COP22/Marrakech, Trump y como frenar el ecocidio. Dossier

José Bautista

Daniel Tanuro

Eduardo Gudynas

20/11/2016

COP22: el fracaso de la Cumbre del Clima pospone la acción global contra el cambio climático

José Bautista

La Cumbre de Marrakech pasa a la historia como una oportunidad perdida para mantener el impulso logrado el año pasado en París. La vigésimo segunda cita global, COP22, que se fijó como objetivo concretar las reglas del Acuerdo de París concluyó sin avances significativos y pospone a diciembre de 2018 temas tan relevantes como la puesta en marcha de los mecanismos de financiación para detener el calentamiento global, la aceptación de normas vinculantes para que los países respeten sus compromisos medioambientales, el reconocimiento de los refugiados climáticos, un rol más notorio para la mujer en esta batalla o la definición del fondo de mitigación y adaptación, una hucha internacional para que los países más vulnerables al cambio climático puedan emprender la hercúlea labor de enfrentarse a las nuevas catástrofes naturales y puedan seguir desarrollando sus economías sin dañar el medio ambiente.

La Proclamación de Marrakech negociada en un secretismo más férreo del habitual, según fuentes negociadoras citadas por EFE, se queda en una declaración de intenciones al demorar a 2018 la fecha para tener listas las reglas que pongan en práctica lo acordado en París. La decepción del documento, plagado de expresiones vacías en la jerga diplomática, como “invita a” y “toma nota de”, está simbólicamente contrarrestada por la decisión de Etiopía, Bangladesh, Filipinas y una cuarentena más de países de baja renta de aceptar más compromisos que las economías industrializadas, principales responsables del cambio climático. En concreto, las delegaciones de estas naciones, las más expuestas a los efectos del desastre medioambiental, asumieron el compromiso de eliminar por completo sus emisiones de carbono antes de 2050 y de acelerar la transición hacia un esquema energético basado al 100% en las renovables.

Fuentes negociadoras de la COP22 opinan que un largo número de países quieren aplazar la negociación de las reglas del Acuerdo de París hasta tener más clara la postura de Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump. El futuro inquilino de la Casa Blanca estuvo presente en la mayoría de las conversaciones y discursos, que fueron unánimes en condenar sus postulados negacionistas y recordar que la lucha climática es “imparable”.

Falta de ambición

Tras retrasar la publicación de la declaración final hasta la media noche del viernes, finalmente el texto acordado tras el último plenario de la COP22 se limita a pedir a las partes firmantes del Acuerdo de París que sigan trabajando en la implementación del pacto, por lo que de momento se mantiene el riesgo de que la temperatura global aumente más de dos grados centígrados antes de 2050, el límite a partir del que, según los científicos, las consecuencias de la alteración climática serán catastróficas e impredecibles. El encuentro de Marrakech se queda en una mera demostración del “más alto compromiso político” asumido de forma no vinculante por 200 naciones para combatir el cambio climático. A las 22 horas del viernes no había comenzado aún el plenario en el que los países deberán firmar el documento.

La agenda para implementar el Acuerdo de París no solo descarta una posición más ambiciosa por parte de sus firmantes, sino que queda en el aire a pesar de las palabras y aplausos de los líderes mundiales –foto incluida-, y medidas simbólicas por parte del país anfitrión, como la prohibición del uso de bolsas en Marrakech y la creación del primer sistema de bicicletas públicas del continente africano en esta turística ciudad marroquí.

Ecologistas en Acción denunció la irresponsabilidad de los gobiernos en la lucha contra el calentamiento climático y aseguró que “la falta de consenso en la COP22 demuestra que la respuesta efectiva no vendrá de gobiernos y organismos internacionales, sino de la sociedad civil organizada”, con iniciativas como la cumbre alternativa celebrada en una universidad de Marrakech por movimientos sociales y asociaciones defensoras de la justicia climática. “La única manera de frenar el cambio climático es mantener el 80% de los combustibles fósiles bajo tierra y desarrollar lo antes posible una economía baja en carbono”, concluye el comunicado de la ONG ecologista.

Retraso en los compromisos financieros

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los países industrializados del norte solo han comprometido hasta ahora una quinta parte de los 100.000 millones que acordaron destinar anualmente y hasta 2020 al fondo climático global. Desde la firma del Acuerdo de París en diciembre del año pasado, las economías desarrolladas solo han desembolsado 165 millones de dólares al Fondo Verde con el que se pretende que los países más pobres hagan frente al cambio climático y puedan avanzar sin impactar clima.

