Yassamine Mather
22/03/2017
Según el último informe del Fondo Monetario Internacional sobre Irán, después de años de sanciones economía, el país parece estar en el camino de la recuperación: por lo menos en el papel.
El informe, de 24 de febrero, resume la situación de la siguiente manera: “La economía iraní ha tenido una 'impresionante recuperación' tras el alivio de las sanciones del año pasado, a pesar de que las incertidumbres sobre el futuro del acuerdo nuclear y las relaciones con los EE.UU. amenazan con socavarla”. (1)
A pesar de todo, es una buena noticia para los capitalistas y el Estado iraníes. “Se espera que el crecimiento sea del 6,6% en el año fiscal que termina el 20 de marzo, que refleja la recuperación de la producción de petróleo y las exportaciones, y que se estabilizará en el 4,5%‘en el medio plazo, ya que la recuperación se extiende”. (2) Sin embargo, las advertencias también son claras. La mayor parte de estas predicciones económicas dependen directamente de la continuación del acuerdo nuclear de Irán y ese acuerdo está seriamente amenazado, teniendo en cuenta la posición de la nueva administración de Estados Unidos. El primer ministro israelí Binyamin Netanyahu y el presidente de Estados Unidos son firmes aliados.
El FMI es muy claro sobre el tema: “Si descarrila el acuerdo, la economía podría correr el riesgo de recesión”. Por supuesto, la economía de Irán también se ha beneficiado de una mayor producción de petróleo, pero se espera que el crecimiento se reduzca al 3,3% en el próximo año. Sin embargo, las dudas sobre el acuerdo nuclear podrían “desalentar la inversión y el comercio con Irán y cortocircuitar la recuperación anticipada”. Y si las sanciones vuelven, ello “reduciría los flujos de inversión directa y de capital, y desconectaría a Irán del sistema financiero global”.
Jafar Mojarrad, director ejecutivo del FMI para Irán, ha declarado: “Lamentablemente, la permanencia de las sanciones y la incertidumbre relacionadas con Estados Unidos han obstaculizado el retorno de los bancos internacionales al mercado iraní y continuan obstaculizando la inversión y el comercio a gran escala”. (3)
Hace casi cuatro años, el presidente Hassan Rouhani llegó al poder con la promesa de impulsar las negociaciones nucleares con los gobiernos occidentales, con el único objetivo de mejorar la situación económica del país. A medida que nos acercamos a las próximas elecciones presidenciales iraníes de mayo de 2017, los iraníes de a pie están experimentando pocos beneficios del levantamiento de las sanciones y de las tasas positivas de crecimiento. En las últimas semanas, mientras el parlamento islámico en Teherán discutía sobre el salario mínimo para el próximo año, los trabajadores han intensificado las protestas contra los bajos salarios, los contratos temporales y en 'blanco' (en los que el trabajador firma una página en blanco para ser rellenada más tarde por el empleador), el impago de salarios y la falta de seguridad en el empleo.
Los maestros jubilados, las enfermeras y los empleados estatales han organizado manifestaciones relativamente grandes sobre el tema de las pensiones, cuya financiación se enfrenta a una importante crisis. Algunos periódicos iraníes nos han recordado que los jubilados son la generación de la revolución de 1979, que no aceptará excusas del gobierno sobre la economía mundial, la incertidumbre de los inversores internacionales, etc. Han pagado todos los meses a los fondos de pensiones que están ahora sin valor - entre otras cosas a causa de las tasas astronómicas de la inflación en los últimos años del ex primer ministro Ahmadineyad y los primeros años del gobierno Rouhani.
Irónicamente, las protestas de los pensionistas son un recordatorio de que el levantamiento de febrero de 1979 no empezó con llamamientos a establecer una república islámica, sino con la reivindicación de derechos políticos y económicos. Probablemente preocupado por este ambiente, el líder supremo de Irán, Ali Jamenei, utilizó un canal de televisión nacional la semana pasada para criticar la política económica del Rouhani: “Por supuesto, el gobierno ha dado pasos notables, pero si la economía de resistencia se hubiera aplicado plena y ampliamente, seríamos testigo de una diferencia tangible en la vida de las personas“.
En vista de ello se podría pensar que estaba hablando de una economía tercermundista, en oposición a las transnacionales occidentales, y que persigue el tipo de visión típica de los países no alineados a finales de los años 1960 y 1970. Algunos sectores de la izquierda iraní y la oposición nacionalista al Sha eran muy contundente a la hora de repudiar a la 'burguesía compradora' y la “construcción de una economía nacional”, y, por supuesto, Jamenei recuerda algunos de esos argumentos. Sin embargo, no hay que dejarse engañar: su “economía de resistencia” no tiene nada que ver con aquellas (aunque equivocadas) aspiraciones. Como es habitual en la República Islámica de Irán, la retórica y los eslóganes se utiliza para disfrazar lo contrario de lo que se dice. Nuestro líder religioso es un firme defensor del “capital y el espíritu empresarial”: él sabe que la economía capitalista de Irán no tiene más opción que trabajar dentro de los límites y bajo el dominio del capital global.
Neoliberal
Entonces, ¿qué es esta “economía de resistencia”?
Hace algunos años Rouhani declaró cuales eran los objetivos claves de esta política y se han repetido en los últimos días en la prensa conservadora y los medios de comunicación en Irán:
- Fortalecimiento de la capacidad nacional con la máxima utilización de los recursos del país.
