica Wright. “El momento en el que te vuelves lo suficientemente importante para un Estado como para que te preste atención, tiendes a recibir una colleja. Eso es lo que ha pasado aquí con Telegram y Google”. A pesar de la naturaleza global de la red, internet aún requiere infraestructuras físicas para funcionar. Cables físicos y servidores son controlados dentro de las fronteras de los países y están a merced de las leyes de esos Estados.

 

Casi al mismo tiempo, Google ha anunciado que desactivará la capacidad de los servicios web para usar domain fronting. “El domain fronting nunca ha sido una característica apoyada por Google”, contaba a The Verge un portavoz de la compañía. Este dijo que era una “singularidad” de sus sistemas de software y que no estaba planeado que estuviera ahí. Continuaron: “Hacemos evolucionar constantemente nuestra red, y como parte de una actualización planeada, el domain fronting ya no funciona más. No tenemos planes de ofrecerlo como herramienta”.


El movimiento de Google no ha caído muy bien. El colectivo de derechos digitales Access Now ha dicho que hay como mínimo doce “tecnologías posibilitadoras de derechos humanos” que usan domain fronting a través de Google y que podrían ser afectadas. “Permitir domain fronting ha significado que potencialmente millones de personas han sido capaces de experimentar un internet más libre y disfrutar de sus derechos humanos. Instamos a Google a que recuerde su compromiso con los derechos humanos y la libertad en internet y que continúe permitiendo el domain fronting”, dijo en un comunicado Nathan White, el encargado de legislación del colectivo.


Shahbaz, de Freedom House, supone que Rusia y otros países que quieran controlar internet intenten crear sus propios servicios de mensajería privada: “Probablemente veamos a países autoritarios promover sus propias alternativas a las grandes compañías tecnológicas –unas que tengan base doméstica y sean mucho más fáciles de controlar”. Una compañía rusa, Mail.ru, ha impulsado considerablemente TamTam, su propia aplicación de chat, desde el veto a Telegram, y en Irán el gobierno ha sacado su propia aplicación, conocida como Soroush, para reemplazar Telegram.

Es periodista y actualmente trabaja para Wired, con especial énfasis en ciberseguridad, tecnología y derechos digitales. Es autor de “Freedom of Information: A Practical Guide for UK Journalists” (Routledge, 2015).
Fuente:
http://www.wired.co.uk/article/telegram-in-russia-blocked-web-app-ban-facebook-twitter-google
Traducción:
David Guerrero

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