¿Dónde están los que protestan?

Isabelle Mayault

10/02/2019

En un mundo en el que las 26 personas más opulentas del mundo poseen tanta riqueza como el 50 % más pobre, podríamos haber esperado protestas masivas esta semana en el exterior del Kongresszentrum de Davos. En los últimos diez años, sin embargo, la movilización antaño boyante contra el Foro Económico Mundial (FEM) ha ido perdiendo gas. ‘Hemos sido testigos de un bajón’ me dijo Mélinda Tschanz, que pertenece a la sección suiza de ATTAC, una organización ‘altermundialista’ fundada en 1998. ‘“¿Qué ha sucedido?” es una pregunta que nos hemos estado haciendo últimamente’.

En el año 2000, pocos meses después de las protestas contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle, una multitud de manifestantes convergió sobre Davos procedente de toda Europa. Pese a la ingente presencia policial, se rompieron algunos escaparates (la cumbre de Davos le cuesta al contribuyente suizo 6 millones de dólares al año). ‘Los gueux’ – ‘mendigos’ o ‘campesinos’, con sus connotaciones de revuelta  – ‘han llegado hasta el puente levadizo y van hacia el castillo’, declaró José Bové (el granjero y activista antiglobalización francés es hoy diputado en el Parlamento Europeo, elegido ya por segunda vez).

Veinte años más tarde, ¿dónde están los gueux? Salvo por lo que revivieron el año pasado con ocasión de la primera visita de estado de Trump a Suiza, que desencadenó una gran manifestación en Berna, no se ha producido ninguna protesta de envergadura contra Davos desde 2009 (ese mismo año, en una concentración contra la OMC en Ginebra, hubo coches a los que prendieron fuego y la policía disparó gases lacrimógenos para dispersar a la multitud).

Una explicación de la ausencia de manifestantes en el FEM podría ser un control policial más riguroso. Pero la seguridad siempre ha sido estricta en Davos, y la policía cuenta con una larga historia de excusas ideadas para mantener fuera de la ciudad a los que protestan. El año pasado dijeron que había demasiada nieve, lo cual podía poner en peligro la seguridad de los manifestantes.

Una razón más probable es el desplazamiento del centro de atención de los que protestan del plano global al local o nacional, donde pueden tener mejores oportunidades de efectuar cambios. En Holanda en 2015, una movilización de base condujo a un dictamen judicial que hizo historia al decidir que el gobierno holandés debía reducir las emisiones de gases de invernadero en un 25% para 2020. Movimientos parecidos se han desarrollado en Bélgica, India, Noruega, Colombia, los EE.UU. y Francia.

El sociólogo suizo Jean Ziegler declaró en 2013 que el movimiento de protesta contra Davos estaba ‘muerto’, pero por una buena razón: “Con la crisis económica y los escándalos financieros, han caído de verdad las mascaras’. Ziegler revisó su análisis esta semana, entusiasmado por la perspectiva de nuevas formas de movilización. ‘En lo esencial, el escándalo es doble’, me dijo: ‘las crecientes desigualdades y la destrucción del medio ambiente’. Considera que el movimiento de los “chalecos amarillos” señala el camino a una potencial vía transnacional de actuación.

Importantísimo, tal vez, el fracaso del FEM a la hora de hacer cristalizar la ira de los que protestan puede ser una señal de la erosión de su credibilidad. Hubo un momento en que podían negociarse acuerdos de paz entre los bastidores de la cumbre (Yasser Arafat y Shimon Peres se estrecharon la mano en Davos en 1994); en 2019 están ausentes algunas figuras políticas de envergadura: Trump, Macron y May, todos liados en casa con el cierre del gobierno, los “chalecos amarillos” y el Brexit. Los que protestan no son los únicos que se están apartando de la globalización.  

Acaso el gesto más llamativo contra Davos tuvo lugar, no en las calles de Berna, por las que desfilaron unos pocos centenarios de personas el sábado pasado, sino dentro del Kongresszentrum. Greta Thunberg, una chica sueca de 16 años activista del clima, se dirigió a un público de diplomáticos, magnates y cantantes de pop:

“Algunas personas, algunas empresas, algunos responsables de tomar decisiones sobre todo, saben de modo preciso que han estado sacrificando valores inestimables para seguir haciendo cantidades inconcebibles de dinero. Y creo que muchos de los que están hoy aquí pertenecen a ese grupo de personas”.

Una gueux, parecía, había logrado penetrar en el castillo. Pero la recuperación fue casi inmediata. Sólo hizo falta uno o dos segundos para que rompiera a aplaudir la multitud a la que Thunberg había criticado.

periodista y escritora de viajes francesa radicada en Ginebra, fue corresponsal en Oriente Medio (Líbano, Egipto, Turquía) y es autora del libro 'Jours Tranquilles au Caire' y colaboradora de medios como The Guardian, Le Monde Afrique, Al Jazeera y la London Review of Books.
Fuente:
The London Review of Books, 26 de enero de 2019
Traducción:
Lucas Antón

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