- Promoción de una economía basada en el conocimiento.
- Aumento de la eficiencia de la actividad económica, la mejora de la competitividad económica.
- Mejorar la productividad total de los factores en base a la potenciación de los recursos humanos nacionales a través de la enseñanza de aptitudes.
- Promoción de la producción nacional, especialmente en los productos y servicios estratégicos y la consiguiente reducción de la dependencia de las importaciones.
- Gestión del consumo basada en la promoción del consumo de productos locales en paralelo a la mejora cualitativa de la producción nacional.
- La reforma integral del sistema financiero para responder a las necesidades del país.
- Promoción dirigida de bienes y servicios exportables a través de la reforma legal y administrativa, así como la promoción de la inversión extranjera con fines de exportación.
- Aumentar la resistencia de la economía a través de la colaboración económica regional e internacional, especialmente con los vecinos, pero también a través de la diplomacia.
- Reducir la vulnerabilidad de las exportaciones de petróleo y gas a través de la selección de los compradores estratégicos y la participación del sector privado en la diversificación de los canales de venta.
- Aumentar el petróleo y las reservas estratégicas de gas y la producción para tener un impacto en los mercados internacionales.
- Implementar reformas para racionalizar los costos del gobierno, aumentar los ingresos fiscales y reducir la dependencia de los ingresos petroleros y la exportación de gas.
- Aumentar la transparencia en materia financiera y evitar actividades que preparan el terreno para la corrupción. (4)
Contrariamente a las afirmaciones tanto de la oposición de derecha exiliada y a los partidarios acérrimos de Jamenei, sus declaraciones no tienen nada que las distinga de las aspiraciones generales de cualquier país capitalista. De hecho algunas de las declaraciones encajan con elementos de un plan económico neoliberal.
A Jamenei no le gusta toda la publicidad acerca de la creciente brecha entre los ricos y los pobres en su país, 38 años después del levantamiento de febrero de 1979. Sin embargo, lo cierto es que desde hace más de tres décadas ha sido el líder supremo de un país donde la mayoría de los elementos de la política económica neoliberal, dictados por organismos internacionales como el FMI - la privatización, la precariedad, los finales de los subsidios estatales, un aumento en el precio de la gasolina, etc – son defendidos tanto por los 'reformistas' como por las facciones conservadoras del estado chiíta.
No es de extrañar que el Banco Mundial elogie a Irán por su política económica:
“Las autoridades iraníes han adoptado una estrategia global que incluye reformas basadas en el mercado, tal como se refleja en el documento estratégico de 20 años de gobierno y el sexto plan de desarrollo de cinco años para el período 2016-2021. El gobierno iraní ha implementado importantes reformas de su programa de subsidios en productos de primera necesidad, tales como los derivados del petróleo, el agua, la electricidad y el pan, que se han traducido en una mejora moderada en la eficiencia del gasto y las actividades económicas”. (5)
Entonces, ¿cómo se consigue la aprobación del Banco Mundial y el FMI, cuando se es el líder de un régimen islámico, llamando a la “economía de resistencia”?
Es cierto que el gobierno ha hecho importantes ahorros mediante la reducción de casi todos los subsidios, pero son los iraníes comunes y corrientes los que están pagando el precio de estos recortes. La política de aplicación de subsidios en efectivo ha sido un desastre total, que ha provocado una nueva ola de corrupción en torno a la distribución de este tipo de subsidios. En 2015-16 el gobierno pidió a los ciudadanos “comparativamente acomodados” que renunciaran voluntariamente a ellos. Aunque 2,5 millones de iraníes lo hicieron, 73 millones no. Es evidente que la renuncia voluntaria tuvo un efecto limitado sobre el creciente déficit presupuestario del país - y el año pasado se aprobó una ley que excluye a 24 millones de personas (casi un tercio de la población) de los subsidios.
Sin embargo, los periódicos iraníes están llenas de historias sobre cómo los iraníes relativamente acomodados, con conexiones en los ministerios, mezquitas o las organizaciones benéficas islámicas han sido capaces de permanecer en la lista de subsidios, mientras que los pobres salen perdiendo. En un ejemplo de ello, un beneficiario de clase media usó el dinero para comprarse un ¡coche de lujo! Tal vez eso es lo que quieren decir los líderes supremos cuando se refieren a el “espíritu empresarial yihadista”.
Mientras tanto, el desmoronamiento de los fondos de pensiones, los problemas bancarios, el déficit presupuestario y el desempleo se encuentran entre los principales desafíos a los que se enfrenta la economía de Irán, según un alto asesor económico de Rouhani. Por supuesto, la respuesta de Rouhani desde la campaña electoral de 2013 ha sido que los culpables son las administraciones anteriores. Esto fue lo que dijo su asesor, Masoud Nili, la semana pasada: “Hoy estamos lidiando con la escasez de agua y la contaminación del aire, y hemos heredado problemas bancarios y presupuestarios de las últimas décadas”. (6)
Así, en la víspera del año nuevo iraní, en el que se celebrarán elecciones presidenciales, los trabajadores están luchando por salarios no pagados, los pensionistas están pidiendo respuestas sobre lo que ha sucedido a sus pensiones y los jóvenes se enfrentan a un futuro muy incierto. Todo esto cuando la perspectiva de nuevas sanciones e incluso de guerra son muy reales.
Notas:
3. www.irna.ir/en/News/81182566/Politic/