Los conflictos urbanos y las múltiples narrativas de la guerra: el caso de Alepo

Giovanni Pagani

08/10/2016

Desde que los pretendidos expertos y los políticos elogiaban en los medios de comunicación la inspiración pacífica, democrática y diversa de los sirios en su lucha de liberación, una serie de versiones opuestas sobre el conflicto han tratado de prevalecer: un pueblo oprimido que se revolvía contra un régimen brutal, un presidente traicionado que hacía frente al terrorismo y las maquinaciones extranjeras, una lucha entre rebeldes "radicales" y "moderados", un moderno estado-nación confrontado a la retribalización en la región, una guerra indirecta entre Irán y Arabia Saudita, y otra sectaria entre chiíes y suníes, etc, etc….  Aunque ninguno de estas narrativas es intrínsecamente errónea, ninguna de ellas es capaz de explicar la lucha civil en Siria. Como previene Kalyvas en su Ontología de la violencia política, interpretar las guerras civiles en términos binarios puede ser peligroso y engañoso. Reconocer la existencia de un sistema más enmarañada de rivalidades locales e internacionales profundamente arraigadas, que por lo general encuentran un nuevo impulso en virtud de las “polarizaciones claves” del conflicto, proporciona una comprensión más matizada de cómo se desarrolla, evoluciona y transforma la violencia en contextos de conflicto irregular. Dicho de otra manera, a pesar de que las explicaciones mencionadas fueron parcialmente corroboradas por los acontecimientos sobre el terreno, la guerra civil siria y la batalla por Alepo en particular tienen las características de un proceso complejo que implica a una gran cantidad de actores civiles locales y supralocales, milicias y ejércitos, así como diferentes aliados, racionalidades, motivaciones y objetivos.  Con esto en mente - y recurriendo a fuentes secundarias y entrevistas con los urbanistas locales, mi propia exploración del paisaje urbano de Alepo, antes y durante la guerra-, intento analizar los conflictos civiles dentro de este marco de simultaneidad, en el que las divisiones sectarias o tribales, las divisivas estructuras de poder, y los intereses extranjeros contingentes son factores que interactúan, y ejercen sus efectos perturbadores sobre el entorno urbano de Alepo.

Alepo y el conflicto

De acuerdo con la explicación sectaria ahora popular de la guerra, como la proporcionada por Fabrice Balanche , Aleppo- con su demografía predominantemente suní- debería haber sido el nido de una rebelión sunita contra el régimen chiíta pro-iraní. Sin embargo, lo que la espacialidad y la temporalidad del conflicto sugieren son otras lógicas de fragmentación que emergieron una vez que estalló la lucha.

Un primer vistazo a la geografía de la guerra en Alepo muestra una división macroscópica urbana entre un este controlado por los rebeldes, y un oeste controlado por el gobierno, con el grueso de la devastación condensada en el antiguo centro alrededor de la Ciudadela (ver n.1 en el mapa) - y en otras franjas urbanas a lo largo de una línea de frente que cambia continuamente. Dentro de este marco, lo que puede ser percibido como divisiones urbanas simplemente generadas por la guerra pueden ser profundas divisiones muy anteriores a 2011. Y aunque no hay que subestimar el papel que desempeñan los agentes externos en la alteración de los equilibrios de poder locales – por un lado las brigadas locales sunitas financiadas desde el extranjero, por otro lado las milicias chiíes de Líbano o Irak, que juegan un papel importante a la hora de "importar" la lucha confesional a Alepo- la manera en la que la ciudad se desarrolló durante las últimas cuatro décadas, y se fracturó durante los últimos cinco años, puede proporcionar importantes pistas sobre los patrones actuales de la confrontación.

Desde la década de 1970, Alepo experimentó un gran crecimiento demográfico y una alta tasa de urbanización. El tamaño de la población se cuadruplicó en toda la provincia, de poco más de un millón a cuatro millones de personas, y la población urbana de la ciudad propiamente dicha se disparó de 700.000 en 1970 a 2,5 millones de personas en 2004. Aunque el aumento sustancial de la tasa de natalidad afectó a todo el país ( los sirios se duplicaron durante ese período), una de las principales causas de extraordinario crecimiento de Alepo fue la gran afluencia de emigrantes rurales. Esta migración fue en parte consecuencia de reformas agrícolas ineficientes, la exasperación de cuatro años de sequía sin precedentes (2007-2011) y, en parte, se debió a las crecientes oportunidades de empleo generadas por un sector industrial próspero.

