La derrota del Si: ¿A dónde va Colombia?

Ricardo Sánchez Ángel

25/10/2016

Conviene reconocer, con realismo, que la opción del SÍ fue derrotada y, con ello, un esfuerzo colectivo de millones de compatriotas. Hay perplejidad y sensación de impotencia, porque el SÍ representó una ilusión: la de poner  fin a la guerra entre las FARC y el establecimiento y avanzar con el ELN en el mismo propósito. El puente hacia la paz fue dinamitado y de nada sirve negarlo. Pero, para responder a dónde vamos, hay que saber qué ocurrió. En ese sentido, el triunfo del NO, a lo que se suma la abstención del 66%, abrió una crisis política, escenario en el que los detractores de los acuerdos de La Habana han arreciado sus propósitos obstruccionistas. Se están recomponiendo sus distintos sectores, siendo el uribato mayoritario. Pero están los pastranistas y los seguidores de Martha Lucía Ramírez, así como un grupo significativo de iglesias cristianas y la feligresía de una jerarquía católica hipócrita que proclamó su neutralidad, mientras que en la práctica su mano larga intervenía en contra del SÍ –con notables excepciones, como las de los obispos de Cali y Tunja–. La jerarquía católica, encabezada por el Cardenal Rubén Salazar, traicionó el querer y la orientación del Papa Francisco. una autocrítica del presidente de la Conferencia Episcopal puede leerse en El Tiempo del pasado 16 de octubre (1).

Con amplitud de miras, hay que reconocer a los millones que votaron el NO por confusión y desconocimiento. Pero también porque están irritados por la situación económica y social, agravada por la desafiante reforma tributaria planteada contra viento y marea. El plato quedó servido para el triunfo del NO. Algo parecido ocurrió con el manejo equivocado de la política de educación sexual de la ministra Parody. Los reaccionarios y oportunistas, todos a una, se movilizaron contra los acuerdos, denunciando una supuesta ideología de género, satanizándolos. La ministra fue nombrada como coordinadora del SÍ.

A esto dos errores hay que sumar la entrega de la campaña por el SÍ a la casta política, representada por el expresidente Cesar Gaviria, quien adelantó una gestión excluyente. Un vigoroso movimiento ciudadano pro paz fue cooptado, y galvanizada su presencia. En lugar de entregar la dirección de la campaña a los colectivos de víctimas, jóvenes, mujeres, indígenas, trabajadores, campesinos, empresarios, artistas e intelectuales, el presidente Santos quiso asegurar asuntos de la sucesión presidencial: la mecánica política contra la dinámica ciudadana.

Mención especial merece el esquirolaje del vicepresidente de la república, Germán Vargas Lleras, quien manifestó su diferencia con el corazón del acuerdo: la justicia transicional. Y de manera simultánea, su partido, Cambio Radical, bombardeó con críticas los acuerdos de La Habana. Solo en la recta  final anunciaron un lánguido apoyo al SÍ, lo cual generó confusión. En los seguidores de Cambio Radical están los votos que le faltaron al SÍ para ganar. El Estado espectáculo y los medios de co- municación –radio y televisión– frivolizaron la campaña con un triunfalismo exultante. Se fabricó un imaginario sobre el NO como igual a la guerra, confundiendo una postura equivocada y heterogénea con los clarines y trompetas del jefe supremo del NO, quien escondió habilidosamente sus propósitos. La estrategia del miedo al NO, fracasó. Mientras la estrategia del miedo al SÍ, ganó. Lo que hubo fue propaganda, no pedagogía y educación. A esto ayudó, hay que decirlo, el poco tiempo disponible para divulgar y comprender los acuerdos. Se trata de un país de 48 millones de habitantes.

En una operación fraudulenta, puesta en evidencia por el gerente de la campaña por el NO, Juan Carlos Vélez Uribe, la estrategia del miedo fue ampliada con la mentira de que el SÍ representaba el Castro-chavismo, el hundimiento de la familia, la economía y la apertura para que el jefe de las FARC fuera presidente de la república. Lo último no está descartado en un plazo mayor, pero de eso se trata el juego democrático. No de destruir y eliminar al contrincante.

Tal como lo afirma la reciente editorial del New York Times, Álvaro Uribe se ha convertido en un obstáculo serio al proceso de paz (2). Me parece que se subestimó la capacidad del caudillo de las derechas, quien, como un taumaturgo, volvió a la escena triunfador. Es verdad que el Gran Burundú Burundá no ha muerto políticamente.

Así las cosas, el anacronismo de las mentalidades y las conciencias deformadas se conectaron con las consignas del rumor catastrófico.

II.

Juan Manuel Santos lideró un proceso de diálogo y negociación con las FARC de manera acertada. De parte de la insurgencia, se tendió la mano de la reconciliación y se contribuyó de manera sustancial a los acuerdos. La comunidad internacional apoyó el proceso, al igual que las instituciones del Estado, en especial, las fuerzas armadas, el Congreso y la Corte Constitucional. La partidocracia se sintonizó a favor del proceso.

La excepción fue el procurador general de la nación. Los medios de comunicación, como RCN y otros, se opusieron a raja tabla y varios de ellos jugaron un papel ambiguo, que no neutral. En todo caso, estigmatizando, demonizando, a las FARC. Con ello debilitaron el acuerdo.

