Guillaume Liégard
02/02/2017El ganador de las primarias socialistas no tendrá tiempo para saborearla, porque su victoria puede tener el efecto de un terremoto en el PS: el candidato presidencial tiene la posibilidad de elegir entre la reorientación y la emancipación. Pero la síntesis será imposible.
En la segunda ronda de las primarias organizadas por el Partido Socialista, Benoit Hamon ha ganado ampliamente a Manuel Valls y, sin duda, esto es una gran noticia. Estas primaria ha sido capaces de movilizar a una gran electorado, incluso de convertirse en un gran guiñol con retoques inverosímil en el número de votantes después de la primera ronda, pero ofrece un mensaje claro al mandar de vacaciones por mucho tiempo al liberal-autoritario Manuel Valls.
Hace apenas un año, el debate político giraba en torno a dos propuestas, resultado de todas las renuncias políticas de este período de cinco años: la privación de la nacionalidad y el primer borrador de la Ley del Trabajo. Por lo tanto, que Manuel Valls, el arquitecto principal de estas medidas haya sido derrotado tan ampliamente es una fuerte señal a todos los social-liberales de Francia.
Las incertidumbres del PS
Aún así, la victoria Benoît Hamon abre ahora un período de obstáculos a superar cara a opciones políticas potencialmente conflictivas. Su éxito está en la confluencia de un doble electorado: un voto real de apoyo a la orientación que ha defendido durante toda su campaña, pero también un voto de rechazo contra Manuel Valls, sin que se pueda especificar cuál es el peso relativo de cada uno de estos voto. Si el primero es probablemente una base para el ex ministro de Educación, la orientación futura del segundo es aún más incierto dada la existencia de otros dos candidatos: Emmanuel Macron y Jean-Luc Mélenchon.
La primera pregunta, inmediata, es saber cual va a ser el comportamiento de los sectores del Partido Socialista que, más o menos, han apoyado la política del gobierno desde el año 2012. Anunciada desde hace mucho tiempo, la trashumancia de un número de líderes socialistas e incluso de antiguos miembros del Gobierno hacia la candidatura de Macron debe crecer a partir de ahora. ¿En que escala? esa, obviamente, es la pregunta, pero no hay dudas sobre la realidad de este fenómeno y las deserciones debilitarán mecánicamente al ganador de las primarias.
El entorno del ex Ministro de Economía lo sabe y ya ha declarado que ¡no habrá espacio para todos! Aunque la frase poco elegante de "No aceptamos ratas" se ha relativizado a favor de una más diplomática, "No acogeremos sistemáticamente a los incautos de las primarias después de la segunda ronda, el 29 de enero" , el mensaje del sector Macron es perfectamente claro.
Recentrarse o abrirse
Pero suponiendo que el movimiento hacia Macron sea más o menos contenido, seguirá existiendo otro problema importante para Benoît Hamon, la realidad política de que el Partido Socialista debe presentar 400 candidatos en las próximas legislativas. Son un reflejo del grupo parlamentario actual y son, en su inmensa mayoría, leales al presidente François Hollande, incluso a Manuel Valls. Designados a través de un voto de los militantes, estos candidatos serán una espada de Damocles sobre el nuevo candidato.
Con su nueva legitimidad, el candidato electo ¿podrá distribuir las cartas? Sin duda, es esencial si ha de sumar aliados, pero agravaría las tensiones en el PS. ¿Tiene la voluntad y los medios? Benoît Hamon tiene dos opciones: reagrupar primero a su propio partido corriendo el riesgo de girar al centro o liberarse, pero corriendo el riesgo de aislarse y quedarse sin los medios financieros necesarios para una campaña presidencial.
Debate tras debate, Hamon siempre ha dicho que después de las primarias se dirigiría a los otros dos candidatos: Emmanuel Macron y Jean-Luc Mélenchon. La posibilidad de una síntesis entre los dos, obviamente, no se llevará a cabo porque las dos electorados que los apoyan no son compatibles. Los mismos resultados de las primarias están ahí para recordarlo.
Propuestas compatibles con el sistema
La propuesta clave de Benoît Hamon de una renta universal ya ha provocado muchos comentarios. Si la primera parte consistente en la extensión de los derechos sociales actualizados a los jóvenes de 18-25 años y establecer un subsidio para los estudiantes no es cuestionado en la izquierda, la generalización a toda la ciudadanía plantea algunas dificultades.
Tengamos en cuenta que una propuesta de este tipo no es un eje de polarización entre la izquierda y la derecha, sino una diferenciación que atraviesa todos los espacios políticos. Se han llevado a cabo experimentos en Canadá y los Países Bajos y Finlandia ha anunciado que pondría a prueba a principios de 2017, una renta básica universal con pagos mensuales a todos los ciudadanos. En cualquier caso, estas políticas no suponen un cuestionamiento de las normas de la globalización. El enfoque de Finlandia sobre el tema de la deuda griega, entre las más duras del continente europeo, debería ser la prueba.
En Francia, personalidades de la derecha, como Frederic Lefebvre, abogan por una asignación universal de "entre 800 y 1.000 euros o más" "y sin tener en cuenta el momento del nacimiento". Aunque las cantidades o condiciones pueden variar, gentes como como Christine Boutin y Dominique de Villepin, tienen el mismo enfoque.
Una dinámica incierta
Pero, se piense lo que se piense de la propuesta del candidato socialista, la cuestión clave es la siguiente: ¿es una propuesta que deja intactos los mecanismos de la globalización y la desregulación liberal o se inscribe en una estrategia que los debiliten?
Parte de la respuesta aparece con el posicionamiento del candidato socialista en la cuestión europea. Durante el debate entre las dos rondas de las primarias, ha insistido en que, no está de acuerdo con Jean-Luc Mélenchon, y no ha desmentido a Manuel Valls, cuando este dijo que ambos candidatos socialistas tenían un enfoque común sobre Europa. Pero ahí está el problema. Sin cuestionar los mecanismos que gobiernan la economía globalizada, puede haber una renta universal, pero de concepción liberal, y no habrá transición ecológica ni mucho menos emancipación de la sociedad.
Básicamente, la pregunta que resume los problemas de Benoît Hamon se pueden resumir así, ¿cuál es la función política de votarle? Con Emmanuel Macron, la función es ofrecer una perspectiva creíble para aquellos que no quieren una segunda ronda Fillon / Le Pen. Con Jean-Luc Mélenchon, se trata de castigar al gobierno desde su izquierda, condición indispensable para una reconstrucción general de la izquierda. Benoît Hamon está atrapado en este círculo vicioso. ¿Puede beneficiarse de una dinámica a su favor y sacudir el campo político a la izquierda? Nada más incierto, pero estas elecciones presidenciales parecen estar llenas de sorpresas.