En esta etapa la brecha urbano-rural se hizo más profunda en el paisaje urbano: tanto como una escisión física entre el tejido consolidado de la ciudad y sus alrededores en expansión, como la escisión social entre las comunidades urbanas establecidas y los recién llegados de las zonas rurales. En lo social, la población urbana veía con desdén y superioridad a los emigrantes rurales, que a menudo eran explotados como mano de obra barata [1] . Espacialmente, la movilidad rural resultó en el desarrollo no regulado de grandes áreas informales, y en la difuminación de los límites entre la ciudad y su campo circundante.

En este contexto de urbanización rápida y no planificada es difícil concluir si los barrios informales se desarrollaron en oposición a la ciudad y sus autoridades - como su estado "ilegal" sugeriría- o si fueron consentidos tácitamente por el Estado como una miope solución a una necesidad desesperada de alojamiento. Según la arquitecta alepina Salwa Sakkal , por ejemplo, la semilla de la brecha entre las zonas orientales más pobres -que crecieron de manera informal- y los ricos barrios del oeste, legalmente desarrollados, puede observarse en el plan maestro de Banshoya de 1974. Las zonas reservadas para las viviendas de bajos ingresos –los barrios del norte, el este y el sur de la ciudad- corresponden aproximadamente a la distribución actual de las áreas informales, a excepción de los dos pequeños proyectos públicos en al-Hamdaniyeh y Masaken Hanano. Dicho de otra manera, el hecho de que antes de 2011 el régimen estuviera dispuesto a mejorar varios asentamientos informales –que atestigua, por ejemplo, la articulación de proyectos del municipio de la Alepo y la Sociedad Alemana para la Cooperación Técnica (GTZ)- sugiere que estas áreas habían sido de alguna manera tomadas en cuenta como parte del desarrollo futuro de la ciudad.

Alepo y su régimen

Así, mientras que una correspondencia llamativa entre las diferencias socioeconómicas de preguerra y las actuales divisiones urbanas desafían cualquier explicación sectaria del conflicto, sería inadecuado describir la guerra civil en Alepo a partir exclusivamente de las reivindicaciones materiales. La brecha urbano-rural fue también un factor crucial de la confrontación. Sin embargo, la evolución y la morfología del conflicto no puede ser totalmente analizadas sin dar cuenta de cómo las políticas del régimen afectaron al entorno construido, su producción y control. Esto implicó tanto medidas directas de planificación urbana como, lo que es más importante, una densa red de patrocinio clientelar tejida por la dinastía Assad.

Las medidas de planificación directas fueron más esporádicas en Alepo que en otras ciudades-por ejemplo Damasco, Tartous o Latakia- y se llevaron a cabo principalmente en la década de 1980. Sin embargo, debe hacerse una mención especial al proyecto al-Hamdaniyeh (Ver n.2 en el mapa), que fue gestionado por la Administración de Viviendas Militares en 1990. No sólo fue uno de los dos proyectos de viviendas públicas patrocinadas en Alepo, sino que estaba orientado específicamente a viviendas para las familias de los oficiales del ejército, y su proximidad espacial a la Academia Militar identificaban claramente el barrio con el régimen. Como Salwa Ismail mostró en el caso de Damasco, la práctica espacial de facilitar a los miembros del ejército y otros aparatos de seguridad acceso a la vivienda era más común en la década de 1980 que en las posteriores décadas, y su objetivo era tanto fomentar la cohesión entre los oficiales militares como la creación de "zonas de amortiguación" urbanas favorables al régimen en caso de protestas populares. Desde esta perspectiva, aunque muchos edificios de apartamentos fueron vendidos posteriormente a civiles, al-Hamdaniyeh continuó siendo percibida como leal incluso durante los levantamientos [2].  A pesar de su proximidad a la línea del frente, sobrevivió con daños limitados, como puede verse en los planos interactivos publicados por Conflict Urbanism.