Lo del plebiscito fue un error, como los resultados lo confirman, cuando existía un proceso de legitimación complejo y bien logrado. El plebiscito era innecesario, como lo advertimos varios sectores del SÍ. Las FARC no compartieron ese mecanismo refrendatario y propusieron una Asamblea Nacional Constituyente. Al  final aceptaron, en forma correcta, respetar la decisión de la Corte Constitucional. El propio uribato –¡sorpresas te da la vida!– se opuso en forma radical con el cálculo de que el NO sería derrotado. Su triunfo resultó sorprendente para ellos mismos.

III.

Así las cosas, se concretó un pulso entre los afines a los acuerdos y los que piden reformas, pero también cambios sustanciales.

Esta última estrategia es la asumida por el expresidente Uribe y sus seguidores.

Su apuesta es desgastar el diálogo, congelar las soluciones, impedir decisiones y con ello prolongar la inestabilidad de cara a las elecciones presidenciales, para las que se proponen desde ya como los restauradores de la autoridad y el orden. Lo anterior, acrecentando su protagonismo y haciendo exigencias que significan que las FARC deben asumir que están derrotadas para así someterlas a la justicia de los vencedores. Todo ello, con un trasfondo de venganza e impunidad para mantener el modelo de acumulación violento que ha conducido a la expropiación y a la ampliación del latifundio y la hacienda, continuar con la narcoeconomía y la narcopolítica, en el concierto de la transnacionalización y predominio de los  financieros. También reafirmar, apuntalando aún más, la dominación patriarcal contra las mujeres, la niñez y la familia. En síntesis, mantener un Estado autoritario.

En esas coordenadas debe entenderse su llamado a concretar un acuerdo nacional: en torno a sus designios y bajo su liderazgo, subordinando al presidente Santos e imponiéndose a las FARC, para una recomposición de las élites dominantes alrededor de un pacto disfrazado con una retórica de paz. Hacia esto podría evolucionar la situación política.

IV.

El Gobierno tiene una salida: asumir claramente el fuero presidencial, el derecho a realizar acuerdos de paz, así haya triunfado el NO. Se trata de un nuevo acuerdo, que mantenga en lo esencial lo firmado entre las partes, agregando creativamente propuestas aceptables y sensatas. Esto es lo que se espera del presidente Santos al recibir la importante distinción de Premio Nobel de la Paz. La decisión de la Corte Constitucional fue clara: si gana el NO, ese acuerdo no está refrendado. Pero el Presidente mantiene intacto su poder político y jurídico para sancionar un nuevo acuerdo.

La interpretación de Uribe, Pastrana, Ramírez y Ordoñez parece ser que, al triunfar el NO, ellos –como voceros– se convierten en cogobierno para la política de paz. El ejecutivo los está escuchando y eventualmente lo harán las FARC, pero la decisión del alcance jurídico y los contenidos políticos es potestativa del Presidente, teniendo en cuenta el acuerdo con la insurgencia. No se puede caer en el pantano de las leguleyadas y los santanderismos.

Los opositores están obligados a presentar alternativas realistas y posibles, no ultimátums. Tomada esta decisión de un nuevo acuerdo, el país nacional y político rodeará multitudinariamente esa decisión, como lo vienen haciendo víctimas, jóvenes, mujeres, campesinos, indígenas y trabajadores. A una situación excepcional, una salida excepcional, en los carriles de la Constitución.

El otro escenario, esto es, que el Gobierno privilegie el pacto con la oposición, cediendo a sus propuestas, para luego buscar ponerlo en La Habana, constituiría una capitulación, un abandono de la política de paz en torno a acuerdos democráticos, progresistas y de civilización política. un volver al Canapé re- publicano y al Frente Nacional para el reparto del gabinete, que es una de las salidas a la crisis política.

Uno espera que las reuniones de la Mesa comenzadas en La Habana el martes 18 de octubre avancen en la decisión de defender el sentido de los acuerdos en el nuevo pacto que se firme.

El país está en un cruce de caminos, entre la paz y la guerra. Las acechanzas para romper la tregua bilateral pueden estar al orden del día, mediante provocaciones y complots, incluso graves, para entonces calumniar a las FARC, responsabilizándolas por lo que acontezca. El Gobierno y la comunidad internacional deben ultimar sus controles para garantizar que nada de esto suceda.

La insurgencia anunció su decisión de dejar la lucha armada para adelantar la actividad política. de lo que se trata es de que esto se cumpla y no de obligarla con ultimátums a volver a la resistencia armada. Porque a esto último la quieren llevar el uribato y compañía. La tarea es construir un nuevo puente hacia la paz.

La paloma blanca se ha convertido en un símbolo internacional de la paz. Contra lo que se cree, no es un ave sumisa y complaciente. recordemos al poeta José iglesias de la Casa:

Una paloma blanca como la nieve

me ha picado en el alma;

mucho me duele.

Dulce paloma,

¿cómo pretendes

herir el alma

de quien te quiere?

 

Notas:

(1) “La iglesia se suma al clamor por un acuerdo ya”. entrevista a Monseñor Luís Augusto Castro, presidente de la conferencia episcopal. El Tiempo, 16 de octubre de 2016. en: http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/gente/iglesia-pide-acuerdo-en-proceso-de-paz/16727642

(2) “Álvaro Uribe, el hombre que está bloqueando la paz en Colombia”. Editorial New York Times, 14 de octubre de 2016. en: http://www.nytimes.com/es/2016/10/14/alvaro-uribe-el-hombre-que-esta-bloqueando-la-paz-en- colombia/

Doctor en Historia, Universidad Nacional de Colombia
Fuente:
IZQ, octubre 2016, Bogotá

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