EE UU: Bernie y la Nueva Izquierda (II)

Harold Meyerson

28/02/2016

(Para la primera parte de este artículo, ver aqui)

Sanders pisa terreno firme, por tanto, cuando se vindica de toda una estirpe de liberales y demócratas, aunque se haya abstenido en realidad hasta hace poco de ingresar formalmente en el Partido Demócrata. Recíprocamente, hay muchas instituciones e individuos del campo de  Hillary Clinton que desearían que se pusiera en práctica el programa de Bernie. El 52 % de los partidarios de Clinton que confesaron en el sondeo del Times que tienen impresiones favorable del socialismo —un grupo que con seguridad incluye a muchos de los sindicatos que la han respaldado—probablemente no se muestra en desacuerdo con la concepción de Sanders de en qué debería convertirse Norteamérica. Manifiestan un escepticismo básico respecto a que haya elegido la vía correcta para llegar hasta allí.

De los diversos puntos de diferenciación entre la corriente central liberal del partido y su izquierda, entre Clinton y Sanders, la mayoría no llegan al nivel de diferencias doctrinales o filosóficas. El presidente Barack Obama, por ejemplo, ha pedido que sea gratuita la matrícula de los centros de estudio superiores ["community colleges"] de dos años. Sanders ha demandado la gratuidad de matrícula para las universidades públicas de cuatro años. Si hay una diferencia de principio entre estas dos propuestas, a mí se me escapa. Clinton ha propuesto programas para hacer más asequibles las universidades públicas, pero se opone a que la matrícula sea gratuita, afirmando que no hay razón por la que los contribuyentes deban subvencionar a los hijos de Donald Trump si quieren ir a una universidad pública. Por supuesto, siguiendo la misma lógica —puesto que tampoco hay ninguna razón por la que los contribuyentes debieran subvencionar a los hijos de Trump si quieren ir a un instituto público —, los institutos de secundaria no deberñian tampoco tener matrícula gratuita. La diferencia que aquí existe no es de orden filosófico sino que tiene sus raíces en el sentido de Clinton de lo que es políticamente posible y lo que es políticamente peligroso, lo cual la vuelve remisa a crear programas, por lo demás deseables, que requerieran subir los impuestos a cualquier hogar con ingresos por debajo de los 250.000 dólares .

Además, la mayoría de los puntos programáticos de Sanders son populares en las filas del partido. En la cena anual, la semana pasada, del Partido Demócrata de Nueva Hampshire, en la que tanto los partidarios de Sanders como los de Clinton abarrotaron un recinto del centro de Manchester, los seguidores de Clinton dieron vítores entusiastas cuando Sanders pidió un salario mínimo de 15 dólares y universidades de matrícula gratuita, e hizo notar que había votado en contra de la guerra en Irak, posturas todas ellas que - tuvo él la buena educación de no señalar - Hillary Clinton había preferido no respaldar. Si las propuestas de Sanders engendran alguna reacción en contra en los círculos demócratas, es cuando se consideran agregadamente, cuando se suman los impuestos y el gasto  y se mide el tamaño del Estado. También aquí sospecho, sin embargo, que buena parte de la inquietud que esto puede inspirar tiene su origen más en la apreciación de la vulnerabilidad política de abogar en favor de un Estado del Bienestar tan grande, más que en la oposición a ese Estado como tal.

Pero si Sanders no ha cambiado tanto la letra del partido, con toda seguridad ha cambiado su música. Ningún miembro de los demócratas —desde luego, ningún candidato presidencial demócrata —ha atacado a Wall Street y a los líderees empresariales con tanta vehemencia o ha puesto ese ataque tan claramente en el centro de su mensaje desde Roosevelt en 1936. Clinton ha adelantado propuestas inteligentes para restringir peligrosas prácticas bancarias, pero no afirma que estas propuestas, o un ataque más amplio a los ricos con el fin de redistribuir la renta y el poder, sean su mensaje central. Es con absoluta seguridad el mensaje central de Sanders, y tiene honda resonancia entre sus partidarios y más allá de ellos, por las mismas razones por las que tenían resonancia los ataques de Roosevelt. Es decir, actúa como premisa para una evaluación precisa de a quién hay que culpar por el achicamiento de la clase media y las oportunidades económicas, y se trata de una evaluación que comparten la mayoría de los norteamericanos, salvo los que culpan a los inmigrantes y las minorías de nuestras penurias económicas (e incluso también algunos de ellos); y a sus ojos, hacen creíbles  de un modo único las promesas de Sanders de atacar a la plutocracia y reconstruir la clase media, como antaño lo fueron las de Roosevelt. Esta acusación a los superricos —un eco de la afirmación de Roosevelt por la que daba “la bienvenida a su odio”—constituye, así pues, la principal diferencia entre Sanders y Clinton, el atributo que más le impulsa políticamente a él, y que convierte las aportaciones económicas y las tarifas por discurso que pagan los grandes bancos el principal punto débil político de ella. Un político que afirma que da por bienvenido el odio de los individuos más poderosos del país es alguien a quien millones de norteamericanos perciben como “de verdad”, de una forma que Clinton—o cualquiera que ejerza el oficio de político —difícilmente puede llegar a alcanzar.