Sin embargo, también es importante reconocer las prácticas llevadas a cabo por el gobierno para apaciguar a sus redes clientelares y mantener el control sobre la producción del espacio. Lejos de limitarse a Alepo y su zona periférica, estas redes clientelares penetraron en la sociedad siria a varios niveles, definiendo los patrones de reclutamiento de los aparatos de seguridad, un mejor acceso a los servicios estatales y privilegios económicos. Desde la década de 1980, en primer lugar Hafez al-Assad, y luego su hijo, Bashar, habían logrado tejer alianzas con algunas tribus peri-urbanas, que se habían trasladado del campo a barrios interiores de Alepo. Este proceso era a la vez parte de una estrategia más amplia, según Dukhan de empoderar a líderes locales a cambio de su apoyo político, y una manera de comprar la lealtad de las clases inferiores para contrarrestar a la tradicional burguesía sunita - que, en 1982, había apoyado la revuelta de los Hermanos Musulmanes. De hecho, aunque el discurso oficial Ba'athista siempre había condenado el "sectarismo" y "tribalismo" como amenazas a la nación árabe, sacó provecho y utilizó las lealtades sectarias y tribales en varios momentos para fracturar el cuerpo social y neutralizar la disidencia política, como explica Ismail.

En este sentido, la tribu Berri fue probablemente el cliente del régimen más poderoso en Alepo, donde el clan disfrutó de una autoridad casi completa sobre el barrio de Bab al-Nayrab, así como un amplio margen de maniobra en el contrabando de drogas, armas y alcohol en la ciudad desde la década de 1980 , como Salih explica. Esta forma de clientelismo puede atribuirse al fenómeno más amplio de las shabbihas , a saber, las bandas criminales a sueldo del régimen que operan fuera del estado de derecho, y que fueron ampliamente desplegadas por Assad para acabar con el levantamiento.  Los primeros grupos de shabbihas fueron creados inicialmente en las comunidades alawitas costeras a finales de 1970, y comenzaron a tener un papel activo en el contrabando fronterizo con el Líbano. Durante las siguientes décadas, especialmente desde 2011, el término ha ido adquiriendo un significado más amplio, refiriéndose a todas las facciones paramilitares y criminales alineadas con el régimen (Nakkash, 2013), con el fin de preservar sus privilegios económicos. En este sentido, a pesar de que se puede definir a las shabbihas  y sus patrones de reclutamiento como predominantemente alawítas, no es raro encontrar grupos sunitas análogos, particularmente en el área de Alepo y la tribu Berri es un claro ejemplo de ello.

Cuando estalló el conflicto en 2011, el clan Berri -cuyo líder solía ser miembro del parlamento sirio antes de su asesinato por el Ejército Libre de Siria en 2012-, así como otras confederaciones tribales con lazos análogo con el régimen han permanecido fieles a Assad, y organizo grupos de shabbihas sunitas para luchar a favor de Assad (Salih, op.cit. ). En este sentido, no es casual que los bordes del sudeste -donde se encuentra Bab al-Nayrab (ver n.3 en el mapa)– se convirtieran en un área de gran confrontación entre las fuerzas leales al gobierno y la oposición, con enormes costes humanos y destrucción física masiva.

Por otra parte, como explica el arquitecto y especialista en desarrollo sirio Omar Abdulaziz Hallay, cuando el presidente Hafez al-Assad logró a finales de 1980 conseguir la lealtad de la burguesía de Alepo, haciéndola participe de un sistema clientelar complejo, el desarrollo urbano se convirtió en un importante campo de actividad en la ciudad [3]. Si bien este desarrollo fue dirigido por los poderes públicos, permitió la asociación privada-pública indirecta y la especulación económica. La Ley de expansión urbana 60/1979, -modificada posteriormente por la Ley 26/2000-, creó inicialmente el marco legal para que el gobierno expropiase grandes extensiones de tierras agrícolas en los límites del centro de la ciudad y desarrollase la infraestructura, mientras que los empresarios de la burguesía urbana, así como los oficiales del ejército más privilegiados, tuvieron una considerable libertad de acción en el desarrollo de terrenos baldíos y las ventas de apartamentos. En otras palabras, aunque mantuvo una hegemonía virtual en la producción y el uso del espacio, el gobierno creó las condiciones para animar a sus redes clientelares a invertir. Por otra parte, una gran mayoría de estas tierras pertenecían originalmente a comunidades rurales o periurbanas. Por lo tanto, mientras que la especulación inmobiliaria apaciguó a la burguesía de Alepo, al mismo tiempo discriminó y empobreció al entorno rural, que fue en gran medida privado de sus derechos por las redes clientelares informales, y quedó profundamente desencantado con las políticas del gobierno.

Conclusión

"Hemos liberado las zonas rurales de esta provincia. Hemos esperado una y otra vez que Alepo se sublevase, pero no lo hizo. No podíamos confiar que lo hicieran por sí mismos, así que tuvimos que llevarles la revolución".  ( Un combatiente rebelde hablando a Reuters en el verano de 2012).

