Amianto: bajo el manto de la conspiración del silencio

Paco Puche

03/05/2018

"El arma más potente del opresor

es la cabeza del oprimido".

Steve Biko

 

El criminal negocio del amianto es como una metonimia del capitalismo. Este sistema económico, entendido antropológicamente desde el darwinismo social; basado en una lucha sin cuartel por derribar a la pequeña competencia, ya que la grande termina coaligándose; en busca del interés individual; con vistas a la maximización del beneficio y de la satisfacción del que accede a ser consumidor, es el todo que ha representado la industria del amianto desde el siglo XX. Eso sí, legitimada cuanto menos por el calvinismo. Porque sin entrar en las cabezas de la gente no hay sistema opresor que se sustente, al decir del activista antiapartheid Steve Biko.

Todo esta entradilla viene a cuento en dos hechos muy recientes que explican eso que hemos dado en llamar “la conspiración del silencio”, que haberla haila.

El tratar de explicar los asuntos del mundo por meras conspiraciones, es denostado como conspiranoia, y es bueno afirmarlo, porque no hay que olvidar que los sistemas crean sus propios mecanismos organizativos y mentales que actúan como si se tratara de conciliábulos organizados. No lo necesitan en muchos casos. Pero hay otros en los que sí que ha funcionado esa trama organizativa voluntaria y sistémica, con vistas a defender los principios del máximo beneficio. Es el caso del amianto, en el que desde 1929 ocho o diez empresas, que han dominado el negocio en el mundo durante el siglo XX, se organizaron en cártel (la SAIC se llamaba) para limitar la competencia, poner los precios y, sobre todo, mantener la información de la letalidad del mineral a buen recaudo.

Esta conspiración del silencio, sea sistemática como lo es, o sea positivada[1] como también lo es en este caso del amianto, ha entrado en las mentes de muchas gentes.

Dos casos recientes vienen a confirmar esta hipótesis.

Caso primero: el Metro en la Comunidad de Madrid

El escándalo del amianto en el Metro no para de producir noticias alarmantes desde hace ya varios meses. Todo empezó a raíz de que se filtró la enfermedad de un trabajador que era específica del amianto (asbestosis) en el pasado febrero, y ya no se pudo ocultar por más tiempo el desastre de la gestión municipal, primero, y de la comunidad, después, en cuanto al manejo de este mineral, el cancerígeno más potente que se conoce en los lugares de trabajo, como certifica la OMS[2].

Como informaba La Vanguardia, en su edición de 26 de febrero, se ocultó durante 15 años la existencia de este mineral nocivo en 64 estaciones del suburbano.

“Una circunstancia que, según ha quedado probado, ha sido deliberadamente silenciada por el PP desde 2003, con el consiguiente perjuicio para trabajadores y usuarios”.

Si tenemos en cuenta los datos aparecidos (50 millones de pasajeros/mes), y que el material móvil llevaba el amianto a todas las estaciones, mas 500 millones de viajeros (no todos diferentes, pues muchos de ellos son viajeros habituales del metro) han estado expuestos a pequeñas dosis de fibrillas de amianto, en distintas ocasiones. Evidentemente, es de prever una epidemia de mesoteliomas a partir de la década del 2020, ya que estos vagones y estaciones tienen amianto desde los años ochenta, y que llegará hasta los años 2060, habida cuenta de que sigue existiendo amianto en el Metro de Madrid, revoloteando sin salida por vagones, vías y estaciones.

Y como decíamos unas semanas antes[3]: “como se está viendo, a medida que pasa el tiempo y los responsables están cada vez más atrapados en sus mentiras, primero aparece en los vagones y máquinas, después en las cocheras, más tarde en las escaleras mecánicas, al fin en los techos y bóvedas de estaciones. Y el día 13 (de abril) la gerencia anuncia un plan de retirada en dos años, en cinco capítulos, que incluyen “material móvil: instalaciones (subestaciones eléctricas y otras instalaciones); almacenes; estaciones: túneles; pozos de ventilación; centros de transformación y pozos de bombeo, así como en dependencias, recintos o depósitos”[4] (EFE 13.3.18). Como se puede ver, de no haber apenas amianto, solo en unos vagones y en algunas escaleras mecánicas, ahora aparece el mineral cancerígeno por todas partes, y algunas más que se irán encontrando.

Esta en la famosa conspiración del silencio que ahora mantienen las Administraciones con el amianto que ha quedado instalado, una vez prohibido en 2001. Añaden siempre aquello que el amianto instalado, “si no se perturba no es peligroso”. Ha sido la Inspección de Trabajo la que ha desvelado que no se seguían las medidas de seguridad exigidas.

Pero otra es la razón más clara que apoya esta hipótesis de cómo ha sido de eficaz la mencionada conspiración del silencio. Se trata de las razones por las que ha dimitido la Presidenta Cifuentes: no por el escandalazo del Metro de Madrid, de cuyas probadas negligencias se puede derivar la muerte de muchas personas, no, eso era peccata minuta. Lo verdaderamente insoportable ha sido el descubrimiento de su condición de ladronzuela de supermercado, añadida a la de su master arreglado (con las mentiras pertinentes). A esto se podría llamar el ascenso de la insignificancia. El amianto, con todo lo que tiene de gran tragedia, genocidio le llamamos, no es suficiente para tumbar a una Presidenta. Para que esto ocurra el imaginario colectivo no está sensibilizado, y no ha aprehendido la gravedad del problema. El sistema gana por el momento.