EEUU había prometido 3.000 millones de dólares para el Fondo Verde para mitigación y adaptación, pero hasta ahora solo ha entregado 500 millones. Se trata de un dato “muy, muy desolador”, según Mpanu Mpanu, jefe del grupo Países Menos Desarrollados, que recordó que ese dinero es necesario para, entre otras cosas, hacer viable sus agriculturas, levantar muros para contener la subida del mar y evitar la propagación de nuevas enfermedades.

En 2017 se celebrará un encuentro similar organizado por el gobierno de Fiji en la ciudad alemana de Bonn, ante la incapacidad de la isla pacífica de acoger un evento de tal envergadura –París congregó a más de 50.000 participantes, mientras que en Marrakech se superaron los 25.000 asistentes-. Naciones Unidas estima que, al ritmo actual, la temperatura media de planeta subirá más de cinco grados antes de que finalice el siglo XXI.

La Marea participa en la delegación de periodistas que ha podido asistir a la COP22 de Marrakech gracias a la ayuda de Ecologistas en Acción para sufragar gastos de desplazamiento y estancia.

http://www.lamarea.com/2016/11/18/cop22-el-fracaso-de-la-cumbre-del-clima-de-marrakech-pospone-la-accion-global-contra-el-cambio-climatico/

 

Declaración de Marrakech de los Movimientos Sociales

Nosotros, los movimientos sociales de Marruecos, Norte de África, África e internacional juntos en Marrakech durante la COP-22, reafirmamos nuestra determinación de construir y defender la justicia climática, y actuar ahora para ser capaces de mantener el calentamiento global por debajo del límite de 1,5 ° C - en línea con los compromisos asumidos por los jefes de estado en París.

El mundo no puede esperar 

En todas partes, las desigualdades están aumentando, los derechos están retrocediendo y los conflictos y las guerras se multipliquen. Nuestros pueblos son oprimidos y la biodiversidad se extingue. Las consecuencias del cambio climático son particularmente graves en África y en el Sur Global.

Las temperaturas récord, superadas en todo el año 2016, y una sucesión de ciclones, huracanes, incendios forestales y sequías nos recuerdan que el cambio climático es una realidad que ya afecta a cientos de millones de personas, en particular a los migrantes forzados a abandonar su tierra por el mar, a riesgo de sus vidas. Sabemos que la diferencia entre 1,5 ° C y 2 ° C no es matemáticas, sino una cuestión de vida o muerte.

Las organizaciones y movimientos de la sociedad civil creen que las negociaciones internacionales sobre el clima no han logrado crear las políticas necesarias y están decididos a continuar la construcción de un movimiento por la justicia climática como prioridad máxima. Denunciamos la presencia de las grandes empresas multinacionales contaminadoras y criminales en la COP. La Cumbre tampoco debe transformarse en una gigantesca operación de lavado de imagen verde de los gobiernos que no respetan los derechos y las libertades.

Cero fósiles, 100% renovables: nuestro futuro, nuestra lucha

Contener el calentamiento global por debajo de 1,5 ° C significa dejar los combustibles fósiles en la tierra y promover el desarrollo de hidrocarburos no convencionales. Por lo tanto, instamos a todos los líderes mundiales a cancelar el desarrollo de nuevos proyectos de fósiles y trabajar hacia una transición justa hacia un futuro 100% renovable y democrático. La industria de los combustibles fósiles está luchando por sobrevivir, y sabemos que contra esto hay que movilizarse en todas partes para bloquear los proyectos ambientalmente destructivos.

También tenemos que luchar para no ser privados de alternativas: estamos trabajando para la transformación social, ecológica, feminista y democrática para construir los empleos del mañana. Exigimos que los ciudadanos controlen los fondos "verdes", que un 50% de la financiación sea para los proyectos y estrategias basados en y gestionados por las comunidades y los ecosistemas.

Este es el único camino que nos permitirá a abandonar el modelo extractivista y productivista que controla el mercado, evitando caer en la trampa de la "economía verde", que está llena de falsas soluciones. Nuestro futuro no depende de la mano invisible, sino del poder de los pueblos del mundo. 

