Esta Europa se va a convertir en una enorme Italia

Francisco Louça

16/06/2018

Italia, fundadora y tercera mayor economía post-Brexit de la UE, era la imagen feliz de la posguerra: un sistema bipartidista consolidado, una economía creativa y exportadora, un europeismo glamouroso. Ahora, tras veinte años de euro, tiene un PIB per cápita inferior al del comienzo del siglo, aún no se ha recuperado de una década de recesión, acumula la tercera mayor deuda pública del mundo, su sistema político se ha desintegrado y se ha convertido en el país más euroescéptico. ¿Alguien todavía insiste en que no hay un síntoma italiano?

Todo iba bien

Nadie se acuerda, ni los propios, pero algunos europeistas se regocijaron con los resultados de las elecciones italianas en marzo. El Movimiento 5 Estrellas era presentado como un partido inclinado a aliarse con Renzi y el Partido Democrático y, por tanto, fiable en su institucionalismo europeo.

El hecho es que el Gobierno italiano, con la alianza entre la Liga protofascista y los oportunistas del Movimiento 5 Estrellas, resultó ser una amenaza para los inmigrantes, su primer objetivo, y para los trabajadores, su segunda víctima. En la mezcla inviable de ideas copiadas de los manuales neoliberales, aderezadas con un poco de pastiche electoralista, destaca el plan de un impuesto único del 15 o 20%, que favorece a los más ricos, todo Trump puro. Otras promesas, como un ingreso básico de 780 euros, prometido a todo el mundo, pero ahora restringido a una parte de la población, es como contrapartida de la comercialización de los servicios públicos, es puro Friedman. Si se produce una bancarrota y se traduce en amenazas, el Gobierno Conte no será solo una imposibilidad obtusa, sino un riesgo democrático.

Al final siempre gana Alemania

En ese punto, Italia debería quejarse de uno de los monstruos de la UE, la Unión Bancaria, que agrava los desequilibrios y los riesgos globales. Esa unión se impuso sin garantía de depósitos común y sin cálculos precisos: deja de lado a los bancos regionales alemanes y protege a su campeón, el Deutsche Bank. Ambas decisiones son erróneas, pero al final de la partida siempre gana Alemania.

La Unión Bancaria solo fue aprobada después de la recapitalización del Banco Central Europeo. Por ejemplo, al Grupo de Bienes Raíces Hypo el Gobierno alemán le dio una garantía de 145 mil millones de euros, lo que ha costado más de 20 mil millones. Ningún gobierno podría ahora hacer lo mismo. Otras reglas son instrumentales: los 417 bancos regionales alemanes, que representan el 22,3% del crédito total del país y están estrechamente vinculados al partido de Merkel, sólo uno está sujeto a la supervisión del BCE.

El caso del Deutsche Bank también es esclarecedor. Como las autoridades europeas no se hacen cargo de los riesgos del mercado, solo de los riesgos crediticios, ignoran las amenazas sistémicas. Protegen así al mayor banco de Europa, con pies de barro. La autoridad supervisora europea incluso reconoció que "ni siquiera se le preguntó cuál era el valor (real) de su cartera de derivados" (con un valor nominal de 42 billones de euros), porque cree que estas preguntas son descorteses. Pero Italia podría quejarse de las dificultades de negociar con las autoridades europeas el rescate de algunos de sus bancos, o de ver reducido el valor de su sistema financiero en un 35% entre 2015 y 2016.

El desmantelamiento de Italia

Con 426 mil millones de deuda con el Eurosistema (el saldo de su TARGET2), Italia es un ejemplo de cómo la política del BCE favorece a los mercados financieros alemanes. Las compras de activos por parte del Banco de Italia, bajo el programa del BCE, resultan en transferencias de liquidez a Alemania, que tiene un superávit de mil millones de euros. Por eso, JP Morgan sugirió, en un estudio sorprendente, que la mejor solución sería que Italia saliera del euro.

El razonamiento es el siguiente: con la moneda única, ninguna economía en dificultades puede monetizar la deuda o utilizar la depreciación del tipo de cambio, sólo puede recurrir a la cancelación de la deuda o la devaluación interna. Grecia utilizó poco la primera solución y mucho la segunda, y el resultado es deplorable. Ahora, Italia tiene una posición de caja neta de inversión internacional poco negativa y, por tanto, una medida drástica de salida del euro afectaría más a otras economías que a la suya. Según JP Morgan, el euroescepticismo italiano es, por tanto, justificado y razonable.

catedrático de economía de la Universidad de Lisboa, ex parlamentario y miembro del Bloco de Esquerda, actualmente es Consejero de Estado.
Fuente:
"Express", 9 de junio 2018
Traducción:
G. Buster

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