Caso segundo: ¿por qué la Administración no hace nada con la tragedia que supone la peligrosidad del amianto que sigue instalado?

Todo el amianto es peligroso. Todo él es friable. Es decir, se trata de un mineral o bien fácilmente desmenuzable o bien frágil y quebradizo, que estas son las dos acepciones del término “friable”, que se usan para intentar distinguir unos materiales de otros. Es una coartada, porque del fibrocemento (amianto con cemento), que es el material más abundante con amianto, se predica la no friabilidad, y del resto (amianto sin matriz encapsulante) se dice que sí, que ese es friable y muy peligroso.

Si se quema un techo de uralitas, el fibrocemento no arde, solo se quiebra y expulsa millones de fibras al ambiente. Es quebradizo. Igualmente, si los vientos, los terremotos, los malos manejos, etc. lo rompen o lo hacen vibrar, expulsan las fibras letales al medio. El mero paso del tiempo es friable. Por eso, se ha legislado que el amianto solo está permitido hasta el fin de su vida útil, que es de entre 35 y 40 años, como hoy día tienen más del 75% del amianto instalado. Toca su retirada segura, por necesidad y por ley. Urge eliminar todo el amianto de forma segura. Insistimos en lo de “segura” porque si se hace mal, a corto, el remedio puede ser peor que la enfermedad.

Pero, se nos dice, que eso es muy caro y las Administraciones no tiene esas cantidades necesarias y menos los particulares.

¡Pero hay dinero para el desamiantado seguro! ¡Sorpresa!

En una repuesta a preguntas parlamentarias en la UE, la Sra. Thyssen en nombre de la Comisión respondió el pasado 10 de abril de 2018, entre otras cosas las siguientes:

“La Comisión coincide en que la exposición al amianto es un problema grave que debe abordarse de forma adecuada tanto a nivel de la UE como a nivel nacional.”

“Los Estados miembros pueden asignar ayudas de los Fondos Estructurales y de Inversión Europeos para la manipulación y la retirada del amianto en función de los objetivos de los respectivos programas nacionales o regionales.”

Solo hay que pedirlos y dedicarlos a esos fines. ¿O es que ni siquiera tenemos la menor programación, a pesar del consenso europeo sobre su peligrosidad?

Esa situación de poder contar con presupuestos y no pedirlos o dedicarlos a otros asuntos menores, es parte de los efectos de una conspiración del silencio (que minimiza los efectos del amianto) y a los que no se urge socialmente en su retirada. No presionamos suficientemente. Nos siguen teniendo engañados.

En contra de todas las sensatas opiniones de que no hay que alarmar, que solo cabe el alertar, hay que decirles que de las “alertas tempanas” que datan de 1898[5],  hemos sacado lecciones tardías, ¡un siglo después! Y seguimos sin aprender. Para sacarse de la cabeza las auto mentiras que nos infunde el opresor, solo hay que alarmar sin parar hasta conseguir que los responsables en todas las instancias no les queden más opciones que el ponerse en serio manos a la obra.

Estamos ante un gravísimo problema de salud laboral, familiar y ambiental a causa del amianto instalado. Es lo que los expertos llaman la tercera oleada de la epidemia.

Notas:


[1] Escribe Asier Martiarena en el Diario. es, en su versión del 26.2.18: “Una deriva que, en síntesis, ha pasado de tratarse de un simple informe positivo por amianto supuestamente aislado a un doble caso de enfermedad mortal por la exposición a un contaminante presenta en más de un tercio de las estaciones, provocando la desazón e intranquilidad entre los más de 50 millones de viajeros mensuales.

Una circunstancia que, según ha quedado probado, ha sido deliberadamente silenciada por el PP desde 2003, con el consiguiente perjuicio para trabajadores y usuarios. Una práctica orquestada a dos bandas tanto desde el Ayuntamiento, quien ostentaba la competencia hasta 2011, como desde la Comunidad. Lo que permite deducir que tanto Alberto Ruiz-Gallardón -en su caso desde la dirección de ambas administraciones en sendas etapas-, como Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes participaron directa o indirectamente en la ocultación a la opinión pública de los informes que certifican la existencia de los ya citados contaminantes cancerígenos”.

[2] Según la OMS, cada año mueren por exposición al amianto en su puesto de trabajo, del orden de 107.000 personas en todo el mundo. Por todas las exposiciones esas cifras se mueven, cuanto menos, en torno a 150.000. Y representa más del 50% de todos los cánceres laborales (el 63% en trabajos recientes); es decir más de la mitad que todos los demás cancerígenos a los que están expuestos los trabajadores (principalmente hombres

[3] Puche (abril de 2018): “A propósito del metro de Madrid: con la exposición del amianto no hay dosis mínima segura”, en  http://www.rebelion.org/noticia.php?id=239036

[4] Todo esto sin contar los más de 60 coches con amianto, que circulan en la línea B de Buenos Aires, vendidos por el Metro de Madrid después de la prohibición de la comercialización del amianto en 2001.

[5] Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) (2002:4): “Lecciones tardías de alertas tempranas: el principio de cautela. 1896-2000”.

 

Ingeniero, economista y librero jubilado. Ecologista.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 3 de mayo 2018

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).