Erizo y zorro

La diferencia entre Sanders y Clinton, como ya hice notar antes, es la diferencia entre lo que el filósofo político británico Isaiah Berlin, tomando prestada una frase del poeta griego Arquíloco, llamó el erizo y el zorro. El zorro, escribía Berlin, es el líder político que sabe muchas cosas; el erizo, el líder que sabe una sola cosa bien grande. Clinton— la cual, cuando se le preguntó en el debate del jueves por la noche, que mencionara su primera prioridad legislativa como presidente, recitó en cambio una letanía de objetivos —es claramente el zorro. Sanders—que respondió a la pregunta afirmando que su prioridad sería la reforma de la financiación de las campañas, puesto que se trata de un sine qua non para recuperar una democracia que funcione —es el erizo. Puede que el destripamiento de la clase media norteamericana en la última década, sobre todo, haya predispuesto a buena parte del electorado demócrata a respaldar a Sanders como erizo de la redistribución y la anti-plutocracia. Clinton, por el contrario, cuenta con que los votantes reconozcan que el trabajo de presidente es propio de un zorro.

La lista de tareas del zorro es distinta de la del erizo. Clinton ha dejado claro que ella es la progresista pragmática: como presidenta, trabajaría para conseguir el major acuerdo possible sobre una serie de reformas. Con los republicanos controlando casi con seguridad la Cámara [de Representantes], eso habitualmente significaría que no habría acuerdo en absoluto, como Obama ha descubierto desde hace mucho. Sanders, está claro, trataría de movilizar a sus partidarios para impulsar una importante legislación —impuesto más elevados, Medicare para todos, matrículas universitarias gratuitas — que tampoco tienen oportunidades reales de llevarse a la práctica.  Mientras los republicanos controlen al menos una cámara del Congreso, ni el pragmatismo del zorro ni el idealismo del erizo permitirán que prevalezca un presidente demócrata.  

El calendario de Sanders y su teoría del cambio son probablemente más matizados y extensos, de lo que parecen cuando los presenta él. Hablando de cómo encaminó una reforma de envergadura sobre la atención sanitaria de veteranos para su aprobación mientras presidía el Comité de Asuntos de Veteranos del Senado, cuenta cómo redujo  su proyecto inicial para ganarse el apoyo republicano.  Lo importante de la historia conmsiste en demostrar que no es el tipo del todo o nada que afirma la campaña de Clinton que es. Su historial desmiente la caracterización de Daniel Bell de los socialistas norteamericanos como una gente reacia a los compromisos de la política, gente que está "en el mundo, pero no es de este mundo".

Del mismo modo, Sanders seguramente se da cuenta de que la forma de llevar a la práctica la clase de reformas importantes por las que aboga consiste en movilizar a millones de personas, no en forzar a Mitch McConnell [jefe de la mayoría republican en el Congreso] a que las respalde sino en derrotar a un número suficiente de Mitch McConnells en ulteriores elecciones. Sanders conoce su historia, sabe que Roosevelt y Johnson solo fueron capaces de promulgar su legislación más revolucionaria gracias las supermayorías de los demócratas en ambas cámaras. Sabe que Leon Blum fue capaz de crear el Estado del Bienestar francés en 1936, y Clement Atlee, el británico tras la II Guerra Mundial, gracias a que encabezaban gobiernos socialistas con una clara mayoría parlamentaria.

Cuando Sanders le dice a sus partidarios que no llegarán las reformas a manos que haya una revolución, no puede ser que tenga sólo en mente una movilización masiva en el Mall [gran avenida central de Washington] para presionar a un Congreso republican al día siguiente de su discurso del Estado de la Nación. Sabe que se precisa un esfuerzo prolongado de sus partidarios no sólo para movilizarse durante un día o dos sino para trabajar durante varios años para elegir un Congreso que apruebe reformas fundamentales. En campaña, Sanders transmite un sentido a lo Obama de “la feroz urgencia del ahora”—ahora, con ese extendido e intenso descontento por el dominio del dinero sobre la política, es el momento de cambiar el orden politico. Lo que él y sus partidarios puedan cambiar “ahora”, en los primeros años de su presidencia, lo cambiarán. Pero alterar el rumbo de la política y la economía norteamericana llevará necesariamente más tiempo.

columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect, está considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta columnistas mas influyentes de Norteamérica. Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de Democratic Socialists of America y, según propia confesión, "uno de los dos socialistas que te puedes encontrar caminando por la capital de la nación" (el otro es Bernie Sanders, combativo y legendario senador por el estado de Vermont).
Fuente:
The American Prospect, 8 de febrero 2016
Traducción:
Lucas Antón

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