Contra Donald Trump y su mundo reaccionario

Algunas personas utilizan la crisis social para justificar las políticas reaccionarias que son conservadora, racista y sexista, que sólo agravan la injusticia climática. Donald Trump es el último ejemplo de esta forma de populismo nacional y autoritario, que es una amenaza para las mujeres, para los diversos grupos étnicos, los inmigrantes, los musulmanes y los más pobres. 

Un clima de convergencia

Exigimos la liberación inmediata de todos los presos ambientalistas y la protección de los defensores del medio ambiente en todo el mundo.

Nos comprometemos a trabajar juntos para:

• Establecer procesos políticos colectivos y de colaboración a nivel local y regional para asegurar la participación efectiva de la ciudadanía, para que las voces de la sociedad civil sean escuchadas y que exista una legislación nacional en los vectores de emancipación y justicia social, permitiendo que la gente se re-apropie de los bienes colectivos (tierra, agua, aire y semillas), abogando por la seguridad alimentaria.

• Diseñar y establecer un espacio ciudadano regional, prestando especial atención a la realidad de África, el Mediterráneo y las islas-estado que refleje la urgencia de nuestra lucha común por la justicia climática.   

Nuestra gente está sufriendo, pero nuestras luchas en el terreno están ganando fuerza mediante la sensibilización colectiva de la necesidad de la unidad, el respeto a la diversidad y los modos de acción complementarios, que se refuerzan en todos lados.

Estamos convencidos de que los cambios necesarios son profundos. Nos negamos a dejar que nuestros estados se sometan a las opciones del libre comercio y que permitan a las empresas adquirir herramientas legislativas para actuar con impunidad. Nos negamos a aceptar que las leyes del mercado libre puedan anular los derechos de todas las mujeres y los hombres. Defendemos los derechos de todos los agricultores y pescadores artesanales, y todos y todas los que están en la primera línea de la construcción de un mundo verdaderamente justo y sostenible.

No vamos a esperar a las instancias de negociación internacional para encontrarnos y fortalecer nuestra convergencia. El trabajo que se ha hecho continuará en el terreno, a nivel local y a través de los movimientos de base que luchan localmente por otro sistema y otro mundo.

En particular, queremos mostrar nuestra solidaridad con aquellos que están en el frente de batalla contra el extractivismo: en Imider en Gabes, en Ain Salah en Standing Rock, en Notre Dame des Landes, y muchos otros sitios. Afirmamos nuestra solidaridad con el pueblo palestino en su lucha por la libertad y su derecho a la tierra y el acceso a sus recursos.

Hoy, reafirmamos con convicción que ¡otro mundo es posible! 

Marrakech 17 de noviembre, el año 2016

Frenar el ecocidio de Trump

Daniel Tanuro

No se trata de una grano sino de un saco de arena lo que la elección de Donald Trump pone en los engranajes del acuerdo sobre el cambio climático que alcanzaron a duras penas las potencias capitalistas en las aguas bautismales de la COP21 hace un año en París.

En efecto, el nuevo presidente estadounidense no es solo un millonario racista, islamófobo, sexista, complotista, autoritario y nacionalista; también es el portavoz político de los "clima-negacionistas". Esa nebulosa de falsos expertos pagados por los inversores en fósiles [capital fósil] que pretenden que el cambio climático no es más que una invención.

La culpa es de los chinos y de los ecologistas

Durante la campaña electoral, Trump declaró que el calentamiento global era un "concepto inventado por los chinos para que la industria manufacturera estadounidense perdiera competitividad". Una declaración sin sentido, porque la dependencia de la economía china de los combustibles fósiles es mayor que la de la economía estadounidense. Pero dejémoslo estar…

Siete habitantes sobre diez de Estados Unidos piensan que el calentamiento es una realidad. El problema está en que esa mayoría es frágil y tiende a reducirse a medida que se instala el temor de que la protección del clima ponga en riesgo sus condiciones de existencia (1). Trump no hizo campaña en torno al clima, pero cuando se pronunció al respecto, lo hizo de forma demagógica, amalgamando los acuerdos sobre el cambio climático y los acuerdos de libre comercio con el objetivo de que la cólera de los trabajadores y trabajadoras perdiera de vista a la patronal y se orientara contra los "chinos" y los ecologistas.

