Dario Fo: in memoriam (1926-2016). Dossier

Michael Billington

Marco Imarisio

Luciana Castellina

19/10/2016

Un bufón del teatro que nos hacía reír frente la tragedia

Michael Billington

Dario Fo, que ha muerto a la edad de 90 años, fue una figura imposible de categorizar: una exuberante mezcla de dramaturgo, intérprete, director, diseñador y mucho más, aparte de esto. Si pudiéramos imaginarnos el radicalismo de Ken Loach combinado con las habilidades cómicas de Eddie Izzard y el genio populista de Joan Littlewood, seguiríamos sin acercarnos. Pero aunque no haya un equivalente local exacto, el teatro británico aprendió a entablar amistad con Fo – y con su mujer y pareja creativa, Franca Rame  – y ofreció una variante propia de su marca única de farsa política.
 
El cénit de la popularidad de Fo en Gran Bretaña llegó, acaso de modo nada sorprendente, a mediados de 1981, cuando el thatcherismo andaba dejando sentir su presencia y estallaron revueltas en Londres, Liverpool, Birmingham y Hull. En julio de 1981, Muerte accidental de un anarquista, de Fo, que trata de la defenestración de un detenido bajo custodia policial, iba por su tercer año en el West End [barrio de los teatros londinense]. Las Obras para una mujer, de Fo y Rame, – originalmente tituladas Parti femminili y que consistían en tres monólogos feministas – se representaba en el National Theatre. Y otra obra más de Fo, ¡Aquí no paga nadie! (Non si paga! Non si paga!), se estrenaba en el Criterion, con un reparto encabezado por Sylvester McCoy y Alfred Molina.
 
Si algún problema había con el Fo anglificado, era el de lograr, como señaló Irving Wardle en cierta ocasión, el equilibrio justo entre la farsa desenfrenada y la sátira punzante. Pero esa particular versión de ¡Aquí no paga nadie! lo conseguía más que la mayoría. Ubicada en el Milán de 1974, mostraba a la mujer de un trabajador de la FIAT que libera productos alimenticios de un supermercado y esconde los objetos robados de su marido comunista y de los policías fisgones. Aun cuando Gran Bretaña no se enfrentaba, como era el caso de Italia, a una inflación del 40%, comprendíamos al menos la amenaza de los despidos y de una injusticia social crecientes.  
 
Desde luego, funcionó mejor que una extenuante versión de 1985 de La mueca del miedo (Clacson, trombette e pernacchi) en el West End, con Griff Rhys Jones como protagonista, que dependía excesivamente de conocer bien al patrón de la FIAT, Gianni Agnelli.
 
Yo sostendría que la mejor forma de entender el genio de Fo como “bufón del pueblo” – como le llamó un escritor – era verle interpretar su espectáculo a solas, Mistero Buffo, que trajó a los Riverside Studios de Londres en 1983. Demostraba la extraordinaria plasticidad física y habilidad vocal de Fo: algo que le permitía evocarlo todo, desde una máquina que funcionaba mal a los esplendores barrocos del canto gregoriano. El espectáculo se movía con facilidad de lo subversivo a lo surreal. En un número llamado La resurrección de Lázaro, veíamos a la multitud haciendo apuestas sobre si Jesús podía hacerlo y especulando si le agradaría o no al cadáver mismo. Mientras tanto, en El hambre de Zanni (La fame di Zanni), Fo mostraba a un campesino famélico que soñaba cómo se estaba devorando a sí mismo: mientras veíamos a Fo desenredar sus intestinos imaginados como si fueran hilos de espagueti, aullábamos de risa a la vez que entendíamos los aprietos del hambriento.  
 