La ausencia inicial de enfrentamientos armados en Alepo demuestra que cuando el conflicto estalló en 2011, la ciudad no estaba al borde de la revuelta. Y, mientras que el campo se levantó rápidamente contra el régimen, las áreas urbanas se mantuvieron neutrales y silenciosas. En este sentido, se podría argumentar razonablemente que las redes divisorias del régimen habían logrado parcialmente fomentar el escepticismo de Alepo en relación con la rebelión.

Cuando los rebeldes encontraron un camino a través de la ciudad, penetraron en las áreas más pobres informales, donde los recientes emigrantes rurales, que habían sido olvidados tanto por las instituciones del Estado como las redes clientelares del régimen, se habían instalado. El hecho de que fuesen sunitas era más una consecuencia de los patrones demográficos de antes de la guerra que de asentamientos sectarios. Y, aunque en algunas zonas, los "empresarios" sectarios, tanto locales como extranjeros lograron movilizar las identidades confesionales de estos grupos contra el régimen alawita, muchos de sus oponentes urbanos compartían el mismo credo y estrato social. Los efectos divisores de las redes clientelares del régimen fueron particularmente evidentes en los bordes sur y sudeste del centro de la ciudad, donde se causó un extenso daño físico, y donde muchos clanes pro-régimen, incluidos los Hasnasne, Zeido, Baggara, Berri, y las tribus Hamida, participaron en una despiadada contienda barrio a barrio. Para estas confederaciones tribales, la revolución es ante todo una oportunidad para probar su lealtad y renovar su lazo clientelar con Assad en un momento de necesidad. Cuando la oposición logró conquistar barrios leales, de donde eran muchos milicianos shabbiha, la brutalidad de la lucha alcanzó su pico.

En el otro flanco de la ciudad, la población más rica de los barrios occidentales vió en Bashar al-Assad el guardián de la estabilidad política y una fuente de beneficios económicos. Por lo tanto, mantener sus privilegios y asegurar mejores oportunidades de inversión fueron las principales razones de la lealtad del Oeste de Alepo. Por otra parte, el control del gobierno en esta mitad de la ciudad había sido reforzada con una fuerte presencia militar: la base aérea de Defensa, la base de la Inteligencia de la Fuerza Aérea, la base de la Inteligencia Militar, la Academia Militar, y la Escuela de artillería están ubicadas, de norte a al sur, en el oeste de la Ciudadela.

Para concluir, la dicotomía urbano-rural, el sectarismo, las lealtades tribales y las divisiones socioeconómicas interactuan en toda la geografía de la guerra en Alepo. Refleja tanto la complejidad de las prácticas de poder del régimen de Assad, como un conjunto más amplio de reivindicaciones locales que la guerra civil hizo emerger. Aunque Alepo representa un caso bastante particular, no es único ni excepcional. Es necesaria más investigación socio-espacial, sin embargo, para comprender las raíces sociales del conflicto, y cómo se refleja espacialmente en diferentes áreas urbanas. Cada ciudad siria se ha fracturado a lo largo de múltiples líneas, y tienen su propia historia con muchos relatos, donde las lealtades tradicionales, las redes clientelares del poder, los intereses extranjeros, y las emociones de la gente ejercen sus efectos divisorios en el prisma urbano. La comprensión de cómo estos patrones socio-espacial se entrelazan tanto con el desarrollo urbano antes del conflicto como la fragmentación generada por la guerra será una cuestión clave para hacer frente a cualquier futuro debate sobre la reconstrucción de Siria.

Notas: 

[1] Entrevista con Thierry Grandin, arquitecto francés que vive y trabaja en Alepo desde principios de 1980.

[2] Ibid.  

[3] Entrevista por Skype con Omar Abdulaziz Hallay, experto en planificación urbana y consultor de desarrollo para la iniciativa Espacio Común (Beirut, Líbano), originario de Alepo.

Arquitecto, ha realizado un Master en Estudios Políticos sobre Oriente Medio en la SOAS de Londres. Su tesis giró sobre la reconstrucción post-guerra de Beirut. Actualmente es investigador de UN-Habitat en Barcelona.
Fuente:
http://www.jadaliyya.com/pages/index/25061/urban-conflicts-and-multiple-war-narratives_the-ca
Traducción:
Enrique García

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).