En una de sus famosas declaraciones de molde, el futuro presidente del país más poderoso del planeta se comprometió claramente a "poner fin" a la participación estadounidense en los acuerdos de París. El autor de estas líneas ya escribió, y sigue sosteniendo, que aquel acuerdo es ecológicamente insuficiente y socialmente injusto; y la contribución de EE UU aún más. Pero eso no significa, de ninguna manera, que la retirada de Washington y/o el abandono de los compromisos de la COP21 sean insignificantes. Al contrario: si Trump pasa del dicho al hecho asistiremos a un gran crimen climático.

Riesgo para el acuerdo de París…

Hagamos memoria: el acuerdo de París contiene, de hecho, dos apartados: una declaración de intenciones a favor de la limitación del calentamiento climático por debajo de 2º C, incluso de 1,5º C, y las "contribuciones nacionalmente determinadas" (NDC, en inglés); es decir, los "planes climáticos" para luchar contra el cambio climático (2).

Conscientes del poder del clima-negacionismo entre los electos estadounidenses, particularmente entre los Republicanos, los negociadores de la COP21 utilizaron una artimaña jurídica para que el texto de París no debiera ser ratificado por los dos tercios del Senado de EE UU: convirtieron el texto en un acuerdo subsidiario de la Convención-marco de Naciones Unidas sobre el Cambio climático (CCNUCC), y no en un tratado internacional. Con ello, bastaba con el acuerdo de Obama.

Por otra parte, para que el texto sea legalmente imperativo, se ideó un procedimiento complicado que todo Estado tenía que respetar en caso en el que se quisiera desentender del mismo. Una verdadera carrera de obstáculos que requiera tres años de proceso (3).

Según algunas informaciones, Trump querría activar sin demora el procedimiento de retirada para estar seguro que los compromisos climáticos de EE UU irán a la basura antes de que finalice su mandato. Con este fin, planteará la denuncia de la CCNUCC acordada en la Cumbre de la Tierra en 1992 y ratificada por EE UU. El procedimiento para la retirada de esta Convención no dura más que un año. En la medida que el acuerdo de París está integrado en el marco de la CCNUCC… quedaría anulado de forma automática.

… y para el "Plan de las energías limpias"

Ahora bien, Trump no puede contentarse con denunciar la ratificación estadounidense del acuerdo de París. Sobre todo tiene que desmantelar las medidas adoptadas o previstas en el marco de las "contribuciones nacionalmente determinadas" por EE UU para luchar contra el calentamiento climático.

Esta contribución se presentó bajo la forma de "Clean Power Plan". Siempre con el objetivo de evitar un voto en el Senado, Obama adoptó este plan por decreto y no por ley. El plan integra una serie de medidas reguladoras dictadas por la Agencia de Protección del Medioambiente (EPA). Su objetivo es reducir las emisiones de C02 del sector eléctrico (que sigue siendo muy dependiente de la utilización de la hulla) en un 32 % de aquí a 2030 tomando como referencia el 2005.

A finales de 2015, una coalición de quince Estados productores de carbón (gobernados en su mayoría por Republicanos y dirigidos por el Estado de Virginia occidental) denunció ante los tribunales el "Clean Power Plan" argumentando que el presidente iba más allá de sus prerrogativas e interfería en la política energética de los Estados federados (4).

La denuncia fue desestimada, pero los demandantes siguen erre que erre. Según ellos, el objetivo del plan de Obama es "acabar con el carbón", si bien lo que amenaza el futuro de la industria hullera es a la competencia que le hace el precio bajo del gas de esquisto. Pero siempre habrá un palo para zurrar al perro, y por ello, más de cien compañías y 28 Estados de la Unión han interpuesto demandas. La Corte Suprema deberá tomar una resolución a principios del año próximo.

Habrá lucha

Trump está en connivencia con esos sectores. Ahora que es presidente, el millonario va a intentar satisfacer a sus amigos. Lo que no será fácil, porque la Agencia de Protección del Medioambiente actúa en función de una importante legislación medioambiental: el Clean Air Act (1963), a la cual la ciudadanía estadounidense se siente muy vinculada dado su impacto positivo en el ámbito de la sanidad pública.

Además, a otros niveles (distintos Estados, ciudades en "transición", sectores verdes del capital, etc.) se han adoptados numerosas medidas climáticas: las medidas adoptadas por la EPA a favor del clima en estos últimos años no se pueden eliminar de un plumazo. Habrá conflicto y es claro que las asociaciones ambientalistas y las comunidades lucharán codo con codo ante los tribunales y en la calle. Habrá que apoyarles.

