¿Es posible la muerte por “causas naturales”? Como tener una vida saludable y no morir en el intento

Susana E. Sommer

10/06/2018

Natural Causes. An Epidemic of Wellness, the Certainty of Dying, and Killing Ourselves to Live Longer

Barbara Ehrenreich

2018.Twelve, New York.

Bárbara Ehrenreich nos sorprende desde For her own good , su primer libro, publicado en 1978 junto a Deirdre English. Allí cuestionaban los consejos que en nombre de la medicina se les dan a las mujeres, desde la menstruación al embarazo y otros aspectos de la vida cotidiana.

En Natural causes [2018], Ehrenreich, en cambio, habla del control de nuestras vidas por parte de la medicina, que pretende imponer  estilos de vida, ejercicios y/o dietas, además de la industria relacionada con el “bienestar” del cuerpo y la mente; imponiendo ciertas  creencias falsas sobre un control consciente de las distintas partes del cuerpo, en incluso, en   sobre ahuyentar a la muerte.

La autora nos anticipa que el libro no provee recetas sorprendentes, ni mágicas dietas o ejercicios que permitirán prolongar la vida; y si bien admite que todos querríamos tener vidas saludables durante la mayor cantidad de tiempo, nos cuenta que ha decidido no dedicar tanto tiempo a los exámenes médicos anuales que impidan la realización de cosas interesantes. Y aclara que no se trata de un instinto suicida, pero entre pasar la tarde en un consultorio supuestamente acogedor y dar un paseo, ha optado por lo segundo.

Ehrenreich se pregunta, como científica, por qué cambió su actitud favorable en relación a la medicina preventiva en una postura crítica con respecto a ciertas intervenciones médicas, en ocasiones tardías y costosas. Y su respuesta es que existe una contradicción entre invertir en supuestas soluciones médicas para los problemas que causa la contaminación, cuando no se hace nada por controlarla. Ejemplos sobran, van desde la enormidad de recursos que requiere la procreación asistida -mientras no se investigan las razones para el aumento de la infertilidad- o los muchos casos de ambientes contaminados con sustancias cancerígenas que enferman y luego requieren costosos tratamientos.

Ehrenreich sabe que está nadando a contracorriente de aquellos que invierten cada vez más tiempo y dinero en esfuerzos para controlar su salud,  que –dependiendo de las modas- condenan la carne, o la leche, abominan del gluten; o como ciertos grupos sociales equiparan a la salud con la virtud; o a  piensan en algunas comidas ricas como deliciosamente pecaminosas, mientras se permiten disfrutara las saludables libres de culpa. Y si se cae en el pecado, la penitencia suelen ser  las dietas extrañas.

Ehrenreich ha decidido que es lo bastante mayor para morir, y que puede elegir como invertir el tiempo de vida restante. Claro que los límites para vivir y morir son relativos, porque así como los militares (y algunos gobiernos) consideran que un joven de 18 años puede ir a la guerra y morir, es frecuente que dirigentes políticos o estadistas tengan más de 70 años, aunque los periódicos tiendan a informar sus muertes  como una noticia triste pero no trágica, que no requiere por lo general mayores explicaciones.

Es por ello que nuestra autora ha resuelto no dedicar sus energías a fastidiarse, irritarse o aburrirse en la búsqueda de una vida más larga. Prefiere comer bien, es decir, comidas sabrosas, y que calman el hambre, no en aras de una vida más larga, sino porque es una actividad placentera. Con respecto a los cuidados médicos sólo requerirá ayuda en caso de problemas urgentes, pero no está dispuesta a dedicar tiempo y esfuerzo a descubrir problemas no detectados.

La autora relata varias experiencias personales que la han llevado a cuestionar la necesidad de algunos estudios médicos, por ejemplo, un estudio de densidad ósea en el que se le explicó que -de acuerdo con los resultados- existía una droga para combatir la fragilidad de los huesos. A raíz del estudio se le diagnosticó “osteopenia”, algo que podría ser preocupante, si se desconoce que es una característica común en personas de cierta edad. Es decir, no es una enfermedad, sino es parte del proceso normal de envejecimiento. Posteriores indagaciones descubrieron que estos estudios eran promovidos -e inclusive subsidiados- por los fabricantes del medicamento indicado, y también se demostró que el medicamento promovía, justamente, lo que decía combatir, a saber, fracturas y degeneración ósea. Como dice Ehrenreich, un cínico podría pensar que la medicina preventiva existe para transformar a la gente en materia prima para beneficio del complejo médico –industrial.  

Algo similar nos cuenta sobre su experiencia con una mamografía, un estudio que se puede describir como: ‘poner un pecho por vez en la puerta de la heladera y luego cerrarla, para que se achate y sea irradiado’. El estudio fue informado como una “mala mamografía”, que finalmente resultó ser un falso positivo que le produjo un gran susto, dado que ya había sido tratada por un cáncer de mama unos años antes. 

Dentro del rubro bombardeo con radiaciones, Ehrenreich incluye, la tendencia de los dentistas a pedir radiografías por razones banales, con lo que todos sumamos radiaciones a lo largo de nuestra vida. Finalmente, se refiere a las colonoscopías, un estudio que considera sumamente agresivo tanto en su procedimiento como en sus preparativos. Cuenta que fue posponiendo este estudio hasta que finalmente decidió que considerando que el cáncer de colon avanza lentamente, con la edad tenía más probabilidad de morir por otras causas y, entonces, era un estudio innecesario.

La conclusión de Ehrenreich es, finalmente, que lo que necesita es un médico que la proteja de estudios y pruebas innecesarias, como dice el médico y blogger John M. Mandrola: “más que temer el no detectar enfermedades, los médicos -como los pacientes- deben temerle a la asistencia sanitaria. La mejor manera de evitar los errores médicos es evitar la atención médica. …la mejor elección es no permitir que mi doctor busque problemas.”

Una de las razones de esta tendencia compulsiva a examinar, investigar y controlar –nos dice- es el lucro; cosa que es especialmente cierta en USA debido a su sistema de salud, porque la única forma de hacer dinero es promover distintos estudios, hasta que finalmente surja algo. Y lo que más la preocupa es que no haya ninguna revuelta popular en contra de los estudios innecesarios y a veces dañinos.

Ehrenreich también le dedica varios capítulos a la medicina alternativa como la acupuntura y todas las búsquedas exageradas de aptitud física como caminar, correr, o los gimnasios y no es que ella no haga actividad física. No se olvida, tampoco, de la la concientización o “mindfulness”, todas esas prácticas de toma de conciencia del cuerpo, mente y sentimientos legitimadas por Silicon Valley. Todo ello para inculcar la idea de envejecer exitosamente e ignorar los avatares de la edad, porque el consenso de la medicina del siglo veinte es que envejecer parece ser una enfermedad y no una etapa normal del ciclo de vida. Aunque, como dice Ehrenreich, “la vida es demasiado corta para vivir sin ciertos placeres, y sería demasiado larga sin ellos”.

Bióloga. Profesora de “Ética”, Maestría en Biología Molecular Médica – Universidad de Buenos Aires. Argentina, desde 2003. Autora de Según pasan los años. La vejez como un momento de la vida. Capital Intelectual, Buenos Aires, 2013. Agosto 2018, Storytel.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 10 de junio 2018

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