México: ¿Unidad nacional bajo la dirección de Peña Nieto?

Guillermo Almeyra

Octavio Rodríguez Araujo

05/02/2017

Una propuesta infame

Guillermo Almeyra

Que yo sepa, en Los Pinos  no está hoy Jesucristo sino Enrique Peña Nieto, el de las violaciones colectivas y la brutal represión en Atenco, el de Ayotzinapa, la represión a los maestros, la destrucción de PEMEX, la militarización del país, las decenas de miles de muertos, desplazados, desaparecidos.

Me parece también que- aunque en suelo mexicano circulan como Pedro por su casa centenares de agentes armados de la DEA, el FBI y la CIA- Donald Trump aún no envió tropas de ocupación aunque amenace con hacerlo.

¿De cuál unidad nacional hablan entonces el gobierno y sus medios de intoxicación de la opinión pública si Peña Nieto es responsable directo e indirecto de la desastrosa situación en que se encuentran la economía y la sociedad mexicanas y del triunfo mismo de Trump, a quien invitó a México dándole tratamiento de Jefe de Estado para que amenazara e insultara a los mexicanos? ¿De qué unidad nacional en torno a Peña Nieto o con éste hablan López Obrador y sus seguidores?

La invasión imperialista japonesa a China y el peligro de que el país fuera colonizado justificó que Mao Zedong y sus compañeros combatiesen al invasor al mismo tiempo que los ejércitos de Chiang Kaishek, asesino de millares de comunistas, sin dejar de pelear contra esos mismos ejércitos. La invasión nazi hizo igualmente que los sobrevivientes de la oposición de izquierda a las matanzas que hizo Stalin en los 30 luchasen en el ejército  del pueblo ruso que se defendía del agresor racista.

La única justificación para la unidad nacional con los representantes de los explotadores y opresores y los causantes de los grandes desastres políticos, económicos y sociales es la ocupación extranjera del país pero incluso esa unidad requiere mantener una completa independencia organizativa y política ante el gobierno.

Al proponer la unidad con Peña Nieto y sus aliados y servidores AMLO busca frenar el posible desarrollo independiente de MORENA como partido ligado a las protestas sociales. Trata también de demostrar al establishment mexicano –esa feroz y ávida oligarquía ligada al gran capital financiero internacional que gobierna el país - y también de mostrarle a Trump que su candidatura es no sólo moderada sino también conservadora y que no tocará ni un pelo al capitalismo nacional o extranjero.

Como representante sobre todo de la media burguesía y de los grandes capitalistas mexicanos que viven del mercado interno, quiere presentarse como hombre del sistema, no como un peligro para éste y menos aún como su enterrador. AMLO sabe que, si no se mimetiza con la gente del Pacto por México, enfrentará nuevamente el fraude  y que su única posibilidad de llegar a la presidencia consiste por consiguiente en hacer de bombero y crear un contrafuego frente al incendio social que recorre el país.

En 1955 los militares reaccionarios unidos al Departamento de Estado echaron a Juan D. Perón. Ante la larga, creciente y cada vez más radical resistencia de los trabajadores y de amplias capas de las clases medias, tuvieron que llamar de vuelta a Perón de su exilo dorado en la España franquista para que frenase al peronismo revolucionario y lo reprimiese mediante los asesinos de las Tres A, la Alianza Argentina Anticomunista. Probablemente López Obrador no conoce este antecedente, pero el establishment mexicano y la diplomacia yanqui, sí.

Hay que rechazar masivamente la idea infame de unir explotados y explotadores, causantes de la crisis y víctimas de ella, oprimidos y opresores detrás de un incapaz y enemigo de la soberanía nacional convertido para el caso nada menos que en héroe de la independencia. ¡Que la crisis la paguen los que la provocaron!

Trump sabe bien que la protesta que se extiende en Estados Unidos y en la que participan millones de mexicanos y una veloz disolución del semi Estado mexicano podría obligarle incluso a enviar tropas a México. Sus palabras en este sentido no son sólo una fanfarronada. La mejor opción para el imperialismo es entonces un gobierno de AMLO que sea más honesto, haga sólo pequeñas reformas y mantenga todo como está.

Por eso también hay que rechazar la unidad nacional que tratan de fomentar igualmente los que intentan resucitar el nacionalismo de Lázaro Cárdenas para rehacerle al PRI su virginidad perdida inmediatamente después de ese general único e irrepetible porque fueron únicas e irrepetibles las condiciones que permitieron su contradictoria actuación.

Por el contrario, hay que separar aún más los conceptos, profundizar el abismo que existe entre el “nosotros” y el  “ellos”, dar conciencia a los trabajadores del campo y de la ciudad de que mantienen con su esfuerzo y su pobreza a un puñado de parásitos que, además, como en tiempo de Juárez, son sostén y sirvientes del imperialismo.

De las manifestaciones, que son democráticas y unitarias, deben surgir comités de lucha abiertos y democráticos. De las luchas en las que participan decenas de miles de simpatizantes de MORENA debe surgir en ese partido verticalista, electoralista y caudillesco con un programa limitado y una dirección burguesa una corriente que privilegie los movimientos sociales  y la discusión política. Quienes militan en MORENA no pueden regalar sus esfuerzos a la burguesía “nacional”.