Ante este conflicto, Trump tiene tres posibilidades:

  1. Designar jueces a favor del capital fósil en la Corte Suprema;
  2. Ordenar a la EPA que revise sus medidas en un sentido más favorable a los intereses de la industria del carbón; y
  3. Estrangular presupuestariamente la EPA para que se vea obligada a moderar sus ambiciones. Evidentemente, las tres pueden ir de la mano.

La decisión de Trump de designar al clima-negacionista Myron Ebell a la cabeza de la EPA muestra en todo caso lo que el millonario está totalmente decidido a deshacer. Sin duda, más allá de la política climática (5). En general, como buena sanguijuela capitalista, la legislación medioambiental le molesta tanto como la legislación social. Ya veremos.

Los hechos y las cifras

Entretanto, es necesario saber que el descuelgue de EE UU del acuerdo de París tendrá un impacto considerable.

Recordemos que la "contribución nacionalmente determinada" de EE UU consiste en reducir las emisiones de gas de efecto invernadero en torno al 26 y 28 % de aquí a 2025 tomando como referencia el año 2005. Dado que EE UU emitió 7,38 gigatoneladas (GT) en 2005, la reducción para 2025 se sitúa en torno a 2 GT.

Para saber con exactitud la magnitud del crimen climático que intenta ejecutar Trump señalemos de entrada que estas 2 GT representan más o menos el 20 % de la reducción de emisiones prometidas para el periodo 2016-2030 por los 190 Estados que ratificaron el acuerdo de París (6).

La imagen de la escena del crimen se completa si comparamos las 2 GT en relación al acuerdo de París y los planes clima nacionales (NDC).

Como todo el mundo sabe, existe una brecha importante entre el objetivo de la COP21 -no superar los 2º C de calentamiento en relación a la era preindustrial y, si es posible, no superar los 1,5º C- y las proyecciones en base a los compromisos de los distintos gobiernos, que de aquí a finales del siglo nos llevarían a un calentamiento de entre 2,7 y 3,7º C. Es decir, dos veces más que el objetivo [definido en la COP21].

El acuerdo de París plantea que los distintos países lleven a cabo revisiones periódicas con el fin de superar esa brecha; y el Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente (UNEP) publica anualmente un informe sobre la evolución del mismo. Acaba de hacerse pública la de 2016. Y en ella observamos que la diferencia entre la previsión de emisiones sobre las bases establecidas en París y la trayectoria de las reducciones a seguir será de 5,3 GT en 2025 si se permanece por debajo de los 2º C y de 5,8 GT si no se quiere superar los 1,5º C (en caso de que todos los países respetan sus promesas de reducción; incluso aquellos países pobres que dependen de las ayudas financieras de los países ricos para la transición y la adaptación) (7).

Un crimen climático contra la humanidad

El abandono de los compromisos climáticos por parte de EE UU que promueve Trump situará al resto del planeta ante la siguiente disyuntiva: o bien el resto de países incrementa los esfuerzos para la reducción de las emisiones en un 20 % con el fin de compensar que el país más rico del planeta continúe utilizando los combustibles fósiles como si nada y para beneficio de su sector industrial fósil; o bien se añaden 2 GT a la brecha entre lo que se decidió en París y lo que habría que hacer para estabilizar el clima de la tierra (o sea, un incremento de las dificultades entre un 30 y un 50 %).

Resulta totalmente indignante que el dirigente de la primera potencial mundial y principal responsable histórico de las emisiones de gases de efecto invernadero imponga esta disyuntiva a 7 200 millones de mujeres y hombres que habitan el planeta…, cuando ese dirigente no ha sido elegido mas que por el 25 % de los 240 millones de electores de su país, la mayoría blancos y hombres, al final de una campaña repleta de mentiras demagógicas.

Más allá de la indignación moral, hay que se conscientes que Trump accede al poder supremo en el momento en el que el clima de la Tierra se sitúa en el fijo de la navaja. El presupuesto carbono para alcanzar 1,5º C (la cantidad de carbono que aún puede ser enviada a la atmósfera para preservar un 60 % e posibilidades de no superar 1,5º C de calentamiento) se habrá agotado de aquí al 2020, y el presupuesto para 2º C para el 2030. Dicho de otro modo: justo cuando cada minuto cuenta, Trump amenaza a la humanidad con echar por la borda cuatro años que marcarán la diferencia entre catástrofes aún reparables (al menos eso es lo que esperamos…) y un desastre climático sin parangón, irreparable, ingobernable y con consecuencias muy, muy, peligrosas. Se trata de un crimen contra la humanidad.