Fo acentuaba la finalidad política de su obra cuando yo le conocí en Londres. “En la raíz de todo lo que escribo”, me dijo, “está la tragedia. No hay que olvidar que Muerte accidental de un anarquista se refiere a un hombre al que han tirado por la ventana. La mueca del miedo muestra que el terrorismo es el subproducto de una sociedad en la que la policía, la judicatura y las instituciones políticas están todas ellas impregnadas de chanchullos y corrupción. Hay que ser siempre conscientes de esta realidad. La risa es simplemente un medio para hacer que el público se enfrente al problema”.
 
Pude hacerme consciente asimismo del precio que habían pagado Fo y Rame por su honestidad. Por aquel entonces, la policía italiana había presentado 45 denuncias contra él. En Cerdeña, le habían golpeado y metido en la cárcel, sólo para que el público del frustrado espectáculo organizara una manifestación masiva en el exterior de la cárcel. Cuando se retransmitió Mistero Buffo por la television, fue agriamente atacada por católicos y comunistas. Sin embargo, yo recuerdo a Fo, que tenía una hermosa cabeza leonina que no habría desentonado entre los emperadores romanos tallados en el exterior del Teatro Sheldonian de Oxford, contándome lo feliz que estaba. Y eso, me parece, se hacía evidente  en su obra. Aunque se levantaran algunas cejas cuando ganó el Premio Nobel de Literatura en 1997, Fo fue ese raro artista que combinaba el aborrecimiento de la insolencia del cargo y el abuso de poder con un profundo amor por la humanidad.

The Guardian, 13 de octubre de 2016

 

La izquierda anarquista, el PCI, Grillo: La política de Fo, pasión extrema

Marco Imarisio



«Al término de la última Guerra Mundial, el día de la Liberación, hubo una fiesta como ésta. Había tanta gente como vosotros, felices, llenos de alegría. Creíamos que le daríamos la vuelta a todo, pero no lo hemos conseguido. Hacedlo vosotros, por favor».



Fue a media tarde del 19 de febrero de 2013, la plaza del Duomo estaba tan llena que no cabía ni un alfiler. Ese mitin y esa multitud fueron la señal de lo que habría sucedido en las elecciones generales. Dario Fo había manifestado ya su simpatía por el movimiento creado por su amigo Beppe Grillo. «Nos conocemos desde hace cuarenta años» repetían ambos, aunque ninguno de los dos se acordara del año exacto de su primer encuentro. «En el fondo, somos dos juglares, hechos para comprenderse», repetía a menudo el Premio Nobel.



El énfasis de ese discurso pronunciado desde el estrado al abrigo de la estatua de Vittorio Emanuele II no lo dictaba sólo el entusiasmo del momento. El extremismo declinado como completo abandono a la causa abrazada una vez tras otra fue siempre el estilo de su compromiso político. En la ideología de Fo había ingredientes diversos y a menudo no amalgamables entre sí. 



Anticlericalismo y antiautoritarismo, democracia directa, anarquismo, maoísmo. Una relación de amor y odio con el PCI, más lo segundo que lo primero. Se comprometió mucho, con estudiantes, obreros, movimientos extraparlamentarios. Se equivocó otro tanto, empezando por la campaña denigratoria contra el comisario Luigi Calabresi, denominado comisario Cavalcioni [en italiano “horcajadas”] con explícita referencia a la ventana desde la que se precipitó el anarquista Giuseppe Pinelli. En 1974 fundó “Soccorso Rosso” [“Socorro Rojo”], asociación nacida para prestar asistencia legal a los militantes, pero acusada a menudo de ayudar a personajes en olor de terrorismo, incluidos los tres autores del incendio de Primavalle [en el que varios militantes de la organización Potere Operaio prendieron fuego en el barrio romano de Primavalle a la casa de un dirigente neofascista, Mario Mattei, y en el que perecieron sus hijos, Virgilio y Stefano, de 8 y 22 años respectivamente].