Es fundamental producir y construir poder popular, autoorganización, autonomía de los trabajadores. Es esencial discutir en asambleas los problemas, los escenarios posibles, las opciones más favorables para el pueblo. Surgirán seguramente en ellas nuevos y curiosos aliados porque no creo que la amenaza de Trump de mandar soldados a México porque los de aquí “tendrían miedo”, deje insensibles a los militares nacionalistas que aún hay en las Fuerzas Armadas, que están preocupados por las políticas del gobierno y que probablemente se opondrán al imperialismo si éste intenta llevar a cabo sus amenazas.

¿Unidad nacional?

Octavio Rodríguez Araujo

Si no todo, casi todo se ha dicho sobre el significado de Donald Trump para México y el mundo, especialmente para el mundo subdesarrollado. Ni siquiera George W. Bush o Ronald Reagan habían provocado tanto rechazo en su país y en otras muchas naciones. Su manera de hacer política (¿política?) ha despertado oposición incluso en su propio partido, y no pocos de los que votaron por él están ahora arrepentidos: ha bajado su popularidad en menos de 15 días de gobierno. Su voluntad, digna de análisis psiquiátrico, parece ser la guía del gobierno que encabeza, y lo grave es que se trata de imponer no sólo en su país, sino en el resto del planeta. En resumen, casi nadie lo quiere, es un sociópata.

Se ha dicho que logró con sus desplantes la unidad de los mexicanos. Sí y no. Sí, porque ha demostrado hasta la saciedad que su racismo es enfermizamente antimexicano. Ni siquiera todas las naciones predominantemente islámicas están en su lista de vetos para dejar entrar a sus habitantes en Estados Unidos; sólo siete, pero Turquía o Arabia Saudita, por ejemplo, no están en su inventario.

Pero no ha logrado dicha unidad de todos los mexicanos, aunque no han faltado quienes han querido convertirla en “unidad en torno a Peña Nieto” (Slim entre ellos), y aquí es donde existe una gran diferencia. No es lo mismo unirse contra Trump que unirse con el presidente de México. Éste sigue representando los intereses de los grandes capitales en nuestro país (nacionales y extranjeros) y, aunque no lo sabemos con precisión (pues no se grabó su conversación telefónica con su homólogo de Washington), todo indica que se está haciendo hasta lo imposible por mantener una tersa relación con el republicano fascistoide. El nombramiento de Videgaray como secretario de Relaciones Exteriores, después de haberlo corrido por la pifia de agosto del año pasado, demuestra descaradamente que la relación exterior que le interesa a Peña es con el gobierno de Trump (¿por qué me viene a la mente, tratándose de Videgaray, la fábula del burro que tocó la flauta?)

Aunque formalmente Peña es el presidente de México, en la realidad sabemos que no nos representa a todos, mucho menos a los pobres, que forman la mayoría de la población. ¿Por qué habríamos de unirnos con él si en realidad fue desinvitado antes de que él decidiera no ir a Washington bajo condiciones adoptadas unilateralmente por Trump, ostensiblemente ofensivas? ¿Por qué, si ante las nuevas circunstancias “bilaterales” impuestas por el republicano, Peña no ha articulado por lo menos un esquema de desarrollo nacional para ser menos vulnerables, más soberanos y más independientes? ¿Qué nos ha dado u ofrecido el gobierno como para sentirnos orgullosos de él y apoyarlo? ¿Oponerse a pagar el muro que quiere construir el empresario neoyorquino? ¡Sólo faltaba!

El muro ciertamente es una ofensa, pero también inútil y contraproducente. ¿De veras alguien cree que con él se evitará la inmigración ilegal, el trasiego de drogas, la venta de armas de allá para acá? El contrabando es una práctica muy antigua. Como me dijera un comerciante texano antes de que México se adhiriera al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio): lo que quepa por el puente se lo ponemos en su casa; tienen sus modos y saben que los obstáculos, en este negocio, sólo existen sin corrupción y que ésta es todavía más antigua que el contrabando. Por altos y gruesos que sean los muros siempre tendrán puertas (y túneles). ¿Se ha puesto a pensar Trump qué va a hacer con 30 millones o más de drogadictos furiosos porque no les llegan las drogas o porque suben de precio gracias al muro? (En las redes circula un chiste que dice que serán los propios drogadictos estadounidenses quienes derribarán el muro.) ¿Pensará que los cárteles de la droga se quedarán cruzados de brazos viendo cómo se les cae el negocio?

En lugar de apoyar a Peña, debemos exigirle un plan de desarrollo nacional, de empleo, de fortalecimiento del mercado interno, de distribución de la riqueza, de austeridad republicana y de fortalecimiento de nuestra soberanía en los hechos y más allá de los discursos. Si lo hace y lo pone en práctica, bien (aunque no lo creo); si no, pues votaremos contra su partido y de quienes lo apoyan llamando a la unidad nacional sin adjetivos ni matices.

Editorialista internacional de La Jornada. Miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.
Politólogo. Profesor emérito de la UNAM.
Fuente:
La Jornada, 2 y 5 de febrero 2017

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).