Reversión geoestratégica

Hecho significativo: China ha sido el primer país en prevenir a Trump contra el abandono del acuerdo de París. Durante la COP22 a Marrakech, un alto dignatario chino ha declarado que "El conjunto de las sociedades del planeta quiere cooperar para combatir el cambio climático". Pero, sobre todo, Pekín afirma de forma clara que su país respetará los compromisos, incluso si EE UU no respeta los suyos (8). La Unión Europea se ha expresado en el mismo sentido.

La reacción china marca una reversión geoestratégica completa en relación al período anterior. Incluso Arabia Saudí se sitúa, por decirlo de algún modo, a la izquierda de Trump: se compromete a respetar las (débiles) promesas de su contribución nacional a la lucha contra el calentamiento (9).

Resulta evidente que el viento ha cambiado de dirección en las clases dominantes del planeta tras las COP15 y 16 en Copenhague y Cancún, en 2009 y 2010. De hecho, no hay que equivocarse: la llegada del clima-negacionista Trump a la Casa Blanca se ha dado contra la voluntad de la mayoría de los representantes de la gran burguesía, en Estados Unidos y en el resto del mundo.

Ahora bien, tampoco conviene hacerse ilusiones. En primer lugar, algunas reacciones no son tan firmes como las de China. Por ejemplo, India podría estar tentada de aprovechar el descuelgue de EE UU para relajar sus compromisos climáticos. En segundo lugar, todos los gobiernos envían mensajes muy educados de felicitación a Trump, como si la denuncia del acuerdo sobre el clima se tratara de una minucia diplomática sin importancia. En tercer lugar, y fundamental, ningún país o grupo de países hace mención a la necesidad de adoptar medidas de urgencia para compensar la eventual retirada de EE UU mediante el desarrollo de políticas a la altura de la amenaza del riesgo climático.

Lo que más preocupa a los gobernantes es saber cuales serán las repercusiones de la política de Trump en relación a su status en la jerarquía capitalista y las posibilidades de beneficio para "sus" capitalistas. China, por ejemplo, no se siente motivada únicamente por su vulnerabilidad particular al calentamiento, sino también por la perspectiva que se le abre de usurpar a EE UU el papel de líder capitalista mundial en una transición energética que todos los responsables burgueses con dos dedos de frente consideran inevitable. La lógica del productivismo capitalista basado en la competencia y organizado en Estados rivales resulta decididamente implacable…

Ni Trumpismo, ni "capitalismo verde": ¡ecosocialismo!

Aquí no se trata de defender a los buenos capitalistas que respetan el acuerdo de París contra el malvado Trump. Frente a la urgencia climática, y de inmediato, de lo que se trata es sobre todo de:

  1. Exigir a los gobiernos que aíslen y condenen de forma categórica al futuro "gobierno delincuente" de EE UU;
  2. Exigir la creación de un Tribunal Internacional de Justicia Climática y amenazar a Trump de llevarlo ante el mismo si pone en marcha sus proyectos; y
  3. Detener la locura del crecimiento capitalista que genera desigualdades y destrucciones para sustituirlo por medidas para redistribuir la riqueza y producir respetando los límites del planeta.

El acuerdo de París continúa siendo malo, no solo porque no reduce suficientemente las emisiones (10) sino, también, porque trata de reducirlas (y ahí está la razón de su insuficiencia) en el marco del productivismo capitalista y a través de mecanismos de mercado que agravan tanto la crisis social como la ecológica.

A este respecto, hay que remachar el clavo: la victoria de Trump no es fruto de la adhesión de la mayoría del pueblo estadounidense a su programa en contra de las "élites", sino el resultado del rechazo masivo de las y los electores a votar por el Partido Demócrata. Esta constatación sirve también en lo que respecta al medioambiente. Porque Obama, Clinton y Kerry no representan solo la ratificación de París sino también el escándalo del fracking, de las perforaciones petrolíferas submarinas (no olvidemos la catástrofe de la plataforma Deepwater Horizon de la British Pretroleum), los proyectos de canalización para transportar las arenas bituminosas de Alberta hasta las refinerías del Sudoeste de Estados Unidos, etc.