Su Milán representó una vez más el debut oficial de una nueva pasión política. Hasta aquel momento había oscilado siguiendo sus propios humores y nunca una línea precisa. En 2005 se presentó a las primarias del centroizquierda contra el candidato oficial del DS [Democratici di Sinistra, que sucedió al Partido Democratico della Sinistra y precedió Partito Democratico], Bruno Ferrante. Vino también en apoyo suyo el grupo «Amigos de Beppe Grillo», un embrión del M5E.



Incluso en ese 2013 su apoyó se dividió a medias con la Rivoluzione Civile, de Antonio Ingroia. La matriz de la militancia de los Cinco Estrellas ha estado siempre clara. Arriba a la izquierda, a veces saludaba así a los periodistas que le molestaban por teléfono. «No soy un moderado y nunca lo seré» era otro de sus latiguillos. Sus escasas apariciones públicas en desacuerdo con Grillo se produjeron en relación con lo que él mismo definía como resbalones por la derecha del cómico ligur, empezando por la cuestión del ius soli. «Compañero Dario, ¿qué hacías en ese estrado?» le preguntó el viñetista Vauro [Senesi, dibujante humorístico de Il Manifesto] tras el “Vaffa Day” genovés [“Día del Vete a tomar por…”, jornada de protesta organizada por Grillo]  de diciembre de 2013, durante el cual Grillo parafraseó a Mussolini con un «Vencer, y venceremos».



El éxito de los Cinco Estrellas en las generales de 2013 le pilló de improviso. Fo siempre se había encontrado  en posiciones minoritarias. «Ahora descubro que somos casi mayoría. Mi primera vez, a los 87 años...». En los últimos tiempos, después de que  Grillo se echara a un lado y tras la muerte de Casaleggio, hombre que siempre le provocó mucha curiosidad, se había convertido en un punto de referencia para concejales y consejeros regionales lombardos que le pedían iluminación y consejos. Había organizado una venta de cuadros suyos para apoyar a los candidatos de las últimas elecciones municipales.

Su última aparición en público con Grillo se remonta al pasado 6 de agosto en Cesenatico. Los Cinco Estrellas organizaban una velada en la playa para hablar de la  Constitución. Él estaba recién llegado de la presentación de Darwin, una exposición de sus obras recientes [“Darwin, el universo imposible narrado por Dario Fo con pinturas y muñecos”]. Estaba cansado. Se había sentado, sin embargo, entre el público tragándose sus tres buenas horas de debate. Fo ha representado el alma de izquierda del Movimiento. El M5E no pierde sólo su rostro más conocido sino un trozo de su identidad.

Il Corriere della Sera, 14 de octubre de 2016

 

No fue nunca «la aspirina de la burguesía»

Luciana Castellina 

Se sintió de repente una explosión tan potente que hizo temblar los cristales de las ventanas. En pocos minutos nos enteramos de que en Piazza Venezia había estallado una bomba. Franca [Rame] cogió el teléfono y llamó a la policía:«¿Han sido los fascistas?», preguntó. «Pero qué fascistas ni fascistas, señora»- fue la desdeñosa respuesta de la Central. Telefoneó a Dario, que estaba en Milán. Y así nos enteramos de la bomba, coincidente en el tiempo, de Piazza Fontana, en la Banca dell’Agricoltura. Desde entonces, y durante muchos años, el 12 de diciembre se convirtió en deber principal de todo el movimiento: para recordar la fecha del inicio de la estrategia del terror.  

Durante años, antes de entonces, nos habíamos encontrado en los teatrillos de los círculos del Arci [la mayor asociación italiana de promoción social], adonde emigró cuando abandonó los teatros que él llamaba «burgueses». Porque, decía, «no quiero ser la aspirina de la burguesía que se ríe un poco de sí misma para autoabsolverse». En realidad, el éxito de su extraordinaria invención teatral fue in crescendo, no importa adonde fueran a actuar él y Franca. 


