El terrorismo solo puede tener éxito con nuestra colaboración

Simon Jenkins

22/11/2015

Piensa qué es lo que tu enemigo quiere que hagas, y haz lo contrario. Ninguna maxima bélica es tan ignorada.

Desde los asesinatos del viernes [13 de noviembre] en París, el mundo ha respondido a los sueños del Estado Islámico. Ha saturado sus acciones de fama, ha glorificado a sus perpetradores con el vilipendio y los ha definido como guerreros, no como asesinos. Se han “nacionalizado” y luego internacionalizado acciones del más miserable horror. Todo el mundo ha caído en la madeja de temor del EI. Y se han realizado sus fantasías más desatadas.

El poder del terrorismo no reside en el acto sino en sus secuelas. El acto significa muerte y destrucción, horrendas en sí mismas. Es la respuesta lo que le otorga su fuerza política. Igual que en el caso de Osama Bin Laden el 11 de septiembre, el EI quiere que el mundo enloquezca, declare emergencias, haga trizas las libertades, persiga a los musulmanes moderados y bombardee ciudades musulmanas. Al capitular ante estos deseos, Occidente ha hecho que se incremente inmensamente el poder del terrorismo… y la probabilidad de la imitación.

Los líderes occidentales parecen ciegos a la razón. El Papa ha hablado de una tercera guerra mundial. David Cameron cita Hitler y a los nazis. Ambas referencias sugieren un magro conocimiento de la historia. Se lanza más dinero para material militar. Los franceses están bombardeando Raqqa, la capital del EI, demostrando indudablemente que las bombas matan inocentes desde el aire de modo tan efectivo como los cañones sobre el terreno.

Todos los grupos de presión occidentales contrarios a las libertades se apresuran a salir de las sombras, en la convicción de que ha llegado su momento. La ministra británica de Interior, Theresa May, avisa correctamente de que “cambiar nuestro modo de vida” significa hacerle el juego a los terroristas. Pero exige poderes de vigilancia para hacer justamente eso, mientras su jefe se compara con Churchill y afloja dos millones de libras esterlinas para “equipamiento de fuerzas especiales”. Las fuerzas especiales no tienen relevancia para los terroristas suicidas. Lo que necesitamos es inteligencia humana dentro de las comunidades musulmanas, algo en lo que Gran Bretaña ha demostrado tener un notable éxito.

Bin Laden demostró que las matanzas masivas constituyen el alimento más fácil de la política del miedo, un miedo que distorsiona el juicio democrático, engrenda sobrerreacciones y crea enemigos nuevos y más terribles. Las atrocidades humanas necesitan aflicción y simpatía. La matanza de París fue una tragedia. No debería haberse convertido en un acto de guerra.

La guerra es un conflicto entre estados. Las muertes no amenazaban la integridad de ningún Estado. Esa amenaza proviene sólo de cómo respondemos, de jugar al juego de los terroristas. El tratamiento dispensado al EI esta semana valida su afirmación de que están librando la yijad. ¿Por qué va a tener Occidente que ofrecerle una victoria, cuando debería ser lo bastante fuerte para ofrecerle un callado desprecio?

periodista y actual colaborador de The Guardian, The Sunday Times y la BBC, fue director de The Times y The London Evening Standard.
Fuente:
The Guardian, 17 de noviembre de 2015
Traducción:
Lucas Antón

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