La política medioambiental capitalista, en particular sobre el clima, hace el juego a los populistas. La prueba de ello, en sensu contrario, la aporta el trumpismo. Para que la respuesta al cambio climático vaya en la buena dirección de la mano con la satisfacción de las necesidades sociales son necesarias e indispensables medidas anticapitalistas tales como la reducción del tiempo de trabajo sin pérdida de salario, de desarrollo del sector público, la socialización de la energía y del crédito así como la supresión de producciones inútiles o dañinas. A falta de esas medidas, la insuficiente e injusta política climática capitalista puede contribuir a allanar el camino a demagogos populistas capaces a todo para llegar al poder, e incluso precipitar a la humanidad a una tragedia que supera la más negra ciencia-ficción.

Estamos advertidos. Puede que por última vez. Pero sobre todo estamos invitados a retomar el camino de la lucha ecosocialista con total independencia de los poderes establecidos.

Notas:

(1) Financial Times, 30 dec. 2015

(2) Tanuro, El fantasma de la ingeniería climática recorre la COP21. http://www.vientosur.info/spip.php?article11299

(3) New York Times, 10 nov. 2016

(4) Financial Times, 21 en. 2016

(5) Scientific American, 26 sept. 2016

(6) NYT, 10 nov. 2016

(7) UNEP, Emission Gap Report 2016

(8) FT, 11 nov. 2016

(9) FT, 13 nov. 2016

(10) Las medidas de Obama son insuficientes para alcanzar el objetivo de EE UU de reducción de las emisiones entre un 26 y un 28 % en 2025: según determinadas fuentes, no lograrán reducir las emisiones que entre el 7 y el 2º % para 2025 (16 a 32 % teniendo en cuenta las medidas anuncias pero aún no confirmadas.. http://www.theverge.com/2016/9/26/13035506/us-climate-change-policies-París-accords-plan-fossil-fuels

http://www.lcr-lagauche.org/empechons-trump-de-commettre-un-crime-climatique-contre-lhumanite-et-lenvironnement/

Pesadilla ambiental bajo Trump

Eduardo Gudynas

La elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos ha encendido todas las alertas ambientales dentro y fuera de ese país. Tanto sus posturas personales como las de sus más cercanos apoyos, anuncian retrocesos mayúsculos en las medidas para enfrentar el deterioro ambiental en su propio país como en el escenario internacional.

La victoria de Trump fue en terremoto en varios asuntos, y entre ellos especialmente para las políticas ambientales. El multimillonario es conocido por sus posiciones en contra de la protección ambiental. Es un conocido "negacionista" - este el término que se usa para aquellos que creen que el cambio climático no existe o no está causado por el ser humano. Es sin duda un término negativo, ya que toda la ciencia contemporánea muestra que nuestras emisiones de gases invernadero están afectando el clima global, y que eso tiene consecuencias como el aumento de la temperatura promedio, el alza en el nivel de los océanos, o la proliferación de eventos climáticos extremos.

Trump, en cambio, no cree en nada de eso. Y su negacionismo no es una treta publicitaria para conseguir apoyos de votantes o de la corporaciones petroleras, sino que es una sincera muestra de sus manías e ignorancia. En un tuit del 6 de noviembre de 2012, Trump escribía que el "concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para que las manufacturas de EE UU no fueran competitivas".

Tener un negacionista en la Casa Blanca es un desastre, tanto para la calidad del ambiente dentro de Estados Unidos, como para el resto del planeta, es lo que repiten científicos y destacados analistas. Recordemos que esa nación es el segundo más grande emisor de gases invernadero, de donde cualquier medida real para detener el calentamiento plantario debe contar con su concurso.

El equipo de Trump es tanto o más complicado por posturas anti-ambientales similares o aún más radicales. El presidente electo ya nombró a Myron Ebell para dirigir la Agencia de Protección Ambiente (EPA, por sus siglas en inglés), la principal institución de control y regulación ambiental federal en ese país. Ebell es todavía más negacionista que Trump, y ha dicho, por ejemplo, que no debemos preocuparnos por el cambio climático. Ebell proviene del mundo corporativo, y ha sido un actor importante del muy conservador Instituto de la Competitividad Empresarial en ese país.