Sí, al inicio de la aventura de Il Manifesto Dario y Franca habían sido enseguida compañeros. Un encuentro natural para quienes como ellos, y en lo más alto de la expresión artística, se habían propuesto «coger por los fondillos al Poder», «fastidiarle». Justamente por esto, tras el impetuoso éxito de Canzonissima, [espacio televisivo de] la RAI promulgó la prohibición que le alejó de todos los programas de la emisora pública durante sus buenos quince años, ¡de 1962 a 1977!

Fuimos precisamente nosotros, los de Il Manifesto, los que volvimos a llevarlo a esas pantallas, subrepticiamente, al menos durante media hora: no como director y/o actor sino como partícipe de la breve transmisión televisiva que se le concedió a nuestra lista en las elecciones de 1972. Habló junto  a Rossana y a Lucio [Magri], de cuanto nos proponíamos con esa (no afortunada) participación en la campaña electoral – poner en el centro de la  atención política los contratos obreros –, pero sobre todo de Valpreda, nuestro cabeza de lista arbitrariamente encarcelado por los encubridores para desviar la investigación sobre los responsables de la matanza de la Banca dell’Agricoltura. Dario había llevado, por otro lado, a escena un suceso estrechamente relacionado: Muerte accidental de un anarquista.

No fue la única participación televisivo-electoral de Dario con nuestras listas: volvió, como un matador, a la de las elecciones de 1976, a las que concurrimos como Democrazia Proletaria, y una imagen muy hermosa la podéis encontrar en Internet: Dario en el centro, junto a Rossana [Rossanda], y a su lado una multitud de candidatos a todos los cuales ya no llego a reconocer, porque parecen todos adolescentes.

Vino luego el «Soccorso Rosso» [«Socorro Rojo»], el palacete Liberty ocupado en Milán y utilizado como cuartel general de contrainformación, y tantas otras vivencias, toda la historia de la nueva izquierda. .

Y por fin, el  reconocimiento más subversivo concedido en toda la historia del comité que adjudica el Nobel de Literatura: «Porque, siguiendo la tradición de los juglares medievales, se mofa del Poder devolviendo la dignidad a los oprimidos». 



Lo ví por última vez hace sólo unos meses, con ocasión de «Terra Madre Giovani», en Milán, al término de la Expo [2015 dedicada a la alimentación]. No dentro de la Expo, sino fuera, en el nuevo mercado de Porta Genova, donde se celebraba el gran encuentro que Slowfood había preparado con la nueva  generación de agricultores de todo el mundo – muchos, campesinos «de vuelta» – para hablar por fin de la comida como se debe. Nos sentamos cerca y después de hablar un poco de lo estupendo que era nuestro compañero y amigo Carlin Petrini (al que estaba unidísimo), habíamos intercambiado también algunas bromas sobre sus “grillinos”.

Le encontré un poco envejecido, pero siempre militante: y de hecho, allí estaba, para testimoniar con su autorizadísima presencia, la importancia de batirse contra los gigantes de la alimentación. Como siempre: fastidiar al Poder.  

Il Manifesto, 13 de octubre de 2016

es crítico teatral del diario británico The Guardian.
(1967), periodista del diario milanés Corriere della Sera, ha sido corresponsal en Afganistán, Irak y Kosovo. Entre sus libros se cuentan Mal di Scuola (Bur Rizzoli, 2007) I giorni della vergogna (2008, Ancora del Mediterraneo), “La ferita. Il sogno infranto dei no-global italiani” (Feltrinelli, 2011), Costa Concordia, la vera storia (Corriere della Sera, 2012, con Fiorenza Sarzanini). En 2013 publicó Italia ventunesimo secoli, antologia de sus artículos y reportajes, editado por Il Saggiatore.
es una reconocida periodista y analista política italiana que colabora regularmente con el cotidiano comunista Il Manifesto. Fue miembro del partido socialista y pacifista Democrazia Proletaria y luego de Rifondazione Comunista. Ha sido diputada en el Parlamento italiano y en el europeo.
Fuente:
Varias
Traducción:
Lucas Antón

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