Se anuncia que la inefable Sarah Palin, una ultraconservadora, podría ser la secretaria del interior, y por lo tanto encargada de todo el sistema de áreas protegidas y parques nacionales. Palin fue gobernadora de Alaska, candidata a la vicepresidencia, y recordada por su estribillo "taladra, baby, taladra" apoyando a las petroleras.

El compromiso ambiental internacional más reciente para lidiar con el cambio climático, el Acuerdo de París, fue subscripto por el presidente Obama, junto a otras 108 naciones. No es la medida más efectiva ante el cambio climático a juicio de los científicos, pero es al menos una respuesta mínima para que las cosas no empeoren aún más rápido. Pero con Trump todo puede ser peor porque desde su equipo se anuncia que buscarán retirarse de ese acuerdo.

También se sabe que Trump detesta muchas de las medidas que aprobó Obama. Por ello, también apunta a eliminar, cambiar o convertir en inefectivo la regulación ambiental más importante de su antecesor, la ley marco de Energía Limpia. Esa era una norma ambiciosa que apostaba hacia energías más limpias y menos emisiones, y que necesitaba de apoyo federal constante en tanto fue demanda judicialmente por 28 estados y unas cien empresas. Muchos piensan que con Trump esa respaldo se perderá y toda esa ley podría caer.

Otro tanto se espera a los subsidios para energías limpias, mientras no sorprendería que, en cambio, se pasara a apoyar más el carbón. Esto sería otro mazazo para la biósfera, ya que usar ese mineral para generar energía es de los procesos más contaminantes que existen.

En la misma línea, todos los analistas dan por descontado más apoyos a las petroleras y a la explotación de hidrocarburos no convencionales por el método de la fractura hidraúlica (fracking). Varios de esos emprendimientos ya son objeto de muchas resistencias de comunidades ciudadanas, y entre ellas de varios grupos de nativos americanos. Aunque no muy visible en nuestros noticieros, ya está en marcha un duro conflicto, con refriegas, gases, y arrestos, que enfrenta a grupos indígenas contra el tendido de un oleoducto en Dakota del Norte. Con Trump ya se sabe que se impondrán aún más duramente ese tipo de obras.

Por si fuera poco, Trump también ha expresado su deseo de desmantelar la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en ingles), la principal agencia regulatoria en cuestiones ambientales.

Similares temores se repiten a nivel internacional. El retiro de EE.UU. del Acuerdo de París seguramente empeorará el cambio climático, pero además desaparecería la presión que ejercía ese gobierno para que otros países se sumaran, y es probable que se recorte la ayuda financiera que brindaba. Ese escenario además permitiría que otros escépticos anti-ambientales ya no tengan tanta vergüenza en admitirlo, o bien que reduzcan sus medidas internas. Por eso se miara con temor que harían, por ejemplo, los gobiernos de China o India, otros dos grandes emisores de gases invernadero.

En el caso de Trump es sencillo burlarse de sus posturas ambientales tan primitivas. Pero también hay que reconocer que ideas similares se repiten en América Latina, e incluso en Uruguay. Por ejemplo, recuerdo que en el primer gobierno Vázquez, el viceministro del ambiente de aquel entonces en más de un encuentro dejó en claro que no creía mucho en la determinante responsabilidad humana del recalentamiento global. Tampoco olvidamos a un director de DINAMA, bajo el gobierno Batlle, que hasta publicó un libro son sus posturas entre escépticas y negacionistas. Y son recordadas las dos amenazas del gobierno de J. Mujica por sacar a la Dirección de Medio Ambiente (DINAMA) del Ministerio del Ambiente.

Por todo esto hay mucha preocupación sobre el estado ambiental de planeta. En 2016 se volverá a romper el record en el alza de la temperatura media del planeta, y mientras tanto se repiten los eventos climáticos extremos, desde nuestros ciclones a la peor sequía que sufre California en el último milenio. La elección de Trump como presidente hace que sea todavía más difícil poder promover buenas políticas ambientales.

http://www.montevideo.com.uy/, 14 de noviembre 2016

Periodista. Corresponsal de la revista electrónica La Marea en la COP22 de Marrakesh.
Ingeniero agrícola, ecologista y activista socialista valón, es dirigente de la LCR-SAP del Reino de Bélgica.
es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), en Montevideo, Uruguay.
Fuente:
Varias

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